Usted fue un optimista cuanto todos eran pesimistas. ¿Por qué?
Cien por ciento. Porque conozco la historia del Perú y conozco lo que es nuestro país, no solo porque nací en Coracora, sino porque mi madre, de extracción social y cultural pobre, era de Calca, y mi padrastro, verdadero padre, fue miembro de una familia de clase media cusqueña. Era un abogado muy culto. Desde los siete años, me hacía leerle El Comercio “de pe a pa”, hasta su muerte en 1944.
Usted no tenía ni nueve años cuando vino a Lima, ¿verdad?
Yo nací en el año 1921 y en 1930 ya estaba en Lima. Me adapté fácilmente y tuve suerte en mi formación profesional.
¿Lima no lo rechazó?
A diferencia de José María Arguedas, mi alumno primero y colega después, mi inserción a Lima fue normal y feliz. Cuando termino el colegio, mi papá, que vivía de una pensión de 152 soles al mes, me dice: “no tenemos plata, hijo. No te puedo ayudar, así que debes estudiar una carrera corta”.
Una carrera comercial…
Comercial, sí, para contador. Y me matricula en el Liceo Comercial del Perú de Raúl Garbin, donde mis profesores eran los doctores Luis Alberto Sánchez, Emilio Romero y Andrés Echegaray…
He visto la foto: usted es un niño entre un montón de adultos…
Sí, todos mis compañeros tenían 22, 23, 24, 25 años. Pero no me afectó y me hice amigo de muchos. Tuve la suerte de que muchas personas, sobre todo mujeres, me han ayudado, y el privilegio de ser amigo y compañero de mujeres muy inteligentes. Carolina (Vasi) es la última y la causante de esta exposición.
Usted vino del otro Perú, pero se incorporó al Perú oficial…
Sí. Llego y, con mi papá, que tenía cierto prestigio por haber sido abogado, conozco a las autoridades principales. Le doy la mano al presidente Leguía, estoy en la manifestación de Sánchez Cerro, vivo la emoción colectiva cuando Víctor Raúl Haya de la Torre exclama: ¡Sólo el aprismo salvará al Perú! Yo entré a Lima como si fuera mi casa.
No como los demás migrantes, que entraron por la puerta trasera…
No. Ellos se sintieron rechazados, maltratados. Pero notaba la diferencia, porque los compañeros de clase me decían “cholo Matos” y me discriminaban.
Pero eso no provocó en usted indignación, sino una visión más creativa…
Así es. Me resbalaba la noticia. Y comencé: ¿ellos qué hacen? Juegan fútbol. Y jugaba fútbol. También nadan. Yo nadaba en la poza del pellejo, en el Presbítero Maestro, río Huatica. Y mataperreaba al igual que mis compañeros del barrio.
¿Eso es lo que lo hizo tan optimista?
No. Eso hizo que fuera un chico que comprendía que había una distancia entre los limeños y el resto del Perú. Después, en 1942, ingresaría a San Marcos a estudiar Derecho y termino estudiando y fundando la especialidad de Antropología.
Y ahí tuvo grandes maestros, ¿no?
Los profesores de mis dos primeros años de Letras fueron los doctores Julio C. Tello, Luis E. Valcárcel, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, Mariano Iberico y José Jimenez Borja. ¡Qué lujo!
Hay muchos que dicen que usted es un sabio. ¿Se considera un sabio?
No. Me falta mucho. Soy un hombre inteligente, que me debo a mi esfuerzo y a esas casualidades y circunstancias de la vida que he narrado. Tello me enseña pues, ¡cómo no voy a aprender! Y dejé todo: mi mataperreada, las jaranas criollas en Malambo, la bohemia…
El proceso de migración no era visible al principio… ¿Cómo se interesa en él?
Cuando estudié la isla de Taquile, en Puno, entrevistando a su personero Lino Huata, descubro que la mayoría de los jóvenes no estaban en sus comunidades. ¿Qué pasa? Están en Lima. Voy a Tupe. ¿Dónde está Crispín Huamán que es el mejor arpista? ¿Dónde Demetrio Ángeles, que es un genio? ¿Dónde Marcelino Zanabria? En Lima. Y cuando regreso de esos trabajos de campo me encuentro con que estaba para comenzar la invasión del cerro San Cosme. Desde el año 40 había comenzado la larga marcha del Otro Perú a Lima.
¿Ahí empiezan a formarse las tres Lima, además de la Lima oficial?
Sí, pero como parte de un proceso gradual de ocupación, primero de los cerros, luego del arenal y al final de toda la periferia de la ciudad. Los tecnócratas decían que era un problema de vivienda. “No, les contradecía yo, es el Otro Perú que está viniendo a reclamar pertenencia, ciudadanía, reconocimiento”.
¿Cómo se manifiesta esa sociedad nacional emergente?
Los migrantes del otro Perú están imponiendo sus estilos de vida y su manera de vivir. Las tres nuevas Lima representan cerca de 70 % de la población de la capital.
¿Cómo ve Lima de aquí al 2050?
Tiene dos rutas. Una Lima litoralizada, bella, al lado del mar y frente al Asia que es el futuro del mundo. Y, la otra, una Lima que puede causarnos una serie de graves problemas y enfrentamientos violentos para los que el Perú no está preparado.
¿Cómo esta exposición le puede ayudar a no entrar en ese escenario?
Espero que ayude creando conciencia. Y su éxito que me ha sorprendido. Vienen primera generación, segunda generación, tercera generación, y se sienten felices viendo la muestra y sus fotografías.
Publicado en La República, 30 de enero de 2014