Miguel Palomino
La República, 27 de octubre del 2025
«A lo que apunta la aparente estabilidad económica en medio de las tormentas políticas es que los mercados ya interiorizaron que estas tormentas son parte del clima habitual del Perú»
«Esta reducción en la tasa de crecimiento en la práctica es condenar a millones de peruanos a no salir de la pobreza. Esto es lo que significa que la economía y la política no van por cuerdas separadas»
Hemos dicho antes en esta columna que nos sorprende que haya quienes todavía creen que la economía y la política van por “cuerdas separadas” en el Perú. Esta creencia no solo es falsa, sino que alimenta la idea de que se pueden tomar importantes decisiones políticas sin tener que considerar los efectos, a veces terribles, que estas tendrán sobre la economía y por lo tanto sobre el nivel de vida de los peruanos. Quienes advertimos que esto es así somos con frecuencia somos tildados de ser defensores de los poderosos, cuando solamente señalamos que los peruanos de escasos recursos serán los más perjudicados por las propuestas patentemente absurdas de ciertos “iluminados” de derecha o de izquierda.
Quienes creen en las “cuerdas separadas” usan como ejemplo reciente el que haya habido un cambio inesperado en la presidencia del Perú y, contrario a lo esperado dicen, el tipo de cambio no solo no se haya deteriorado, sino que se fortaleció el sol. ¿Qué mejor argumento, dirán los creyentes? ¿acaso pasó algo que realmente afectara a la economía con el cambio de presidente?
Pero ¿acaso pasó algo que realmente afectara a la economía con el cambio de presidente? Fuera de crear incertidumbre por algunas horas respecto a quien sería presidente (horas en que el mercado cambiario estaba cerrado), a la medianoche estaba todo decidido. Al definirse quién era el nuevo presidente, aunque había abundantes motivos para pensar que no era el mejor candidato, por lo menos no se le consideraba peor que Dina Boluarte. Además, a lo largo de todo el proceso de vacancia, se siguieron los procedimientos constitucionales, que era otro de los temores de quienes veían con dudas el reemplazo de Boluarte.
¿Entonces, si cambiar al presidente no afecta la economía, qué la afecta? Ello dependerá de lo que se espera que pueda ocurrir con las políticas públicas a raíz del cambio presidencial. Por ejemplo, cuándo se eligió a Pedro Castillo se podía prever cambios importantes que perjudicarían a la economía y eso se reflejó, entre otras cosas, en la fuerte y sostenida subida del tipo de cambio. Cuando Castillo intentó su fracasado golpe de estado y fue reemplazado por Boluarte, el tipo de cambio subió inmediatamente después del golpe, pero para final del día volvió a su nivel y ahí se quedó en los días posteriores.
Pero el fijarse en la reacción inmediata del tipo de cambio, si bien es aleccionador, ignora que los efectos más relevantes de la política sobre la economía se dan en el mediano y largo plazo y es ahí donde nos hacen más daño. Así, el efecto negativo de la elección de Pedro Castillo sobre la economía aún se siente, y se seguirá sintiendo por mucho tiempo. Nunca el Perú había elegido democráticamente a un individuo tan poco capacitado para ser presidente, con ideas tan absurdas y que la vez resultó ser profundamente deshonesto. Esta realidad, que los peruanos éramos capaces de elegir tan mal, cambió la percepción de la economía en el largo plazo e introdujo un factor de incertidumbre que tardará mucho en desaparecer.
A lo que apunta la aparente estabilidad económica en medio de las tormentas políticas es que los mercados ya interiorizaron que estas tormentas son parte del clima habitual del Perú. Y ese es precisamente el problema. En buena parte, esto es lo que redujo lo que se llama la “tasa de crecimiento potencial del PBI”. Esta es calculada por el Banco Central de Reserva (BCR) como la tasa de crecimiento a la que puede aspirar a crecer en el mediano plazo la economía peruana sin generar presiones inflacionarias. Esta cifra ha disminuido en tres puntos porcentuales anuales entre el periodo 2009-2015 y el de 2016-2022: de 5.3% a 2.3%. Es quizás el mejor indicador del deterioro de la economía peruana como consecuencia de la inestabilidad política. Esta reducción en la tasa de crecimiento en la práctica es condenar a millones de peruanos a no salir de la pobreza. Esto es lo que significa que la economía y la política no van por cuerdas separadas.
Hemos hablado en esta columna de lo inmensamente sensible que es el nivel de vida a unos puntos de menor crecimiento anual. Volveremos a ilustrarlo para quienes no lo recuerden o no lo hayan leído. Si crecemos a 2% anual, entonces en treinta años alcanzaremos el nivel de vida que hoy tienen los habitantes de Costa Rica. Si crecemos al 5% anual, entonces en treinta años alcanzaremos el nivel de vida que hoy tienen los habitantes de Australia. La pregunta es clara; ¿en treinta años queremos ser como es Costa Rica hoy o queremos ser un país desarrollado como es Australia hoy?
Para lograr alcanzar nuevamente nuestro crecimiento potencial debemos asegurarnos que quienes manejen el país sepan lo que están haciendo. La política es un arte de señales y confianza, pero también es ejecución práctica de políticas públicas. De las autoridades electas depende atraer y retener buenos funcionarios capaces de articular el Estado para lograr el crecimiento económico, la disminución de la pobreza y el cierre de brechas de infraestructura.
Los cerca de 40 candidatos para presidente en las próximas elecciones son un reflejo de la creencia, apoyada por nuestra historia reciente, que en el Perú casi cualquiera puede ser elegido. Esta creencia alimenta nuestra falta de institucionalidad la cual, como hemos dicho antes, se debe en buena parte a la ausencia de verdaderos partidos políticos. Los “partidos políticos” de hoy son, en su mayoría, solo asociaciones de conveniencia electoral de individuos que no tienen nada en común, salvo el deseo de llegar al poder. En estas asociaciones cada uno pone algo, sea dinero o nombres elegibles, que pueda mejorar las posibilidades de victoria. La “victoria” además puede definirse como sea, en algunos casos esta se limita a ganar unos escaños en el parlamento.
A esta realidad vamos a tener que hacer frente en las próximas elecciones. Aun si los resultados de éstas son mucho mejores de lo esperado, habrá una importante representación de este tipo de partidos que velan solo por sus intereses personales, no el de sus electores. Por ello, solo cabe esperar que los electores sean lo más diligentes a la hora de decidir su voto, de tal manera que la presencia de estos “partidos” en el parlamento sea la menor posible.
Nunca debemos olvidar que la política y la economía no van por “cuerdas separadas”, las decisiones políticas que tomemos hoy afectarán no solo la economía de hoy sino la de mañana y la de años en el futuro. Por ello es que nuestro nivel de vida futuro será radicalmente distinto dependiendo de a quienes elegimos hoy para representarnos.
Esperemos, especialmente por el bienestar de los peruanos más pobres, que nadie olvide las consecuencias de un voto decidido con el hígado y no con el cerebro. Porque si hacen lo correcto, los estómagos de esos peruanos se lo agradecerán mañana.






