Miguel Palomino
La República, 31 de julio del 2025
De cómo la presidente puede asegurar que su mandato sea recordado como un éxito en su último año.
La presidente Dina Boluarte nos dará hoy un mensaje que, presumiblemente, tratará ampliamente de los logros de su gestión. Sin desmerecer los escasos logros de su gobierno, más fácil resultaría hacer una lista de los pendientes urgentes que tiene su gobierno con los peruanos sobre los que se está haciendo muy poco o nada. Y nada de esto es nuevo, sobre todo ello he escrito en este año.
Hagámoslo fácil y empecemos por lo que no hay forma alguna de justificar: Petroperú, sobre lo cual tratamos en la columna del 7 de enero pasado. Como indiqué entonces, la empresa está totalmente quebrada y solo sobrevive porque nuestros impuestos están siempre a la mano para rescatarla. Ya el ministro de Economía anunció que la deuda de Petroperú pasaría a contar con la garantía del Estado peruano, que quiere decir que como la empresa no puede pagar su deuda, ahora se convierte en deuda del Perú. Es decir, otro multimillonario salvataje que le permitirá a los facinerosos de turno seguir haciendo de las suyas, como fue previsto por todos los analistas hace mucho tiempo. Ahí hay miles de millones de soles que no se pueden invertir en seguridad, educación, salud y justicia que hoy necesitamos a gritos los peruanos.
En segundo lugar, hablando de seguridad y justicia, está el avance de la criminalidad, en la cual destacan la extorsión y la minería ilegal (columnas del 6 de febrero y del 13 de mayo). Si bien en este caso el gobierno meritoriamente eliminó 50,000 Reinfos truchos, aún no está dicha la última palabra. Claro que en este caso no podía invocar a la hoja de parra del nacionalismo para justificar su falta de acción. La indignación ciudadana es muy grande, pese a la gran suma de dinero dedicada por la minería ilegal a intentar confundir a la ciudadanía con falsas narrativas. Sabemos que un minero informal o artesanal no tiene por qué ser un criminal, pero tras ellos se escudan quienes sí son criminales de marca mayor. ¿O quién cree que mata a los mineros en Pataz, por ejemplo? ¿O quién arroja mercurio masivamente a los ríos de la Amazonía?
En tercer lugar, el gasto público está desbocado mientras se reparten, a diestra y siniestra, exoneraciones tributarias que agrandan el déficit fiscal (columnas del 3 y el 16 de junio). Si bien aquí juega un importante papel nuestro Congreso regalón, el gobierno también ha sido responsable de crear el caos fiscal en que nos encontramos hoy. Lo que debe quedar claro para todos es que el déficit fiscal actual es de aproximadamente 5 puntos del PBI más alto de lo que sería en circunstancias normales.
Tomando en cuenta que los precios de los minerales están en su punto más alto de la historia, para el gobierno estos años deberían ser años de ahorro para los años de vacas flacas que llegarán en algún momento. Pero no es así y la farra fiscal será fatal para el próximo gobierno, lo cual por supuesto tiene sin cuidado a este gobierno y a este Congreso. El ministro de Economía declaró que iba a ampliar la meta de déficit fiscal en 600 millones de soles, pero al final la mantuvo. ¿Qué pasó? ¿Será que súbitamente el gobierno halló la disciplina fiscal que debió mostrar siempre? No, simplemente se dio cuenta de que el mayor déficit fiscal sería tal que los 600 millones no alcanzarían y que era mejor no levantar polvo en el corto plazo. Mejor actuar como si estuviera sorprendido a fin de año que pasar por el papelón hoy día y como nadie sabe cuándo habrá nuevo ministro de Economía, más valía esperar.
En cuarto lugar, la infraestructura. Nuestro país tiene graves carencias de caminos, puentes, aeropuertos, instalaciones de agua y desagüe, escuelas, hospitales, comisarías, etc. (columnas del 18 de febrero, 1 de abril y 30 de junio). Además de utilizar gran cantidad de recursos para obras sin importancia (como la refinería de Talara), lo que sí se dedica a infraestructura carece con frecuencia de un ordenamiento básico que le dé sentido al todo. Esto tiene como caso emblemático que el nuevo aeropuerto Jorge Chávez solo tiene acceso por dos puentes temporales de emergencia, pese a que hace años era por todos conocida la fecha en que el nuevo aeropuerto iba a inaugurarse y a que hasta se iniciaron las gestiones para hacer la obra. Otro caso es que la ciudad de Lima tenga el peor tráfico de mundo debido a la ausencia de un mínimo de orden y planeamiento, los cuales nos hubieran dado hace muchos años métodos de transporte urbano masivo. Lima es una de dos ciudades en el mundo con más de diez millones de habitantes, pero sin transporte público masivo (la otra es Kinshasa, en la República Democrática del Congo).
En quinto lugar, el impulso a la productividad y el empleo formal que, al ser un tema aparentemente complejo, no genera indignación, pese a que es, sin duda, es el tema que más daño causa de todos lo aquí mencionados (columnas del 21 de enero, 29 de abril y 14 de julio). Como ya he dicho, la aparente complejidad del asunto no es tal. Lo que sucede es que existe una parte importante de la ciudadanía que tiene, comprensiblemente, sentimientos muy fuertes sobre el tema. Esto les dificulta entender lo que es en realidad una causalidad muy sencilla.
La vía fundamental para que alguien progrese es mediante un empleo que se lo permita. Sobre esto no existe ninguna duda. Un empleo es mejor cuanto más productivo sea. La informalidad en el Perú se caracteriza por tener baja productividad, tanto por escasez de capital físico como de capital humano (un trabajador formal promedio es seis veces más productivo que un trabajador informal promedio). Para lograr el progreso de los ciudadanos resulta necesario que los trabajadores del sector informal obtengan empleo en el sector formal aumentando su productividad. El único camino para lograr esto de manera sostenible es mediante la inversión privada, mientras más, mejor. Esto es lo que sucedió en el Perú del 2003 al 2014: la inversión privada creció a 14% anual lo cual llevó a que el producto creciera a 5.8% anual. Esto llevó a que la pobreza se redujera en 40% y a que la mayoría de los peruanos, por primera vez en la historia, integraran la clase media. Estos son resultados fabulosos sin duda. ¿Qué pasó luego en el Perú?
Pasó que la inversión privada y el producto crecieron a una tasa anual de menos de 1% entre el 2014 y el 2024, con lo cual se asfixiaron las oportunidades nuevas de empleo y progreso. Resulta imprescindible volver a darle aire a la inversión, no con ventajas o prebendas sino con lo que todo inversionista requiere: reglas claras, razonables y estables. Con esto y con la colaboración de un Estado que aliente la inversión, en lugar de ponerle trabas, se alcanzarán estupendos resultados.
Le aseguramos, señora presidente, que hacer algunos genuinos esfuerzos por atender los problemas aquí mencionados le permitirán enormes logros de los qué se hablará mucho más allá de cuando haya terminado su mandato.