Por: Marcial García, Socio de Impuestos de EY Perú
Gestión, 18 de mayo de 2020
Las idas y vueltas en torno a la creación de un “Impuesto a la Riqueza” ha añadido una cuota de incertidumbre adicional en plena crisis por el covis-19. Existe un consenso entre los expertos en que el planteamiento es antitécnico, populista e inoportuno, y en que podría agravar la delicada situación económica que atraviesta el país.
Ha transcurrido casi un mes desde que el presidente Martín Vizcarra lanzara la propuesta y todo apunta a que se habría buscado cosechar algunos aplausos fáciles con el anuncio, en contra de la opinión técnica del MEF. A fin de cuenta, los S/ 300 millones al mes que se recaudarían para atender la emergencia se pueden obtener, sin mayor problema, de otras fuentes de financiamiento.
Ante la evidente recesión económica que sufrirá el país, ha hecho bien la ministra de Economía en echar mano a los S/19, 000 millones acumulados en el Fondo de Estabilización Fiscal y en recurrir al endeudamiento externo, aprovechando las condiciones favorables que hoy ofrecen al Perú los mercados internacionales.
Hay un enorme espacio también para ampliar la base tributaria, lcuahndo frontalmente contra la evasión y la elusión fiscal. Recordemos que el nivel de incumplimiento del IGV sobrepasa el 30% y del Impuesto a la Renta alcanza el %0%, lo que representa unos S/. 52, 500 millones (7% del PBI). Ese monto es superior a todo lo que el Estado invierte en salud y educación, sumado, por año.
La iniciativa del Ejecutivo compite con otros tres proyectos en el mismo sentido presentados en el Congreso por las bancadas del Frepap, Frente Amplio y Somos Perú. Un impuesto a las “grandes fortunas” puede resultar atractivo para ciertos sectores, pero la verdad es que en los países donde se ha aplicado no dio los resultados esperados.
El caso europeo es quizá el más emblemático. En la década de 1990, más de una docena de países tenían un gravamen de este tipo y hoy solo quedan cuatro (Noruega, España, Suiza y Bélgica). Un debate serio de la medida debe incluir la mirada de esas experiencias.
Oyendo a los partidarios de un nuevo tributo daría la impresión de que “los que más ganan” en el país no son lo suficientemente solidarios con los peruanos de menos recursos. Ello, sin embargo, dista mucho de la realidad. Debido a la enorme informalidad de la economía, ese reducido grupo de contribuyentes a lo que ahora se pretende recargar aún más, cubre “solidariamente” la factura del resto.
Hoy, menos de uno de cada diez trabajadores paga Impuesto a la Renta y apenas el 0.2% de los contribuyentes inscritos aporta el 80% de lo que recauda la Sunat. Pese a que esa minoría forma ya sostiene gran parte del peso del Estado, como diría Winston Churchill, muchos la miran “como vaca que hay que ordeñar, pero muy pocos como el caballo que tira del carro”. Es hora de que eso cambie.