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Protestar, criticar, proponer, confrontar…

Protestar, criticar, proponer, confrontar…

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 5 de junio de 2020
Para Lampadia

Atemos cabos y saquemos nuestras propias conclusiones.

(1) Disolución del Congreso de la República.

(2) Propuesta de creación de una línea aérea de bandera estatal, que felizmente no prosperó. Mejor dicho, tuvo que venir una pandemia tan brutal como la del Coronavirus para que se deshiciera semejante barbaridad.

(3) Rechazo altanero de parte del Gobierno al ofrecimiento de ayuda empresarial para la lucha contra la pandemia.

(4) Imposición de restricciones y trámites burocráticos absurdos para autorizar la operatividad de las empresas.

(5) Ataque cizañero propiciando el enfrentamiento entre colegios privados y padres de familia.

(6) Descrédito demagógico contra farmacias privadas, so pretexto de prácticas acaparadoras y especuladoras que jamás fueron comprobadas… y menos desmentidas. Y

(7) ataque alevoso contra clínicas privadas por supuestos lucros indebidos en pruebas de laboratorio para diagnósticos del Coronavirus… sin nombrar a ninguna clínica en particular, ni acreditar práctica especulativa alguna. O sea, mucho ruido y pocas nueces.

A ese respecto, me viene a la memoria el famoso test del pato que dice así: si camina como pato, vuela como pato, y dice cuac cuac; entonces es pato… por más que no tenga una etiqueta que lo acredite como tal. Algo parecido se puede aplicar a los populistas y demagogos que nos están gobernando.

Efectivamente, el Gobierno actual ha aprobado de manera indubitable el test del populismo demagógico y politiquero… tan arraigado en ciertos países del mundo. En ese sentido – ¡qué problema! – estamos repitiendo la nefasta experiencia de los Gobiernos que nos llevaron a la ruina… allá por los años 70 y 80.

Estamos repitiendo la receta que degeneró en las híper inflaciones e híper devaluaciones que – con mucho esfuerzo y disciplina – superamos años después. Estamos repitiendo la receta de las colas y escaseces de los productos de primera necesidad. Incluso, estamos siguiendo la receta de la súper crisis económica y empobrecimiento masivo de los peruanos de mi generación. ¡Qué frustración! Estamos repitiendo la receta que inició el terrorismo y su secuela de apagones, toques de queda, y caos generalizado. ¡Estamos regresando a los aciagos años 70 y 80!

Pero ahí no acaba la cosa.  El Congreso de la República – ¡por si faltara más! – también se ha sumado a la demagogia populista del Gobierno Central. La Ley que suspende el pago de peajes en las carreteras del país es una muestra de ello. ¿Por qué no se preguntaron – me refiero a los Padres de la Patria – cómo se va a financiar el mantenimiento de dichas carreteras? ¿Cómo van a hacer los concesionarios para pagarle a sus trabajadores y proveedores? ¿Acaso esas empresas no tienen compromisos bancarios y tributarios que pagar? ¿Cómo van a hacer para pagar a sus acreedores si no tienen ingresos? La verdad, el populismo y la demagogia no tienen límites.

Aquí lo peligroso es que estamos siguiendo las pautas del fracasado Nuevo Socialismo del Siglo XXI – inspirado en el tristemente célebre Foro de Sao Paulo – el cual ha sumido a Venezuela en la más cruel y profunda crisis que jamás se hubiera podido gestar, en desmedro de una población tan cercana y querida como la de nuestros hermanos venezolanos.

Estemos alertas. Nuestras libertades individuales están siendo amenazadas desde el Estado. Nuestros derechos al trabajo también. Las libertades de empresas – y de mercados – están bajo fuego. El Estado que todo lo decide, todo lo regula, y todo lo autoriza, pretende arrebatarnos la dignidad. El bienestar de los peruanos y el progreso del país está en juego.

Protestar, criticar, proponer, confrontar… es tiempo de luchar. Lampadia




¿Y después del mes de cuarentena qué hacemos?

¿Y después del mes de cuarentena qué hacemos?

Carlos Gálvez Pinillos
Ex presidente de la SNMPE
Para Lampadia

Esta pandemia nos está llevando a situaciones límite, tanto al sector público como al privado. Como hemos podido observar, el gobierno tuvo el coraje de asumir la decisión de una cuarentena que, si bien se planteó por dos semanas, era de suponer que tomaría cuando menos cuatro semanas.

No es el momento de criticar los errores cometidos por impericia o improvisación, lo que seguro discutiremos en el momento oportuno. Lo importante ahora, es ver cómo resolvemos el problema que enfrenta el país y todos los ciudadanos desde el punto de vista económico. No es necesario insistir que un mes de paralización de actividades destruye muchas fuentes de trabajo para mucha gente y quiebra a muchas empresas, las que al quedarse sin oportunidad de producir, vender y cobrar, rompen la cadena de pagos.

Hay sectores altamente sensibles a este fenómeno y cuyas posibilidades de retomar su actividad comercial a niveles adecuados, tomará por lo menos un mes adicional al de la cuarentena. Nadie irá, por auto-protección, a un restaurante o un cine al día siguiente del levantamiento de la cuarentena. A los hoteles y servicios de transporte aéreo y terrestre les tomará mucho recuperarse, lo mismo que a profesionales y trabajadores independientes, entre otros.

Recordemos que, si bien se logró en los últimos 15 años sacar de la pobreza al 30% de nuestra población, estos se mantenían bien mientras “pedaleaban”, pero cuando se para la actividad económica y se les impide trabajar por tanto tiempo, inmediatamente regresan a la condición de pobreza de la que salieron gradualmente a base de un gran y perseverante esfuerzo.

Ha sido muy importante que desde el Estado se otorgue un bono en efectivo para aproximadamente 3,2 millones de pobres, pero la población que debemos atender es a 12 millones de personas que se han quedado en la miseria de súbito y que tendrán que “capear el temporal” durante entre 30 y 60 días, en la medida que sus empleadores o contratantes se repongan y tengan posibilidad de reiniciar sus actividades regulares y generar la liquidez que les permita cumplir con los pagos a trabajadores, proveedores y tributos.

Es cierto que el ahorro con que cuenta el Estado peruano, producto de un manejo responsable de las finanzas públicas durante tres décadas, nos da hoy el respaldo para atender esta emergencia. Pero el Perú tiene que reponerse de esta caída lo más rápidamente posible y retomar un crecimiento vigoroso para reponer sus reservas de seguridad.

En estas circunstancias críticas, debemos también diseñar un plan que permita recuperar el paso que hemos perdido. Debemos dejarnos de improvisar y plantearnos la activación inmediata de los proyectos y operaciones que nos permita, en el más corto plazo, generar puestos de trabajo e ingresos personales y fiscales.

Lo antes dicho requiere tomar decisiones y asumir las responsabilidades con mucho más coraje que el aplicado para decretar la cuarentena. Debemos priorizar en base a nuestras posibilidades técnicas y económicas la ejecución de los proyectos mineros que tenemos en cartera, pues si las empresas ya resolvieron sus ingenierías y cuentan con los recursos financieros para asumir sus riesgos y ejecutarlos, debemos darles prioridad y no permitir que trámites burocráticos nos paralicen.

Debemos también alinear la construcción de infraestructura que sirva de apoyo a estos proyectos.

Estamos en la obligación legal y moral de generar rápidamente las máximas posibilidades de trabajo directas, indirectas e inducidas, en base a las oportunidades que nuestro país puede aprovechar. En el corto plazo no encontraremos una opción más eficaz que el inicio de la construcción de proyectos mineros e infraestructura, con lo que podríamos reactivar la economía del Perú.

Repito, debemos poner CORAJE para tomar las decisiones que se requiere y eliminar las trabas que ciertas circunstancias nos han impuesto a lo largo de los años si efectivamente pensamos en que debemos poner “EL PERÚ PRIMERO”. Lampadia




En deuda con los informales

En deuda con los informales

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 17 de enero de 2020
Para Lampadia

Muchas personas despotrican contra la informalidad en nuestro país. Políticos, periodistas, académicos… la informalidad tiene muchos detractores. ¿Qué dicen estos sabelotodo al respecto? Pues que la economía del Perú es 70% informal… y que ese es el principal problema del país.

La pregunta es ¿por qué tantos compatriotas compran y venden sin factura? Mejor dicho ¿por qué evaden el IGV? que – como se sabe – es el 18% del valor del producto o servicio en cuestión.

Muchos despotrican – también – de la informalidad laboral. O sea, de las empresas que no pagan “beneficios sociales” a sus trabajadores. La pregunta es ¿por qué evaden los aportes a las AFP y a Essalud? los cuales suman alrededor del 23% de las remuneraciones (14% a las AFP, y 9% a Essalud). ¿Por qué evaden los pagos por vacaciones (1 mes al año), gratificaciones (2 meses al año), y CTS (1 mes al año)? ¿Por qué?

A ese respecto, pregunto: ¿sabrán esos criticones que hay casos en que los “beneficios sociales” superan a las remuneraciones efectivas que perciben los trabajadores? O sea, si un trabajador gana como 100 ¡el costo para las empresas es como 200… o más!

Sí pues… es muy fácil hablar – desde la tribuna – en favor de la formalidad y la estabilidad laboral. Pero ¿por qué no les preguntan a los pequeños empresarios… qué opinan de ello? ¿Por qué no se ponen en su pellejo? ¿Qué pasa si caen las ventas? Y si caen ¿de dónde sacarían la plata para pagarles a los trabajadores?

Bueno pues. Eso que no es mayor problema para las grandes y medianas empresas, sí lo es para miles – y miles – de pequeñas empresas que son la gran mayoría en nuestro país. Reconozcámoslo. Nuestra legislación laboral es muy onerosa – y rígida – para los pequeños empresarios.

Ahora veamos el caso desde otro ángulo… ¿acaso el Estado es un buen administrador de nuestros impuestos? ¿Cómo están los servicios de agua, salud, educación, seguridad y limpieza pública? ¿Y en cuanto a la corrupción en el Estado… acaso no abundan los casos de funcionarios corruptos que abusan – precisamente – de los pequeños empresarios?

Entonces ¿qué esperábamos? ¿Formalidad con alta tributación, rigidez laboral, y corrupción estatal? No pues. Había que ser muy ingenuo para esperar formalidad bajo esa nefasta trilogía.

Pero ahí no terminan los males de los informales. Las altísimas tasas de interés bancarias son un problema. La ausencia de Institutos Superiores Tecnológicos especializados en los rubros “informales” también. Y mil carencias más.

CONCLUSIÓN: El Estado tiene una gran responsabilidad en la problemática de la informalidad en nuestro país. Efectivamente, aparte ser honesto y eficiente, debería bajar el IGV. También debería flexibilizar – e incluso abaratar – el empleo formal. Por otro lado, debería promover una mayor competencia entre empresas bancarias especializadas en el financiamiento de pequeñas y microempresas, para que bajen las tasas de interés. Asimismo, debería asumir un rol mucho más proactivo en el tema de la capacitación requerida por los empresarios informales.

Seamos sinceros. Dejémonos de hipocresías. Si no fuera por los pequeños empresarios informales, el desempleo en el país sería una bomba de tiempo. Y la economía estaría en estado ruinoso. Por todo ello – y por mucho más – el país está en deuda con los informales. Lampadia




El fracaso no es del modelo, sino de sus defensores

El fracaso no es del modelo, sino de sus defensores

Líneas abajo compartimos un artículo muy esclarecedor de la situación de crisis que vive Chile. Recomendamos su lectura.

Fundación para el Progreso
Mauricio Rojas
Publicado en El Libero, 04.11.2019

Lo ocurrido recientemente en Chile no es producto del fracaso de su modelo de desarrollo, sino de su éxito. Lo que sí ha fracasado es una centroderecha miope e incapaz de liderar las profundas transformaciones que ese éxito hacía imprescindibles. En suma, no es el modelo sino sus defensores los que han fracasado.

El progreso chileno durante estos últimos treinta años ha sido extraordinario y convirtió a Chile de un país bastante mediocre en la estrella más brillante del firmamento latinoamericano. Ha sido, con distancia, la sociedad con mayor reducción de la pobreza, aumento generalizado del bienestar, expansión de la educación superior, ampliación de las clases medias y movilidad social. Incluso la desigualdad, aun siendo todavía demasiado alta, se ha reducido. Según los datos entregados por el exministro de Hacienda de Michelle Bachelet, Rodrigo Valdés, el coeficiente de Gini bajó de 0,573 a 0,477 entre 1990 y 2015. La razón de ello es que los ingresos disponibles de los más pobres aumentaron mucho más rápido que el de los más ricos (el ingreso del decil más rico aumentó 208% entre 1990 y 2015, mientras que el del decil más pobre lo hizo con 439%).

Este extraordinario progreso ha generado un país totalmente distinto a aquel que existía hace treinta años. Su composición social y sus estándares de vida se han modificado sustancialmente, pero también las formas de percibir lo justo y lo injusto, lo aceptable y lo inaceptable, lo digno y lo indigno. Con ello se han alterado profundamente las demandas sociales y lo que hasta hace no mucho definía las aspiraciones y el sentido común de la sociedad ha quedado obsoleto.

A los defensores del modelo, pero no sólo a ellos, les pasó lo que hace poco sintetizó el Presidente Sebastián Piñera usando una conocida frase difundida por Mario Benedetti: “Cuando creíamos tener todas las respuestas, de pronto, nos cambiaron todas las preguntas”. En este caso, sin embargo, esto no ocurrió tan de pronto. Ya en 2011 se hizo evidente, cuando vimos cómo a las nuevas preguntas cualitativas sobre la justicia de la sociedad se les daban viejas respuestas cuantitativas acerca de las tasas de crecimiento o el nivel del PIB per cápita, pero este desfase entre preguntas nuevas y respuestas viejas se ha hecho aún más evidente en estos últimos días.

En lo fundamental hubo, y todavía hay, una profunda incomprensión acerca de aquello que ya en 2007 llamé el “malestar del éxito”, que tiene que ver con lo que en los años 50 del siglo pasado se denominó “revolución de las expectativas crecientes”. Este fenómeno es especialmente prominente en un país como Chile, que en un período tan corto de tiempo deja la pobreza absoluta tras de sí, ve surgir amplias capas medias y experimenta una expansión educacional sin precedentes que en unas tres décadas multiplica por diez la cantidad de estudiantes de la educación superior. Una situación así pone de golpe al país ante la paradoja de la pobreza relativa, por la cual el sentimiento de pobreza puede incrementarse al mismo tiempo que la pobreza se reduce drásticamente. La pobreza absoluta trata de la lucha por las cosas más elementales para la vida, mientras que la relativa trata de todo aquello que uno puede desear, pero no obtener, y esto último crece exponencialmente cuando podemos levantar la vista por encima de lo más apremiante y nuestros horizontes se amplían por el mayor acceso a la educación y a los medios de comunicación. Por ello puede crecer la frustración y el descontento a pesar de nuestros progresos, no menos cuando sabemos que otros sí pueden gozar de todo aquello que nos falta.

Paralelamente, crece la angustia ante la posibilidad de perder aquel bienestar tan recientemente alcanzado, surgiendo así lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck llamó una “sociedad del riesgo (Risikogesellschaft), dominada por el sentimiento de inseguridad y precariedad frente a un sinfín de contingencias que puede amenazar los fundamentos de nuestras vidas.

“No hay un proyecto social común, pero si un rechazo común, y es justamente ello lo que crea las condiciones que, sumadas a un ‘vacío de representación’ de parte de las élites políticas existentes, hacen posible un momento caótico y abierto como el que estamos experimentando.”

Al mismo tiempo, en la medida en que las necesidades más básicas se van satisfaciendo, se produce, especialmente entre los jóvenes, un desplazamiento valórico de la mayor importancia. De acuerdo a los conceptos que Ronald Inglehart acuñó para entender la revuelta juvenil europea del 68, en la medida en que el bienestar aumenta, las sociedades se mueven desde “valores materialistas”, propios de la dura lucha por la subsistencia, hacia “valores pos-materialistas”, donde las preferencias tienden a direccionarse hacia “la buena vida” y la autorrealización personal. De esta manera se desvalorizan, o incluso desprecian, las conquistas materiales previamente alcanzadas para orientarse hacia la búsqueda de una sociedad distinta, definida como más humana, colaborativa, altruista e igualitaria.

Se trata, por tanto, de una confluencia de situaciones y demandas de muy variada naturaleza, que en un momento dado –el que estamos viviendo ahora, por ejemplo– se combinan creando aquello que Ernesto Laclau ha llamado, en su libro sobre La razón populista, una “cadena equivalencial” de descontentos y negaciones, donde el repudio a una serie de situaciones muy disímiles une y hace equivalente un espectro muy amplio y diverso de voluntades de rechazo y cambio. No hay un proyecto social común, pero si un rechazo común, y es justamente ello lo que crea las condiciones que, sumadas a un “vacío de representación” de parte de las élites políticas existentes, hacen posible un momento caótico y abierto como el que estamos experimentando.

El pánico cunde hoy entre muchos que no supieron defender, reformándolo a tiempo y atendiendo de manera contundente las urgencias sociales, el modelo de desarrollo que tanto progreso nos ha traído.

El surgimiento de este rechazo amplio y polifacético a algo difuso que algunos denominan “el modelo (neoliberal)” o, para decirlo de una manera más concreta, a una sociedad del abuso, la injusticia y la inseguridad, es el paradojal resultado del progreso registrado cuando éste coincide con el fracaso de sus defensores para entender las nuevas demandas que surgen de ese progreso y plantear, de una manera vigorosa, las reformas necesarias para estructurar un nuevo pacto social que esté a la altura del desarrollo alcanzado, especialmente en términos de inclusión, equidad, lucha contra los abusos, igualdad de oportunidades y solidaridad.

No es que no se hayan hecho algunos esfuerzos valiosos en esa dirección, como lo atestigua la agenda social del gobierno actual, pero los mismos han sido claramente insuficientes. La prolongación de una serie de “urgencias sociales” –como el nivel en general miserable de las pensiones, el alto costo de los medicamentos o el impacto brutal de las “enfermedades catastróficas”–, de abusos manifiestos –como las alzas automáticas del TAG o peajes de las autopistas– o las violentas alzas de precios de servicios básicos –como la electricidad o el transporte– han sido fatales. Pero junto a ello están las carencias más de fondo, como las que afectan a la salud o la educación públicas, y, más en general, la falta de una red de protección social que nos asegure un mínimo de dignidad y un resguardo contra los imprevistos, especialmente pensando en las demandas desatendidas de las nuevas clases medias.

La dogmática defensa de un cierto nivel de la carga tributaria, en particular para los sectores de mayor fortuna e ingresos, ha sido un impedimento clave para progresar en esta dirección, pero también lo ha sido la fijación, hoy anacrónica, en una política social focalizada a lo Chicago, es decir, que sólo apunta a las necesidades de los más pobres. Ignorar la necesidad de construir un Estado de bienestar moderno, es decir, sin monopolios y que conjugue significativos niveles de redistribución e igualdad de oportunidades con el empoderamiento ciudadano y la libertad de elección y empresa en las áreas del bienestar garantizadas para todos los ciudadanos (como en el caso de países como Suecia), ha sido nefasto.

Hoy estamos enfrentados a tal crisis de legitimidad del sistema imperante que se abren las puertas para plantear, e incluso aceptar, todo tipo de despropósitos, como el asambleísmo chavista, la democracia plebiscitaria, los monopolios públicos o la indisciplina fiscal. El pánico cunde hoy entre muchos que no supieron defender, reformándolo a tiempo y atendiendo de manera contundente las urgencias sociales, el modelo de desarrollo que tanto progreso nos ha traído. Cuando se le cierran las puertas a la evolución, se le pueden abrir a la revolución y al descriterio. Como tantas veces lo dijo Arturo Alessandri, es necesario avanzar “sin vacilaciones por las vías de la evolución para evitar la revolución y el trastorno”. Esta debería ser la gran lección de estos días aciagos. Lampadia




Sí podemos ser una gran nación

Hace un año, el Comandante General de Operaciones del Pacífico, Vicealmirante Fernando Cerdán Ruiz, presentando un recuento de las acciones desplegadas por la Marina de Guerra del Perú, con ocasión de la emergencia originada por el ‘niño costero’, lleno de orgullo y de esperanza, nos dijo a un grupo de ciudadanos: “Por un tiempo, fuimos una gran nación”.

Muy pocos días después, bajo la ‘media batuta’ de PPK, su bancada, las de las izquierdas y la de Fuerza Popular, regresamos al desgobierno y a la continuación de la cadena de desaciertos a la que fue condenando nuestro maravilloso país, a ese ‘país infinito’ que no acertamos como enfilar sostenidamente al bienestar general.

No hace falta describir nuestra situación actual, todos la conocemos y la sufrimos. Más allá de una recuperación parcial de nuestra economía, aguantada por la mala política que nos gobierna, seguimos sin norte y sin confianza en el futuro.

Lo importante es no perder de vista nuestra naturaleza, nuestras capacidades y nuestro potencial. El Perú y los peruanos somos grandes, solo necesitamos una mejor clase dirigente.

Para ello, los ciudadanos de a pie, como le gusta decir a muchos analistas, tenemos que informarnos de nuestra realidad e impulsar a los dirigentes políticos, empresariales, gremiales, académicos, mediáticos, intelectuales, a que pongan de sí lo mejor que tienen.

Ver en Lampadia

Por un tiempo, fuimos una gran nación, seámoslo siempre. Lampadia




Población, País y Política

El Perú: Una población trabajadora y aspirante, con un país pletórico de recursos, y una política vergonzosa. No sabe sintonizar la Naturaleza de su Población y la Riqueza de su País, con una Política que ha devenido en lastrante. Algunas ideas para motivarnos a la acción:

La economía

Desde abril pasado hemos visto un mejor ritmo de crecimiento de la economía que, además, llama la atención por manifestarse en muchas áreas, llevándonos a un crecimiento del orden de 4% del PBI. Mejor que en los últimos tiempos, pero largamente insuficiente en términos de nuestras necesidades y capacidades.

Algunas cifras: entre enero y mayo de este año, el país creció 4.8%. En abril, el crecimiento tuvo un fuerte repunte con una tasa de 7.8%, en mayo crecimos un 6.4% y, según el INEI, en junio apunta a 3.64%.

Ver en LampadiaUn pulso de crecimiento de nuestra briosa economía 

Selección de indicadores positivos publicados por el BCRP en su Resumen Informativo Semanal Nº 27, del 19 de julio pasado:

Otro resultado muy importante es el de la reducción del déficit fiscal, que ha sorprendido a tirios y troyanos:

Por su lado, según la Sunat, a junio 2018:

  • Los ‘Ingresos Tributarios Netos del Gobierno Central’ (descontando devoluciones), tuvieron un crecimiento real de 26.4%
  • La recaudación de ‘Tributos Internos’ creció en 17.2%
  • Los ‘Tributos Aduaneros’ crecieron en 22.8%
  • La recaudación del ‘Impuesto a la Renta’ aumentó en 18.5%

Según el MEF:

  • La ‘Inversión Pública’ creció en 21.7% en junio
  • La ‘Inversión Privada’, entre abril y junio, habría crecido más de 6%.

Es muy claro pues, que la economía está burbujeante, impulsada por nuestro potencial de crecimiento, que solo espera recuperar lo que podríamos llamar ‘el ritmo de confort de crecimiento’, aquel que nos permite reducir la pobreza en por lo menos dos puntos porcentuales por año y tener recursos para mejorar la educación, la salud y las infraestructuras.

¿Qué impide que recuperemos un ritmo de crecimiento de 6 o 7%?

Pues la enfermedad de nuestra política, la corrupción y la forma en que reaccionamos a ambas plagas.

La Política

Lamentablemente, la política, que no es una mala palabra, y que por lo tanto deberíamos referirnos a ella como la ‘politiquería’, no da pie con bola. Este es el espacio de nuestra clase dirigente, donde deben expresarse, los líderes políticos, académicos, empresariales, gremiales y mediáticos; pero que adolece de los dos posibles males de liderazgo, el de acción y el de omisión.

Como habrán comprendido, en el lado de la acción, muchas veces equivocada, están principalmente la mayoría de los líderes políticos y mediáticos, y por el lado de la omisión, buena parte de los dirigentes del resto de la sociedad civil.

Pareciera que, en el Perú, la política no es para administrar el bien común, sino para participar en una suerte de torneos medievales, de justas por el goce de la mismas, sin importar las consecuencias de las mismas. Como hemos explicado en Lampadia hace pocos días, en un año llamado de reconciliación, con una inauguración del mandato presidencial de Martín Vizcarra que comandó poner fin a la confrontación política, y con una población que durante el campeonato de fútbol, dio ejemplo de unión y armonía, en Rusia y en el Perú, las suicidas luchas políticas se agravan. Ver: Enderecemos el 2018.

La Corrupción

Cuando se hizo visible la corrupción del llamado Lava Jato, no supimos enfrentarla, y entre otras cosas fuimos el único país que paralizó su sector de construcción.

Ahora, al hacerse evidente la crónica corrupción del Sistema Judicial, no podemos desperdiciar la oportunidad de hacer una reforma integral que mejore cualitativamente la calidad de la justicia en el Perú.

En Lampadia propiciaremos, en los próximos dos meses un proceso de análisis y reflexión sobre los lineamientos de dicha reforma, e invitamos a que se compartan con nuestros seguidores, más de 600,000, las propuestas que las mejores mentes del país pongan al frente para ir a una reforma a fondo. 

Prioridades

Mientras arreglamos el tema institucional, no perdamos de vista, como pretenden algunos despistados, dizque, politólogos, que no podemos descuidar ni un solo día el tema económico. Ver en LampadiaNo apuntemos a un crecimiento mediocre, donde invocábamos a desarrollar:

  • Un plan de acción concertado entre el Ejecutivo y el Congreso
  • Un programa de comunicación gobierno-ciudadanía sobre la situación, posibilidades de mejora y la necesidad de mantener la paz social y apoyo a los proyectos de inversión
  • Un pacto tripartito: Ejecutivo-Congreso-Sistema Judicial (Fiscalía y Poder Judicial) para enfrentar con firmeza los conflictos político-sociales, que permita, por ejemplo, desarraigar de sus localidades a los violentistas que capture la policía y poder procesarlos en Lima.

Ahora, en el tema judicial, hay que enfrentarlo, igualmente, en armonía, pensando en el largo plazo, haciendo un propósito de responsabilidad funcional, y guardando, por algunos meses, los apetitos por las justas de poder juveniles. Lampadia




El Gran Machupicchu

Para ojos de muchos, fuera del país, Machupicchu es el Perú y el Perú es Machupicchu. Esa lejana visión expresa la grandeza de Machupicchu, su impacto en la mente de los ciudadanos del mundo, sus múltiples atractivos y por supuesto su potencial. No debemos tomarla como un menosprecio de nuestro también maravilloso país, más allá del valor de una de las ‘Siete Maravillas del Mundo’.

Fuente:  www.machupicchuagencia.com

Sin embargo, la gestión de Machupicchu no escapa aún al empobrecimiento que nos atrapó hasta hace un par de décadas. Tiempos en que no podíamos soñar con grandezas ni desarrollar planes que permitieran aprovechar nuestros múltiples recursos, en este caso, culturales, ecológicos, históricos y vivenciales.

Gracias a la recuperación del Perú de los últimos 25 años, desde el abismo del estancamiento, hoy, nuestros peruanos más capaces pueden desarrollar proyectos y planes de desarrollo, como el que hoy compartimos con nuestros lectores, sobre el aprovechamiento del gran Machupicchu. 

Así define su visión del ‘Gran Machupicchu’ el documento preparado por la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, que depende del Ministerio de Cultura. Ver su presentación y relación de autores:

 

El enfoque de esta nueva visión de la gestión del Gran Machupicchu, se basa en una mirada integral al territorio que conforma el espacio de desarrollo y aprovechamiento para el turismo de una zona única en el mundo por la riqueza de su oferta.

Este trabajo viabiliza la ampliación de la oferta de nuestro gran atractivo nacional, no solo en un mayor número de visitantes, sino también en la multiplicación del aprovechamiento de sus atractivos.

El detalle de este gran trabajo puede apreciarse en integridad en nuestra sección ‘Documentos’ en el siguiente enlace:

http://www.lampadia.com/assets/uploads_documentos/763c2-vision-machupicchu-2016-ddc-cusco.pdf

Curiosamente, desde la inauguración del Gobierno de PPK, el turismo cusqueño y concretamente, el de Machupicchu, ha sufrido una serie de ataques y paralizaciones que denotan que el turismo es el nuevo frente de batalla de los antipatriotas que ya paralizaron, en gran medida, la caja del país, el sector minero.

Ya hemos publicado varias advertencias sobre este proceso, ver en LampadiaEl “Perverso Arte” del Conflicto Social, El gran negocio de los conflictos sociales. Sin embargo, el gobierno parece no entender la gravedad del problema, lo que se expresa con claridad en las irresponsables declaraciones del Primer Vice-Presidente de la República, Martín Vizcarra, sobre la última paralización del acceso a Machupicchu: “Sus demandas tienen sustento”.

Esperamos que el gobierno comunique al país las agendas ocultas que están detrás de esta nueva afrenta al desarrollo nacional y que tome las necesarias providencias para evitar la paralización del país y la suspensión de un proyecto tan importante como el que hemos presentado líneas arriba. Lampadia

 




Informalidad, contabilidad y matices de gris

La siguiente reflexión de Peter Sanguineti, que presentamos líneas abajo sobre como tratar el deseable paso entre la informalidad y la formalidad, nos revela una serie de elementos de la realidad de la mayoría de esos peruanos trabajadores a los que no les dimos otra oportunidad de vida.

La idea llevarlos al mundo de la formalidad es hoy día muy necesaria, pero esto debe hacerse rescatando sus capacidades y sus sustentos de vida, sin destruir una realidad que, tal como está definida nuestra profusa y ciega normativa, puede ser incompatible con ella.

Formalización Intituto continental

Fuente: Instituto Continental

El tema de la formalización es crucial para el desarrollo futuro del país. En Lampadia hemos presentado anteriormente esta realidad en: La Realidad del Perú Informal y el retorno a la miopía. Más recientemente, hemos propuesto ligar este objetivo de formalizar al tratamiento del IGV y el de las pensiones, ver: Sobre formalización, pensiones e IGV

Peter Sanguineti

Para Lampadia

Lo que hace décadas era un tema tabú deliberadamente soslayado en los planes de gobierno, se ha convertido finalmente en una fuente de preocupación ineludible y no es para menos. Se hace indispensable incorporar la economía informal a la formalidad.  Es evidente por tanto que una de las tareas fundamentales del presente gobierno consista en dictar las políticas necesarias para enfrentar este problema del que depende la viabilidad del Perú como nación.

En su habitual columna dominical Richard Webb (Un debate informal) se ha referido a la informalidad desde otro enfoque, haciéndonos notar el error de declarar una guerra contra la informalidad al mirarla desde la perspectiva del blanco puro y el negro puro como si en esta realidad no existiera un sinfín de gradaciones de gris.  

A mi juicio la informalidad no es todo lo malo que los economistas, académicos y politólogos nos quieren pintar. Se trata más bien de la respuesta creativa y pujante de una inmensa mayoría de la población peruana en edad de trabajar que por diversas razones se ha visto marginada por la economía formal. No creo que exista una expresión más cabal de la preferencia de la población peruana por la economía de mercado que la demostrada por los empresarios informales.

Fuente: gestionpyme.com

Sucede que nuestra realidad formal, la oficial, ha optado por mirar a la realidad informal como a un enemigo al que hay que combatir y eliminar. Pero las armas que utiliza para ello consiguen el efecto contrario. Falta inteligencia y empatía. Una manera de comprender uno de los muchos matices de gris de este fenómeno es verlo desde la óptica del empresario informal. En el discurso académico y oficial se lo suele ver como a un delincuente que evade impuestos, infringe las leyes laborales y perturba a la sociedad y por ende hay que castigarlo, reprimirlo y sancionarlo. En este discurso hay cierta tendencia a imaginarlo torpe y menospreciarlo por no acogerse a los evidentes beneficios de la formalidad.  

Pero las aplastantes estadísticas indican que algo no anda bien en el diagnóstico de los que solo ven entre el blanco puro y el negro puro. La propuesta de PPK de rebajar los niveles del IGV para motivar a los informales a dejar la informalidad toca uno de esos matices de gris. Puede ayudar no cabe duda. Pero hay otros matices de gris en mi concepto no menos importantes de observar que separan al empresario formal del informal. Uno de ellos es la excesiva tramitología resultante de un marco regulatorio desproporcionado que bloquea al informal y promueve la corrupción. Urge implantar una auténtica y cabal simplificación administrativa a todo nivel.

Otro de esos matices generalmente ignorado por los analistas y al que me voy a referir es la Contabilidad. La expresión cabal de la formalización es llevar una contabilidad en orden. ¿Qué significa la contabilidad para el empresario informal?

Este empresario sobrevive en base a su esfuerzo e ingenio creativo, a su perseverancia y su instintiva capacidad de hacerse productivo en un medio hostil. Para crecer y desarrollarse contrata al personal que le es indispensable, muchas veces reclutado entre los miembros de su propia familia. Siendo informal, no necesita de la contabilidad tradicional, le basta con un minucioso seguimiento de sus ingresos y gastos. Sin embargo sabe que si algún día se le ocurriese formalizarse necesitará de un contador, el que será su nexo con la formalidad, representada por la SUNAT. Esa condición es un disuasivo para formalizarse ya que si esa vinculación no es positiva el contador será una carga ingrata de sostener. Normalmente las pequeñas empresas informales por su volumen de operaciones no pueden contratar a un contador full time, ergo para formalizarse lo contratará por horas.

Del contador dependerá la presentación oportuna y exacta de las declaraciones mensuales ante SUNAT y eso es algo que el empresario informal rehúye por intuición. Todos los que tienen alguna experiencia empresarial saben de los errores de los que son capaces los contadores. Esos errores se convierten en multas a veces impagables impuestas por la SUNAT y quien paga esos errores no es el contador sino el empresario, que da la cara ante SUNAT.

Es cierto que hay un régimen simplificado (RUS) que exonera a quien allí se inscribe de llevar libros y registros contables, pero no les permite emitir facturas y por ende sus clientes no pueden deducir el IGV. Las personas jurídicas sí deben llevar contabilidad completa aunque la obligación de presentar libros es parcial para los de menores ingresos. Lo cierto es que luego de varios años de la aplicación del RUS la informalidad continúa rampante.

La necesidad de un contador público resulta ineludible para el informal que busca formalizarse. La tramitología engorrosa y la necesidad de conocer de Windows, manejo del internet, Office, Excel y dominio de computadoras y conocimientos de la contabilidad por partida doble (libros Diario, Mayor etc.) le impide resolver este requisito formal por sí mismo. Su tiempo está dedicado a producir, a ver no solo el hoy, sino el futuro; el contador se dedica a ver el pasado, a registrar los hechos contables ocurridos en su empresa. El empresario informal tiene demasiadas otras cosas de las que ocuparse.

Hace poco vimos en un programa dominical un caso que grafica esto y que lamentablemente no es una excepción sino la regla. Un modesto ganadero informal de Cajamarca es empujado por la empresa lechera que le compra a formalizarse a fin de descontar el IGV de sus facturas. Contrata a un Contador, quien para mala suerte comete un error en una de sus declaraciones ante la SUNAT la que le impone una multa de S/. 80,000.00 que para él, con una venta bruta mensual de no más de S/.10,000 resultó descomunal e impagable. Trató de razonar con la SUNAT, quien le dijo que como requisito previo para revisar su caso, debía primero pagar la multa.

Asombrado por esta absurda lógica (pero infortunadamente usual) de la implacable SUNAT, acude al poder judicial de Cajamarca donde le dan la razón, pero la SUNAT, con todo el poder que tiene, apela ante varias instancias en un proceso que por lo difundido en ese reportaje televisivo lleva más de 9 años mientras le ha congelado sus cuentas e hipotecado su casa. Angustiado y con su vida familiar rota el reportaje televisivo daba cuenta de que ahora la multa era de S/. 200,000 por los intereses acumulados.

La experiencia de este humilde empresario es expresión de una cruda realidad. Fue manifiesta su indignación cuando resaltó la injusticia de su caso frente a empresas multinacionales que deberían miles de millones al fisco y no son tocadas por la SUNAT debido a su enorme peso específico en la sociedad y su capacidad de defenderse con poderosos estudios de abogados. Desigualdad inaceptable ante la ley.

Mientras un informal que se formaliza sea tratado como un delincuente será un ejemplo para todos los informales de lo hipócrita de un sistema que busca formalizarlos para someterlos a un sistema de recaudación injusto y prepotente. Un cambio de visión estratégica frente a este problema es urgente. El empresario informal debiera merecer todo el respeto posible porque tiene la grandeza de procurar empleo al 70% de la población peruana, siendo que en la práctica constituye un colchón que asegura la paz y la tranquilidad en un país por ahora incapaz de ofrecer puestos de trabajo formales a toda su población.

Se necesita una nueva cultura que valore la recaudación pero simultáneamente reconozca el valor del empresario informal en nuestra economía. Una idea sería invitarlo a formalizarse pero desde una perspectiva de genuina empatía con su situación, que sienta que se le toma en cuenta con respeto. Ello sería un paso fundamental para incorporarlo sin trampas ni emboscadas propias de un sistema punitivo y abusivo.

Una medida práctica seria permitirle deducir el IGV en sus operaciones.  Semejante respetuosa invitación supone un esfuerzo de dos vías, tanto de la formalidad como del lado de la informalidad. Tal vez para ello se deba crear una SUNAT 2, una filial o subsidiaria de la SUNAT 1 a crearse con la finalidad de acoger transitoriamente a los informales en un entorno tributario menos severo y con una filosofía de transición –más tolerante– mientras se le educa y capacita en sus obligaciones tributarias y contables.

Con este aprendizaje en dos vías, por un lado, el gobierno que honra la palabra empeñada e invierte en infraestructura física y social y, del otro, el informal que ingresa a la formalidad, se logrará una relación win-win en la que el informal, al ver que su esfuerzo se traduce en mejoras concretas en su nivel de vida, se sentirá más comprometido moral y socialmente en contribuir con sus tributos al gobierno. Este es tan solo uno de los aspectos de gris en este complicado fenómeno de la informalidad pero que merece una mirada particular si se desean resultados concretos.

Lampadia 




Sin ideas para el salto a la prosperidad

Sin ideas para el salto a la prosperidad

Como decíamos ayer, el Perú necesita Menos celebraciones y más compromisos. Eso requiere de una clase dirigente que asuma su responsabilidad histórica guiando al país, en momentos de dificultad, con la luz de una visión de futuro positiva que todos podamos compartir.

Lamentablemente, a la luz de los mensajes de nuestra clase dirigente por el aniversario patrio, podemos decir que nos encontramos con celebraciones huecas y pocos compromisos. Veamos:

  • El Presidente de la República: Hizo una presentación en el Congreso de la República en la cual se enfocó fundamentalmente, en los programas asistenciales del gobierno, entre los que sí merece destacarse ‘Beca 18’. Pero el Perú no está pasando por uno de sus mejores momentos: la economía está muy débil, la inversión pública y privada están de retroceso, la política se ha tornado en una gresca de barrio, los peruanos vienen perdiendo confianza en el futuro, tenemos encima la amenaza de un ‘Niño’ dañino, se viene una revolución tecnológica que puede destruir el futuro de quienes no se preparen y que ofrecerá grandes oportunidades para quienes lo hagan y, además, estamos entrando a un proceso electoral.

Sin embargo, nuestro Presidente no tocó ninguno de estos temas trascendentales. Su distancia con la realidad nos hizo recordar algunos pasajes del segundo gobierno del Presidente Belaunde, cuando el país estaba destrozado por otro ‘Niño’ y con una caída del PBI de 13% (1983), pero el Presidente solo nos hablaba sobre el ‘Pichis-Palcazu’.

  • El Presidente de la Confiep: En sus comentarios al mensaje del Presidente Humala, el líder de Confiep tampoco recogió los grandes temas nacionales. Se alegro de que no haya cambiado las cosas pues así da confianza y de que haya tenido la prudencia de no tocar el tema del salario mínimo.
  • PPK: Por su lado el candidato de centro, derecha e izquierda, abrió la escena un día antes, con un introito en el que criticó al Presidente García por el cambio de la primera estrofa del Himno Nacional. Parece que todavía nos ve en una cruel servidumbre.
  • Los Medios Nacionales: Rescataron los vacíos pero se quedaron en la superficie, pues no convocaron a ciudadanos que llenaran el vacío con propuestas y así ayudar a los ciudadanos, en un momento de reflexión nacional, a tomar conciencia de los nuestros problemas, de la urgencia de presionar a la clase dirigente para que produzca mejores propuestas y, sobre todo, a no bajar la guardia ni perder la esperanza, pues tenemos grandes capacidades para superarnos.

Parece que cuando más lo necesitamos, se enseñorea en el Perú un desierto de ideas y una absoluta falta de compromiso con la imperiosa necesidad de abocarnos a establecer, con claridad, la agenda de la prosperidad general, la superación de la pobreza y el aprovechamiento de nuestras capacidades, para darles a nuestros hijos un país en el que puedan desarrollarse y que no tengan que volver a pensar en realizar sus sueños lejos de la Patria. Lampadia