1

Chile aguó la fiesta del progresismo

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia 

Por estos lares no sabíamos que el proceso constituyente chileno estaba acompañado militantemente por la progresía global, por lo más graneado de las izquierdas, intelectuales y artistas de EEUU y Europa. 

Axel Kaiser, de la Fundación para el Progreso de Chile, nos cuenta como personajes como

Justin Trudeau, Alexandria Ocasio-Cortez, Martin Schulz, Nils Schmid, Joseph Stiglitz, Slavoj Žižek, Rania Batrice, Mariana Mazzucato, Thomas Piketty, Ha Joon Chang, Noam Chomsky, Rashida Tlaib, Silvia Federici, Jeremy Corbyn y artistas como Vigo Mortensen, Peter Gabriel, Sting, Danny Glover, Roger Waters, Mark Ruffalo, Pedro Pascal y Susan Sarandon; tomaron partido por la fallida constitución.

“Docenas de destacados intelectuales de izquierda declararon que la nueva Constitución favorecida por Boric establecía “un nuevo estándar global en su respuesta a las crisis climáticas, cambio climático, inseguridad económica y desarrollo sostenible”. Que “el enfoque de género en la Constitución marca un gran paso adelante en el modelo económico de desarrollo””.

El grupo Progressive International (PI), incluso, lanzó una plataforma donde personas notables podían registrarse para apoyar y “felicitar” a la Convención Constituyente de Chile “por la finalización de una nueva Constitución Política” que “inspiraría a personas de todo el mundo”. Posibilitaría una “república feminista, ecologista y plurinacional”. Los firmantes aseguraron estar luchando en contra de las “fuerzas reaccionarias” que se oponen al derecho de Chile a la “refundación” en líneas feministas, indígenas y ecologistas.

Sin embargo, el 62% de los chilenos rechazó el proyecto de la izquierda. La derrota de Boric y la izquierda fue aún mayor entre los más pobres y los indígenas, así como en el convulsionado sur. 

El pueblo chileno dio el ejemplo de cómo debemos rechazar esas malignas influencias de la progresía internacional, que ya sea por sus golpes de pecho, o por lejanos laboratorios sociales, pretenden experimentar en carne ajena.

Tal como denunció el ‘Manifiesto Powell’ en 1971 en EEUU, que denunció como las izquierdas habían tomado el control de los medios de comunicación, de los espacios académicos y ocupado gran parte del mundo intelectual, generando una gran reacción pro economía de mercado; habría que volver a denunciar esa ocupación ideológica retardataria del desarrollo de los pueblos, especialmente de los más rezagados. (Ver el Manifiesto Powell en Lampadia: De cómo EEUU defendió su sistema económico). 

El Perú y buena parte de nuestra región, ofrecen un gran potencial de desarrollo, vidas plenas y significativas, que pueden transformar el atraso en progreso y prosperidad. Para ello, solo necesitamos una visión positiva de futuro que convoque nuestras voluntades a emprender la ‘gran gesta del desarrollo’. Lampadia

Una derrota para el progresismo global

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en El Mercurio
24.09.2022

Pocos en Chile parecen dimensionar el duro impacto ideológico que, para la izquierda occidental, tiene el hecho de que los chilenos hayamos rechazado la propuesta constitucional de la izquierda extrema el pasado 4 de septiembre. Lo cierto es que, desde el principio, el proceso revolucionario chileno embriagó las mentes de lo más granado de la élite progresista europea y americana, esas que jamás pagan los costos por promover a tiranos, charlatanes y demagogos en el tercer mundo.

Ya en octubre de 2020, la representante americana Alexandria Ocasio-Cortez, figura de la línea más radical del Partido Demócrata, celebró con entusiasmo los resultados del referéndum inicial, donde el 78% de los votantes aprobaron la idea de crear una nueva Constitución que se suponía sería más “diversa e inclusiva”.

En diciembre de 2021, celebridades como Vigo Mortensen, Peter Gabriel, Sting, Danny Glover y Roger Waters dieron su apoyo al candidato presidencial Gabriel Boric, autodenominado “marxista”, que ganó las elecciones prometiendo liderar el cambio constitucional de Chile.

Mientras Waters argumentó que la victoria de Boric en las elecciones era un tema de “vida o muerte”, Sting y Gabriel lo apoyaron en los siguientes términos en una declaración conjunta: “Exhortamos a todos los chilenos mayores y especialmente a los jóvenes a salir a votar. Y voten por la esperanza y un futuro en el que los derechos humanos estén al frente y al centro en una nueva Constitución”.

Con un tono similar, después de las elecciones, el Primer Ministro canadiense e ícono de la cultura de la cancelación, Justin Trudeau, describió a Boric como una “voz progresista con una agenda emocionante”.

Pero la agenda revolucionaria de Boric y la izquierda antidemocrática que lo respalda también obtuvo el apoyo del premio Nobel de Economía y viejo admirador de la dictadura castrista Joseph Stiglitz, así como del filósofo marxista esloveno Slavoj Žižek. Según Stiglitz, Boric terminaría con el “neoliberalismo”, lo que traería consigo una nueva era de prosperidad para Chile, algo de lo que ya estamos gozando.

La revista Time, incluso, nombró a Boric como una de las 100 personas más influyentes en 2022. El perfil, escrito por el mismo Stiglitz, argumentaba que Boric estaba convirtiendo a Chile, nada más y nada menos, que en “el laboratorio social, económico y político del mundo una vez más”.

En la misma línea, Žižek argumentó que el programa de extrema izquierda de Boric estaba ofreciendo una nueva visión política que garantizaría un futuro estable, no solo para Chile, sino para el mundo entero. Stiglitz y Žižek, por cierto, no estaban solos en su visión de Chile como un experimento progresista que podría servir como modelo a seguir para el resto del mundo.

Poco antes del referéndum del 4 de septiembre, el actor Mark Ruffalo declaró que “el mundo mira a Chile como un modelo para abordar el cambio climático y la necesidad de una mayor democracia”. Los colegas de Ruffalo, Pedro Pascal y Susan Sarandon, también expresaron su apoyo al proyecto de Constitución de la izquierda extrema como si el futuro de la humanidad dependiera de su ratificación. “Estamos mirando a Chile… por el bien de todos”, tuiteó Sarandon en respuesta a un tuit de la activista feminista Rania Batrice, según la cual Chile estaba “brindando una hoja de ruta para el resto del mundo”.

De manera similar, en una carta abierta, la profesora del University College London Mariana Mazzucato, los economistas Thomas Piketty, Ha Joon Chang y docenas de otros destacados intelectuales de izquierda declararon que la nueva Constitución favorecida por Boric establecía “un nuevo estándar global en su respuesta a las crisis climáticas, cambio climático, inseguridad económica y desarrollo sostenible”.

También agregaron que “el enfoque de género en la Constitución marca un gran paso adelante en el modelo económico de desarrollo”. El grupo Progressive International (PI), incluso, lanzó una plataforma donde personas notables podían registrarse para apoyar la Convención Constitucional de Chile. Entre los firmantes más emblemáticos se encontraban Noam Chomsky, Rashida Tlaib, Silvia Federici y Jeremy Corbyn. El propósito de la plataforma era “felicitar” a la Convención Constituyente de Chile “por la finalización de una nueva Constitución Política” que “inspiraría a personas de todo el mundo”. Según PI, el nuevo documento venía a reemplazar la “Constitución neoliberal” de Augusto Pinochet por una que posibilitaría una nueva financiación de una “república feminista, ecologista y plurinacional”. Dándose a sí mismos una relevancia histórica, los firmantes aseguraron estar luchando en contra de las “fuerzas reaccionarias” que se oponen al derecho de Chile a la “refundación” en líneas feministas, indígenas y ecologistas.

Miembros relevantes del Partido Socialdemócrata de Alemania también apoyaron la revolución. Días antes del referéndum, Martin Schulz, expresidente del Parlamento Europeo (2012-2017), tuiteó que estaba “conmovido por los grandes avances en derechos sociales, medio ambiente e igualdad de género en la propuesta de nueva Constitución”, y agregó que establece “un nuevo estándar para el progresismo del siglo XXI”. Nils Schmid, diputado en el Bundestag, celebró que “con la introducción de la democracia igualitaria y los derechos fundamentales correspondientes, la Constitución sería ejemplar para todos los demás Estados del mundo, especialmente para Europa”.

Así las cosas, el contundente rechazo por 62% del proyecto revolucionario de la izquierda, que dejó a esta sin siquiera una victoria moral para mostrar, pues perdieron entre los más pobres e indígenas por un margen mayor que el promedio, no puede entenderse simplemente como un capítulo más de nuestra historia doméstica. Sus implicancias ideológicas y políticas alcanzan a todo Occidente y constituyen, una vez más, una derrota simbólica formidable de la izquierda extrema y elitista de parte de los chilenos comunes y corrientes que valoran su libertad. Lampadia




Vargas Llosa en El Mercurio

Magnífica entrevista a Mario Vargas Llosa, de Tamara Avetikian Bosaans de El Mercurio de Chile, en la que nuestro Premio Nobel repasa sus ideas sobre el tema constituyente chileno; las elecciones entre el corruptor Lula y el excéntrico Bolsonaro en Brasil; Castillo y la política peruana; algunas interesantes anotaciones sobre literatura; y el anuncio de su próximo libro sobre la música peruana y su efecto social integrador.

Recomendamos su lectura: 

“Los chilenos votaron de una manera muy sensata al rechazar un verdadero disparate”

El premio Nobel asegura que el resultado del plebiscito le ha levantado el ánimo. “La Constitución no puede prohijar el retroceso de una sociedad hacia formas muy elementales. Arrastrar al país hacia esas formas es convertir a Chile en una nación africana”, reflexiona.

El Mercurio – Chile
Mario Vargas Llosa, de Madrid a Santiago
Entrevista de Tamara Avetikian Bosaans, desde Madrid
25 de setiembre, 2022

En tenida informal, Vargas Llosa disfruta de sus lecturas y de las conversaciones

Entrar al escritorio de Mario Vargas Llosa y escudriñar sus libros en la enorme biblioteca buscando pistas de sus nuevas lecturas e intereses es siempre una aventura. Ahora lee a Freud, que “es un placer, porque pone a la cultura por sobre la ciencia”, pero está trabajando en una novela sobre la música peruana, un elemento integrador, dice, de su dividido país.

La casa que comparte con Isabel Preysler está a unos veinte minutos del centro de Madrid, en un barrio residencial, de grandes avenidas arboladas, por donde realiza su hora de caminata matinal “a buen tranco”. Es parte de su quehacer diario, que empieza a las cinco de la mañana, revisando la prensa, una rutina de la que “nadie me saca” y que “tiene que ver con la literatura, la escritura y la lectura”.

En Madrid, reconoce, hay mucha vida social e intelectual, “pero hay que elegir. Vamos a la ópera o al teatro. Veo escritores de cuando en cuando, pero no me dedico a la frivolidad, que no va conmigo. Lo mío es el trabajo, la ambición como escritor. En eso, afortunadamente, Isabel me respalda. Vivir con ella ha sido un cambio radical”, confiesa, sin explicar por qué.

El escritor y premio Nobel, estará en Chile el miércoles y jueves, invitado por la plataforma La Otra Mirada, para dar una serie de conferencias, la principal en el Teatro Municipal de Las Condes, en torno al significado y alcance del concepto de libertad. Su interés por la política latinoamericana es conocido, por lo que cualquier conversación con él tiene tanto de la contingencia como de literatura, sus dos grandes pasiones.

Por estos días, recibió un nuevo reconocimiento a su labor intelectual, ser incorporado como “inmortal” a la Academia Francesa, algo que lo tiene contento y sorprendido, porque es el primer escritor que recibe ese honor sin haber nunca escrito en francés.

“Francia ha tenido mucha influencia en mi formación. Descubrir a Gustav Flaubert para mí fue decisivo. Soy el escritor que soy gracias a Flaubert. Se supone que la incorporación será a principios del próximo año. Es una ceremonia que está tardando muchísimo, y puede irrumpir la muerte antes” (lanza una carcajada).

—Visita Chile en un momento muy significativo, después del plebiscito que rechazó el proyecto de Constitución. ¿Cómo lo ve?

—Es un momento que nos ha levantado el ánimo a quienes veíamos a Chile como un modelo, pero nos sorprendió ver a la gente en la calle destruyendo edificios, quemando estaciones de Metro ¿Contra qué protestaban? ¿Contra qué iban? Chile lo estaba haciendo bien, mientras el resto de América Latina lo hacía mal. Viví la crisis chilena de una manera muy personal, porque me había comprometido muchísimo con esa decisión de los chilenos, de seguir con el modelo que llevaría a Chile a la modernización.

—¿Lo siente como un fracaso del modelo liberal, o neoliberal?

—Yo soy un liberal, creo en la democracia, en la libertad, en el derecho de crítica de los ciudadanos. Eso para mí significa liberalismo, aunque liberalismo se ha convertido en mala palabra en América Latina.

“No creo que sea un fracaso del liberalismo, porque si este encuentra obstáculos, pues los resuelve. Aparentemente, esto fue porque los pobres que dejaron de ser pobres, encontraron en la educación unos problemas que había que resolver. Pero no para hacer retroceder el país”.

—Detrás de eso hay reclamos por desigualdad y pobreza.

—Hay pobreza en América, es indudable, pero hacer responsable de esa pobreza a esa muy pequeña minoría de los empresarios, no tiene sentido. Representa una forma de barbarie, de la que se están contagiando los países. El caso de Chile, para los liberales, fue muy dramático. Yo fui muchas veces, y salí de Santiago, y vi la transformación de los pueblitos, esos que eran tan anticuados y que de pronto eran un ejemplo de modernidad.

—¿Ha seguido el proceso de la Convención Constituyente?

—Sí, lo he seguido muy de cerca, y ¡hay que decir que era un disparate! Los chilenos han votado de una manera muy sensata, rechazando ese disparate. Un mamarracho, absolutamente, un salto atrás.

—Estamos en camino de una nueva Constitución. ¿Cómo cree que debe seguir el proceso?

—Debe seguir poco a poco resolviendo los problemas. Da la impresión de que el Presidente de Chile, que es un muchacho muy joven, ha recibido los impactos. Ha sacado las conclusiones mejores, más optimistas que se podían sacar de este referéndum. Sus primeras manifestaciones han sido sensatas, “tenemos que revisarlo”. Hay que tomar las lecciones y volver a la buena línea. A lo que era Chile. Yo lo he visto, no me lo han contado. Pinochet es una sombra que quedó atrás.

—Cuatro fueron los ejes del proyecto constitucional: la paridad y los derechos de la mujer, el tema medioambiental, los derechos sociales y la plurinacionalidad. ¿Cómo lo ve?

—Todos esos puntos son formidables. Todos marcan el progreso de Chile en esos campos. La realidad chilena estaba muy por encima de la realidad latinoamericana.

—¿Y la defensa del medio ambiente?

—Las estadísticas son muy claras: son los países más desarrollados los que han contribuido mejor a la defensa del medio ambiente, no los países atrasados. Hoy en día los países que avanzan más son los países que hacen retroceder al Estado.

—¿Y sobre la denominación de Chile como Estado plurinacional, ¿qué opina? Los pueblos originarios exigen participar más.

—Eso es muy justo, y está muy bien. Los pueblos más modernos deben abrir las facilidades para que los pueblos originarios avancen hacia el desarrollo.

—La mayor participación va unida a un deseo de mantener sus costumbres, e incorporarlas a la Constitución. ¿Qué dice a eso?

—Hay que elegir, ¿qué queremos, los hospitales o queremos la brujería? Pues si queremos la brujería, vamos allá. Pero la brujería representa el atraso. Hoy, hay vacunas que combaten una peste como la que el mundo ha enfrentado, pues hay que elegir. Para mí la elección no tiene duda. Hay que salir de esa forma muy primitiva de existencia que es la representación del pasado.

“Hay muchas de esas cosas compatibles con la modernidad y deben ser salvadas, por supuesto. Pero la Constitución no puede prohijar el retroceso de una sociedad hacia formas muy elementales. Arrastrar a los chilenos hacia esas formas es convertir a Chile en un país africano”.

Bolsonaro o Lula: “Habría que elegir a Bolsonaro con cierta prudencia”

—En América Latina han triunfado los candidatos antiliberales…

—El caso más dramático, quizás, es el de Colombia. Las instituciones estaban funcionando, la guerrilla estaba en el campo, pero la Colombia civilizada seguía funcionando.

—Las elecciones se han dado entre extremos: Petro versus Hernández, Castillo contra Keiko, Boric contra Kast y ahora Bolsonaro contra Lula.

—No tiene sentido que sigan votando por el pasado, por la antigüedad, por las formas más primitivas de relaciones económicas.

—¿Por eso apoyó a Keiko, a pesar de ir contra sus principios?

—Porque yo pensaba que Keiko representaba la modernidad. Entre eso y el actual Presidente, Keiko era un paso adelante. Con el dolor de mi alma, la apoyé. Y no me arrepiento, porque en vez de ello elegimos a este Presidente que no sabemos cómo echar, que compra a algunos diputados y con eso tiene una mayoría que lo defiende.

—Ha dicho que es un ignorante y un analfabeto, pero ¿qué es peor, la ignorancia o la corrupción?

—Lo primero que le oí decir (a Pedro Castillo) fue que el Perú tenía que acabar con la minería. ¡Acabar con la minería es acabar con el Perú! Eso da una idea de la calificación intelectual de este señor. (El Presidente) es un ser muy primitivo, que tiene una formación muy elemental y entonces se ha puesto a robar.

—Pero más allá de Castillo, Perú lleva años en esta crisis, cinco presidentes en cinco años…

—Eso se debe fundamentalmente a Lula, que fue el intermediario entre la institución más corrupta que había en Brasil y los presidentes peruanos. Quien corrompió a los presidentes peruanos fue Lula.

—El sistema político está con problemas. El “presidencialismo atenuado”, o semipresidencialismo que se quiso imitar en Chile, no ha funcionado…

—Eres muy diplomática, ¡es un fracaso total!

—Pero también está el problema con los partidos políticos…

—Son partidos que están muy corrompidos.

—¿Estaría la solución en una nueva Constitución, como promueve el gobierno?

— La Constitución no es el punto de partida, sino el punto de llegada. La Constitución debe consolidar una realidad que no es visible en el Perú, desgraciadamente.

—Y en Brasil, ¿cuál es el mal menor, Bolsonaro o Lula?

—Bolsonaro no es una persona de mis simpatías. Es un payaso, que ha sido ridículo en el poder. Lo más grave, oponerse a las vacunas. Pero, digamos, Lula, a un peruano no se lo puedes poner como ejemplo. ¡Corrompió a cinco presidentes! Entre Bolsonaro y Lula habría que elegir a Bolsonaro con cierta prudencia, con muchos prejuicios, poniéndole toda clase de frenos, para que no repita las barbaridades que ha hecho, que son, en todo caso, menos graves que las que ha cometido Lula.

Recuerdo de Javier Marías

—Hablemos de literatura. Acaba de morir un gran escritor español, Javier Marías, un candidato siempre presente para el Premio Nobel. ¿Era amigo suyo?

—Hace mucho tiempo que Javier Marías no iba a la Academia. Era un amigo, intercambiábamos interesantes conversaciones. Era una voz muy respetada en la comunidad académica. Había la idea de que era el español que iba a tener el Premio Nobel. El Nobel es una especie de lotería que a veces cae en ciertas manos, y a veces cae en otras. Lo que está claro, es que los libros de Javier Marías se seguirán leyendo.

—¿Cuál es su libro favorito de Marías?

—“Corazón tan blanco”, un libro muy bello, que comienza en Cuba y termina en España.

—¿Le gusta más que “Todas las almas”?

—También es un libro muy bello, mucho más ambicioso. Javier Marías conocía mucho el inglés, a diferencia de los escritores españoles que generalmente no lo hablan. William Faulkner tuvo gran influencia en Javier Marías; le dedica uno de sus mejores ensayos. En su editorial publicó uno sobre la visita que hizo el autor norteamericano al Japón, enviado por el Departamento de Estado, en el que hay comentarios muy inteligentes sobre lo que representó Faulkner en nuestro tiempo. Javier Marías fue uno de los pocos escritores españoles que supo exactamente lo que representaba la modernidad en literatura.

Una mirada quieta

Durante la pandemia, Vargas Llosa leyó y releyó todos los libros del español Benito Pérez Galdós, y le dedicó un largo ensayo que resume toda la obra del autor emblemático del siglo XIX español.

—Usted habla de modernidad, pero escribió “La mirada quieta” que es más bien antigua.

—Es un homenaje a Flaubert, a quien yo le debo todo. Yo soy un escritor porque leí “Madame Bovary” en un momento determinado y entonces aprendí, siguiendo a Flaubert, todo el oficio de un novelista en nuestro tiempo.

—A la vez, mira a Pérez Galdós como a alguien que le faltó ser más flaubertiano.

—No aprendió lo mejor de Flaubert, que era la invención de ese narrador invisible, que representa una segunda persona, en realidad, él no entendió eso. Siguió escribiendo como un clásico; sí, hay que leer hoy a Pérez Galdós como a un escritor clásico. No se lo puede leer como a Faulkner, por ejemplo, que revolucionó la estructura de la novela de su tiempo. En cambio, Pérez Galdós clarísimamente se negó a hacerlo. Estuvo en contacto con esa literatura, y él eligió una forma más antigua.

—Cuando supe que usted está trabajando en una novela sobre la historia de la música en Perú pensé de inmediato en Alonso Cueto, el escritor peruano que a la primera provocación canta valsecitos.

—Sí, sí, Alonso Cueto es uno de los raros novelistas que se interesan muchísimo en la música peruana, y que tiene muy buena voz, y se sabe todas las canciones de los valses. ¡Me está ayudando mucho en esta novela!

—¿Cuál es el foco de la historia?

—(Carcajada) No te lo voy a decir, porque los temas se gastan si uno habla demasiado de ellos. Pero es una novela sobre alguien que quiere escribir un ensayo sobre la música peruana, en la que piensa como una gran integradora de ese Perú tan dividido que es hoy el país.

—¿La música, el vals, sería el aglutinante?

—Eso es lo que él cree, que la música puede integrar a los peruanos, y que puede convertirse en algo más que una manera de divertirse. La música que ha llegado a todas las regiones del Perú, costa, sierra y selva, sería el vals. Recoge música de muy diversos orígenes, incluso la más primitiva. Pero su origen es discutible, no se sabe si procede del siglo 18 europeo, o si surgió aquí directamente. Hay muchas versiones, muy contradictorias. Entonces el personaje de mi novela tiene una idea. Una idea que no te la voy a decir (y lanza otra de sus carcajadas).

Lampadia




Tampoco hay seguridad

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia 

Axel Kaiser, de la combativa Fundación para el Progreso de Chile, nos explica en el artículo que compartimos líneas abajo, como los gobiernos débiles e intelectuales irresponsables, se dejaron influir por ideologías equívocas que convirtieron a las víctimas de la delincuencia en victimarios, instalaron una “fatua pose moral del buenismo”, y debilitaron la presencia y autoridad de las fuerzas del orden público.

 

La consecuencia es, por supuesto, el aumento desmedido y descontrolado del crimen; igual a lo que hoy sufrimos los peruanos.

La situación es tan grave, que Kaiser en Chile y el candidato a la alcaldía de Lima, Rafael López Aliaga en el Perú, han llegado a mencionar el ejemplo de Nayib Bukele en El Salvador, con su extremista política de control del crimen. 

Leamos a Kaiser:

Que se vayan todos

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en Diario Financiero
15.09.2022

“El Estado de derecho se encuentra en jaque”, aseguró Ángela Vivanco, vocera de la Corte Suprema. Esto, producto de los 603 asesinatos conocidos en lo que va del año, prácticamente uno cada 10 horas.

Si consideramos las personas gravemente heridas por delincuentes, los delitos contra la propiedad, la extorsión mafiosa que ocurre en ciudades del país, portonazos sin víctimas fatales, terrorismo, etcétera, solo queda concluir que Chile se encuentran hoy con niveles de seguridad casi centroamericanos.

De hecho, en los dos últimos meses ha habido más homicidios en nuestro país que en El Salvador. Y es que, en esta nación, usualmente considerada la más peligrosa del mundo, el presidente Nayib Bukele ha puesto todo el empeño en terminar con la violencia de las pandillas. Como consecuencia, y más allá de las críticas que se le puedan hacer, su popularidad se alza por sobre el 80%. Así como El Salvador consiguió convertirse en un territorio más seguro producto de su liderazgo político, Chile destruyó sus niveles de seguridad debido a la incompetencia e ideologismo de sus élites políticas e intelectuales.

Fueron estas las que insistieron en reformas al sistema de justicia criminal en parte inspiradas en la premisa de que el delincuente es una víctima de la sociedad y de que el aparato represivo del Estado es un mecanismo al servicio de la opresión de clases. Fueron también ellas, de derecha a izquierda, salvo excepciones, las que trabajaron décadas por destruir la legitimidad de la fuerza pública y las Fuerzas Armadas para restaurar y mantener el orden que hoy ha colapsado. Y también fueron ellas, siempre arrojadas a la fatua pose moral del buenismo, las que abrieron de par en par las puertas a la inmigración descontrolada que, muchos advirtieron, traería graves problemas al país.

Pero más sabían los “académicos” en centros de estudio y universidades, y los periodistas que los citaban y que hoy callan frente al desastre, o cuentan en pantalla, con lágrimas en los ojos, sus traumáticas experiencias cuando han sido víctimas de algún delito. Lo cierto también es que ni Piñera ni Bachelet, ni ninguno antes, hizo nada serio por frenar la delincuencia o el terrorismo en el sur. Es más, sectores de izquierda hoy en el Gobierno lo apoyaban abiertamente y continúan haciéndolo.

En resumen, el desmadre de Chile en materia de seguridad es obra de una gran parte de nuestros políticos, periodistas, intelectuales y de no pocos jueces. Todos ellos han trabajado décadas para hacerles la vida más fácil a los delincuentes y más difícil a los chilenos de bien. Y mientras día a día más chilenos siguen siendo asesinados en las calles, la clase política se dedica a discutir sobre una cuestión totalmente irrelevante para los problemas de la gente, como es el crear una nueva Constitución.

Por si fuera poco, parte de esa misma clase política e intelectual, con su discurso igualitarista, social cristiano y “antineoliberal” ha llevado al país a la peor crisis económica en décadas y a un camino de decadencia que parece casi irreversible.

Todo esto es muy peligroso para la democracia. Si nuestra dirigencia quiere evitar lo peor, debe generar cambios profundos que beneficien la calidad de vida de la población. De lo contrario podría enfrentarse, en algún tiempo más, a que la misma población comience a exigir que se vayan todos. Lampadia




Lecciones de un rechazo

La experiencia política de Chile con su frustrada nueva constitución es un excelente ejemplo sobre el desenfoque de propuestas extremistas, sobre todo cuando propugnan esquemas divisionistas y utópicos que ofrecen un falso paraíso.

Cuando finalmente el ciudadano ve la necesidad de pronunciarse, se aleja del voto pasional y se acerca a pensar en el futuro de su familia.

No dejen de leer el análisis de Pablo Paniagua de la Fundación para el Progreso, ese combativo centro de pensamiento chileno.

Fundación para el Progreso – Chile
Pablo Paniagua
Publicado en El Mostrador 07.09.2022

Acaba de concluir uno de los procesos electorales más emblemáticos desde el retorno de la democracia. Si bien la discusión constitucional no queda para nada saldada y cerrada con los resultados del domingo, lo que acaba de ocurrir no deja de ser un resultado importante que nos deja varias reflexiones.

Veamos los hechos: primero, la opción Rechazo se impuso en todas las regiones del país; segundo, que la opción vencedora obtuvo 7 millones 881 mil votos, que es incluso superior tanto al total de personas que sufragaron en el plebiscito constitucional de entrada como al respaldo ciudadano que obtuvo el Presidente Gabriel Boric en la última elección; tercero, estos resultados marcan la mayor participación de la historia de nuestra democracia, al haber involucrado la participación de más de 13 millones de electores. Sobre la base de dichos resultados, podemos desprender cuatro lecciones clave para el futuro de nuestro país.

Primero, esta es sin duda la mayor derrota política de la izquierda desde el retorno a la democracia y es un duro golpe al Gobierno de Boric. No obstante, cuando analizamos con más frialdad lo ocurrido, y el auge y caída de la Convención, podemos atestiguar que aquellos que realmente perdieron el domingo pasado no fueron las fuerzas socialdemócratas, ni aquellas fuerzas de izquierda progresista comprometidas con la democracia y con el proceso de modernización del país, sino que más bien los derrotados fueron todas aquellas fuerzas extremas de la izquierda pasada de revoluciones y aquel veneno que encarna el octubrismo y que infectó a una gran parte de la élite chilena.

La gran derrotada no fue la socialdemocracia, sino que la extrema izquierda antidemocrática y antimodernidad: aquella que jugueteaba y justificaba la violencia y aquella obnubilada por el maridaje de “woke” y octubrismo que engendró una pasión refundacional y violenta que se apoderó de una larga franja de la izquierda. En síntesis, el gran derrotado no fue el proceso modernizador de Chile, ni tampoco aquel espíritu pragmático que encarnaba la Concertación –si bien ambos todavía siguen en estado de coma–, sino que fue la nueva generación pasada de revoluciones de las movilizaciones estudiantiles. El cambio de gabinete deja en evidencia este auge y caída de la supuesta “generación dorada” de la izquierda chilena. La soberbia y los extremismos no son rentables bajo la política democrática.

Segundo, una de las grandes lecciones del domingo pasado es que la ciudadanía en Chile ya no está para “grandes experimentos” ideológicos, sean del color que estos sean. Es interesante recordar que durante los años 80, el historiador conservador Mario Góngora, en su Ensayo histórico sobre la noción del Estado en Chile, señalaba que, en Chile, desde 1964 hasta la fecha, el país había sido el centro de la “planificación global”. Es decir, el país había sido el epicentro ideológico de las grandes utopías y de las grandes marejadas intelectuales por tratar de planificar el progreso.

Primero, durante el período 1964-1970 tuvimos la “planificación” desarrollista cepaliana, posteriormente durante 1970-1973 nos encandiló la utopía del socialismo con “sabor a empanada y vino tinto” y, finalmente, teníamos la “planificación neoliberal” de finales de los 80. Pues bien, el proyecto de Nueva Constitución con todos sus defectos, buenismos y sus pasadas de revoluciones se enmarcaba claramente dentro de dichas olas de “planificación global”, la cual tenía claramente un tufillo no solo refundacional sino también bastante utópico. No obstante esto, y nuestra seguidilla histórica de palos ciegos con las “planificaciones globales”, los votantes fueron bastante pragmáticos al decirle finalmente que no a una nueva opción utópica que nos podría haber llevado al despeñadero. Otro de los grandes derrotados, entonces, fueron las grandes utopías y las ideologías envueltas de buenismo.

Tercero, y relacionado con este rechazo a las nuevas utopías, una de las grandes ganadoras del domingo fue nuestra hoy debilitada democracia. Recordemos que ya desde la última década que Chile viene pasando por un problema difícil de representatividad y de participación política, en donde las personas se han sentido cada vez más insatisfechas con los partidos políticos y con la democracia. El proceso de desafección política ya tiene al menos 15 años arraigado en nuestro país y dicho proceso de descomposición alcanzó sus niveles más riesgosos en octubre del 2019. A pesar de todo esto, y de nuestros serios problemas de convivencia política y polarización, nuestra democracia supo salir adelante; y los votantes, en su amplia mayoría, mostraron madurez cívica y política al no aceptar cualquier utopía, ni cualquier proyecto de Constitución que se les ponga por delante.

A pesar de todos los bonos, intervenciones, “dulces” de derechos sociales y otros elementos demagógicos, el país mostró una gran altura de miras y una gran madurez política para rechazar un proyecto Constitucional claramente defectuoso. En simple, Chile no hizo el ridículo y supo mostrar una enorme madurez cívica al rechazar una nueva Constitución que parecía atentar contra nuestra convivencia pacífica, el orden nacional-político y contra todo el aparataje de la democracia liberal que nos ha costado tanto restablecer. Chile quiere una nueva Constitución, sin duda, pero quiere una que esté bien hecha y que mejore y enmiende aquellos puntos ciegos que tiene la vigente.

Pero los votantes han sido claros y hecho notar que dicho proceso de cambio constitucional no debe ser a expensas ni de nuestra paz social, ni nuestra convivencia como nación, ni tampoco a expensas de nuestro proceso de modernización. Todo esto es ya un gran triunfo para el sentido común y para nuestra madurez como democracia.

Cuarto, el triunfo del Rechazo es una invitación a poner paños fríos, y para finalmente poder aislar a todos aquellos sectores extremistas (de izquierda y de derecha) y todos aquellos utópicos pasados de revoluciones que atentan contra la democracia y justifican la violencia, para así poder sentarnos a dialogar y, guiados con el sentido común que brilló el pasado domingo, comenzar a encontrar un camino constitucional ordenado en donde podamos vivir juntos. Lo anterior implica desmarcarse políticamente y alejar a la discusión constitucional de figuras extremistas y soberbias que tienen profundas responsabilidades intelectuales de la debacle ocurrida, como los Barraza, los Stingo, los Bassa, los Atria, y los De la Carrera del lado de la derecha conservadora petrificada, entre muchos otros más.

Debemos recordar que este fallido proceso lo hundieron no solo ciertas figuras intelectuales soberbias, como las ya mencionadas, sino que también todo un elenco de temáticas radicales y de posiciones extremistas que no conversan con la realidad de las personas de nuestra nación. Porque si el eje intelectual y el hilo conductor del proyecto hubiesen sido temáticas como los derechos sociales sustentables fiscalmente, reformas sustantivas en los códigos de agua y una mejora de nuestra institucionalidad ambiental y la igualdad de trato y las igualdades sustantivas en materias de condición política y económica, etc., entonces el triunfo de dicho proceso hubiese sido rotundo. En contraste, las temáticas que conformaron el hilo conductor del proceso fueron aquellas que no tenían ningún sustento técnico y que solo respondían a quimeras ideológicas de sectores radicales de nicho: la eliminación del Senado, la creación de sistemas paralelos de justicia, trato desigual entre indígenas y chilenos, plurinacionalidad, y un largo etcétera.

En conclusión, el triunfo del Rechazo fue finalmente una negación a que dichas temáticas ideológicas y excluyentes fueran el hilo conductor de nuestro futuro como país. ¡Enhorabuena!

Si queremos que el próximo proceso constitucional tenga éxito y podamos finalmente cambiar, para mejor, nuestra actual Constitución, todas dichas temáticas destempladas deben desaparecer de la futura propuesta de Carta Fundamental. Las constituciones no deben ser para darse gustitos ideológicos de dicha índole. Solo así el país podrá acabar redactando una nueva Constitución que una mayoría amplia pueda aprobar y bajo la cual podamos vivir pacíficamente y creando progreso en conjunto. Aprendamos juntos del Rechazo y pongamos manos a la obra. Lampadia 




¿Qué pasó el domingo 4 en Chile?

Por: Patricia Teullet
Perú21, 12 de Setiembre del 2022

“El rechazo popular ha sido tal que no parece haber otra opción. Lo que no queda claro es si una Constitución totalmente nueva dará solución a los problemas que generaron las protestas”.

En octubre de 2019, Chile, el país que veíamos como ejemplo de seguridad, equilibrio económico y democracia, fue escenario de un levantamiento inesperado y violento. Muchos analistas leyeron la situación como la reacción de un pueblo que había quedado, por demasiado tiempo, excluido del bienestar que supuestamente les debería haber traído el crecimiento sostenido durante décadas. La protesta se entiende, pero aún queda por descifrar el nivel de violencia y destrucción de la propia infraestructura al servicio de los mismos que protestaban.

El Gobierno fue puesto contra las cuerdas y, aunque llegó al final del mandato, aceptó la salida mediante el ofrecimiento de un cambio constitucional; más un tema de percepción o hepático que el que fuera la Constitución vigente la madre de todos los males, incluyendo la reconocida desigualdad persistente.

Así, las elecciones siguientes ya tenían marcada en la agenda un proceso de reforma constitucional, empujado por la izquierda, cuyo líder, Gabriel Boric, ganó en segunda vuelta con amplio margen. Empezó el proceso de creación de la nueva Constitución con la elección de ‘muestras representativas’ de la población chilena para participar en su redacción. Pronto se vería que no había manera de coordinar ni siquiera una visión de país. Y, luego, mientras los elegidos discutían si debían escribir “todos y todas” o “todes”, el país, ya golpeado por la pandemia, enfrentaba salida de capitales, paralización de inversiones, inflación, menor crecimiento y empleo e incremento de la pobreza: exactamente lo contrario a lo que la nueva Constitución supuestamente iba a mejorar.

El resultado de rechazo del domingo 4 ya se veía venir en las encuestas, aunque sí sorprendió, no solo su magnitud, sino que este se hubiera dado en mayor medida entre la población más pobre.

Siendo realistas, muy pocos se habrán tomado el trabajo de leer los cientos de páginas propuestas. Lo que sí, con seguridad hicieron, fue escuchar o leer las opiniones de quienes acompañaban el proceso con críticas certeras a los textos que iban apareciendo. Y eso no fue ni espontáneo ni demandó poco esfuerzo: hubo detrás organizaciones serias que impidieron que Chile tuviera hoy una Constitución con la que poco se podía hacer, salvo ir cuesta abajo.

¿Qué viene ahora?

Curiosamente… ¡Una nueva Constitución! El rechazo popular ha sido tal que no parece haber otra opción. Lo que no queda claro es si una Constitución totalmente nueva dará solución a los problemas que generaron las protestas o si lo que se requiere es un cambio en las clases dirigentes, un entorno que permita la movilidad social y un Estado que funcione y que sea capaz de proveer los servicios que el pueblo necesita.




Chile se salvó

Chile se salvó

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Chile se salvó, al menos por el momento. La locura radical de izquierda había producido un texto delirante y suicida. No solo amenazaba con destruir la unidad de uno de los Estados mejor consolidados de América Latina, en nombre de la plurinacionalidad y de la multiplicación de los sistemas de justicia, lo que iba a llevar a ese país a la anarquía, sino que suprimía el Senado e instauraba un intervencionismo estatal que sin duda iba a condenar a Chile al caos y la pobreza.

Se han salvado, así, el Estado, la economía y la gobernabilidad chilenas. Ya la bolsa de valores reaccionó con un alza apreciable y sin duda las inversiones mineras volverán a mirar al país del sur, mientras retiran su vista del Perú.

Mientras tanto, el presidente Boric reorienta su gabinete hacia la centroizquierda. con una composición que empieza a acercarse a lo que fue la “Concertación” de partidos de izquierda y centroizquierda que gobernó Chile durante dos décadas, entre 1990 y el 2010. Con eso, por supuesto, empieza a darle viabilidad a su propio gobierno. El rechazo, en ese sentido, le ha salvado a él también, si es capaz de tomar todas las lecciones de lo ocurrido.

Recordemos que la izquierda -no solo en Chile sino en América Latina en general- ha sido exitosa cuando abrazó la economía de mercado y, por el contrario, se hundió en el desastre económico cuando optó por el estatismo intervencionista. El caso precisamente de la Concertación chilena es ilustrativo.

Desde el presidente Aylwin, los dirigentes de esos partidos de izquierda y centro izquierda, como el partido Socialista, entendieron que debían mantener las líneas centrales del modelo económico heredado de la dictadura de Pinochet, agregándole el valor de unas políticas sociales de mayor alcance.

Y, por supuesto, no había contradicción entre ambos propósitos. A más mercado, mayores tributos puede coleccionar el fisco para la redistribución social.

Y así fue como Chile creció durante los años de la Concertación a unas tasas superiores a las de toda América Latina, y lo hizo incrementando en gasto social del Estado al punto que, cuando se produjo el estallido social el 2019, dicho gasto equivalía al 16% del PBI, el más alto de América Latina, y la pobreza se había reducido del 40% en el 2003 a 10.7% en el 2017.

Pero se impuso la posverdad ideológica. La ralentización del crecimiento ocasionada por las reformas intervencionistas de la segunda Bachelet, llevaron a que las clases medias perdieran ingresos o ya no pudieran seguir incrementándolos para pagar las deudas que habían contraído para satisfacer sus aspiraciones de progreso, para adquirir bienes muebles e inmuebles y educar a sus hijos en universidades públicas que se pagaban por medio de préstamos estudiantiles.

Se construyó una narrativa de abuso del sistema que no fue refutada por la derecha ni por los defensores de las políticas liberales, y el resultado fue una explosión, en parte estimulada por centros de planificación de acciones y atentados, que llevó a la Convención a toda clase de iluminados e irredentos. Sin duda una lección acerca de la importancia de dar la batalla cultural en favor de las ideas de la prosperidad y la integración social.

En realidad, la Constitución chilena de 1980 ha sufrido más de 100 reformas.

En la práctica, ya no es la Constitución de Pinochet. Durante el gobierno de Lagos, por ejemplo, se derogaron sus reminiscencias autoritarias: se eliminaron los senadores designados y vitalicios, que mantenían una representación de las fuerzas armadas, y se redujo el mandato presidencial de 6 a 4 años. El 2017 se modificó la constitución para establecer la elección de los gobernadores regionales, antes designados por el presidente de la República. Y así sucesivamente.

Pero la carga de haber sido, de todos modos, la “Constitución de Pinochet”, pesó siempre incluso sobre las derechas, de modo que incluso parte de ellas están de acuerdo en la conveniencia política de un nuevo texto constitucional. Pero uno sensato, que preserve la unidad del Estado chileno, la gobernabilidad y la economía de mercado, asegurando derechos sociales y una capacidad redistributiva para atenuar las desigualdades y e igualar las oportunidades.

Chile posee una democracia muy asentada, y por eso pasar a una constitución que no provenga de una dictadura militar posee un valor simbólico. La pregunta ahora es cómo van a abordar ese proceso. Lampadia




Acelerada destrucción de un país

Acelerada destrucción de un país

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Es alarmante la velocidad en la que las izquierdas radicales pueden destruir un país. El caso de Chile es especialmente grave. El país latinoamericano que logró los mejores estándares de desarrollo económico, social e institucional, está siendo demolido.

Un país que tuvo hasta hace pocos años la mejor izquierda de la región, que supo equilibrar la necesidad del crecimiento económico con los mejores niveles de ingreso de la población, así como mejores niveles educativos, ha perdido el tren; su izquierda moderna ha sido demolida y ha sido tomado por asalto por hordas radicales, por ecologistas primitivos y por fanáticos identitarios.

Según relata Axel Kaiser en el artículo que compartimos líneas abajo, el nuevo Chile, víctima de esa acelerada destrucción, adolece ahora de:

  • la inflación más alta en décadas,
  • el dólar prácticamente a mil pesos,
  • fuga masiva de capitales,
  • un gasto estatal inaceptablemente ineficiente,
  • un Estado capturado por intereses políticos,
  • inmigración ilegal fuera de control,
  • delincuencia, homicidios y terrorismo desbordados,
  • crimen organizado avanzando como en los países más peligrosos de la región,
  • un sistema educativo en franco proceso de degradación —a pesar de ser el segundo que más recursos recibe como porcentaje del PIB en la OCDE,
  • crecimiento económico fulminado,
  • productividad atrofiada,
  • cuentas fiscales cada vez más deterioradas,
  • prestigio internacional en caída libre.

Así se han destruido países maravillosos en la región, como en la isla-cárcel de Cuba, como en la rica Venezuela que ahora tiene 95% de su población en pobreza y 75% en pobreza extrema.

Pero estas hordas del comunismo o si quieren, del socialismo del siglo XXI, vienen por más, quieren devorar Chile, Colombia y Perú.

¡No nos dejemos! Lampadia

¿Para esto quieren más impuestos?

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en El Mercurio
10.07.2022

Chile tiene la inflación más alta en décadas, el dólar prácticamente a mil pesos, fuga masiva de capitales, un gasto estatal inaceptablemente ineficiente, un Estado capturado por intereses políticos, inmigración ilegal fuera de control, delincuencia, homicidios y terrorismo desbordados, crimen organizado avanzando como en los países más peligrosos de la región, un sistema educativo en franco proceso de degradación —a pesar de ser el segundo que más recursos recibe como porcentaje del PIB en la OCDE—, crecimiento económico fulminado, productividad atrofiada, cuentas fiscales cada vez más deterioradas, prestigio internacional en caída libre, etcétera.

Todo esto lo ha generado esencialmente la misma clase política que nos exige pagar más impuestos hoy, después de haberlos subido sistemáticamente por décadas bajo la promesa de que íbamos a estar mejor. Es obvio que ha fracasado colosalmente.

Como ciudadanos no deberíamos darle un peso más a una clase política inepta que ha fallado de manera tan dramática en el uso de nuestros recursos. Son ellos los que trabajan para nosotros y no al revés. Es hora de exigirles que empiecen a hacer su trabajo como corresponde y dejen de reclamar que les falta todavía más plata, pues mientras más les damos, peor nos va.
Lampadia




¿Seguirá el Chile capitalista a Venezuela?

¿Seguirá el Chile capitalista a Venezuela?

Fundación para el Progreso – Chile
Entrevista de Rainer Zitelmann a Axel Kaiser
Zitelmann es un autor e historiador alemán
Publicado en The National Interest
24.05.2022

Chile fue considerado durante mucho tiempo como un país capitalista modelo en América del Sur. En el Índice de Desarrollo Humano 2022, Chile ocupa el primer lugar entre todos los países de América Latina. Y en el Índice de Libertad Económica 2022 de la Heritage Foundation, ocupa el vigésimo lugar, por delante de Estados Unidos y del Reino Unido. En 2018, la tasa de pobreza en el Chile capitalista era del 6.4%, en gran contraste con el 76.6% de la Venezuela socialista.

A pesar de la increíble historia de éxito de Chile—sobre la cual escribo con más detalle en mi libro The Power of Capitalism—los chilenos votaron por el candidato socialista Gabriel Boric en las elecciones del año pasado y votarán por una nueva constitución el 4 de septiembre de 2022. ¿Cómo pudo suceder esto? En Santiago de Chile hablé con Axel Kaiser, titular de la Cátedra Friedrich Hayek de la Universidad Adolfo Ibáñez, una de las principales universidades de Chile. También es el fundador del think tank liberal Fundación para el Progreso en Chile.

Rainer Zitelmann: El 4 de septiembre los chilenos votarán una nueva constitución. Usted advierte de los peligros—¿cuáles son sus principales críticas?

Axel Kaiser: En esencia, la nueva constitución está moldeada por una profunda desconfianza en el mercado y una confianza casi ilimitada en el Estado. Con 499 artículos, es la constitución más larga del mundo, pero en lugar de tomar por ejemplo buenas constituciones como la Ley Fundamental Alemana, han copiado mucho de constituciones como las de Venezuela y Bolivia. Un gran problema es que los derechos de propiedad se están erosionando. Hasta ahora, cuando el Estado expropiaba empresas, estaba obligado a pagar el precio total de mercado al contado. Según el borrador de la nueva constitución, el Estado solo deberá pagar un “precio justo” indefinido, y no al contado. Además, garantiza todo tipo de “derechos sociales”, como el derecho al trabajo—esto es familiar a la constitución de la República Democrática Alemana, donde el artículo 15 establece: “El derecho al trabajo está garantizado”.

Zitelmann: El borrador de constitución también consagra los derechos de los pueblos indígenas en Chile. Eso suena bien al principio. Pero te opones.

Kaiser: Sí, porque este cambio terminaría con la aplicación uniforme de la ley en Chile. Existirían zonas autónomas, por así decirlo, donde se limitaría la aplicación de la ley chilena. Ya hoy, el Estado de Chile solo puede hacer cumplir sus leyes a través de normas de emergencia, porque la anarquía y la violencia prevalecen en muchas de estas zonas en el sur. Incluso nuestro nuevo presidente, Gabriel Boric, que criticó duramente estas normas de emergencia en el período previo a las elecciones, ahora ha tenido que usarlas él mismo porque la violencia está aumentando cada vez más. Los perpetradores de la violencia son grupos extremistas de izquierda, pero están muy vinculados al crimen organizado, especialmente al narcotráfico.

Zitelmann: El hecho de que Boric haya cambiado su enfoque desde las elecciones no es nada inusual para los políticos—y en este caso también debe ser bienvenido. ¿Se cumplirán las esperanzas de quienes creen que Boric seguirá una política comparativamente moderada?

Kaiser: En comparación con los comunistas, que se están volviendo cada vez más influyentes a pesar de su modesta parte de los votos, Boric es, por supuesto, moderado. Por otro lado, él es sin duda un socialista acérrimo. Antes de su discurso de inauguración el 11 de marzo de este año, besó ostensiblemente la estatua de Salvador Allende. Para los socialistas, este es sin duda un símbolo importante, pero para muchos otros alimenta el temor de que, después de todo, se embarque en un camino radical.

Zitelmann: ¿Ganarán Boric y sus partidarios el referéndum sobre la nueva constitución el 4 de septiembre?

Kaiser: La aprobación de Boric está cayendo. El año pasado, cuando los chilenos votaron sobre si debiese haber una nueva constitución o no, ¡el 78 por ciento estaba a favor! En otras palabras, una abrumadora mayoría. De forma más reciente, varias encuestas han informado que la mayoría de los chilenos está en contra de la nueva constitución. Pero muchas cosas pueden pasar entre hoy y el 4 de septiembre, el resultado aún está en el aire.

Zitelmann: Pareciera que Boric y su gobierno se están conteniendo hasta después de la votación, cuando podrían implementar medidas más radicales.

Kaiser: Boric ya ha mostrado dos caras durante la campaña electoral. En la primera vuelta difundió consignas radicales, en la segunda vuelta fue moderado. Esto le permitió ganarse a muchos votantes de centro.

Zitelmann: Sí, mi novia, que viene de Chile, ciertamente no es de izquierda, pero también votó por Boric porque percibía al candidato de la oposición, José Antonio Kast, como de extrema derecha. ¿Qué piensas de él?

Kaiser: Kast es un conservador nacionalista y, por lo tanto, está a mi derecha porque soy liberal. Pero, por otro lado, los medios de comunicación de izquierda han exagerado, retratándolo como un nazi. También utilizaron argumentos injustos, por ejemplo, al señalar que su padre fue miembro del NSDAP. Pero sin duda muchos chilenos votaron de la misma manera que tu novia, en realidad no estaban a favor de Boric, sino en contra de Kast.

Protesta en Venezuela

Zitelmann: En Venezuela, Hugo Chávez también declaró antes de las elecciones que bajo ninguna circunstancia planeaba nacionalizar empresas e incluso se describió a sí mismo como el “Tony Blair del Caribe”, es decir, como un socialdemócrata orientado al libre mercado. De hecho, sus políticas rápidamente se radicalizaron cada vez más hasta que terminaron en dictadura y caos. ¿Se convertirá Chile en una segunda Venezuela?

Kaiser: Sigo creyendo en el sentido común del pueblo chileno y que no se va a llegar a eso. Pero sea como sea, nos enfrentamos a años difíciles y amargos. Lo que más me preocupa es el aumento de la violencia en el país. Y un regreso a las políticas de libre mercado generalmente exitosas, que, por cierto, también fueron apoyadas por los socialistas en las últimas décadas—aunque con algunas reservas—me parece poco probable. ¿Por qué los socialistas facilitarían las nacionalizaciones con la nueva constitución si no tuviesen planes acordes bajo la manga? Y, lógicamente, los planes de introducir un impuesto sobre el patrimonio también ahuyentarán a los inversionistas.

Lampadia




Ni capitalismo, ni social democracia

Ni capitalismo, ni social democracia

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Según sus propios autores, la constitución propuesta por la convención chilena se basa en un marco ideológico que recusa frontalmente el capitalismo, y también, para sorpresa de muchos incautos, la social democracia.

Como explica Axel Kaiser en el artículo de la Fundación para el Progreso, que compartimos líneas abajo, uno de los principales inspiradores del texto de la nueva constitución, Fernando Atria, afirma que:

“No se trata, entonces, como creen muchos ingenuos, de hacer una nueva Constitución para seguir el ejemplo de la social democracia europea. Lo que se busca es una carta que ejecute a la social democracia con un tiro de gracia institucional”.

Lo que se pretende en Chile es la instalación de una asamblea -la cámara única, la de diputados- para entronizar nuevamente el fracasado ‘Estado Empresario’, desproteger la propiedad privada y debilitar la libertad económica. Todo bajo la inspiración del modelo de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Atria dixit.

Si a esta línea obtusa de pensamiento se le agrega la promoción del narcotráfico, como se estaría haciendo en el Perú, tendríamos la condena de muerte de la democracia y la economía de mercado. ¡Cuidado!!! 
 

La ejecución de la social democracia

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en El Diario Financiero
19.05.2022

Es imposible discutir sobre el actual borrador constitucional seriamente sin antes analizar la ideología de quienes lo redactaron. Tomemos el caso de Fernando Atria, cuya influencia en el proceso pocos pondrían en duda y cuyas ideas, podemos asumir, representan razonablemente bien el espíritu de la Convención.

En enero de 2017, Atria escribía en La Segunda que ‘la meta histórica -socialista-sigue siendo la superación del capitalismo (…) El socialista hoy no tiene una respuesta a la pregunta de cómo organizar una sociedad sin capitalismo, pero sabe en qué dirección moverse, y lo que significa estar buscando y construyendo una racionalidad superior y distinta a la del capitalismo’.

Todo el proyecto de la izquierda del Frente Amplio, PC y otros, consiste en poner fin al capitalismo, paso a paso, viendo en cada espacio que gana el control estatal un movimiento en la dirección correcta. En esta visión, la social democracia es traición al ideal socialista. Atria lo dice sin titubear: ‘La tarea de nuestra época es la reconstrucción de la izquierda y el socialismo después de la neoliberalización del socialismo que significó La Tercera Vía’. La famosa Tercera Vía de Anthony Giddens que inspirara a Bill Clinton, Tony Blair, Ricardo Lagos y Gerhard Schröder, entre otros, sería así, nada más que socialismo ‘neoliberalizado’, es decir, degenerado e impuro.

No se trata, entonces, como creen muchos ingenuos, de hacer una nueva Constitución para seguir el ejemplo de la social democracia europea. Lo que se busca es una carta que ejecute a la social democracia con un tiro de gracia institucional.

No sorprende que el mismo Atria afirme que la inspiración para este proyecto revolucionario debe venir de Venezuela, Ecuador y Bolivia: ‘Mientras esta era la realidad de la izquierda en Europa y Norteamérica, una ola de gobiernos progresistas y antineoliberales se sucedieron en las últimas dos décadas en América Latina. Aunque experiencias imperfectas, ellas nos han dejado aprendizajes interesantes de participación social, políticas redistributivas y buen vivir. Ellas serán parte del proceso reconstructivo del ideario socialista’.

Esta resurrección socialista es, por cierto, coherente con la teoría de los derechos sociales expuesta en libro ‘El otro modelo’, escrito por Atria, Joignant, Couso y otros.

Según ella, no pueden existir desigualdades de experiencia en lo que implican derechos sociales, pues, de haberla, se lesiona la idéntica condición de ciudadanía. Es obvio, entonces, que la Constitución termine con la capitalización individual, deje fuera la educación particular subvencionada y cree un sistema de salud esencialmente estatal.

Acabar con la social democracia es también la razón por la que la propiedad privada queda sin protección real, el Estado empresario regresa omnipotente y la debilitada libertad económica pasa a depender de la buena voluntad de una asamblea única con poder total.

Pero, además, como el modelo a seguir es el bolivariano, se crean condiciones para terminar la independencia del Poder Judicial, se acaba el Tribunal Constitucional y se abren puertas para el control político del Banco Central, de la Contraloría y del sistema electoral.

Con eso, la revolución socialista termina de aniquilar el proyecto social demócrata chileno, cómplice de los ’30 años neoliberales’, abriendo las amplias alamedas a un autoritarismo de izquierda populista sin freno institucional. Y quienes crean que, de aprobarse la carta bolivariana propuesta, la construcción del proyecto socialista chileno se acabará, se equivocan. El Apruebo será apenas el comienzo. Lampadia




Los males que trae Pandora

Los males que trae Pandora

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Como explicamos anteriormente en Lampadia, una asamblea constituyente es como una Caja de Pandora, puede producir todos los males guardados de los seres humanos.

El caso chileno, en pleno desarrollo, es un ejemplo patético de como una sociedad que entra en modo de confusión, puede delegar en sus peores representantes una tarea que debería estar influida de nobleza y desprendimiento.

“La megalomanía de nuestra convención ha transformado lo que debe ser un sobrio texto jurídico en un libro gordo de petete que tendrá respuesta para todos nuestros infortunios”.

Gerardo Varela, presidente del Consejo Directivo de la Fundación para el Progreso y Ex ministro de Educación.

Este pernicioso proceso se agrava aún más si la política imperante se aleja de los intereses nacionales, para asumir causas políticas continentales, como el pluri-nacionalismo del socialismo del siglo xxi, auspiciado estos días desde el Foro de Puebla.

Por eso una sociedad seria y sus líderes más responsables, deben rechazar sin dudas ni murmuraciones, los intentos de abrir la Caja de Pandora del asambleísmo constituyente.

Aprendamos los peruanos, de la destructiva experiencia chilena.

Una convención megalómana

Fundación para el Progreso – Chile
Gerardo Varela
Publicado el 14.05.2022

La megalomanía -esa combinación de narcisismo, vanidad y delirio de grandeza- es entre los defectos del ser humano la que me parece más patética. La historia es pródiga en megalómanos, desde Nerón hasta Ghadaffi, pasando por Fidel, Stalin y Mao. Debe ser porque África es la cuna de la humanidad, que ha sido tan generosa en dictadores megalómanos inolvidables como Bokassa o Idi Amin. Todos dueños de sus países y de títulos honoríficos inmerecidos que sonrosarían a cualquier persona normal.

De los dictadores africanos destaca Macías Nguema Biyogo de Guinea Ecuatorial. Entre sus muchos títulos están los de: “Gran estratega contra el colonialismo en general y el español en particular”; “Impugnador de la constitución colonial española y hombre y líder que ha puesto la nueva Constitución con la igualdad de derechos al Pueblo Trabajador de Guinea Ecuatorial”. De todos los títulos que tenía Macías el que más me gusta porque me evoca a nuestra convención (CC) es el de: “Gran Hombre que devolvió la tierra, el bosque con sus animales, el espacio aéreo con sus aves, el mar territorial a la jurisdicción guineana con sus peces y todas las inmensas riquezas que posee el mar a sus propios dueños después de 200 años de usurpación explotación despiadada, rapiña chantaje de los colonialistas e imperialistas españoles”.

Si la constitución es aprobada, en vez del sobrio “presidente de la república con que designamos a nuestro primer mandatario, debiéramos agregar un título similar al de Macías que haga honor a la gesta de Rojas Vade, Linconao y Atria. Nuestro escudo podría cambiar al huemul por un dinosaurio y al cóndor por pikachu; y el: “puro chile” por el “plurichile” entonado bajo la ducha por el payador de la convención. Y por supuesto nuestro lema “por la razón la fuerza” deberá ser sustituido por esa frase de otra narcisista: Evita Perón: “ustedes, tienen el deber de pedir”. Total, pidiendo y reclamando es como progresan los países.

Los convencionales en el futuro desearán que nuestra constitución sea presentada como la carta magna “liberadora de los indígenas, salvadora de la naturaleza, redentora del feminismo; justiciera de los oprimidos, destructora del poder judicial, del senado y del presidencialismo”. 

Más que escribir una constitución la CC la ha perpetrado. So pretexto quijotesco de enmendar todas las injusticias de esta tierra ha redactado la constitución más larga y más mala de nuestra historia.

La megalomanía de nuestra convención ha transformado lo que debe ser un sobrio texto jurídico en un libro gordo de petete que tendrá respuesta para todos nuestros infortunios. La constitución no debe representar un proyecto político, sino que debe definir las reglas para que compitan distintos proyectos políticos.

La inmensa mayoría de los que votaron apruebo buscaban algo más modesto. Querían que la constitución restableciera la gobernabilidad del país destruida entre otras por la Cámara de Diputados; que un gran consenso político-jurídico pusiera término a la violencia y asegurara el estado de derecho y que se mantuvieran las bases del progreso económico mientras se aseguraba la creación de una sociedad de bienestar que asegurara que nadie se quedara fuera del desarrollo.

Bajo esos 3 conceptos esta constitución es pésima.

Empeora la gobernabilidad, sobreponiendo instituciones; debilitando el poder judicial y radicando el poder en la cámara de diputados -una cámara históricamente irresponsable y la de peor evaluación pública- agravará la violencia al alentar reivindicaciones territoriales y de deudas histórica inexistentes y que colisionarán con la propiedad y derechos de otros chilenos y genera odiosas castas raciales concediéndoles privilegios inaceptables a los indígenas (reales o impostores) que violentan la igualdad ante la ley y finalmente contra toda evidencia confiará al monopolio estatal y a su burocracia nuestro desarrollo económico.

Un filósofo español decía que “una sociedad es democráticamente madura cuando ha asimilado la experiencia que la política es siempre decepcionante”. Yo espero que Chile con esta experiencia de un galimatías redactado por una colección de megalómanos haya madurado.

Gerardo Varela
Presidente del Consejo Directivo de la Fundación para el Progreso. Ex ministro de Educación. Abogado de la Universidad de Chile. Consejero del Círculo Legal de ICARE y Officer del Power Committee de la International Bar Association. Ha sido reconocido por la publicación internacional Best Lawyers como el mejor abogado del año 2012 tanto en el área corporativa como fusiones y adquisiciones. Lampadia




“Abandonar la Modernidad”

“Abandonar la Modernidad”

Pablo Bustamante Pardo
Director de
Lampadia

Las frustraciones de una región que siempre se queda a medio camino del desarrollo, hacen que una y otra vez abandonemos el difícil y arduo proceso de alcanzar la prosperidad, para voltear hacia falsas soluciones mágicas e inmediatistas.

La prosperidad de los países latinoamericanos, signada por el desarrollo económico, social e institucional, pasa por un proceso de décadas, que en nuestro caso es más penoso, por ejemplo, del que atravesaron los tigres asiáticos; puesto que nuestros países, desordenados, indisciplinados, inconstantes; han tenido avances y retrocesos, con liderazgos pobres que no han sabido marcar el norte.

Así como hace décadas abrazamos la teoría de la dependencia, la tercera vía, la sustitución de importaciones y el desarrollo hacia adentro, ahora, frustrados por no lograr convertir nuestro potencial en realizaciones, a pesar de evidentes avances, nuestra población vuelve a escuchar los cantos de sirena de las izquierdas que esta vez nos venden el ‘buen-vivir’, el pos-extractivismo, o como ahora en Chile con su izquierda decolonial, el abandono de la modernidad.

“La izquierda decolonial utiliza una serie de conceptos que son nuevos en la discusión pública chilena, como buen vivir, plurinacionalidad, decrecimiento, derechos de la naturaleza. Estos términos aparecen en la Convención y tienen su origen en una teoría social que se desarrolla desde los años 80 y 90 en adelante, especialmente con autores latinoamericanos”.

Estas teorías se están terminando de articular en la Convención chilena, de la mano de un indigenismo forzado, justicias afirmativas y hasta el alejamiento de la promoción de los derechos humanos. (Ver líneas abajo la entrevista a Aldo Mascareño).

En el Perú, el gobierno de Castillo, Perú Libre y sus cómplices de izquierda, ya ni siquiera pueden articular un programa político, y se están contentando con destruir nuestras instituciones republicanas y nuestra economía; para luego cosechar en la pobreza y el desconcierto, su espacio político excluyente.

Estamos a punto de ver el nombramiento de un quinto gabinete, que sin dudas será tan malo y dañino como los primeros cuatro. Y seguramente también, estamos ad-portas de la salida de Castillo del gobierno.

La alternativa a este desastroso gobierno no es el vacío, la alternativa es la prosperidad, para lo cual debemos fortalecer nuestra economía social de mercado, cuidando su orientación incluyente, y como dice Carlos Meléndez, también debemos afirmar una descentralización sin corrupción y avanzar en una reforma política que nos de una mejor estructura y performance del Estado.

A diferencia de los miembros de los gabinetes y nombramientos del gobierno que agoniza, el Perú tiene ciudadanos muy capaces y honestos que pueden presentarse ante el llamado de la Patria. Lampadia

“En la Convención hay una izquierda decolonial que abandona la modernidad”

CEP – Centro de Estudios Públicos – Chile
Aldo Mascareño
Opinión Ex-Ante
Martes 5 de abril de 2022

Entrevista al investigador y editor de la revista Estudios Públicos, Aldo Mascareño.

-En el ensayo “Abandonar la modernidad”, planteas que hay una tendencia importante en la Convención que llamas izquierda decolonial. ¿Cuál es su origen y fundamentos?

-La izquierda decolonial utiliza una serie de conceptos que son nuevos en la discusión pública chilena, como buen vivir, plurinacionalidad, decrecimiento, derechos de la naturaleza. Estos términos aparecen en la Convención y tienen su origen en una teoría social que se desarrolla desde los años 80 y 90 en adelante, especialmente con autores latinoamericanos.

En la Convención hay una izquierda decolonial que abandona la modernidad. Ese pensamiento es una teoría social bien predominante y bien constituida. Varios de esos conceptos son los que las y los convencionales emplean.

– ¿Nace como una alternativa al marxismo?

-Sí. Esto es paradójico, porque nace de una incomodidad con la teoría crítica europea, que va desde Marx, sigue con Adorno y llega a Habermas. La principal diferencia con el marxismo es que pone un foco en el proceso de colonización, que sabemos generó genocidio de los pueblos indígenas, una explotación económica y política. Walter Mignolo, autor argentino, dice que América Latina es el primer espacio de colonia moderna.

Puede ser que el colonialismo en términos administrativos haya concluido, pero ellos plantean que lo que aún se mantiene y oprime es el colonialismo epistémico, en las formas de producir conocimiento. En la forma de comprenderse. Estos autores buscan formas alternativas a la modernidad y así llegan a las cosmovisiones indígenas.

La conclusión es que tanto la teoría crítica europea, como cualquier pensamiento europeo, están impregnados de colonialismo epistémico que subsume a las cosmovisiones indígenas. Los invisibiliza y por lo tanto la misión del decolonialismo es desenmascarar esa dominación. Y generar un proyecto político.

– ¿Cuál es tu principal crítica a esta corriente?

-Que desconoce todo lo que ha sido el pensamiento moderno y buena parte del pensamiento social latinoamericano. El decolonialismo presenta como original, algo que la propia modernidad ya ha desarrollado.

Por ejemplo, los derechos humanos, el decrecimiento, la socioecología. La modernidad ha sido profundamente crítica y reflexiva sobre sí misma y ha generado múltiples instituciones para superar la desigualdad con los pueblos indígenas y las comunidades subalternas como las llaman.

– ¿En la Convención subyace una lógica decolonial del todo o nada?

-Sí. El pensamiento decolonial genera una situación binaria, en el sentido en que cualquier cosa que provenga o tenga un sabor a europeísmo, no propiamente indígena, tiene que ser descartada, porque constituye colonización del pensamiento. Eso pasa incluso con los derechos humanos. Los DDHH no les son útiles: no son un elemento que pueda contribuir al proceso de emancipación local, porque justamente los derechos humanos provienen de una matriz europea colonial.

En reemplazo de los DDHH, se propone la idea de derechos vivos o vivientes, derechos de comunidades más pequeñas que surgen de prácticas locales. El problema es que con eso se pierde el universalismo. Es blanco o negro: todo lo que huela a colonial se rechaza. El pensamiento decolonial invita a un reemplazo de la producción moderna de DDHH, por estas formas más locales de convivencia.

– ¿Existe un riesgo en esta opción particularista en vez de universal?

El problema está en que, si los ponemos en un plano de igualdad, los DDHH y las culturas particulares, se genera, de nuevo, la lógica de esto o lo otro. Y deja de existir la primacía de los DDHH, porque se exige que los DDHH sean interpretados interculturalmente. Esa interpretación intercultural puede resultar en una relativización de los principios universales de DDHH. Ahí hay consecuencias complejas de esta lógica detrás del pensamiento decolonial de todo o nada.

-Aunque han actuado a veces como aliados, ¿hay un conflicto latente entre el decolonialismo con premisas modernas como la socialdemocracia o la izquierda marxista?

-Por supuesto. La socialdemocracia y la izquierda marxista son hijas de la modernidad. Por ejemplo, en el caso de Marx el sujeto universal es el proletariado. Para el pensamiento decolonial eso es sencillamente inaceptable. Ellos creen que la emancipación no va a venir por un agente universal, sino por agentes locales, particularizados, de carácter culturalistas.

Como estamos viendo en la Convención el pensamiento decolonial rechaza cualquier tipo de universalismo, salvo que sea anclado en culturas locales y en comunidades particulares. Eso es lo contrario a lo que la modernidad liberal o progresista ha formulado. Cuando el pensamiento decolonial pone en duda a los DDHH, pone en duda no sólo el liberalismo, sino al progresismo y al marxismo. Los marxistas son muy críticos del pensamiento decolonial, porque favorece a comunidades particulares, con criterios culturalistas. Para la izquierda es necesario el universalismo.

– ¿Dónde se observa evidencia de esta tendencia en las normas propuestas?

-Está en muchas de las propuestas, aunque algunas en el pleno se han ido rechazando.

Se observa claramente su influencia en el proceso de unidad que se está produciendo entre identidades culturales, no sólo indígenas, y formas territoriales. Este ejercicio de autonomías comunales, territorios especiales, territorios indígenas y de regiones, lo que tiene de fondo es una identificación entre el particularismo local, cultural y territorial con una arquitectura política administrativa.

Otras propuestas con rasgos decoloniales están en la plurinacionalidad, el pluralismo jurídico, los derechos de la naturaleza. Los convencionales usan esta semántica, que a su han traspasado a muchos otros convencionales y han quedados reflejadas en al texto constitucional. Hay que ver cómo se articulan en la práctica política, cuando la constitución esté en ejercicio. Ahí van a venir los problemas como ya lo han demostrado los casos de Bolivia y Ecuador, donde este tipo de semántica decolonial ha aparecido en los procesos constitucionales.

– ¿Es una corriente democrática?

-Hay una diferencia muy fuerte entre la democracia representativa, con criterios más universalistas, y una democracia particularista como la que propone el decolonialismo. Si uno confía en la práctica política chilena quizá podamos establecer un nexo entre esa democracia liberal y progresista que hemos construido con estos criterios más particularistas y locales. Pero es un ejercicio muy complejo de realizar.

– ¿Puede generar problemas a futuro?

-Tiene riesgo, porque esas democracias particularistas tienen la capacidad de generar mucha fragmentación política. Un elemento problemático es que se igualen los movimientos sociales con los partidos. El texto presentado habla de organizaciones políticas. Cuando se ponen al mismo nivel partidos y movimientos lo que hay es una particularización de las experiencias locales, que el decolonialismo privilegia.

Y eso puede crear una lucha agónica y de fragmentación constante entre las distintas fuerzas, sumado a la forma en que pueden chocar el pensamiento moderno y este pensamiento que descarta los principios de modernidad. Eso sería un problema futuro. Lampadia




Chile peor aun que el Perú

Chile peor aun que el Perú

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Chile está en un problema acaso mas grave que el Perú, por dos razones. La primera es que su presidente, Gabriel Boric, es mucho más articulado, preparado e ideologizado que el presidente Castillo. Por lo tanto, puede ser más exitoso en la aplicación de sus propuestas de gobierno. Pese a que se ha moderado en relación con su mensaje de campaña, mantiene cuando menos tres reformas que afectarían el crecimiento chileno más allá de lo que ya fue afectado con las reformas de la segunda Bachelet, y que formó parte de la causa eficiente del estallido chileno. Estas son:

  • Reforma laboral, que incluye entre otras cosas la reducción de la jornada laboral.
  • Reforma tributaria, subiendo los impuestos a las personas de mayores ingresos, a la minería y a otras empresas.
  • Fin del sistema privado de pensiones, y cierre de las AFP.

El problema que tiene Boric para sacar adelante su agenda es que carece de mayoría en el Congreso. El Nuevo Pacto Social y Apruebo Dignidad, las dos bancadas oficialistas, apenas suman 65 de 155 diputados y 19 de 50 senadores.

Pero lo que no pueda sacar por el Congreso, se lo dará, y con creces, la nueva constitución que está produciendo la Convención Constituyente, si es aprobada en el referéndum.

El grave problema para Chile, entonces, está en su Convención más que en el gobierno. Veamos, por ejemplo, el Artículo 1°, que ya ha sido aprobado:

“Chile es un Estado Regional, plurinacional e intercultural conformado por entidades territoriales autónomas, en un marco de equidad y solidaridad entre todas ellas, preservando la unidad e integridad del Estado”.

Bolivia, modelo de Chile. Chile pasa de un Estado centralizado y claramente unitario a un Estado conformado prácticamente por “naciones” que se autogobiernan, donde ya no se sabe bien qué facultades tendría el Estado central. Es lo que podemos ver en el artículo 2:

Artículo 2.- De las Entidades Territoriales:

“El Estado se organiza territorialmente en regiones autónomas, comunas autónomas, autonomías territoriales indígenas y territorios especiales. Las regiones autónomas, autonomías territoriales indígenas y las comunas autónomas cuentan con personalidad jurídica, estatuto y patrimonio propio, con las potestades y competencias necesarias para autogobernarse, teniendo como límite el interés general y la delimitación de competencias establecidas de acuerdo con la Constitución y la ley…”.

Chile marcha hacia la desintegración. José Rodríguez Elizondo señala que estas entidades “están concebidas como naciones, con sus propios gobiernos, jueces, presupuestos, territorios y “maritorios”. Se inspira en la Constitución boliviana de 2009 que reconoce a las naciones y pueblos indígenas originarios “su dominio ancestral sobre sus territorios” y su libre determinación, y que tuvo como su ideólogo al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García Linera, quien argumentaba que debe liquidarse el Estado-nación soberano y “neoliberal”, con los pueblos indígenas en la vanguardia.

Estamos, entonces, como señala Rodríguez Elizondo, ante un Estado de nuevo tipo, que incluso podría “compartir territorios con los de otros Estados plurinacionales. Una plurinacionalidad chilena en el marco de una América Latina Plurinacional. Es decir, la propuesta de Runasur, liderada por Evo Morales, que no pudo ver la luz en el Cusco meses atrás gracias a la protesta de excancilleres y vicecancilleres del Perú.

Chile marcha al suicidio. Esta ruta desintegradora se inició años atrás con la reforma política que pasó del sistema de distritos electorales binominales, a un sistema plurinominal, que incentiva la fragmentación partidaria y la multiplicación de los partidos. Optaron por algo parecido al modelo peruano. El sistema que tenían apuntaba al bipartidismo, a un bipartidismo de alianzas, de bloques políticos. Ahora esos bloques estallaron. Pronto quedará poco del Estado chileno.