1

El capitalismo necesita modernizarse

El mundo ha evolucionado de manera drástica en las últimas décadas. Los cambios económicos y sociales impulsados por las nuevas tecnologías, el comercio, la demografía o la migración influyen en los resultados de las políticas públicas, incluidas las que afectan a la relación de los Estados con sus poblaciones y los servicios públicos, que deben adaptarse a esas evoluciones ajustando sus políticas e innovando nuevas formas de lograr los objetivos.

El capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios. Ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Lamentablemente, en los países más ricos como EEUU y Europa, hay una tendencia populista que le está restando legitimidad y aprobación a los beneficios del capitalismo y la globalización. El aumento del apoyo al populismo de derecha en las democracias occidentales ya está alterando la historia, transformando la política y representando una amenaza para las democracias más prestigiosas.

No sin razón según The Economist, “la economía de Estados Unidos se ha convertido en una distopía capitalista; un sistema de extracción por gigantes atrincherados. Europa muestra signos de la misma enfermedad. El creciente proteccionismo y la mayor digitalización pueden empeorar las cosas.”

Según la revista, hay demasiada concentración de mercado y eso está dañando el desarrollo futuro. La competencia, a pesar de lo que dicen los críticos, tiene grandes beneficios como distribuir la riqueza, bajar los precios y brindar mayores opciones de empleo. Aumenta la productividad al presionar a las empresas a crear mejores productos por menos.

Como se puede observar en los gráficos inferiores (y como dice The Economist en el artículo ‘En todo el oeste, las empresas poderosas son cada vez más poderosas’), “si los beneficios en Estados Unidos cayeran a niveles históricamente normales gracias a una mayor competencia, y los trabajadores del sector privado obtuvieran los beneficios, los salarios reales subirían un 6%. Si la competencia también reviviera el crecimiento de la productividad, los salarios podrían aumentar mucho más. Sin competencia, el capitalismo es torpe y favorece a los pocos, no a la mayoría.”

Por lo tanto, lo que propone The Economist es actualizar el capitalismo actual, para lo cual plantea tres reformas:

  1. Los regímenes de datos y propiedad intelectual deben utilizarse para impulsar la innovación, no para proteger a los titulares.
  2. Los gobiernos deben eliminar las barreras al comercio, como las cláusulas de no competencia, los requisitos de licencias ocupacionales y las complejas regulaciones escritas por cabilderos de la industria
  3. Las leyes antimonopolio deben adaptarse al siglo XXI

Según la revista inglesa, esto “Eso podría no detener el auge del populismo. Pero una revolución de la competencia haría mucho para restaurar la fe del público en el capitalismo”.

Ver artículo completo:

Competencia
La próxima revolución capitalista

El poder de mercado está detrás de muchos males económicos. Es hora de restaurar la competencia

The Economist
15 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

El capitalismo ha sufrido una serie de golpes poderosos a su reputación en la última década. El sentido de un sistema preparado para beneficiar a los propietarios de capital a expensas de los trabajadores es profundo. En 2016, una encuesta reveló que más de la mitad de los jóvenes estadounidenses ya no apoyan el capitalismo. Esta pérdida de fe es peligrosa, pero también está justificada. El capitalismo de hoy tiene un problema real, pero no el que a los proteccionistas y populistas les gusta comentar. La vida se ha vuelto demasiado cómoda para algunas empresas en la vieja economía, mientras que, en la nueva economía, las empresas de tecnología han desarrollado rápidamente el poder de mercado. De hecho, se necesita una revolución, una que desate la competencia, obligando a disminuir las ganancias anormalmente altas de hoy y asegurando que la innovación pueda prosperar mañana.

Los países han actuado para impulsar la competencia antes. A comienzos del siglo XX, Estados Unidos rompió los monopolios de los ferrocarriles y la energía. Después de la segunda guerra mundial, Alemania Occidental colocó la creación de mercados competitivos en el centro de su proyecto de construcción nacional. El establecimiento del mercado único europeo, un proyecto promovido por Margaret Thatcher, valoró la apertura de mercados internos a empresas extranjeras dinámicas. Ronald Reagan fomentó la competencia en gran parte de la economía estadounidense.

Hoy se necesita una transformación similar. Desde 1997, la concentración del mercado ha aumentado en dos tercios de las industrias estadounidenses. Una décima parte de la economía está formada por industrias en las que cuatro empresas controlan más de dos tercios del mercado. En una economía saludable, se esperaría que los beneficios se redujeran, pero el flujo de efectivo libre de las empresas es 76% superior a su promedio de 50 años, en relación con el PBI. En Europa la tendencia es similar, aunque menos extrema. La participación de mercado promedio de las cuatro firmas más grandes en cada industria ha aumentado en tres puntos porcentuales desde 2000. En ambos continentes, las empresas dominantes se han vuelto más difíciles de desalojar.

Los involucrados se burlan de la idea de que lo tienen fácil. Sin embargo, los mercados consolidados se vuelven domésticos, y argumentan que la globalización sigue calentando el horno de la competencia. Pero en las industrias que están menos expuestas al comercio, las empresas están obteniendo enormes beneficios. Calculamos que el conjunto global de ganancias anormales es de US$ 660 mil millones, más de dos tercios de los cuales se realizan en Estados Unidos, un tercio de eso en empresas de tecnología.

No todas estas rentas son obvias. Google y Facebook brindan servicios populares sin costo para los consumidores. Pero a través de su control sobre la publicidad, suben sutilmente los costos de otras empresas. Varias industrias de la vieja economía con altos precios y grandes ganancias se esconden debajo de la superficie del comercio: tarjetas de crédito, distribución farmacéutica y verificación de crédito. Cuando el público trata más directamente con los oligopolistas, el problema es más claro. Las aerolíneas protegidas de Estados Unidos cobran más que sus pares europeos y ofrecen un peor servicio. Las empresas de televisión por cable son conocidas por sus altos precios: se estima que el cliente promedio de televisión en Estados Unidos gasta un 44% más hoy que en 2011. En algunos casos, la ira pública abre la puerta a los recién llegados, como Netflix. Con demasiada frecuencia, sin embargo, no lo hace. Los mercados de valores valoran incluso a los participantes amigables con el consumidor, como Netflix y Amazon, como si también se convirtieran en monopolios.

El creciente poder del mercado ayuda a resolver varios enigmas económicos. A pesar de las bajas tasas de interés, las empresas han reinvertido una parte pequeña de sus beneficios extraordinarios. Esto podría deberse a que las barreras a la competencia mantienen fuera incluso a los recién llegados bien financiados. A continuación, desde el cambio de milenio, y particularmente en los Estados Unidos, la participación del trabajo en el PBI ha estado disminuyendo. Los precios monopolísticos pueden haber permitido a las firmas poderosas devorar el poder adquisitivo de los salarios. La participación laboral ha disminuido más rápidamente en industrias con creciente concentración. Un tercer enigma es que el número de nuevos participantes ha estado disminuyendo y el crecimiento de la productividad ha sido débil. Esto también puede explicarse por la falta de presión competitiva para innovar.

Algunos argumentan que la solución a los excesos de capital es reforzar lo laboral. Elizabeth Warren, una posible candidata presidencial estadounidense, quiere poner a más trabajadores en los consejos. El Partido Laborista británico promete la propiedad compartida de los empleados. Y casi todos los de la izquierda quieren revitalizar el poder decreciente de los sindicatos. Hay un rol para los sindicatos en una economía moderna. Pero un retorno al capitalismo al estilo de la década de 1960, en el que los oligopolios ganan grandes márgenes, pero se reparten a los trabajadores bajo la amenaza de huelgas, es algo que se debe evitar. Tolerar los beneficios anormales siempre y cuando se distribuyan de una manera que satisfaga a quienes tienen el poder es una receta para el amiguismo. Las personas privilegiadas favorecidas podrían hacerlo bien: ser testigos de la brecha entre los trabajadores mimados y los extranjeros olvidados en Italia. Pero una economía compuesta por incumbentes cómodos eventualmente verá un colapso en la innovación y por lo tanto un estancamiento en los estándares de vida.

Mucho mejor es deshacerse de rentas en sí mismas. El poder de mercado debe ser atacado de tres maneras. Primero, los regímenes de datos y propiedad intelectual deben utilizarse para impulsar la innovación, no para proteger a los titulares. Eso significa liberar a los usuarios individuales de los servicios de tecnología para que lleven su información a otra parte. También implica exigir que las grandes plataformas concedan licencias de datos masivos anónimos a sus rivales. Las patentes deben ser más cortas y más fáciles de impugnar en los tribunales.

En segundo lugar, los gobiernos deberían derribar las barreras de entrada, como las cláusulas de no competencia, los requisitos de licencias ocupacionales y las complejas regulaciones escritas por cabilderos de la industria. Más del 20% de los trabajadores estadounidenses deben poseer licencias para realizar su trabajo, en comparación con solo el 5% en 1950.

En tercer lugar, las leyes antimonopolio deben adaptarse al siglo XXI. No hay nada de malo en el cometido de los partidarios para promover el bienestar del consumidor. Pero los reguladores deben prestar más atención a la salud general competitiva de los mercados y al rendimiento del capital. Los reguladores de Estados Unidos deberían tener más poderes, como los británicos, para investigar los mercados que se están volviendo disfuncionales. A las grandes empresas tecnológicas les resultará mucho más difícil neutralizar a los potenciales rivales a largo plazo, como lo hizo Facebook cuando adquirió Instagram en 2012 y WhatsApp en 2014.

Estos cambios no resolverán todos los males. Pero si llevaban las ganancias en Estados Unidos a niveles históricamente normales, y los trabajadores del sector privado obtuvieran los beneficios, los salarios reales subirían un 6%. Los consumidores tendrían más opciones. La productividad aumentaría. Eso podría no detener el auge del populismo. Pero una revolución de la competencia haría mucho para restaurar la fe del público en el capitalismo. Lampadia




Desmitificando el discurso de Stiglitz

A pesar de haber acumulado un historial marcado por pronósticos dudosos y análisis erróneos, Joseph Stiglitz sigue siendo muy considerado entre las élites de los medios de comunicación, incluido Paul Krugman del New York Times, quien lo llama “un economista increíblemente grande”. Y Stiglitz sigue siendo influyente en los círculos políticos.

Pero, ¿cómo podría un economista con su presunta sofisticación respaldar públicamente las políticas desastrosas de Hugo Chávez? Recordemos que, en 2006, el economista ganador del Premio Nobel Joseph Stiglitz elogió las políticas económicas de Hugo Chávez.

  • El presidente venezolano dirigió uno de los “gobiernos de izquierda” en América Latina que fueron injustamente “castigados por ser populistas”, escribió Stiglitz.
  • De hecho, también elogió que el gobierno de Chávez se proponga “brindar beneficios de educación y salud a los pobres y luchar por políticas económicas que no solo generen un mayor crecimiento, sino que también aseguren que los frutos del crecimiento se compartan más ampliamente”.
  • Continuó repitiendo sus elogios en el 2007, en un foro de mercados emergentes en Caracas, patrocinado por el Banco de Venezuela. La tasa de crecimiento económico de la nación fue “muy impresionante”, señaló y agregó que “el presidente Hugo Chávez parece haber tenido éxito en brindar salud y educación a las personas de los barrios pobres de Caracas”.

Desde la perspectiva de Stiglitz, los mercados están plagados de fallas en el procesamiento y la transmisión de información y los gobiernos debe estar listo para corregir estas fallas. No es raro escuchar que Stiglitz hable de haber “socavado” las teorías de libre mercado de Adam Smith, afirmando que la “mano invisible” de Smith no existía o se había “paralizado”. De hecho, su enfoque favorece al gobierno. Este contexto ayuda a explicar su respaldo a Chávez.

Como destacó Stiglitz en su conferencia Nobel, “se requiere una competencia perfecta para que los mercados sean eficientes”. Tenía razón en que, al desafiar la idea de mercados perfectamente competitivos, la economía de la información significaba un cambio de paradigma. Pero la teoría de la competencia perfecta es tan abstracta que solo los economistas cegados por sus propias pruebas matemáticas podrían suscribirse a ella. Cualquier institución creada y dirigida por seres humanos imperfectos está destinada a fallar.

Entonces, ¿cuál es la credibilidad de Stiglitz? Irse en contra del modelo capitalista no es la manera de generar riqueza en el mundo.

  • El capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios.
  • Ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Recordemos que, en los últimos 40 años:

  • Se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,600 millones de habitantes (el 50% de la humanidad) y,
  • Hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes
  • Mayor esperanza de vida
  • Mejor alimentación y
  • Mejor salud.

Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza. Como afirmó Xavier Sala-i-Martín, “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”.

En Lampadia somos tercos defensores de la economía de mercado y el libre comercio. Hemos insistido innumerables veces que el capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios, ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Líneas abajo compartimos un artículo que explica a más detalle las fallas del pensamiento de Stiglitz y esperamos aclare que el capitalismo todavía es el modelo económico que mejor funciona en el mundo y en nuestra sociedad:

Lo siento, Stiglitz: lo que está mal es el socialismo, no el capitalismo

Mises Wire
Willian L. Anderson, profesor de Economía en la Universidad Estatal de Frostburg en Maryland
14 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Desde que ganó el Premio Nobel en “Ciencia Económica” en 2001, Joseph Stiglitz ha sido una banda de un solo hombre para la defensa del crecimiento del estado. Después del 11 de septiembre, por ejemplo, solicitó la formación de una agencia federal para brindar seguridad a los pasajeros de las aerolíneas, que según él enviaría una “señal” de calidad. (Stiglitz ganó su premio por “probar” que los mercados libres son “ineficientes” y siempre dan resultados menos que óptimos debido a información asimétrica. Solo el gobierno en manos de gente realmente inteligente como Stiglitz puede dirigir la producción y el intercambio de manera consistente hacia resultados eficientes y “justos”.

Hace más de una década, Stiglitz prodigó elogios al gobierno socialista del difunto Hugo Chávez en Venezuela, declarando:

El presidente venezolano, Hugo Chávez, parece haber tenido éxito en llevar la salud y la educación a la gente de los barrios pobres de Caracas, a aquellos que anteriormente vieron pocos beneficios de la riqueza petrolera del país.

Continuó afirmando que las políticas de Chávez de expropiar la estructura de capital de las compañías petroleras privadas en Venezuela daría lugar a una distribución más “igualitaria” de la riqueza, algo que él cree que es deseable en todas partes. Curiosamente, dado que el “experimento” socialista de Venezuela fue al sur, completo con hiperinflación y una de las peores crisis financieras y económicas jamás vista en el hemisferio occidental, Stiglitz ha permanecido en silencio, al menos cuando se trata de explicar por qué el llamado milagro económico en Venezuela era insostenible.

Aunque Stiglitz ya no elogia al prodigioso socialismo venezolano, apenas guarda silencio sobre su creencia de que solo el poder estatal ampliado puede “salvar” a la economía de los Estados Unidos de la autodestrucción. En un artículo reciente en Scientific American, declara que “La economía estadounidense está dañada”.

Aquellos que conocen las declaraciones públicas de Stiglitz, Paul Krugman y otros en el campo de “los mercados son internamente destructivos”, nada de lo que escribe Stiglitz en el artículo es sorprendente. En realidad, es puro Stiglitz tenerlo en Scientific American, ya que puede decir que está involucrado en el discurso científico, algo que puede probar con muchas ecuaciones matemáticas que “prueban” que los mercados libres son malos:

Desde la perspectiva de Stiglitz, los mercados están plagados de fallas en el procesamiento y la transmisión de información, y el gobierno debe estar listo para corregir estas fallas. En su conferencia Nobel, Stiglitz habló de haber “socavado” las teorías de libre mercado de Adam Smith, afirmando que la “mano invisible” de Smith no existía o se había vuelto “paralizada”. Señaló que los principales debates políticos de las dos últimas décadas han tendido a centrarse en la “eficiencia de la economía de mercado” y en la “relación apropiada entre el mercado y el gobierno”. Su enfoque favorecía al gobierno.

Además, declaró en su conferencia de Nobel que “se requiere una competencia perfecta para que los mercados sean eficientes” (cursiva suya). Para los economistas austriacos, su declaración plantea la pregunta de por qué debemos asumir que los gobiernos de alguna manera poseen la información necesaria para producir resultados “eficientes” en los intercambios económicos, pero Stiglitz nunca ha tratado de ir allí. Simplemente asume la superioridad gubernamental con respecto a la información y luego se ejecuta con esa suposición.

El último artículo de Stiglitz establece el tema según el cual los mercados producen desigualdad de manera sistemática, y que con el tiempo nos enfrentamos a la situación en la que solo unas pocas personas privilegiadas se benefician del sistema capitalista mientras que la gran mayoría se desliza hacia el abismo económico. El escribe:

En su célebre tratado del 2013 Capital en el siglo XXI, el economista francés Thomas Piketty cambia la mirada hacia los capitalistas. Sugiere que los pocos que poseen gran parte del capital de un país ahorran tanto que, dado el rendimiento estable y alto del capital (en relación con la tasa de crecimiento de la economía), su participación en el ingreso nacional ha aumentado. Su teoría, sin embargo, ha sido cuestionada en muchas bases. Por ejemplo, la tasa de ahorro de incluso los ricos en los Estados Unidos es tan baja, en comparación con los ricos en otros países, que el aumento de la desigualdad debería ser menor aquí, no mayor. 

Una teoría alternativa es mucho más acorde con los hechos. Desde mediados de la década de 1970, las reglas del juego económico han sido reescritas, tanto a nivel mundial como nacional, de manera que beneficien a los ricos y perjudiquen al resto. Y se han reescrito aún más en esta dirección perversa en los EEUU, a pesar de que, en otros países desarrollados, las reglas en los EEUU ya eran menos favorables para los trabajadores. Desde esta perspectiva, aumentar la desigualdad es una cuestión de elección: una consecuencia de nuestras políticas, leyes y regulaciones.

En EEUU, el poder de mercado de las grandes corporaciones, que en principio era mayor que en la mayoría de los otros países avanzados, ha aumentado incluso más que en otros lugares. Por otro lado, el poder de mercado de los trabajadores, que comenzó menor que en la mayoría de los otros países avanzados, ha caído más que en otros lugares. Esto no solo se debe al cambio a una economía del sector de servicios, se debe a las reglas de juego amañadas, reglas establecidas en un sistema político que está a su vez amañado por la burla electoral, la supresión de votantes y la influencia del dinero. Se ha formado un espiral vicioso: la desigualdad económica se traduce en desigualdad política, lo que conduce a reglas que favorecen a los ricos, lo que a su vez refuerza la desigualdad económica.

Todo esto se traduce en lo que él llama un “circuito de retroalimentación” que se traduce en una espiral descendente. Debemos asumir que el crecimiento en la desigualdad de ingresos crecerá hasta que estemos en el estado marxiano de “ejército de reserva de desempleados”, o al menos un ejército de reserva de personas que no pueden encontrar trabajo que les permita mantenerse a sí mismos.

Al igual que muchos otros que han afirmado que el capitalismo está destruyendo a la clase media, Stiglitz recurre a las políticas creadas durante la Gran Depresión y después de la Segunda Guerra Mundial para la salvación, considerando el período desde 1930 hasta finales de los 50 como una supuesta era dorada de prosperidad. El escribe:

Después del New Deal de la década de 1930, la desigualdad estadounidense entró en declive. En la década de 1950, la desigualdad había retrocedido hasta tal punto que otro premio Nobel de economía, Simon Kuznets, formuló lo que se conoció como la ley de Kuznets. En las primeras etapas de desarrollo, a medida que algunas partes de un país aprovechan nuevas oportunidades, las desigualdades crecen, postuló; en las etapas posteriores, se encogen. La teoría encaja con los datos, pero luego, a principios de la década de 1980, la tendencia se invirtió bruscamente.

Para revertir esta tendencia de aumento de la desigualdad y el aumento de la pobreza, Stiglitz exige un retorno a las políticas de la era de la Depresión con altos impuestos marginales y el uso de la estructura regulatoria para recrear los cárteles financieros y comerciales construidos por las regulaciones del New Deal que dominaron la producción y las finanzas estadounidenses, y el transporte en ese momento. De hecho, aparte de las leyes contra la discriminación que ahora forman parte del panorama legal moderno, Stiglitz cree que la única esperanza para nuestro futuro es regresar al pasado:

  • …necesitamos impuestos más progresivos y educación pública de alta calidad financiada por el gobierno federal, incluido el acceso asequible a las universidades para todos, sin requerir a préstamos ruinosos.
  • Necesitamos leyes modernas sobre la competencia para hacer frente a los problemas planteados por el poder del mercado del siglo XXI y una aplicación más estricta de las leyes que tenemos.
  • Necesitamos leyes laborales que protejan a los trabajadores y sus derechos a sindicalizarse.
  • Necesitamos leyes de gobierno corporativo que frenen los salarios exorbitantes otorgados a los jefes ejecutivos, y
  • Necesitamos regulaciones financieras más estrictas que impidan que los bancos se involucren en las prácticas de explotación que se han convertido en su sello distintivo.
  • Necesitamos una mejor aplicación de las leyes contra la discriminación: es inconcebible que las mujeres y las minorías reciban un pago de una mera fracción de lo que reciben sus homólogos de raza blanca.
  • También necesitamos leyes de herencia más sensatas que reduzcan la transmisión intergeneracional de ventajas y desventajas.

Desafiando la lógica de Stiglitz

Stiglitz casi no es el único economista moderno que quiere que la economía estadounidense se reestructure para parecerse a cómo se veía en 1939. Paul Krugman muchas veces pidió un “Nuevo New Deal” y en realidad afirma que la clase media de los Estados Unidos ni siquiera existió hasta que el presidente Franklin D. Roosevelt lo creó con sus políticas.

Al leer el discurso “necesitamos” de Stiglitz, está claro que él ve la economía como mecanicista y determinista. El capital tendrá rendimientos crecientes porque, bueno, el capital tiene rendimientos crecientes, lo que significa que, con el tiempo, el capital aumentará los ingresos de sus propietarios y todos los demás se volverán más pobres. De hecho, a medida que se revisa todo el artículo, se puede concluir que cree, como Marx, un sistema de mercado es inestable internamente y que siempre implosionará porque algunas personas verán aumentar sus ingresos, pero solo a expensas de las masas, que verán disminuir sus ingresos.

De hecho, si uno sigue a Stiglitz a sus conclusiones lógicas, debería asumir que la economía de los Estados Unidos es una trampa de explotación y miseria para los trabajadores estadounidenses, ya que trabajan más horas y observan cómo se escapa su nivel de vida. El escribe:

Al igual que Krugman, Stiglitz usa una serie de estadísticas y gráficos para “probar” que, antes de que Ronald Reagan y Margaret Thatcher tomaran el poder, las economías estadounidense y británica estaban integradas en la “igualdad” y la prosperidad. Sin embargo, por alguna razón desconocida, las ideas de mercado libre surgieron repentinamente de la nada para influir en los políticos para crear un nuevo sistema económico que deshiciera la cuidadosa economía estructurada posterior al New Deal que había creado a la clase media estadounidense y los había llevado a la pobreza.

Hay un problema con el análisis de Stiglitz: está equivocado teórica y empíricamente. Primero, la década de 1970 fue una década de inflación y declive económico tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña. En los EEUU, la economía osciló entre el auge inflacionario (con una inflación que llegó a más del 10 por ciento) y los derrumbes devastadores, incluida la recesión de 1974-75, y en Gran Bretaña, la situación fue aún peor, como se demostró en un broadcast de “60 minutos” “¿Habrá siempre una Inglaterra?” [En Gran Bretaña, los añós 70 terminaron con el llamado ‘winter of discontent’ (invierno del descontento) y solicitudes de financiamiento al FMI].

Lo triste es que Stiglitz está tratando de afirmar que los estadounidenses estaban mejor económicamente en 1980 de lo que están ahora, lo que solo puede significar que cree que los estadounidenses tenían un mejor nivel de vida hace 40 años que hoy. Sin embargo, como señaló Philip Brewer, es fácil confundir algo como la igualdad de ingresos con niveles de vida más altos. La llamada Edad de Oro de la década de 1950 fue una época en que un tercio de los estadounidenses vivían en la pobreza. Escribe Brewer:

En las décadas de 1950 y 1960, un hombre trabajador podía mantener a una familia con un nivel de vida de clase media con un solo ingreso. Podría sorprenderle saber que una persona que trabaja a tiempo completo, incluso con un salario mínimo, aún puede apoyar a una familia de cuatro personas con ese nivel de vida. Hoy en día lo llamamos “vivir en la pobreza”. 

En teoría, Stiglitz sostiene que, con el tiempo, los propietarios del capital y recursos reciben rendimientos crecientes del capital, lo que tiene el efecto de aumentar el ingreso de los propietarios con el tiempo, pero solo a expensas de todos los demás. Por lo tanto, en su opinión, el capital es el culpable, y como una economía acumula cantidades crecientes de capital, la desigualdad de ingresos y la pobreza siguen lógicamente. Él cree que la única forma de revertir esta tendencia es que el estado confisque enormes cantidades de ingresos de los propietarios de capital y recursos y los transfiera a personas de bajos ingresos a través de pagos de asistencia social o la disponibilidad de servicios gubernamentales.

Si Stiglitz tiene razón, sería la primera vez en la historia registrada que la acumulación de capital obtenida a través de un sistema de pérdidas y ganancias sería responsable de disminuir el estándar general de vida en una economía. Además, Stiglitz parece ignorar el rol económico del capital: aumentar la oferta de bienes y servicios en una economía. Al observar solo los ingresos que ganan los propietarios de capital y al no entender la importancia económica real de la acumulación de capital, Stiglitz se queda con la aplicación de un análisis marxista en el que los “ricos” ganan una mayor proporción de ingresos, dejando a todos los demás con una menor participación en los ingresos: el resultado es un “exceso” general de bienes que no se pueden vender, lo que lleva a un número creciente de despidos, desempleo y un colapso económico final. Lo que los economistas de Jean Baptiste le dicen a Ludwig von Mises, y, debo agregar, el registro histórico, han desacreditado sus argumentos para evitar que Stiglitz los repita.

Al publicar su artículo en Scientific American y expresar su análisis en el lenguaje de la ciencia, Stiglitz quiere que creamos que sus puntos de vista son sistemáticos y tienen el aura de la inevitabilidad, como si estuviera describiendo los resultados de la Ley de Gravedad. En realidad, Stiglitz simplemente repite las falacias de Thomas Malthus, Karl Marx y John Maynard Keynes y presenta una visión rígida, mecanicista y absolutamente falsa de cómo funciona una economía.

A lo largo de la historia, hemos visto cómo el socialismo hace retroceder una economía, ya se trate de las prácticas de la antigua USSR, la China de Mao, Cuba y ahora Venezuela. No pudo comprender cómo se derrumbaría el “milagro socialista” de Venezuela, y ahora intelectualmente no puede y no está dispuesto a comprometerse con la verdad de por qué el deterioro de una economía socialista se traduce en riqueza para unos pocos y pobreza real para las masas. En otras palabras, no puede comprender por qué la economía socialista está amañada. Lampadia




El liberalismo se enfrentó a la tiranía

El liberalismo se enfrentó a la tiranía

“La economía es una ciencia del pensamiento en términos de modelos unidos al arte de elegir modelos que son relevantes para el mundo contemporáneo”.
John Maynard Keynes a Roy Harrod, 4 de julio de 1938

La filosofía política liberal es clara: derechos económicos y humanos individuales, autonomía personal, gobierno representativo, libre circulación de bienes y personas a través de las fronteras, libre desarrollo tecnológico sin trabas para promover la economía del mercado global y, bienestar y regulaciones suficientes, pero no tanto como para afectar el crecimiento económico. La mayoría de los debates políticos están dentro de este amplio marco liberal.

Sin embargo, todavía hay incertidumbre sobre el futuro del liberalismo. En Europa, la crisis de inmigración ha impulsado el nacionalismo (ya en aumento), en gran parte responsable de la campaña de Brexit. En los Estados Unidos, la política está polarizada y los comentarios de Trump no ayudan, lo cual causa que la desconfianza hacia el gobierno y otras instituciones cruciales esté aumentando. El descontento popular resultó en unas elecciones inimaginables y un ganador con una plataforma populista.

En Lampadia queremos compartir las ideas de tres pensadores vieneses (presentadas por The Economist) que creían que el capitalismo, acompañado por el estado de derecho y la democracia, era la mejor manera para que las personas retengan su libertad. Hayek, Popper y Schumpeter formularon una respuesta a la tiranía: “Entre los optimistas hubo tres exiliados vieneses que lanzaron una lucha contra el totalitarismo. En lugar de la centralización, defendieron el poder difuso, la competencia y la espontaneidad”.

El análisis de The Economist concluye que: “Tomados en conjunto, en la década de 1940, Hayek, Popper y Schumpeter ofrecieron un ataque contra el colectivismo, el totalitarismo y el historicismo, y una reformulación de las virtudes de la democracia liberal y los mercados. El capitalismo no es un motor para la explotación belicista (como creían los marxistas), ni una oligarquía estática, ni un camino hacia la crisis. Acompañado por el estado de derecho y la democracia, es la mejor manera para que las personas conserven su libertad.”

Ver artículo líneas abajo:

Los exiliados responden
Hayek, Popper y Schumpeter formularon una respuesta a la tiranía

Puede que sus vidas y reputaciones divergieran, pero sus ideas estaban enraizadas en los traumas del país donde todos ellos nacieron

The Economist
23 de agosto, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Mientras se desataba la segunda guerra mundial, los intelectuales occidentales se preguntaban si la civilización podría recuperarse. George Orwell, el más brillante de los pesimistas, escribió “Animal Farm” y comenzó a trabajar en “1984”, que se publicó como “una bota estampando sobre un rostro humano – para siempre”.

Entre los optimistas se encontraban tres exiliados vieneses que iniciarion una lucha contra el totalitarismo. En lugar de la centralización, abogaban por el poder difuso, la competencia y la espontaneidad.

  • En Massachusetts, Joseph Schumpeter escribió “Capitalism, Socialism and Democracy”, publicado en 1942.
  • En Nueva Zelanda, Karl Popper escribió “The Open Society and its Enemies” (1945).
  • En Gran Bretaña Friedrich Hayek escribió “El camino a la servidumbre” (1944).

Viena, su hogar original, había sido destruida. En 1900 era la capital de la monarquía de los Habsburgo, un imperio bastante liberal y políglota. Se enfrentó a dos guerras mundiales, el colapso del imperio, el extremismo político, la anexión de los nazis y la ocupación aliada. Graham Greene lo visitó en 1948 y describió la antigua joya del Danubio como una “ciudad destrozada y lúgubre”.

La guerra y la violencia “destruyeron el mundo en el que crecí”, dijo Popper. Schumpeter veía a Austria simplemente como un “pequeño naufragio de un estado”. “Todo lo que ahora está muerto “, dijo Hayek, del apogeo de Viena.

Sin embargo, la ciudad los formó. Entre 1890 y la década de 1930 fue uno de los lugares con más personajes brillantes del mundo. Sigmund Freud fue pionero en el psicoanálisis. El Círculo de filósofos de Viena debatió la lógica. La escuela de economía austriaca lidió con los mercados; Ludwig von Mises hizo grandes avances en el rol de la especulación y el mecanismo de precios. Von Mises fue mentor de Hayek, primo del filósofo Ludwig Wittgenstein, que fue a la escuela con Adolf Hitler, que estuvo en la Heldenplatz en 1938 para dar la bienvenida a “la entrada de mi patria en el Reich alemán”.

Los tres pensadores de los tiempos de guerra tenían diferentes antecedentes. Schumpeter era un extravagante aventurero nacido en una familia provincial católica. La familia de Popper era intelectual y tenía raíces judías; Hayek era el hijo de un doctor. Pero ellos tenían experiencias en común. Los tres asistieron a la Universidad de Viena. Cada uno había sido tentado, y habían repelido, el socialismo; Schumpeter fue ministro de finanzas en un gobierno socialista. También perdió su fortuna en un colapso bancario en 1924. Luego se fue a Alemania, y, después de que murió su esposa, emigró a Estados Unidos en 1932. Hayek dejó Viena para la London School of Economics en 1931. Popper huyó de Austria justo a tiempo, en 1937.

Cada uno estaba preocupado por la complacencia de los países anglosajones de que no caerían en el totalitarismo. Sin embargo, abundaban las señales de advertencia. La depresión en la década de 1930 hizo que la intervención del gobierno pareciera deseable para la mayoría de los economistas. La Unión Soviética era un aliado en tiempos de guerra y, en esa época, no se aceptaban las críticas a su régimen basado en el terror. Quizás lo más preocupante es que la guerra había traído autoridad centralizada y un solo propósito colectivo en Gran Bretaña y EEUU: la victoria. ¿Quién podría estar seguro de que esta máquina de comando y control se apagaría?

Hayek y Popper eran amigos, pero no muy cercanos a Schumpeter. Los hombres no cooperaron. Sin embargo, surgió una división del trabajo.

  • Popper buscó eliminar los fundamentos intelectuales del totalitarismo y explicar cómo pensar libremente.
  • Hayek se propuso demostrar que, para estar seguro, el poder económico y político debe ser difuso.
  • Schumpeter proporcionó una nueva metáfora para describir la energía de una economía de mercado: la destrucción creativa (creative destruction).

El inicio del exilio

Popper. Decidió escribir “The Open Society” después de que Hitler invadiera Austria y lo describiera como “mi esfuerzo de guerra”. Comienza con un ataque al “historicismo” o grandes teorías disfrazadas de leyes de la historia, que hacían agresivas profecías sobre el mundo y dejan de lado la volición individual. Primero se destruyó la idea de Platón, con su creencia en una Atenas jerárquica gobernada por una élite. La metafísica de Hegel y su insistencia en que el estado tiene su propio espíritu son descartadas como “cantos desconcertantes”. Popper escucha con simpatía la crítica al capitalismo de Marx, pero considera que sus predicciones son algo mejor que una religión tribal.

En 1934 Popper había escrito sobre el método científico, en el cual las hipótesis son avanzadas y los científicos intentan falsificarlas. Cualquier hipótesis que quede en pie es un tipo de conocimiento. Este concepto moderado y condicional de la verdad se repite en “The Open Society”. “Debemos romper con el hábito de deferencia hacia los grandes hombres”, argumenta Popper. Una sociedad saludable significa una competencia por ideas, no una dirección central, y un pensamiento crítico que considere los hechos, no quién los presenta. Contrariamente a lo que afirma Marx, la política democrática no era una farsa sin sentido. Pero Popper pensó que el cambio solo era posible a través de la experimentación y la política fragmentaria, no de sueños utópicos y esquemas a gran escala ejecutados por una élite omnisciente. 

Hayek compartía la visión de Popper del conocimiento humano como contingente y disperso. En “The Road to Serfdom” (El camino a la servidumbre), él hace una afirmación despiadada: que el colectivismo, o el anhelo de una sociedad con un propósito común general, está inherentemente equivocado y es peligroso para la libertad. La complejidad de la economía industrial significa que es “imposible para cualquier hombre inspeccionar más que un campo limitado”. Hayek se basó en el trabajo de von Mises sobre el mecanismo de precios, argumentando que sin él el socialismo no tenía manera de asignar recursos y conciliar millones de preferencias individuales. Debido a que no puede satisfacer la gran variedad de necesidades de las personas, una economía central planificada es innatamente coercitiva. Al concentrar el poder económico, concentra el poder político. En cambio, sostiene Hayek, una economía competitiva y política es “el único sistema diseñado para minimizar el poder ejercido por el hombre sobre el hombre por medio de la descentralización “. La democracia era un “dispositivo para salvaguardar” la libertad.

Schumpeter es un rompecabezas. (En su historia del neoliberalismo, Daniel Stedman Jones elige a von Mises como su tercer pensador vienés). Su anterior libro, un tomo sobre la historia de los ciclos económicos, fracasó en la década de 1930. Ahora está de moda describir su seguimiento, “Capitalismo, socialismo y democracia”, como una de las mejores obras del siglo XX. Pero, en realidad, su trabajo puede ser turgente y prolijo; hay partes que están dedicadas a profecías del tipo que Popper consideraba como locuras. La opinión de Schumpeter de que el socialismo eventualmente reemplazaría al capitalismo -porque el capitalismo anestesió a sus propios acólitos- a veces se piensa que es irónica. Sin embargo, como una pepita de oro en medio de lodo, el libro contiene una idea deslumbrante sobre cómo funciona realmente el capitalismo, enraizado en la perspectiva del empresario, no en la de los burócratas o los economistas. 

Hasta que John Maynard Keynes publicó su “Teoría general” en 1936, los economistas realmente no se preocupaban por el ciclo económico. Schumpeter hizo hincapié en un tipo diferente de ciclo: uno más largo de innovación. Los empresarios, motivados por la perspectiva de ganancias monopólicas, inventan y comercializan productos que superan sus antecesores. Luego son derrotados. Este “vendaval perenne” del nacimiento y la muerte, no los esquemas de los planificadores, es cómo se hacen los avances tecnológicos. El capitalismo, aunque desigual, es dinámico. Las empresas y sus propietarios disfrutan de ventanas limitadas de ventaja competitiva. “Cada clase se asemeja a un hotel”, escribió Schumpeter anteriormente; “Siempre lleno, pero siempre de diferentes personas”. Tal vez estaba recordando su propia experiencia en la industria bancaria de Viena.

Tomados en conjunto, en la década de 1940, Hayek, Popper y Schumpeter ofrecieron un ataque contra el colectivismo, el totalitarismo y el historicismo, y una reformulación de las virtudes de la democracia liberal y los mercados.

El capitalismo no es un motor para la explotación belicista (como creían los marxistas), ni una oligarquía estática, ni un camino hacia la crisis. Acompañado por el estado de derecho y la democracia, es la mejor manera para que las personas conserven su libertad.

Revisitando el tema de la servidumbre

La recepción de las investigaciones de Popper varió en el tiempo. Popper luchó para publicar su libro (era largo y todavía se racionaba el papel). En 1947, Schumpeter fue aclamado como una obra maestra; y su reputación se disparó. El trabajo de Hayek tuvo poco impacto hasta que apareció en Reader’s Digest en EEUU, convirtiéndolo en una sensación de la noche a la mañana. Y, con el tiempo, los caminos de los tres hombres divergieron. Popper, que se mudó a Gran Bretaña en 1946, volvió a centrarse en la ciencia y el conocimiento. Schumpeter murió en 1950. Hayek se trasladó a Michigan, convirtiéndose en una luminaria de la Escuela de Chicago de economistas de libre mercado y crítica estridente de todo el gobierno.

Pero la estatura combinada de los tres aumentó. En la década de 1970, el keynesianismo y la nacionalización habían fracasado, lo que llevó a una nueva generación de economistas y políticos, incluidos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, a enfatizar los mercados y las personas. El colapso de la Unión Soviética en la década de 1990 reivindicó el ataque de Popper sobre la estupidez de los grandes esquemas históricos. Y las continuas reinvenciones de Silicon Valley, desde el mainframe y las PC hasta Internet y los teléfonos celulares, confirmaron la fe de Schumpeter en los empresarios.

Los tres austriacos son vulnerables a las críticas comunes. La concentración de su poder intelectual sobre las ideologías izquierdistas (en lugar del nazismo) puede parecer desequilibrada. Schumpeter había sido complaciente con el ascenso del nazismo; pero para Popper y Hayek, la devastación desatada por el fascismo era evidente. Ambos sostenían que el marxismo y el fascismo tenían raíces comunes: la creencia en un destino colectivo; la convicción de que la economía debe orientarse hacia un objetivo común y que una elite auto-seleccionada debe dar las órdenes.

Otra crítica es que ponen muy poco énfasis en domesticar el salvajismo del mercado, particularmente dada la miseria del desempleo en la década de 1930. De hecho, Popper estaba profundamente preocupado por las condiciones de los trabajadores; en “The Open Society”, enumera con aprobación las regulaciones laborales establecidas desde que Marx escribió sobre los niños que trabajan en las fábricas. Pensó que las políticas pragmáticas podrían mejorar gradualmente la suerte de todos. En la década de 1940, Hayek fue más moderado, y escribió que “se puede asegurarles a todas las personas un mínimo de alimentos, abrigo y ropa, suficientes para preservar la salud y la capacidad de trabajo”. El ciclo económico fue “uno de los problemas más graves” de la época. Schumpeter mostró menos signos de compasión, pero era profundamente ambivalente sobre el impacto social de la destrucción creativa.

Hoy en día, los austriacos siguen siendo tan relevantes como siempre. La autocracia se está endureciendo en China. La democracia está en retroceso en Turquía, Filipinas y otros lugares. Los populistas acechan en EEUU y Europa: en Viena, un partido con raíces fascistas pertenece a la coalición gobernante. Los tres habrían estado perturbados por la decadencia de la esfera pública en Occidente. En lugar de un concurso de ideas, existe la indignación tribal de las redes sociales, el fanatismo de la izquierda en los campus de Estados Unidos y el miedo y la desinformación en la derecha.

Juntos, el trío identificó sobre la tensión entre la libertad y el progreso económico, ahora exacerbada por la tecnología. En la década de 1940, Hayek y Popper pudieron argumentar que la libertad individual y la eficiencia eran compañeras. Una sociedad libre y descentralizada asigna recursos mejor que los planificadores, que solo podían adivinar el conocimiento disperso entre millones de individuos. Hoy, en cambio, el sistema más eficiente puede ser centralizado. Big Data podría permitirles a las empresas tecnológicas y los gobiernos “ver” toda la economía y coordinarla de manera mucho más eficiente de lo que podrían hacerlo los burócratas soviéticos.

Schumpeter pensó que los monopolios eran castillos temporales que eran arrasados por nuevos competidores. Las élites digitales de hoy en día parecen atrincheradas. Popper y Hayek podrían estar luchando por una descentralización de Internet, de modo que las personas posean sus propios datos e identidades. A menos que el poder se disperse, habrían señalado, que siempre es peligroso. Lampadia




Seguimos aprendiendo de un ícono liberal

John Maynard Keynes, un ícono del activismo económico con filosofía liberal, todavía es muy relevante en la actualidad. Lo cierto es que en el debate sobre si y cuánto debe gastar el gobierno para rescatar a las economías, y sí en determinadas ocasiones, debe reemplazar la inversión privada, Keynes es el protagonista.

Keynes mismo, era un economista liberal en el sentido tradicional: quería que el gobierno usara su fórmula para enfocarse en el pleno empleo, tanto por razones económicas como sociales. La teoría de Keynes no es liberal ni conservadora. Solo describe una economía en la que la presión sobre cualquier variable afecta a las demás.

Y esta es justamente la dificultad de la aplicación de las teorías económicas, todo se puede relativizar, las interconexiones de las variables son complejas y es imposible aislar una variable y su relación con otra, en contextos dinámicos y de múltiples variables,  como se da en el mundo real.

Keynes creía que los gobiernos liberales tenían que luchar activamente contra las recesiones económicas, o los votantes recurrirían a gobiernos antiliberales que sí lo hacen. Keynes era un creyente de la sociedad libre.

Este pensamiento tan acertado para el mediano plazo es imposible de entenderse por parte de políticos cortoplacistas.

Si difería de los liberales “clásicos” en unas pocas cosas evidentes e importantes, era simplemente porque trataba de actualizar la idea liberal esencial para ajustarla a las condiciones económicas de una nueva era.

Compartimos con nuestros lectores un análisis de the Economist al respecto:

¿Fue John Maynard Keynes un liberal?
Libertad vs economía

Las personas deben tener libertad de elegir. Era su libertad de no elegir lo que le preocupaba

The Economist
18 de agosto, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

En 1944, Friedrich Hayek recibió una carta de un huésped del Hotel Claridge en Atlantic City, Nueva Jersey. Esta felicitaba al economista nacido en Austria por su “gran libro”, “El camino a la servidumbre”, que sostenía que la planificación económica representaba una amenaza insidiosa a la libertad. La carta afirmaba que, “moral y filosóficamente, me encuentro de acuerdo y profundamente conmovido”.

La carta a Hayek era de John Maynard Keynes, de camino a la conferencia de Bretton Woods en New Hampshire, donde ayudaría a planificar el orden económico de la posguerra. La calidez de la carta sorprenderá a aquellos que conocen a Hayek como el padrino intelectual del libre mercado del Thatcherismo y a Keynes como el santo patrón de un capitalismo fuertemente intervenido.

Pero Keynes, a diferencia de muchos de sus seguidores, no era un hombre de izquierda. “La guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”, dijo en su ensayo de 1925, “¿Soy un liberal?”. Más tarde describió a los sindicalistas como “tiranos, cuyas pretensiones egoístas y seccionales tienen que oponerse valientemente”. Acusó a los líderes del Partido Laborista británico de actuar como “sectarios de un credo desgastado”, “murmurando frases confusas sobre el marxismo”. Y afirmó que “existe una justificación social y psicológica para las importantes desigualdades de ingresos y riqueza” (aunque no por las brechas tan grandes que existían en su época).

¿Por qué entonces Keynes promovía lo que llamamos keynesianismo? La respuesta obvia es la Gran Depresión, llegó a Gran Bretaña en la década de 1930, y destrozó la fe de muchas personas en el capitalismo no administrado. Pero varias de las ideas de Keynes datan de más atrás.

Él pertenecía a una nueva generación de liberales que no estaban esclavizados por el laissez-faire, la idea de que “una empresa privada sin trabas promovería el mayor bien del conjunto”. Esa doctrina, creía Keynes, nunca fue necesariamente verdadera en principio y ya no era útil en la práctica. Lo que el estado debería dejarle a la iniciativa individual, y lo que debería asumir, tenía que decidirse por los méritos de cada caso.

Al tomar esas decisiones, él y otros liberales tuvieron que lidiar con las amenazas del socialismo y el nacionalismo, la revolución y la reacción. En respuesta a la creciente influencia política del Partido Laborista, un gobierno liberal con mentalidad reformista había introducido el seguro nacional obligatorio en 1911, el cual proporcionaba subsidio por enfermedad, prestaciones de maternidad y asistencia limitada por desempleo a los pobres que trabajaban. Los liberales de este tipo consideraban a los trabajadores desempleados como activos nacionales que no debían ser “pauperizados” sin culpa propia.

Este grupo de liberales creía en ayudar a aquellos que no podían ayudarse a sí mismos y lograr colectivamente lo que no se podía lograr individualmente. El pensamiento de Keynes pertenece a este ámbito. Se dedicó a los emprendedores que no podían expandir sus operaciones de manera rentable a menos que otros hicieran lo mismo, y a los ahorradores que no podían mejorar su posición financiera a menos que otros estuvieran dispuestos a pedir prestado. Ninguno de los dos grupos puede tener éxito solo con sus propios esfuerzos. Y su fracaso en lograr sus propósitos también perjudica a todos los demás.

¿Cómo es eso? Keynes dijo: Las economías producen en respuesta al gasto. Si el gasto es débil, la producción, el empleo y los ingresos serán correspondientemente débiles. Una fuente vital de gasto es la inversión: la compra de nuevos equipos, fábricas, edificios y similares. Pero a Keynes le preocupaba que los empresarios privados, dejados a sus capacidades, realizaran muy pocos gastos de este tipo. Él argumentó, provocativamente una vez, que Estados Unidos podría gastar su camino hacia la prosperidad.

Los primeros economistas eran más radicales. Creían que, si la voluntad de invertir era débil y el deseo de ahorrar era fuerte, la tasa de interés caería para alinear a los dos. Keynes pensó que la tasa de interés tenía otro rol. Su tarea consistía en persuadir a la gente a desprenderse del dinero y, en cambio, mantener activos menos líquidos.

El atractivo del dinero, como lo entendía Keynes, era que permitía a las personas preservar su poder adquisitivo mientras diferían las decisiones sobre qué hacer con él. Les daba la libertad de no elegir:

  • Si la demanda de la gente por este tipo de libertad fuera particularmente feroz, se separarían del dinero solo si otros activos parecían irresistiblemente baratos en comparación.
  • Desafortunadamente, los precios de activos muy bajos también deprimirían el gasto de capital, lo que provocaría una disminución de la producción, el empleo y las ganancias.
  • La caída de los ingresos reduciría la capacidad de la comunidad para ahorrar, exprimiéndola hasta que coincida con la escasa disposición de la nación para invertir.
  • Y allí la economía languidecería.

El desempleo resultante no solo era injusto, también era tremendamente ineficiente. El trabajo, Keynes señaló, no se cumple. Aunque los trabajadores mismos no desaparecen por falta de uso, el tiempo que podrían haber dedicado a la economía se desperdicia para siempre.

Tal desperdicio aún persigue al mundo. Desde principios de 2008, la fuerza de trabajo estadounidense ha invertido 100,000 millones de horas menos de lo que podría tener si tuviera un empleo pleno, según la Oficina de Presupuesto del Congreso. Keynes a menudo era acusado por los oficiales de una despreocupación excesiva por la rectitud fiscal. Pero eso no era nada en comparación con el extraordinario desperdicio de recursos del desempleo masivo.

Algo ligeramente rosado

El remedio que se asocia más a menudo con Keynes era simple: si los empresarios privados no invirtieran lo suficiente para mantener un alto nivel de empleo, el gobierno debería hacerlo en su lugar. Estaba a favor de ambiciosos programas de obras públicas, incluida la reconstrucción del sur de Londres desde County Hall hasta Greenwich, de modo que rivalizara con St. James’s. En su carta a Hayek, admitió que su acuerdo moral y filosófico con “El camino a la servidumbre” no se extendía a su visión económica. Era casi seguro que Gran Bretaña necesitaba más planificación, no menos. En la “Teoría General” prescribió “una socialización de la inversión algo comprensiva”.

Sus peores críticos han aprovechado las implicaciones iliberales, incluso totalitarias, de esa frase. Es cierto que el keynesianismo es compatible con el autoritarismo, como lo demuestra la China moderna. La pregunta interesante es esta: ¿si el keynesianismo puede funcionar bien sin liberalismo, puede el liberalismo prosperar sin keynesianismo?

Los críticos liberales de Keynes proponen una variedad de argumentos:

  • Algunos rechazan su diagnóstico. Las recesiones, argumentan, no son el resultado de un déficit de gasto curable.
  • Ellos mismos son la cura dolorosa para gastos mal dirigidos.
  • Las depresiones no representan un conflicto entre la libertad y la estabilidad económica.
  • El remedio no es menos liberalismo sino más: un mercado laboral más libre que permita que los salarios caigan rápidamente cuando aumenta el gasto.
  • El fin de los bancos centrales activistas, porque las tasas de interés artificialmente bajas invitan a inversiones mal dirigidas que terminan fracasando.

Otros dicen que la cura es peor que la enfermedad. Las recesiones no son motivo suficiente para infringir la libertad. Este estoicismo estaba implícito en las instituciones victorianas como el patrón oro, el libre comercio y los presupuestos equilibrados, que ataron las manos de los gobiernos, para bien o para mal. Pero, en 1925, la sociedad ya no podía tolerar ese dolor, en parte porque ya no creía que era necesario. 

Una tercera línea de argumento acepta principalmente el diagnóstico de Keynes, pero tiene conflicto con su prescripción más famosa: la movilización pública de la inversión. Los liberales posteriores a Keynes depositaron más fe en la política monetaria. Si la tasa de interés no reconciliara naturalmente el ahorro y la inversión en altos niveles de ingresos y empleo, los bancos centrales modernos podrían reducirla hasta que lo hiciera. Esta alternativa se sentó más cómodamente con los liberales que el activismo fiscal keynesiano. La mayoría de ellos (aunque no todos) aceptan que el estado tiene la responsabilidad por el dinero de una nación. Dado que el gobierno necesitará una política monetaria de uno u otro tipo, también podría elegir una que ayude a la economía a desarrollar todo su potencial.

Estos tres argumentos tienen refutaciones:

  • Si una economía ha gastado mal, seguramente la solución es redirigir los gastos, no reducirlos.
  • Si los gobiernos liberales no luchan contra las recesiones, los votantes recurrirán a gobiernos antiliberales que lo hagan, poniendo en peligro las mismas libertades que la piadosa inacción del gobierno debía respetar.

Por último, Keynes mismo pensó que el dinero fácil era útil. Él solo dudaba de que fuera suficiente. Sin importar lo generosamente provisto, la liquidez adicional puede no reactivar el gasto, especialmente si las personas no esperan que la generosidad persista. Dudas similares sobre la política monetaria han revivido desde la crisis financiera de 2008. La respuesta de los bancos centrales a ese desastre fue menos efectiva de lo esperado. También fue más entrometido de lo que a los puristas les gustaría. Las compras de activos de los bancos centrales, incluidos algunos valores privados, inevitablemente favorecieron a algunos grupos sobre otros. Por lo tanto, comprometieron la imparcialidad en los asuntos económicos que corresponden a un estado estrictamente liberal.

En crisis severas, la política fiscal keynesiana puede ser más efectiva que las medidas monetarias. Y no necesita ser tan torpe como sus críticos temen. Incluso un estado pequeño y sin pretensiones debe llevar a cabo alguna inversión pública, en infraestructura, por ejemplo. Keynes pensó que estos proyectos deberían programarse para compensar las caídas en el gasto privado, cuando los hombres y los materiales serían de todos modos más fáciles de encontrar.

Al promover la inversión, le complació tener “todo tipo de compromisos” entre la autoridad pública y la iniciativa privada. El gobierno podría, por ejemplo, suscribir los peores riesgos de algunas inversiones, en lugar de emprenderlas por sí mismo.

En la década de 1920, Gran Bretaña contaba con impuestos progresivos y un seguro nacional obligatorio, que recaudaba contribuciones de los asalariados y las empresas durante los períodos de empleo, luego desembolsaba los beneficios de desempleo durante períodos de desempleo. Aunque no se concibió como tal, estos arreglos sirvieron como “estabilizadores automáticos”, eliminando el poder adquisitivo durante los auges y restaurándolo durante las caídas.

Esto puede ser llevado más allá. En 1942, Keynes respaldó una propuesta para reducir las contribuciones de seguro nacional durante los malos tiempos y elevarlos en los buenos tiempos. En comparación con la inversión pública variable, este enfoque tiene ventajas: los impuestos a la planilla, a diferencia de los proyectos de infraestructura, se pueden ajustar con el trazo de un bolígrafo. También difumina las líneas ideológicas. El estado es más keynesiano (juzgado por el estímulo) cuando también es el más pequeño (medido por su recaudación de impuestos).

La teoría keynesiana es finalmente agnóstica sobre el tamaño del gobierno. El propio Keynes pensó que una imposición fiscal del 25% del ingreso nacional neto (aproximadamente el 23% del PBI) es “aproximadamente el límite de lo que se soporta fácilmente”. Le preocupaba más el volumen de gasto que su composición. Estaba muy contento con la idea de dejar que las fuerzas del mercado decidieran qué se compraba, siempre que fuera suficiente. Hecho bien, sus políticas solo distorsionaban el gasto que de otro modo no habría existido.

Ciertamente, el keynesianismo puede ser llevado al exceso. Si funciona demasiado bien para reactivar el gasto, puede estresar los recursos de la economía, produciendo una inflación crónica (una posibilidad que también preocupa a Keynes). Los planificadores pueden calcular mal o sobrepasarse. Su poder para movilizar recursos puede invitar a un cabildeo intenso, que puede volverse militante, requiriendo una respuesta fuerte del gobierno. Los estados totalitarios que Keynes, trabajó duro para derrotarlos, demostraron que la “movilización central de recursos” y “la regimentación del individuo” podrían destruir la libertad personal, como él mismo señaló una vez.

Pero Keynes sintió que el riesgo en Gran Bretaña era remoto. La planificación que propuso fue más modesta. Y algunas de las personas que lo llevaban a cabo estaban tan preocupadas por el socialismo rampante como cualquiera. La planificación moderada será segura, argumentó Keynes en su carta a Hayek, si los que la implementan comparten la posición moral de Hayek. Los planificadores ideales son reacios. El keynesianismo funciona mejor en manos de Hayekianos. Lampadia




El Estado del Bienestar necesita modernizarse

El mundo ha evolucionado de manera drástica en las últimas décadas. Los cambios económicos y sociales impulsados por las nuevas tecnologías, el comercio, la demografía o la migración influyen en los resultados de las políticas públicas, incluidas las que afectan a la relación de los estados con sus poblaciones y los servicios públicos, que deben adaptarse a esas evoluciones ajustando sus políticas e innovando nuevas formas de lograr los objetivos.

La economía de bienestar es conocida como un enfoque de izquierda, pero, en realidad, nació gracias al liberalismo clásico en el Reino Unido. El objetivo era brindar seguridad a las personas para que puedan seguir la vida que eligieron. Como afirma The Economist, “Los reformadores liberales creían que, al asegurar a las personas contra algunos riesgos de ‘destrucción creativa’ o externalidades, los estados de bienestar reforzarían el apoyo democrático al libre mercado”.

Hoy hay muchas variedades de estados de bienestar. Líneas abajo presentamos el artículo líder de The Economist al respecto, y en el siguiente enlace, el análisis en profundidad de la revista: “El ‘estado de bienestar’ necesita una actualización”. Ambos  nos explican las connotaciones actuales en las sociedades modernas. Un tema clave es la relación o balance entre el gasto en bienestar y con la reducción de la pobreza y los incentivos para el trabajo, ‘el trilema’. A medida que los países se vuelven más ricos, el gasto público aumenta como porcentaje del PBI, pero no necesariamente la perc epción de sus beneficios, como se puede ver líneas abajo:

La verdad es que el gasto en “protección social” (pensiones, prestaciones y similares) en el club de países de la OCDE ha aumentado del 5% en la década de 1960 al 15% en 1980 al 21% en 2016.

En definitiva, en relación al Estado del Bienestar se necesita una modernización y adaptación de las ideas socialdemócratas, que vaya más allá del mantenimiento del nivel de gasto público, y se enfoque mucho más en la calidad, progresividad e impacto del mismo. En este sentido, las reformas adoptadas por los países escandinavos pueden servir de guía para marcar el camino.

Para entender más el tema, compartimos líneas abajo otro artículo de The Economist:

Regresando a lo básico
El capitalismo necesita un ‘estado de bienestar’ para sobrevivir

Pero el ‘bienestar’ debe reformarse para enfrentar el envejecimiento y la inmigración

The Economist
12 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

En las mitologías de izquierda y derecha, el ‘estado de bienestar’ es creado por el socialismo. Sin embargo, la tradición intelectual que más lo ha alimentado es el liberalismo. El arquitecto de su versión británica, William Beveridge, no quería usar el poder del estado por sí mismo. El objetivo era brindar seguridad a las personas para que puedan seguir la vida que eligieron.

Los reformadores liberales creían que, al asegurar a las personas contra algunos riesgos de ‘destrucción creativa’, los estados de bienestar reforzarían el apoyo democrático al libre mercado.

Desde que Beveridge publicó su informe seminal en 1942, los ‘estados de bienestar’ se han extendido, se han hecho más grandes, más complejos y, a menudo, menos populares. Este cambio tiene muchas causas. Pero una es que muchas veces se han alejado de los principios liberales que los sostenían. Son estos principios los que deben reafirmarse.

A medida que los países se vuelven más ricos, tienden a gastar una mayor proporción del ingreso nacional en servicios públicos y beneficios. El gasto en “protección social”, como las pensiones, el seguro de desempleo y la asistencia para los desempleados ha aumentado de un promedio de alrededor del 5% del PBI en los países ricos en 1960 al 20% en la actualidad. Si se incluye el gasto en salud y educación, la cifra casi se duplica. Para algunos, el nivel tan alto de estos estados de bienestar es razón suficiente para una reforma.

Pero lo que hace el ‘estado de bienestar’ es quizás más importante que su tamaño. Debe permitir que las personas tomen sus propias decisiones, ya sea mediante el apoyo a los padres de familia para reinsertarse al trabajo como en Escandinavia, ayudas presupuestales para personas con discapacidades como en Inglaterra, o ‘cuentas de aprendizaje’ al estilo de Singapur para que los desempleados puedan adquirir nuevas habilidades.

Todos necesitan lo suficiente para continuar sus vidas. Muchos de los que abandonan el mercado de trabajo o que trabajan en la ‘economía gig’ (en trabajos temporales de corto plazo) luchan por salir adelante. Y muy a menudo, la ayuda para los pobres se presenta de manera cruel, ineficiente, paternalista o compleja. En algunos países ricos, los desempleados enfrentan tasas impositivas marginales superiores al 80% cuando comienzan un trabajo, debido a la pérdida de beneficios.

Cualquier reforma del ‘bienestar’ implica la búsqueda de balances entre el costo del plan y sus efectos sobre la pobreza y los incentivos para trabajar. Ningún esquema es perfecto. Pero una buena base es el impuesto negativo sobre la renta, que subsidia a los trabajadores por debajo de un cierto umbral de ingresos, mientras grava a los que ganan por encima. El impuesto a la renta negativo se puede combinar con un ingreso mínimo para todos. Es una forma relativamente simple y eficiente de enfocarse en la pobreza mientras se mantienen los incentivos para trabajar, siempre y cuando la tasa de impuestos no sea demasiado alta.

La reforma, sin embargo, también requiere asumir dos desafíos que no le causaron mucha preocupación a Beveridge:

  • El primero es el envejecimiento.

Se prevé que, en los países ricos, la proporción de personas en edad laboral, en relación a los jubilados, disminuya de cuatro a uno en 2015, a dos a uno en 2050. Y a medida que los países se vuelven más longevos, el gasto social se concentrará hacia los ancianos. Para mitigar la creciente desigualdad intergeneracional, tendría sentido recortar los beneficios más cómodos para los ancianos y elevar constantemente las edades de jubilación.

  • El segundo desafío es la inmigración.

En toda Europa, el “chauvinismo del bienestar” está en aumento. Se respalda un estado de bienestar generoso para las personas más pobres, pero no para los inmigrantes. Los populistas argumentan que, si los inmigrantes de países pobres inmigran libremente a los ricos, arruinarán el estado de bienestar. Otros argumentan que las políticas liberales de migración dependen de frenar el acceso a la misma: construir un muro alrededor del estado de bienestar, no el país. Las encuestas sugieren que pocos europeos nativos quieren privar a los recién llegados del acceso inmediato a la atención médica y las escuelas para sus hijos. Pero algunas restricciones en los beneficios monetarios, como las que ya existen en Estados Unidos y Dinamarca, pueden ser necesarias.

Los liberales como Beveridge se dieron cuenta, de que la mejor manera de asegurar el apoyo al libre mercado, es incorporar más personas en el. El ‘estado de bienestar’ debe verse como algo más que proporcionar zapatos y sopa para los pobres y seguridad en la vejez. En una sociedad democrática, también es crucial para soporte del capitalismo. Lampadia




Cuando el Estado interviene en los mercados se cae en abismos

De cómo una intervención en contra del mercado avanza hasta destruir la economía de mercado y desbaratar la producción de bienes y servicios.

Las políticas públicas y las decisiones económicas son el espacio de encuentro y desencuentro de la falta de miras, el cortoplacismo y las buenas intenciones, con la cruda realidad determinada por miles de agentes económicos, personas, empresas e instituciones, que responden a incentivos y oportunidades, y no a normas y regulaciones que interfieren en los mercados.

Líneas abajo compartimos una brillante presentación de Ludwig von Mises, de mayo de 1950, que explica con una gran sencillez, cómo las decisiones de gobierno sobre los mercados, así estén inspiradas en buenas intenciones, pueden desencadenar una serie creciente de regulaciones (cada una para remediar el problema ocasionado por la anterior) que terminan conduciendo al Estado a hacerse de capacidades que sustituyen las funciones del mercado y llevan a las economías a disminuir la inversión, la producción, y el bienestar general.

Este tipo de normas terminan produciendo efectos contrarios a sus enunciados y a sus propósitos. En Lampadia desarrollamos, hace algún tiempo, una sección llamada: ‘Normas-contra-propósito’. Lamentablemente, tal como explica von Mises, en el Perú, este tipo de decisiones de gobierno se siguen multiplicando todos los días, al punto de haber intervenido en nuestro novel mercado de principios de siglo y haber creado una costra de normas, instancias, y enfoques burocráticos que, en esencia, han lisiado a nuestra economía de mercado y hecho tortuosos los espacios de innovación, creatividad e inversión.

Un par de ejemplos recientes de intervencionismo, son los casos de la leche (el ejemplo de von Mises), y los cines:

La leche marca ‘Pura Vida’

A mediados del año pasado,  se acusó a [Gloria] de engaño. El Ministerio de Salud,  seguido con gran intensidad por los medios, prohibió el uso de la palabra leche en las etiquetas del  producto.

A un año del escándalo, el consumo de leche bajó 9% en el 2017 y 5% en lo que va del 2018. El precio promedio que están pagando quienes han migrado a otros productos es hasta 25% más alto.

Algo muy grave, porque el Perú tiene un consumo per cápita de leche muy bajo, de 87 litros por habitante/año, cuando la FAO recomienda que sea de al menos 180 litros. 

Efecto colateral: más gasto y menos consumo.

Glosado de: Alimentación saludable: buenas intenciones, pésimos resultados.
Por Julio Luque, Gestión.

El caso de los cines y la canchita

Más recientemente, Indecopi ha invadido el ámbito de la gestión de los cines, con lo cual ya se pararon inversiones en ampliación de cobertura y mejoramiento del servicio, generando una tendencia de aumento de precios y un menor espacio para el desarrollo del cine nacional, que estuvo creciendo de la mano del crecimiento de la industria atacada en la esencia de su cadena de valor.

Ver en Lampadia: A las empresas se les trata con prejuicio e ignorancia – La convergencia anti-empresa apunta contra los cines.

Nuestro Congreso genera normas de este tipo todos los días. Ojalá nuestros lectores nos traigan más ejemplos. Pero ahora, los invitamos a iluminarse con la sabiduría de Ludwig von Mises:

Las políticas públicas de la tercera vía conducen al socialismo

(Primera parte)

Ludwig von Mises
Traducido y Glosado por Lampadia

Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism
Esta disertación se presentó en el University Club de Nueva York, el 18 de abril de 1950.
Mises Daily Articles, Mises Institute, Austrian Economics, Freedom and Peace, 12 de febrero, 2006.

El dogma fundamental de todas las formas de socialismo y comunismo es que la economía de mercado o el capitalismo, es un sistema que perjudica los intereses vitales de la inmensa mayoría de personas, con el único beneficio de una pequeña minoría de individualistas insensibles. Condena a las masas a un empobrecimiento progresivo. Trae miseria, esclavitud, opresión, degradación y la explotación de los trabajadores, a la vez que enriquece una clase de parásitos inactivos e inútiles.

Esta doctrina se desarrolló mucho antes de que Marx entrara en escena. Sus propagadores más exitosos no fueron los marxistas, sino personas como Carlyle y Ruskin, los fabianos británicos, los profesores alemanes y los institucionalistas estadounidenses.

Y es muy significativo que este dogma solo fuera cuestionado por unos pocos economistas, que fueron silenciados muy pronto, e impedidos de acceder a las universidades, a la prensa, a la dirección de los partidos políticos y, sobre todo, a los cargos públicos. La opinión pública, en su gran mayoría, aceptó la condena del capitalismo sin ninguna reserva.

Socialismo

Pero, por supuesto, las conclusiones políticas prácticas que las personas extrajeron de este dogma no fueron uniformes.

Un grupo declaró que solo hay una forma de acabar con estos males, a saber, abolir el capitalismo por completo. Abogan por tomar en el Estado, el control de los medios de producción privados. Apuntan al establecimiento de lo que se llama socialismo, comunismo, planificación o capitalismo de estado. Todos estos términos significan lo mismo. Los consumidores ya no deben determinar, mediante su compra y abstención de comprar, qué debe producirse, en qué cantidad y de qué calidad. De ahora en adelante, una autoridad central sola debería dirigir todas las actividades de producción.

Intervencionismo, supuestamente una política para la ‘tercera vía’

Un segundo grupo parece ser menos radical. Rechazan el socialismo al igual que el capitalismo. Recomiendan un tercer sistema que, como dicen, está tan alejado del capitalismo como del socialismo, que se encuentra a mitad de camino entre los otros dos sistemas, conservando las ventajas de ambos. Este tercer sistema se conoce como el sistema de intervencionismo. En la terminología de la política estadounidense a menudo se la conoce como la política de la mitad del camino, o la tercera vía.

Lo que hace que este tercer sistema sea popular entre muchas personas es la forma particular en que ellos eligen ver los problemas en cuestión. Según lo ven, por un lado los capitalistas y empresarios, y por otro los asalariados, discuten sobre la distribución del rendimiento del capital y las actividades empresariales. Ambas partes reclaman todo el pastel por sí mismos. Ahora, sugiérales a estos mediadores, hagamos las paces dividiendo equitativamente el valor en disputa entre las dos clases. El Estado como árbitro imparcial debería intervenir, y debería frenar la avaricia de los capitalistas y asignar una parte de los beneficios a las clases trabajadoras. Por lo tanto, será posible destronar al capitalismo moloch [del Culto a Moloch, el Dios de fenicios, canaanitas y cartagineses, que exigía sacrificios humanos], sin entronizar el moloch del socialismo totalitario.

Sin embargo, este modo de juzgar el problema es completamente falaz. El antagonismo entre el capitalismo y el socialismo no es una disputa sobre la distribución del botín. Es una controversia sobre cuál de los dos esquemas de organización económica de la sociedad, el capitalismo o el socialismo, conducen a un mejor logro de los fines que todas las personas consideran el objetivo final de las actividades comúnmente llamadas económicas, a saber, la mejor oferta posible de productos y servicios útiles.

El capitalismo quiere alcanzar estos fines mediante las empresas e iniciativas privadas, sujetas a la decisión suprema de comprar y abstenerse de comprar del mercado.

Los socialistas quieren sustituir los planes de las distintas personas, por el plan único de una autoridad central. Quieren poner en el lugar de lo que Marx llamaba la “anarquía de la producción”, el monopolio exclusivo del gobierno. El antagonismo no se refiere al modo de distribución de una cantidad fija de comodidades. Se refiere al modo de producir todos aquellos bienes que la gente quiere disfrutar.

El conflicto de los dos principios es irreconciliable y no permite ningún compromiso. El control es indivisible. O bien la demanda de los consumidores manifestada en el mercado decide con qué fines y cómo se deben emplear los factores de producción, o el gobierno se ocupa de estos asuntos. No hay nada que pueda mitigar la oposición entre estos dos principios contradictorios. Se excluyen el uno al otro.

El intervencionismo no es un camino dorado entre el capitalismo y el socialismo. Es el diseño de un tercer sistema de organización económica de la sociedad y debe ser apreciado como tal.

Cómo funciona el intervencionismo

No es tarea de la discusión de hoy plantear preguntas sobre los méritos del capitalismo o del socialismo. Hoy estoy tratando solo sobre el intervencionismo. Y no pretendo entrar en una evaluación arbitraria del intervencionismo desde ningún punto de vista preconcebido. Mi única preocupación es mostrar cómo funciona el intervencionismo y si puede o no considerarse como el patrón de un sistema permanente para la organización económica de la sociedad.

Los intervencionistas enfatizan que planean retener la propiedad privada de los medios de producción, el emprendimiento y el intercambio de mercado. Pero, continúan diciendo, es perentorio evitar que estas instituciones capitalistas propaguen estragos y exploten injustamente a la mayoría de las personas. Es deber del gobierno restringir, mediante órdenes y prohibiciones, la avaricia de las clases propietarias, no sea que su codicia perjudique a las clases más pobres. El capitalismo sin ataduras o laissez-faire es un mal. Pero para eliminar sus males, no hay necesidad de abolir el capitalismo por completo. Es posible mejorar el sistema capitalista mediante la intervención del gobierno en las acciones de los capitalistas y empresarios. Dicha regulación gubernamental y la reglamentación de los negocios es el único método para evitar el socialismo totalitario y rescatar esas características del capitalismo que vale la pena preservar.

Sobre la base de esta filosofía, los intervencionistas abogan por una galaxia de diversas medidas. Permítanos elegir uno de ellos, el muy popular esquema de control de precios.

De cómo el control de precios conduce al socialismo

El gobierno cree que el precio de un bien definido, por ejemplo, la leche, es demasiado alto. Quiere hacer lo posible para que los pobres les den más leche a sus hijos. Por lo tanto, recurre a un precio tope y fija el precio de la leche en un nivel menor que el que prevalece en el mercado libre.

El resultado es que los productores marginales de leche, aquellos que producen al costo más alto, incurren en pérdidas. Como ningún agricultor o empresario individual puede seguir produciendo a pérdida, estos productores marginales dejan de producir y vender leche en el mercado. Utilizarán sus vacas y sus habilidades para otros fines más rentables. Por ejemplo, producirán mantequilla, queso o carne.

Por lo tanto, habrá menos leche disponible para los consumidores, no más. Esto, desde luego, es contrario a las intenciones del gobierno. Que quería que sea más fácil para algunas personas comprar más leche. Pero, como resultado de esta interferencia, la oferta disponible disminuye. La medida se prueba como abortiva desde el punto de vista preciso del gobierno y de los grupos que pretendía favorecer. Produce un estado de cosas que desde el punto de vista del gobierno, es aún menos deseable que el estado previo de cosas, que estaba destinado a mejorar.

Ahora, el gobierno enfrenta una alternativa. Puede derogar su decreto y abstenerse de cualquier esfuerzo adicional para controlar el precio de la leche. Pero si insiste en su intención de mantener el precio de la leche por debajo del que el mercado libre habría determinado, no obstante, evitar una caída en el suministro de leche, debe entonces, tratar de eliminar las causas que hacen que el negocio de los productores marginales no sea rentable. Debe añadir, al primer decreto relacionado solo al precio de la leche, un segundo decreto que fija los precios de los insumos necesarios para la producción de leche, en un nivel tan bajo que los productores marginales de leche no sufran más pérdidas y, por lo tanto, se abstengan de restringir su oferta.

Pero luego, la misma historia se repite en un plano más remoto. El suministro de los insumos requeridos para la producción de leche cae, y nuevamente el gobierno está de vuelta donde comenzó. Si no quiere admitir la derrota y abstenerse de cualquier intervención en los precios, debe ir más allá y fijar los precios de los insumos necesarios para la producción de los insumos necesarios para la producción de leche.

Por lo tanto, el gobierno se ve obligado a ir cada vez más lejos, fijando paso a paso los precios de todos los bienes de consumo y de todos los factores de producción, tanto laborales como materiales, y a ordenar, a cada empresario y a cada trabajador, que sigan trabajando con esos precios y salarios. Ninguna rama de la industria puede dejarse de lado, de esta fijación general de precios y salarios, y de la obligación de producir aquellas cantidades que el gobierno quiere ver producidas. Si algunas ramas industriales se dejan libres, por el hecho de que solo producen bienes calificados como no vitales o incluso como lujosos, el capital y el trabajo tenderían a fluir hacia ellos y el resultado sería una caída en el suministro de aquellos bienes, cuyos precios ha fijado el gobierno precisamente porque los considera indispensables para la satisfacción de las necesidades de las masas.

Pero cuando se alcanza este estado de control general de las empresas, ya no puede haber ningún tipo de economía de mercado. Los compradores, mediante su decisión de comprar o abstenerse comprar, ya no determinan qué se debe producir y cómo. La capacidad de decidir recae en el gobierno. Esto ya no es capitalismo: es una planificación integral por parte del gobierno, es el socialismo. Lampadia




La batalla por el mejor espacio para la prosperidad

Nuestra Misión en Lampadia es defender la economía de mercado, la inversión privada, el desarrollo y la modernidad, además promovemos el Estado de Derecho y la meritocracia para los funcionarios públicos. Esto implica que defendemos el libre comercio, la globalización y el mercado como el espacio de expresión de la creatividad e iniciativa individual. 

En esa línea, hemos analizado y destacado cómo el libre comercio, la más clara expresión de la globalización económica de las últimas décadas, produjo los grandes avances para la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global y el crecimiento de la población mundial al doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos.

Lamentablemente, aprovechando las confusiones y mentiras sobre la evolución de los ingresos y la desigualdad en los países más ricos, se ha desarrollado un discurso populista que cuestiona el libre comercio y la globalización. Este impulso populista ha conquistado buena parte del discurso político de nuestros días. Inclusive, se ha llegado cuestionar la vigencia del liberalismo y hasta del libre albedrío.

Esta ola populista presenta grandes riesgos y peligros para el mundo y especialmente, para países como el Perú que solo podemos derrotar la pobreza en un mundo abierto. Por eso nos da mucho gusto que The Economist, una fuente líder de análisis sobre desarrollo y asuntos mundiales, haya anunciado esta semana la creación de “Open Future”, una iniciativa editorial que tiene como objetivo rediseñar el argumento de los principios fundacionales de The Economist del liberalismo británico clásico que están siendo desafiados desde la derecha y la izquierda, en el actual clima político de populismo y autoritarismo.

Esta campaña es fundamental para recuperar un espacio que fomente e incentive el libre comercio y la globalización como el espacio fundamental para generar prosperidad. Solo ese espacio puede traer los beneficios que necesitamos los países emergentes como el Perú, porque en el es que se puede traer parte de la riqueza de los países más ricos a nuestros pobres, exportando nuestros magníficos productos como frutas, hortalizas, pescados, minerales, maderas, confecciones y servicios como el turismo y la gastronomía, creando mayor riqueza y beneficios para nuestra sociedad, algo que solo pueden darse en una sociedad abierta. 

Líneas abajo compartimos la carta de la editora de The Economist presentando su iniciativa:

Explicando qué es ‘Open Future’

Una carta a los lectores del editor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Zanny Minton Beddoes
The Economist
16 de abril de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Querido lector,

Este año The Economist celebra su 175 aniversario. James Wilson, un fabricante de sombreros de Escocia, fundó este periódico en septiembre de 1843 para argumentar contra las Leyes de Maíz de Gran Bretaña, que imponían aranceles punitivos a los cereales. Desde entonces hemos defendido el libre comercio, los mercados libres y las sociedades abiertas.

A lo largo de los años, también hemos defendido muchas causas controversiales, desde la privatización hasta la legalización de las drogas y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Al hacerlo, siempre nos hemos guiado por los valores liberales clásicos: una creencia en el progreso humano, la desconfianza en los intereses poderosos y el respeto por la libertad individual. Este es el liberalismo de grandes pensadores del siglo XIX como John Stuart Mill. (Confusamente, en Estados Unidos, el término “liberal” se ha convertido en sinónimo de izquierdismo de los grandes estados. Eso no es lo que defendemos).

Aunque el mundo ha cambiado drásticamente desde 1843, creemos que los valores que guían a The Economist son tan relevantes como siempre. Sin embargo, en un período de creciente populismo y, en muchas partes del mundo, de creciente autoritarismo, se enfrentan a una mayor resistencia hoy de lo que lo han hecho durante muchos años. En medio de la ira por la desigualdad, la inmigración y el cambio cultural, los elementos básicos del credo liberal, desde la globalización hasta la libertad de expresión, son atacados desde la derecha y la izquierda.

Así que hemos lanzado Open Future, una iniciativa para rediseñar el argumento de los valores y las políticas liberales en el siglo XXI. Queremos que esta exploración de ideas involucre tanto a nuestros críticos como a nuestros seguidores, y atraiga a una audiencia joven. Estamos llevando a cabo la conversación en todas las plataformas de The Economist: en el periódico, en este sitio web, a través de podcasts, películas y en las redes sociales. La iniciativa culminará en un evento mundial, el Open Future Festival, que se realizará simultáneamente en Hong Kong, Londres y Nueva York el sábado 15 de septiembre.

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta web es el centro de las discusiones de Open Future. Aquí encontrarán regularmente debates en línea, en los que destacados colaboradores externos toman un punto de vista en un tema controvertido y ustedes, nuestros lectores, pueden votar y comentar. (Nuestro primer debate de esta semana es si las universidades deberían prohibir a los oradores ofensivos.) Encontrarán detalles de un concurso de ensayos para jóvenes, con fecha límite para postular hasta el 15 de julio. Y encontrarán una amplia variedad de artículos sobre mercados libres y sociedades abiertas. En los próximos meses, publicaremos contribuciones de invitados y nuevos artículos del personal de The Economist. Celebraremos la historia del liberalismo con una serie de informes sobre grandes pensadores liberales. Y miraremos hacia adelante con un informe especial sobre el futuro del liberalismo.

Hemos organizado los debates en torno a cinco temas. Open Markets examinará el futuro del capitalismo; Open Ideas analizará la libertad de expresión; Open Society discutirá el equilibrio entre la diversidad, la política de identidad y la corrección política; Open Borders se enfocará en inmigración y Open Progress considerará si la tecnología sigue siendo una ruta para el progreso humano.

Cuando James Wilson lanzó este periódico en 1843, dijo que su misión era “participar en una contienda severa entre la inteligencia, que sigue adelante, y una ignorancia tímida e indigna que obstruye nuestro progreso”. Open Future es la última versión de esa misión. Los animo a que se unan a la conversación. Participen en nuestros debates, voten en las encuestas, participen en el concurso de ensayos y envíenos sus comentarios a openfuture@economist.com.

 

 

Zanny Minton Beddoes, Editora en Jefe
Explore el centro de Open Future Hub de The Economist

The Economist desarrollará su gesta promoviendo el análisis y debate sobre cinco grandes temas:

  • Open Markets examinará el futuro del capitalismo;
  • Open Ideas analizará la libertad de expresión;
  • Open Society discutirá el equilibrio entre la diversidad, la política de identidad y la corrección política;
  • Open Borders se enfocará en inmigración y
  • Open Progress considerará si la tecnología sigue siendo una ruta para el progreso humano.
  1. Open Markets

La primera sección analiza qué salió mal con el capitalismo en las economías avanzadas y qué se puede hacer al respecto. Primero se analiza bajo el punto de vista del comercio, luego, competencia y, por último, el rol que desempeña el gobierno en la economía moderna.

The Economist aclara que actualmente existe la sensación de que la economía ya no trae muchos beneficios para muchas personas, a pesar de que la globalización ha traído enormes beneficios para el mundo en general. Sin embargo, “las personas de ingresos medios en los países ricos parecen haber tenido un mal desempeño en los últimos años”.

Open Markets se enfoca en tres temas:

El primero es el comercio. Los economistas han argumentado durante mucho tiempo que el libre comercio enriquece a todos. Pero últimamente esa visión ha sido atacada.

Luego, competencia. El capitalismo funciona mejor cuando las personas y las empresas compiten en igualdad de condiciones.

Por último, consideramos el rol que desempeña el gobierno en la economía moderna. En particular, examinamos una idea que le interese a economistas, políticos y titanes tecnológicos: un ingreso básico universal (UBI).

2. Open Ideas

Estamos en una época muy importante para la libertad de expresión. Las redes sociales permiten que haya una comunicación directa entre políticos y los ciudadanos y opinólogos. Sin embargo, también es una época de desinformación, mentiras y confusión por la gran cantidad de publicaciones al alcance de todos nosotros en el Internet.

Por eso, The Economist sigue, desde el 2016, cuatro reglas:”

  • Nunca tratemos de silenciar puntos de vista con los que no estamos de acuerdo.
  • Respondamos a un discurso objetable con palabras.
  • Ganemos la discusión sin recurrir a la fuerza.
  • Tengamos una piel más dura.

3. Open Society

Actualmente existe la duda de cómo equilibrar los derechos de diferentes personas. Estos desacuerdos, ya sea en igualdad de género, distintas sexualidades racismo, etc, se han convertido en un campo de batalla importante en la sociedad y The Economist siempre ha apoyado a las sociedades abiertas.

Ahora, busca crear debates sobre cómo equilibrar estas preocupaciones con el objetivo de crear una sociedad tolerante en nuestros tiempos: “Esta sección analizará derechos civiles y diversidad, y formulará las preguntas incómodas que deben responderse para tener una sociedad que funcione para todos”.

4. Open Borders

La mayoría de las personas se encuentran en un incómodo punto medio sobre el tema de las fronteras abiertas y las políticas de muchas democracias liberales incorporan elementos de ambos lados: reconocen el derecho de asilo, pero también tienen límites a los números de inmigrantes y las leyes que prevén la deportación de los inmigrantes ilegales.

La verdad es que las políticas de migración existentes ya no son adecuadas para nuestra coyuntura actual. Como dice The Economist, “los países ricos pueden y deben hacer más para ayudar a aquellos acosados por la guerra, la persecución o la coerción económica. Cómo pueden hacer esto sin poner en peligro sus propias democracias es una de las preguntas más difíciles que enfrentan los liberales hoy en día”.

Pero la única solución sostenible a los problemas causados por la migración, es actuar sobre los países de origen de la misma, tratando de evitar el abuso de los regímenes autoritarios que auyentan a su población y generando viabilidad al desarrollo económico y social.

5. Open Progress

Una preocupación actual es que las tecnologías están creando una disrupción descontrolada en el mundo. Después del escándalo de Facebook, se teme que podrían operar fuera de la transparencia y la responsabilidad que exige la democracia. Pero los sistemas, suministrados por empresas privadas, no están abiertos a la inspección externa, generalmente por razones de seguridad o propiedad intelectual.

Entonces. La última sección de The Economist analiza la lucha por el liberalismo en el siglo XXI: hombre versus algoritmo. En esta sección, el objetivo es examinar “las controversias y las consecuencias que surgen de tecnologías emergentes, como las interfaces cerebro-computadora y los autos sin conductor. La tecnología parece destinada a tocar y transformar prácticamente todo: la necesidad de comprenderla en el marco de los valores liberales es esencial.”

Sobre el evento

La iniciativa de Open Future se inicia con un debate entre Larry Summers y Evan Smith sobre las plataformas y la libertad de expresión en las universidades. Summers es profesor de la Universidad Charles W. Eliot y presidente emérito de la Universidad de Harvard. Se desempeñó como secretario del Tesoro para el presidente Clinton y como director del Consejo Económico Nacional para el presidente Barack Obama. Evan Smith es investigador en historia en la Universidad Flinders en Adelaide, Australia, y está escribiendo un libro sobre la historia de la no-formación de plataformas.

El 15 de septiembre The Economist será el anfitrión del Open Future Festival, que se celebrará simultáneamente en Hong Kong, Londres y Nueva York. También habrá un concurso de ensayos de Open Future para jóvenes; encuestas y otras visualizaciones de datos; podcasts; programas de redes sociales y nuevo video de Economist Films.

De esta manera, The Economist se está posicionando como un baluarte contra una ola creciente de populismo y autoritarismo en todo el mundo con el lanzamiento de su iniciativa ‘Open Future’ y reafirmando sus principios fundamentales. En Lampadia, apoyamos los mismos valores y seguiremos muy de cerca su campaña. Lampadia




El bienestar se crea en el Mercado

“A medida que los ricos se vuelven más ricos, los pobres se vuelven más ricos”

“La cualidad que hace único al capitalismo es que estructura los incentivos para que la forma de triunfar sea ofreciendo un servicio a las personas que nos rodean.
En todos los demás sistemas, mejoras solo sobornando o apoyando a los que están en el poder: comisarios, reyes o dictadores.
Pero bajo un sistema de libre mercado, se obtienen beneficios al ofrecerles a los consumidores algo que desean”.

Daniel HannanPrager University

En Lampadia somos tercos defensores de la economía de mercado y el libre comercio. Hemos insistido innumerables veces que el capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios, ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

También hemos presentado los datos de Hans Rosling, que demuestran que en los últimos 40 años, en los que se ha duplicado la población mundial, se ha formado una clase media global de 3,000 millones de habitantes y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza. Xavier Sala-i-Martín, afirma que “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”. El mundo es hoy un mejor lugar para vivir que hace 50, 30 y 20 años. La pobreza ha disminuido a menos del 10% de la población, y se estima que en 20 años debe desaparecer.

El pensamiento de 7 optimistas informados’, demuestra que el mundo es un mejor lugar para vivir. Ver en Lampadia: 7 Ensayos sobre la Prosperidad, donde destacamos los mensajes de Steven Pinker, Jordan Peterson, Bill & Melinda Gates, Hans Rosling, Xavier Sala-i-Martín, Peter Diamandis y Niall Ferguson.

Ahora, queremos compartir con nuestros lectores un video de Daniel Hannan, un político británico nacido en el Perú (cerca a Lima donde su familia tenía una empresa algodonera), que además es miembro del Parlamento Europeo, representando South East England por el Partido Conservador, y secretario general de la Aliance de European Conservatives and Reformists.

Quizás por haber nacido en el Perú, Hannan describe con cercanía, cómo la globalización y el libre comercio han ayudado a países emergentes como el Perú y Colombia (que menciona en el video) a salir adelante y a emprender su desarrollo como naciones, creando más riqueza para todos, especialmente para los más pobres, quienes están saliendo de su situación de pobreza y entrando a la cada vez más creciente clase media.

Líneas abajo compartimos el video y su transcripción, que explican de una manera sencilla y clara cómo el capitalismo ha ayudado a los ricos a ser más ricos y también a los pobres a que salgan adelante, y por qué es el modelo económico que mejor funciona en el mundo y en nuestra sociedad:

VIDEO: “A medida que los ricos se vuelven más ricos, los pobres se vuelven más ricos”

Daniel Hannan
Transcripción
Prager University
9 de abril de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

“Los ricos se están haciendo más ricos y los pobres se están volviendo más pobres”.
“El 1 % de las personas en el planeta tiene la mitad de la riqueza”.
“Las corporaciones occidentales están saqueando a los países en desarrollo”.
“El capitalismo está en las últimas”.

¿De Verdad?

  • La verdad es que la desigualdad global está cayendo.
  • Sí, los ricos se están volviendo más ricos, pero los pobres se están volviendo más ricos más rápido.

¿Y qué está impulsando ese proceso?

El mercado.

Miremos los indicadores más básicos:

  • Alfabetización
  • Longevidad
  • Mortalidad infantil
  • Ingesta de calorías
  • Estatura

Cada vez más personas salen de la pobreza

Pienso en los cambios que yo he pasado en mi vida.

  • Cuando nací, en 1971, un trabajador estadounidense tenía que ahorrar un mes de salario para poder pagar un televisor. Ahora, solo toma dos días.
  • En 1971, menos de la mitad de las niñas de todo el mundo completaban su educación primaria. Ahora, esta cifra es de más del 90 %.
  • En 1971, un automóvil sin moverse emitía más contaminación que un automóvil en la actualidad que se mueve a toda velocidad.

Y, si vamos un poco más atrás…

  • En el siglo XVII, el hombre más poderoso del mundo fue Luis XIV de Francia. Cada noche, le preparaban más de 40 platos para su cena y elegía el que le apeteciera.
  • Pensémoslo: una recepcionista de hoy puede parar en una tienda de camino a casa y tener solo una opción que no solo es más amplia que la del rey, sino una más fresca y más sana.

Todos vivimos mejor que Louis XIV.

¿Qué ha causado ese milagro?

  • No es un programa de desarrollo de las Naciones Unidas.
  • No es ningún plan de ayuda gubernamental.

Lo que lo causó fue el mercado.

Las caídas más rápidas en las cifras de la pobreza están ocurriendo en países que se están uniendo al sistema de comercio global. Si comparamos las tasas de crecimiento:

  • En Colombia, un país con libre comercio, y Venezuela, un país proteccionista;
  • En Vietnam con libre comercio y el proteccionista Laos;
  • Bangladesh con libre comercio y el proteccionista Pakistán.

Es la misma historia todo el tiempo.

China después de 1979, India después de 1991.

Eliminan las barreras al comercio:

  • Los precios bajan
  • Su gente ya no tiene que trabajar cada hora solo para comprar alimentos y productos básicos.
  • Tienen tiempo para inventar, fabricar y comprar y vender otras cosas.
  • Toda la economía es estimulada.
  • La pobreza cae.

OK, podríamos decir, entonces que tal vez el capitalismo funciona; tal vez la gente está mejor.

Pero, ¿no hay un costo?

  • ¿No nos hace más materialistas?
  • ¿No nos vuelve más codiciosos?

Si por “avaricia” nos referimos a un deseo de riqueza material, eso es parte de la condición humana.

Está en nuestro ADN o, dicho de otra manera, está en nuestra naturaleza.

Bajo cualquier sistema: socialismo, comunismo, fascismo, monarquía absoluta, teocracia, la gente quiere más cosas.

La cualidad que hace único al capitalismo es que estructura los incentivos para que la forma de triunfar -la manera de ser “avaro”, si insistimos en usar ese término- sea ofreciendo un servicio a las personas que nos rodean.

En todos los demás sistemas, mejoras solo sobornando o apoyando a los que están en el poder: comisarios, reyes o dictadores.

Pero bajo un sistema de libre mercado, se obtienen beneficios al ofrecerles a los consumidores algo que desean.

Como dijo el economista Joseph Schumpeter, el logro del capitalismo no es proporcionar más medias de seda a las princesas, sino ponerlas al alcance de la vendedora de la tienda.

Entonces, ¿por qué no la vemos?

¿Por qué los jóvenes idealistas y bien intencionados se oponen al libre comercio y la liberalización del mercado, pensando que están defendiendo a las personas más pobres del planeta, cuando de hecho están haciendo lo contrario?

Una gran parte de la respuesta es estética.

Como escribió el novelista victoriano Anthony Trollope: “La pobreza, para ser escénica, debería ser rural”.

Crecí en Lima, Perú, que en aquellos días estaba rodeada de barrios marginales conocidos como las barriadas.

Los visitantes occidentales venían y visitaban Machu Picchu y luego preguntarban con desconcierto por qué la gente emigraría de los Andes a los barrios marginales.

¿Por qué cambiaron el aire limpio y el paisaje de montañas por alcantarillas y humos de tráfico?

Es una pregunta de primer mundo.

  • Ningún peruano necesitó preguntar por qué dejarían un lugar sin electricidad, sin escuelas, sin clínicas y sin trabajos.
  • Esos barrios, esas barriadas, para la mayoría de sus residentes, son transitorios.
  • Son lugares concurridos, zumbando con empresas, y la gente en ellos, siente que están subiendo.

Si queremos ayudar a esas personas, lo mejor que podemos hacer es dejar que nos vendan sus cosas.

El capitalismo ha logrado cosas que antes se atribuían a dioses y magos.

  • Está aboliendo el hambre y la enfermedad.
  • Ha llevado a un enriquecimiento sin precedentes que es el hecho central de nuestras vidas.

El hecho de que estemos viendo este video es suficiente para saber eso.

Ahora, dejemos que funcione su magia en el resto del mundo.

Soy Daniel Hannan de la Universidad de Prager.

Lampadia




El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

“Según el Índice Anual de Miseria, Siria, desgarrada por una guerra civil genocida, es el segundo lugar más infeliz del mundo. ¿El primero? Venezuela. Así es, el socialismo y la corrupción crearon una situación más miserable que la de Siria donde se han asesinado a más de 500,000 personas.”

Steve Hanke

Por tercer año consecutivo, Venezuela es la nación más miserable del mundo, según el análisis publicado por el Índice anual de Miseria del think tank Cato Institute, que clasifica a las naciones según los datos del Economist Intelligence Unit (EIU). Los rankings, compilados por el profesor Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins, siguen una fórmula simple: La “miseria” de una nación se puede calcular sumando la tasa de desempleo, la tasa de interés y la tasa de inflación, menos la variación porcentual anual del PBI real per cápita.

De esta manera, se puede determinar cómo le está yendo a un ciudadano promedio de un país. Bloomberg lleva años retomando esta fórmula y aplicándola a las principales economías del mundo, con la premisa de que cuando más alta es la inflación y mayor desempleo, más miserable es un país. “La mejor manera de garantizar la felicidad es crecer económicamente, pero eso no es fácil con una alta inflación y desempleo”, afirma Steve Hanke.

La globalización y la economía de mercado han traído muchísimos beneficios. Han integrado efectivamente los mercados globales y ha producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, con una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de personas y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad

Sin embargo, esta historia no representa la realidad de todos los países del mundo. Muchos de ellos, teniendo la capacidad de ser parte de del avance de la prosperidad, tomaron otro camino e hicieron miserables a sus pueblos.

El ejemplo más clamoroso de esta suerte de ‘crimen de lesa política’ es el de Venezuela, que ha destruido su capacidad de crear riqueza y hoy se arrastra en una inicua crisis humanitaria, creada a pulso por las políticas socialistas, acompañadas por procesos de corrupción extremos, incluyendo el narcotráfico.

Otro ejemplo de lo que no hay que hacer, lo atestiguan, desde América Latina, Brasil y Argentina (tercero y cuarto en el índice de miseria, respectivamente). Ambos países cayeron en manos de políticos soberbios, equivocados y corruptos, que gobernaron con la misma ideología del socialismo venezolano. Además, teniendo ambos condiciones naturales para ser ricos.

En verdad es increíble que los tres países más ricos de América Latina (excluyendo a México), ocupen los peores lugares de miseria en el mundo, junto con Siria, afectada por una violencia genocida.

Los tres países fueron destrozados por gobiernos orientados a implantar una ideología, en vez de desarrollar sus pueblos. La dictadura chavista en Venezuela, la soberbia aislacionista del izquierdismo de Lula en Brasil, y el izquierdismo corrupto de los Kirchner en Argentina, han hecho más daño que el peor cataclismo que podría imaginarse. En nombre de los pobres, han hecho miserables a sus pueblos.

Ahora bien, ¿cómo podemos evaluar a nuestros políticos de las izquierdas, que siguen pensando implantar en el Perú, las políticas que hicieron miserables a Venezuela, Brasil y Argentina, y que siguen apapachando a esos líderes equivocados y corruptos que destrozaron sus países?

¿Cómo puede ser, que, en días tan aciagos para nuestra patria, los medios televisivos, fundamentalmente RPP y Canal N, nos endilguen todos los días a los representantes de esas izquierdas, como si fueran los referentes que marcan el camino hacia una luz al final del túnel?

Manejar un medio de comunicación es un privilegio que conlleva grandes responsabilidades.

¿Qué esperan los directivos de estos medios para asumir su rol social?

¿O lo único que importa es la caja registradora? 

A continuación, compartimos la publicación de Hanke sobre los países más miserables del 2017:

Índice Anual de Miseria de Hanke: Los países más miserables (y más felices) del mundo

Por Steve Hanke
Forbes
28 de febrero de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Foto de VCG / VCG.
Fuente: Getty Images

La condición humana habita un vasto continuo entre “miserable” y “feliz”. En la esfera de la economía, la miseria tiende a fluir desde alta inflación, elevados costos de los préstamos y el desempleo. La forma más segura de mitigar esa miseria: el crecimiento económico. En igualdad de condiciones, la felicidad tiende a florecer cuando el crecimiento es fuerte, la inflación y las tasas de interés son bajas y los empleos son abundantes.

Muchos países miden e informan estas métricas económicas regularmente. Al compararlos, nación por nación, podemos analizar mucho sobre en qué parte del mundo la gente está triste o feliz.

¿Consideraríamos que Estados Unidos es más o menos miserable que otros países? Para responder a esta pregunta, actualizo las mediciones anuales del Índice de miseria.

El primer índice de miseria fue construido por el economista Art Okun en la década de 1960 como una forma de proporcionar al presidente Lyndon Johnson una imagen sencilla de la economía. Ese índice de miseria original era solo una suma simple de la tasa de inflación anual de una nación y su tasa de desempleo. El índice ha sido modificado varias veces, primero por Robert Barro de Harvard y luego por mí mismo.

Mi índice de miseria modificado es la suma de las tasas de desempleo, inflación y el costo de los préstamos bancarios, menos el cambio porcentual en el PBI real per cápita. Las lecturas más altas en los primeros tres elementos son “malas” y hacen que la gente se sienta más miserable. Estos se compensan con “lo feliz/bueno” (crecimiento del PBI per cápita), que se resta de la suma de los “males”. Un puntaje más alto del Índice de Miseria refleja un nivel más alto de “miseria”, y es una medida suficientemente simple que hasta un presidente sin tiempo para extensas sesiones informativas económicas, puede entenderlo de un vistazo.

En la tabla adjunta, se pueden encontrar las clasificaciones del Índice de Miseria para las 98 naciones que informan datos relevantes de manera oportuna. Para coherencia y comparabilidad, todos los datos provienen de la Unidad de Inteligencia de The Economist.

Comencemos con el país más miserable y subamos hacia los más felices. Si le damos la vuelta, obtenemos un índice de felicidad.

Venezuela tiene el glorioso título del país más miserable en 2017, como lo hizo en 2016 y 2015. Los fracasos del estado petrolero corrupto y socialista del presidente Nicolás Maduro han sido bien documentados el año pasado, incluso por mis mediciones de la hiperinflación venezolana. Venezuela no solo es el país más miserable del mundo, sino que su puntaje en el índice ha aumentado dramáticamente desde 2016.

Siria mantiene el rango de la segunda nación más miserable, y la razón no es difícil de descubrir. De hecho, Siria ha estado en medio de una brutal guerra civil durante casi siete años. ¿Necesito decir más?

Brasil se mantiene en el tercer lugar por segundo año consecutivo. Como me explicó una vez mi amigo Roberto Campos, el difunto economista, diplomático y político brasileño, durante una visita a Brasilia: la Constitución brasileña es tan gruesa como la guía telefónica de la ciudad de Nueva York. El presidente Michel Temer ha intentado reducir la ola de obligaciones del gobierno. Pero hasta la fecha, sus intentos de frenar el mayor pasivo no financiado del país, el sistema de pensiones, han quedado en nada. El sistema de pensiones en bancarrota no es, por supuesto, el único problema que enfrenta Brasil. La corrupción, por ejemplo, sigue siendo un problema endémico.

Argentina ha mejorado su clasificación (y puntaje de índice) en 2017, pasando del segundo al cuarto país más miserable del mundo. Pero hasta que baje la inflación, el presidente Mauricio Macri tendrá dificultades, como lo hizo el presidente Carlos Menem hasta el 1 de abril de 1991, cuando presentó el Sistema de Convertibilidad de Argentina, que vinculaba el peso con el dólar.

Egipto ocupó el quinto lugar más miserable, una muesca menor que en 2016. Pero, el puntaje del Índice de Miseria de Egipto en realidad aumentó, una mala señal. El gobierno militar-socialista del presidente Abdel Fattah el-Sisi continúa causando miseria. Además de los problemas que acompañan a cualquier sistema de tipo socialista en el que el ejército desempeña un papel decisivo, la libra egipcia sigue siendo el talón de Aquiles del país. La única solución a este problema es la adopción de una caja de conversión, en la que la libra se convertiría en un clon de una moneda de anclaje, como el euro o el dólar de EEUU.

Los países menos miserables

Pasemos al otro extremo de la tabla, donde residen los países menos miserables. Allí encontramos a China gobernando como el país “más feliz” del mundo. En esto el presidente Xi Jinping tiene algunos derechos de fanfarronear.

Para los Estados Unidos: su puntaje ha mejorado un poco, pasando de 9.4 en 2016 a 8.2 en 2017. Sin embargo, en lo que respecta a la felicidad, Estados Unidos no es el primero sino el número 30, detrás de otros 29 países en la lista de la felicidad.

Escrito por Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins. Su cuenta en Twitter: @Steve_Hanke.

Lampadia




7 ensayos sobre la prosperidad

Los titulares son cada vez más pesimistas, sin embargo, un creciente grupo de influyentes pensadores, que recurren a información sobre los grandes procesos que conforman la vida en el planeta, demuestran, una y otra vez, que la humanidad nunca ha estado tan bien, y solo nuestro pesimismo nos frena de reconocer la realidad y sumarnos a la gesta de la prosperidad, que solo podemos emprender desde el reconocimiento de la realidad y de nuestras capacidades.

A fines del año 2016, cualquiera que haya estado escuchando las noticias probablemente sintió un profundo pesimismo. Naturalmente, el Brexit y la elección de Donald Trump se ceñían sobre muchos. Además, nos deprimimos por la situación en Siria; por la muerte de miles de migrantes en el Mediterráneo; por las pruebas de misiles de Corea del Norte, los ataques terroristas en Niza, Bélgica, Florida, Pakistán y otros lugares, los tiroteos en las escuelas de EEUU, o por el espectro del cambio climático, que nos acecha. Y pocos titulares brindan alguna razón para pensar en los temas más positivos.

Los analistas que nos permiten presentar estos ‘7 Ensayos sobre la Prosperidad’, líderes globales en diversos aspectos, son, gracias a Dios, inmunes a la oscuridad que cotidianamente nos embarga desde la política y los medios de comunicación. Cada uno de los personajes que hemos seleccionado, nos demuestra que la verdad es que nunca ha habido menos hambre, mejor salud y mayor prosperidad: alimentos, pobreza, saneamiento, esperanza de vida, mortalidad infantil, todos estos indicadores y más, han mejorado dramáticamente cada año para una clara mayoría de personas en todo el mundo.

La mejora de la humanidad puede expresarse en términos de crecimiento económico, pero su expresión va mucho más allá. La siguiente lámina nos muestra como, desde 1950, prácticamente todos los países del mundo, han transitado a un estadío de mayores ingresos y de mayor esperanza de vida, que resume muchos aspectos de las condiciones sociales en un solo indicador de los ciudadanos del mundo.

En general, el mundo está mejorando. Esta no es una visión ingenuamente optimista; está respaldada por datos. Por ejemplo, si analizamos la cantidad de niños que mueren antes de su quinto cumpleaños, desde 1990, esa cifra se ha reducido a la mitad. Eso significa que 122 millones de niños se han salvado en el último cuarto de siglo.

Entonces, ¿por qué parece que el mundo está en declive? En parte, se debe a la naturaleza de la cobertura de noticias. Las malas noticias llegan como drama, suceden de pronto, mientras que las buenas noticias son incrementales, son procesos, y no se las consideran de interés periodístico. Es de la naturaleza humana enfocarse en lo malo (peligros) que en lo bueno.

Como afirma Steven Pinker (ver líneas abajo): “La naturaleza humana tiene un sesgo negativo. Somos especialmente sensibles a las pérdidas. Nos interesan más las noticias malas que las buenas. Nos afectan más las críticas de lo que nos animan los elogios. Existen más palabras negativas que positivas. Estamos pendientes de lo que pueda ir mal.”

Vivimos en la época más emocionante de nuestra historia. A medida que avanzamos hacia este futuro, vamos a estar alterando muchas industrias y creando más oportunidades de desarrollo. Para lograrlo, debemos generar la mayor cantidad posible de riqueza en el menor plazo posible e invertir todo lo que podamos en educación, capacitación, innovación y salud.

Para esto, tenemos que eliminar la incompatibilidad actual ente el pensamiento lineal de los políticos actuales y el pensamiento exponencial de los grandes emprendedores que surgen todos los días, y así aprovechar las infinitas oportunidades que nos ayuden a lograr un crecimiento duradero, que financie la agenda social y de gobierno y que genere buen empleo y buenos ingresos para todos los peruanos.

Por eso, en Lampadia queremos destacar los aportes al pensamiento humano de siete personas que mantienen una visión optimista del mundo. Como alguien dijo: “El optimista no es el que cree que los dioses se encargarán de que las cosas salgan bien. El optimista es el ser dispuesto a la acción”.

Nuestra intensión es que podamos salir de esa sensación de incapacidad que nos embarga, y que podamos apostar por una visión positiva de futuro en la que, en nuestro caso, todos los peruanos podamos tener las mismas oportunidades de bienestar. Estos ensayos deben incentivarnos a emprender la ‘Gesta de la Prosperidad’.

El pensamiento de 7 optimistas informados:

        I.            Steven Pinker

Es fácil mirar alrededor y concluir que, aparentemente, todo es horrible, que el mundo se está volviendo menos seguro y más caótico. Sin embargo, Steven Pinker, psicólogo de Harvard, que acaba de publicar una suerte de ‘manifiesto de la prosperidad’, Enlightment Now: The Case for Reason, Science, Humanism, and Progress (Ilustración ahora: El caso de la Razón, Ciencia, Humanismo y Progreso), ha estado discutiendo durante años que esto es una ilusión. En uno de sus libros anteriores, The Better Angels of our Nature, analizó la data y mostró que la violencia ha disminuido constantemente a lo largo de la historia de la humanidad, y que la edad actual es, de hecho, la más segura que hayamos visto.

En su libro, Enlightenment Now, enfatiza este argumento. Pinker hace zoom hacia atrás y examina el “panorama general del progreso humano” desde finales del siglo 18, justo en el momento de la época de la Ilustración. Esto es, básicamente, el período en el que el espíritu de la ciencia explotó en el mundo occidental.

Pinker ofrece datos objetivos y, por tanto, los argumentos para defender un orden de democracia, ley y libertad. Las instituciones democráticas liberales han sido determinantes en el impresionante progreso de la condición humana. Y, como afirma el escritor, la cultura política e intelectual lo oculta. “Porque los progresistas detestan el progreso. Hoy lo que define la percepción del mundo son los titulares y las anécdotas en lugar de los datos y las tendencias. Y además hay una equiparación absurda entre el pesimismo y la sofisticación. Los pesimistas son considerados más serios y moralmente superiores. Tienen prestigio intelectual”.

Pinker destaca los datos sobre educación, alfabetización, riqueza y longevidad para presentar el caso más amplio de que la vida, en general, está mejorando. Así rebate los argumentos distópicos sobre los peligros de la tecnología, especialmente de la inteligencia artificial.

Leer en Lampadia: “Los progresistas detestan el progreso

        II.            Jordan Peterson

Peterson es autor de libros y cientista político, ex profesor adjunto de Harvard y titular en la Universidad de Toronto, Canadá. Su formación es como psicólogo clínico, famoso por grabar sus clases, enfrentarse a la idea del feminismo como motor de la sociedad y atacar a “la izquierda radical”, a quien compara con Mao Tse Tung en medio de discusiones que tienen lugar en el aula. 

Peterson es más que un provocador: viene enfrentando lo que llama “la corrección política” desde los años noventa. Su último libro “12 Rules for Life: An Antidote to Chaos”, propone y comenta una serie de reglas para vivir decentemente. Entre las reglas que propone encontramos desde las clásicas “Siéntate recto y con los hombros hacia atrás” o “Di la verdad… o, al menos, no mientas”, hasta las más rompedoras como “No molestes a los niños mientras practican skate”, pero sobre todo las que destilan puro sentido común, como “Hazte amigo de personas que quieran lo mejor para ti”, “Pon en orden tu casa antes de criticar el mundo” o “Asume que la persona a quien estás escuchando puede saber algo que tú desconoces”.

12 Reglas para la vida. El antídoto del caos

  1. Párese derecho con los hombros hacia atrás
  2. Trátese como si usted fuera alguien a quien tiene la responsabilidad de ayudar
  3. Hagase amigo de personas que quieren lo mejor para usted
  4. Compárese con lo que usted fue ayer, no con lo que otra persona es hoy
  5. No permita que sus hijos hagan nada que le haga odiarlos
  6. Antes de criticar al mundo, ponga su casa en orden perfecto
  7. Persiga lo que es significativo (no lo que es conveniente)
  8. Diga la verdad – o, al menos, no mienta
  9. Suponga que la persona a la que está escuchando, puede saber algo que usted no sabe
  10. Sea preciso en su discurso
  11. No moleste a los niños cuando estén haciendo skate
  12. Acaricie a un gato cuando encuentre uno en la calle

Leer en Lampadia: “De la lucha de clases a la lucha de identidades”.

        III.            Bill & Melinda Gates

Bill & Melinda Gates actúan en pro de los pobres. En su maravilloso afán filantrópico, no solo han donado gran parte de su fortuna, también dedican su tiempo para ayudar a los más necesitados, en los países más pobres. Además, inspiran a otros a hacer lo mismo y, de manera muy importante, siempre transmiten un optimismo desbordante sobre lo que los seres humanos estamos logrando y podemos hacer para ayudar a los demás.

Mientras la mayoría de los titulares se enfoca en lo negativo, ellos ven un mundo que está mejorando, citando, por ejemplo, que el número de niños que mueren cada año se ha reducido a la mitad desde 1990 y cómo se ha reducido la pobreza extrema a casi la mitad en solo 20 años:

Gráficos de su Carta Anual 2017

En su Carta Anual 2018 (la décima), Gates explica que “Ser optimista no consiste en pensar que la vida antes era peor, se trata de saber cómo es que la vida puede mejorar. Y eso es precisamente lo que inspira nuestro optimismo. En nuestro trabajo vemos muchas enfermedades y pobreza —entre muchos otros problemas que deben resolverse -pero también vemos lo mejor de la humanidad. Dedicamos gran parte de nuestro tiempo a aprender de los investigadores que están descubriendo las soluciones más modernas para curar enfermedades; hablamos con dirigentes gubernamentales comprometidos, que apuestan por formas creativas de dar prioridad a la salud y al bienestar de la población mundial, y tenemos la oportunidad de conocer a personas de gran talento y valentía que piensan en nuevos caminos para transformar sus comunidades”.

Leer en Lampadia: “El mundo sigue mejorando

        IV.            Hans Rosling

El doctor Hans Rosling, lamentablemente fallecido recientemente, fue profesor de salud internacional en el Karolinska Institutet de Suecia y creador y director de la Fundación Gapminder, que desarrolló el sistema de visualización de datos Trendalyzer.

Hans Rosling es posiblemente el hombre que mejor ha sabido mostrar estadísticas en una presentación. Su trabajo, continuado ahora por su hijo, Ola, se centra en disipar los mitos sobre el llamado mundo en desarrollo, mostrando cómo se están cerrando las brechas entre los países más ricos y los más pobres. De hecho, la mayoría de los países emergentes están en la misma trayectoria en salud y prosperidad, de los que avanzaqron primero, y muchos países emergentes se están moviendo dos veces más rápido que los desarrollados.

Hans Rosling decía que su tarea era “divulgar aquellos números y bases de datos fundamentales para comprender mejor el mundo”. Explicaba, convencido, que “si el usuario ve sólo los datos en bruto, no entenderá nada. Pero si accede a ellos después de procesarlos, el efecto será muy diferente”. Asegura que los miles y miles de datos que abundan en internet y que reproducen los medios han llevado a que “la gente tenga un montón de ideas preconcebidas sobre nuestro planeta que no corresponden a la realidad”.

Leer en Lampadia: El mundo según Hans Rosling.

        V.            Xavier Sala-i-Martin

Xavier Sala i Martín, es catedrático de Economía de la Universidad de Columbia (NY), asesor económico principal y autor del ‘Global Competitiveness Index del Foro Económico de Davos. Un economista español, carismático y bastante único, que nos acerca a la economía a través del entretenimiento, ya que nos muestra cómo la economía puede ser parte del día a día, cómo no es algo lejano o abstracto, sino algo muy presente en nuestra vida cotidiana.

En su ¿Cuál es el futuro del Capitalismo?, Ray Kurzweil, de Singularity University, cita a Sala i Martin, “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”.

“El capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios. Ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de habitantes y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza. Como afirmó Xavier Sala-i-Martín, ‘El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre’.”

Ray Kurzweil, co-fundador de Singularity University

Tal vez por ser un profesor experimentado, explica con sencillez y presenta ideas complejas en un formato fácil de entender. Aunque hay muchos economistas brillantes, pocos pueden explicar y analizar con facilidad y elocuencia como lo hace el profesor Sala i Martin. Sus presentaciones son reputadas como divertidas y con altas dosis de humor y entretenimiento,  sin dejar el rigor y la seriedad y tienen una gran demanda en el circuito de conferencias global.

XSiM es un gran comunicador, algo muy importante y poco frecuente entre los economistas. Las políticas públicas determinan consecuencias económicas que configuran la calidad de vida de sus pueblos. Los hacedores de políticas, políticos y técnicos, debieran hacer un énfasis especial en ilustrar a los ciudadanos de los pro y contra de las políticas públicas y sobre las relaciones causa-efecto de las mismas.

Leer en Lampadia: La Economía hecha fácil

        VI.            Peter Diamandis

En la actualidad, gracias al ritmo exponencial de crecimiento de la tecnología, los analistas como Diamandis, que trabajan con ellas, en la búsqueda de soluciones que puedan impactar positivamente a mil millones de personas, prevén con mucha confianza, un mejor mañana.

Diamandis, presidente y co-fundador de Singularity University (SU), de Silicon Valley, tiene una visión de un mundo en el que todos tendremos acceso a agua potable, alimentos nutritivos, vivienda asequible, educación personalizada, atención médica de primer nivel, no hay contaminación y hay energía en todas partes. Imagina un mundo de abundancia.

“Creo que, en las próximas décadas, la habilidad de la gente para hacer cosas increíbles va a crecer más y más. Las herramientas que tenemos, con Internet, con la simulación por computadora, con lo que está por llegar en biología, robótica, inteligencia artificial, impresoras 3D, todas estas cosas van a permitir que los individuos y pequeños grupos puedan hacer cosas que antes sólo podían hacer los gobiernos y las grandes empresas”, expresó Diamandis.

De un modo similar, los sistemas computacionales, redes y sensores, la inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología, bioinformática, impresión 3-D, nano-tecnología, interfaces hombre-máquina y muchas otras herramientas ahora están avanzando a un ritmo exponencial, permitiendo que pronto, la gran mayoría de la humanidad experimente grandes oportunidades.

En los siguientes gráficos mostramos algunas de las evidencias de abundancia que presenta Diamandis:

Leer en Lampadia: Un mundo de abundancia.

        VII.            Niall Ferguson

El historiador escocés Niall Ferguson es uno de los referentes esenciales del pensamiento liberal-conservador en el mundo anglosajón. Su nuevo libro, titulado La plaza y la torre (The square and the tower), plantea la importancia de las redes de poder de naturaleza horizontal, entendidas como el contrapeso a las estructuras de influencia jerárquica y vertical.

Quizás lo más importante de Ferguson es su capacidad de discernir y criticar con franquesa lo que viene sucediendo en el mundo. Un ejemplo claro es lo que afirmó el historiador británico hace un par de años, en una visita a Chile, después de observar las políticas decimonónicas del gobierno de Michelle Bachelet, donde afirmó que: “Chile es el país más inteligente de la región, pero ahora está ejerciendo su derecho a ser estúpido”.

Entre sus aportes analíticos, Ferguson hace un análisis crítico sobre las seis instituciones que facilitaron la prosperidad en Occidente y lo separaron del resto del mundo. Las presenta como Apps para móviles, en el sentido de que son muy sencillas. Son como iconos; sólo hay que hacer clic. Pero detrás de ese icono, existe un código complejo.

Las ‘Killer Appss’ de Ferguson

1.       Competencia
2.       Revolución Científica
3.       Derechos de Propiedad
4.       Medicina moderna
5.       Sociedad de consumo
6.       Ética de trabajo

Veamos su análisis (transcripción parcial de su presentación en Ted: THE 6 KILLER APPS OF PROSPERITY), en la que explica la Gran Divergencia histórica entre occidente y el este, y como, en nuestros días estamos transitando hacia la Gran Reconvergencia:

“Uds pueden pensar que podemos explicar la Gran Divergencia en términos geográficos. Sabemos que eso es incorrecto porque hemos realizado dos grandes experimentos naturales en el siglo 20 para ver si la geografía importaba más que las instituciones. Tomamos a todos los alemanes, los dividimos aproximadamente en dos, y a los que estaban en el Este les dimos comunismo, y vean el resultado. (…) también se llevó a cabo otro experimento en la Península de Corea: la misma tradición cultural básica, les dimos el comunismo a los del norte, y el resultado fue de una divergencia aún mayor en un periodo muy corto de tiempo que el que ocurrió en Alemania.

Son las ideas. Son las instituciones. 

Traduciré en un lenguaje que puedan comprender. Llamémosle “killer Apps”. Quiero explicarles que existen seis aplicaciones que separan a Occidente del resto del mundo: 

  1. Competencia significa no sólo que hubieron cientos de unidades políticas diferentes en Europa en 1500, sino que dentro de esas unidades, había competencia entre corporaciones así como entre soberanos. El ancestro de las corporaciones modernas, la “City of London Corporation”, existió en el siglo 12. Nada de esto existió en China.
  2. La revolución científica fue diferente de la ciencia que se había alcanzado en el mundo oriental de varias maneras cruciales, la más importante fue que, mediante el método experimental, le dio el control al hombre sobre la naturaleza de una forma que no había sido posible antes. 
  3. Derechos de propiedad: esto no es democracia, señores; es tener la regla de la ley basada en derechos de propiedad privados. Eso es lo que hace la diferencia entre América del Norte y América del Sur. 
  4. La medicina moderna a finales del siglo 19 comenzó a tener grandes avances en contra de enfermedades infecciosas que mataban a muchas personas. 
  5. La sociedad de consumo es lo que se necesita para que la Revolución Industrial tenga un objetivo. Se necesitan personas que quieran usar cientos de ropas. La sociedad de consumo impulsa el crecimiento económico más que el cambio tecnológico en sí.
  6. La ética del trabajo. Max Weber pensó que era algo peculiarmente protestante. Y se equivocaba. Cualquier cultura puede tener ética del trabajo si las instituciones están ahí para crear un incentivo al trabajo. 

Esta es la Gran Reconvergencia, y esta es la historia más grande de sus vidas. Debido a que están viendo cómo ocurre. Nuestra generación es testigo del final de la predominancia occidental. El estadounidense promedio solía ser 20 veces más rico que el chino promedio. Ahora sólo lo es 5 veces más, y pronto será de solo 2.5 veces.”

Leer en Lampadia: 6 instituciones que facilitaron la prosperidad en Occidente

Queremos terminar este ensayo con la definición de la civilización (occidental) de Winston Churchill, citada por Niall Ferguson:

“Significa una sociedad basada en la opinión de los ciudadanos. Significa que la violencia, el gobierno de guerreros y jefes despóticos, las condiciones de los campamentos y de la guerra, de la sublevación y la tiranía, dan lugar a Parlamentos donde se hacen las leyes, y a tribunales de justicia independientes en los que dichas leyes se mantienen durante largos periodos. Esto es la Civilización, y en su suelo crecen continuamente la libertad, el confort y la cultura. Cuando la Civilización reina en un país, se permite a la gran masa de la población una vida más amplia y menos agobiada.” Winston Churchill, 1938.

Lampadia




Nuevas investigaciones sobre la desigualdad en EEUU

Nuevas investigaciones sobre la desigualdad en EEUU

En los últimos tiempos gran parte del debate económico se ha centrado en el aumento de la desigualdad que se habría producido en los países más ricos.

Lamentablemente, este desarrollo se ha manejado sin el debido cuidado, planteando una generalización de la desigualdad para todo el planeta. La verdad, como hemos explicado  anteriormente, es que durante las últimas décadas la desigualdad se ha reducido dramáticamente en los países emergentes. Ver en Lampadia: Las dos caras de la desigualdad en el mundo y Contundente reducción de la desigualdad.

Ahora, según nuevas investigaciones serias, como la que presentamos líneas abajo, se habría sobreestimado sustancialmente, el aumento de la desigualdad en EEUU, lo que pone en entredicho la gran movilización mediática al respecto, y quita sustento al fenómeno populista que ha hecho carne, precisamente, en los países ricos.

Esperamos que, con estas nuevas investigaciones, amaine el aprovechamiento periodístico de un tema tan sensible como la desigualdad y, por supuesto, la peligrosa ola populista, que ya ha afectado la política de países muy importantes para la salud global. 

Un nuevo estudio dice que gran parte del aumento de la desigualdad es una ilusión. ¿Deberíamos creerlo?

Todos aceptan que la desigualdad creció. La pregunta es cuánto.

Por Dylan Matthews
VOX.COM
10 de enero de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Manifestaciones de desigualdad de ingresos y riqueza, en un evento de caridad en la ciudad de Nueva York. Andrew Lichtenstein / Corbis vía Getty Images

Pocos hallazgos económicos han penetrado tanto en la conciencia pública en los últimos años como este: la desigualdad de ingresos se ha disparado en las últimas décadas, y el top 1% de la sociedad de manera particular.

Los economistas Emmanuel Saez de UC Berkeley y Thomas Piketty de la Escuela de Economía de París han estado documentando un aumento masivo en la desigualdad de ingresos desde 2003 utilizando registros híper-detallados del IRS. De acuerdo con sus últimos datos, compilados con Gabriel Zucman de Berkeley, el top 1 % del ingreso nacional, después de que se toman en cuenta los impuestos, aumentó de 9.1 % en 1979 a 15.7 % en 2014.

Es difícil exagerar la influencia de esta línea de investigación. Ganó la medalla John Bates Clark, el premio más prestigioso de Estados Unidos para economistas académicos, convirtió al libro de Piketty en un best-seller internacional y ayudó a enmarcar el debate sobre la desigualdad de Occupy Wall Street y las propuestas de la Casa Blanca de Obama. El director de presupuesto del presidente Obama, Peter Orszag, escribió en 2009 que el trabajo de Saez ” tuvo mucha influencia en el presupuesto del presidente”.

Pero otro artículo publicado recientemente sugiere que el aumento en la desigualdad que Piketty y Saez han documentado es una sobreestimación dramática.

Gerald Auten y David Splinter, economistas en el Comité Conjunto de Impuestos del Congreso y la Oficina de Análisis Fiscal del Departamento del Tesoro, utilizaron los mismos datos impositivos del IRS que Piketty, Saez y Zucman. Descubrieron que la participación de los ingresos del top 1 % después de impuestos aumentó de 8.4 % en 1979 a 10.1 % en 2015, un aumento inferior a un tercio del total.

Lo que se ve en el papel como un gran aumento de la desigualdad en la década de los ochenta y en adelante, sostienen Auten y Splinter, es en realidad el simple cambio del manejo del dinero en respuesta a los cambios de la legislación impositiva de la era Ronald Reagan. En 1980, la tasa impositiva máxima sobre los ingresos individuales era del 69.13 %; en 1989, y disminuyo en más de la mitad, a 28 %.

En las décadas de 1960 y 1970, las empresas generalmente reinvertían sus ganancias en lugar de darles aumentos a los ejecutivos: las altas tasas impositivas significaban que esos salarios serían en gran medida gravados. La reinversión del dinero finalmente benefició a los accionistas de la compañía al aumentar el valor de la compañía, y beneficiar a los accionistas significa beneficiar a las personas ricas. Poseer acciones corporativas era mucho más raro para las personas de clase media en los años 60 y 70 antes del aumento de las pensiones e impuestos.

Después de los recortes de impuestos, las compañías comenzaron a dirigir más dinero a los aumentos. En lugar de explotar la desigualdad real, escriben Auten y Splinter, los cambios impositivos de Reagan cambiaron principalmente el dinero que solía destinarse a las personas ricas a través de las acciones, de modo que este dinero llegaba a las personas ricas en forma de salario.

Eso parece un gran aumento en la porción del pastel de los ricos, porque los sueldos más altos aparecen en las declaraciones de impuestos, pero no es un creciente valor para los accionistas, al menos hasta que se vendan las acciones.

Auten y Splinter argumentan que el aumento salarial es en gran medida una ilusión. Estos cambios de compensación y otros problemas de medición, representan el 85 % del aumento aparente en el top 1 % de los ingresos después de impuestos desde 1960.

Por su parte, Piketty, Saez y Zucman argumentan que los datos de Auten y Splinter son incompletos y se basan en una forma poco realista de tratar los impuestos corporativos. Insisten en que el descubrimiento de que la desigualdad ha aumentado dramáticamente es válido y se mantiene incluso después de considerar estos temas.

La literatura sobre desigualdad de ingresos está creciendo rápidamente y está cargada de implicancias políticas. Auten y Splinter son investigadores serios y no partidistas, pero es fácil imaginarse que los políticos conservadores se aferren a sus hallazgos para argumentar que la desigualdad no es tan importante. Su trabajo no es la última palabra sobre el tema, y ​​aún queda mucho por hacer. Pero ilustra lo difícil que es tener una idea completa de lo que está sucediendo con la desigualdad.

El caso de que estamos exagerando el aumento de la desigualdad

Auten y Splinter hicieron un ajuste con el supuesto que las altas tasas impositivas de los años sesenta y setenta se crearon para que las corporaciones acumularan dinero manejando todas las ganancias obtenidas por las corporaciones como ingresos para las personas que poseen corporaciones. Usan los dividendos y el impuesto a las ganancias de capital para estimar la cantidad de acciones corporativas que poseen los contribuyentes individuales, y luego distribuyen las ganancias a los contribuyentes.

Este no es el único ajuste que hacen. Las tasas de matrimonio, según Auten y Splinter, han caído sustancialmente en el último medio siglo. Alrededor del 69 % de los contribuyentes se casaron en 1960, en comparación con el 39 % en 2015. Pero básicamente no ha disminuido entre los estadounidenses más ricos: el 90 % del top 1 % de los contribuyentes se casaron en 1960 y el 86 % en 2015.

Eso puede sesgar los resultados cuando se comparan los declarantes de impuestos, que pueden ser personas solteras o parejas casadas (incluidas las parejas casadas donde ambas personas trabajan), entre sí. Si los ricos son más propensos a casarse, eso aumenta artificialmente los ingresos de las unidades impositivas ricas, al hacer más probable que esas unidades incluyan dos personas en lugar de solo una.

“Para controlar estas tasas decrecientes de matrimonio, nuestro análisis define los grupos de ingresos en función de la cantidad de adultos, en lugar del número de unidades impositivas”, escriben. “Esto significa que cada percentil incluye el mismo número de adultos en lugar de la misma cantidad de unidades impositivas”. Este ajuste por sí solo reduce la porción del ingreso del top 1 % en un 10 %.

Para tener una idea completa de los ingresos, Auten y Splinter hacen muchos de los mismos ajustes que Piketty, Saez y Zucman hacen en su trabajo más reciente, incluyendo la incorporación de beneficios no gravados como seguro de salud, ajustando los ingresos no reportados al IRS, añadiendo transferencias del gobierno, etc.

Encuentran que agregar las ganancias corporativas, incluidas las que grava el gobierno federal, aumenta sustancialmente la parte del ingreso del top 1 % en 1960 y 1979, pero solo aumenta levemente su participación en 2015. El efecto de agregarlas es reducir el crecimiento en el top 1 % considerablemente:

Al incluir las ganancias corporativas, la medida de la desigualdad cambia
Auten y Splinter 2017

Pero otros ajustes, como la adición de impuestos a la nómina del empleador en los ingresos antes de impuestos de los empleados, incluido el seguro de salud, también marcan la diferencia. El gran cambio no es el resultado de solo un puñado de cambios, sino el efecto acumulativo de todos estos ajustes. Antes de los ajustes, los datos de referencia de Piketty-Saez encontraron un aumento de 11.3 puntos porcentuales en la participación del top 1 % en los ingresos desde 1979 hasta 2015. Luego, el impulso se redujo a cinco puntos.

Agregar el ingreso por transferencias de los programas del gobierno y luego aplicar impuestos para obtener ingresos después de impuestos, esto reduce aún más la escala del aumento. Comparemos los números de Piketty-Saez a continuación (con el aumento de 11.3 puntos) con la medida de ingresos después de impuestos que diseñan Auten y Splinter (con solo un aumento de 1.7 puntos):

Comparando Auten / Splinter con Piketty-Saez
Auten y Splinter

Piketty, Saez y Zucman responden

Piketty, Saez y su coautor Zucman no están tan lejos del análisis de Auten y Splinter como uno podría pensar. En un trabajo reciente, han ido más allá de simplemente medir el “ingreso de mercado” antes de impuestos usando declaraciones de impuestos, datos de encuestas y otras fuentes para construir lo que llaman “cuentas nacionales distributivas”. Esta investigación intenta tomar cada dólar en la economía estadounidense en un año determinado y asignarlo a individuos específicos, y luego observar la distribución de ese ingreso.

Este enfoque produce un aumento más modesto en el top 1 % superior comparado con la duplicación del 9 % al 20.3 % que muestran los datos de ingresos del mercado. En cambio, los datos de las cuentas nacionales muestran que el top 1 % del ingreso nacional después de impuestos creció del 9.1 % en 1979 a 15.7 % en 2014.

Pero eso sigue siendo un impulso más grande que lo que muestra el documento de Auten y Splinter. Entonces, ¿qué explica la diferencia?

Cada grupo de investigadores tiene su propia respuesta. Auten y Splinter observan que no están rastreando el ingreso nacional total de la misma forma que Piketty, Saez y Zucman. Pero una vez que ajustan sus datos para hacerlo, encuentran que “las participaciones en el ingreso nacional después de impuestos [esencialmente] no han cambiado: permanecieron en 8.5 % en 1960 y aumentaron ligeramente de 10.1 % a 10.2 % en 2015. En 2014, el PSZ estimó que las participaciones en el ingreso nacional de impuestos el top 1 % representaron el 15.7 %, en comparación con nuestra estimación del 10.2 %, una diferencia de 5.5 puntos porcentuales”.

Encuentran que aproximadamente la mitad de la diferencia se explica por la forma en que los dos equipos distribuyen los ingresos no reportados.

Piketty, Saez y Zucman suponen que los ingresos comerciales no declarados se distribuyen más o menos de la misma manera que los ingresos comerciales normales: los dueños de negocios que no confiesan todos sus ingresos al IRS tienen la misma distribución de ingresos que los propietarios de negocios honestos.

Auten y Splinter no creen que eso sea correcto; argumentan que los propietarios de empresas de bajos ingresos son más propensos a reportar menos. El resto de la brecha se explica por las diferencias en cómo manejar a las parejas casadas, cómo lidiar con la distribución de los déficits del gobierno a las personas y el manejo de los ingresos de la jubilación.

Piketty, Saez y Zucman respondieron con un apéndice de datos detallado defendiendo sus números. Argumentan que, si bien los datos de auditoría aleatoria sugieren tasas bastante parejas de evasión de impuestos en todos los niveles de ingreso, las auditorías del IRS no son tan efectivas para desentrañar intentos más intrincados de evasión de impuestos emprendidos por personas ricas. Si consideran que los esfuerzos de evasión de las personas ricas son más probables de tener éxito, entonces su enfoque de asignar más ingresos no declarados a los ricos parece más razonable.

Tampoco están de acuerdo con los datos de ingresos antes de impuestos que produjeron Auten y Splinter. “Tienen un manejo poco ortodoxo del impuesto a las sociedades, que suponen que recae en los jubilados actuales (que generalmente son de ingresos relativamente bajos)”, escribió Zucman en un correo electrónico. “Como resultado, el top 1% solo paga el 17% del impuesto corporativo en 2013. Esto es demasiado bajo. CBO, JCT, Treasury y nosotros mismos tenemos un manejo más justificado donde el impuesto corporativo recae principalmente en los propietarios de capital, y el top 1% paga el 40% -45% del impuesto corporativo. Pero, Saez agrega, “Esto es relevante para la comparación de la serie de ingresos antes de impuestos, no la comparación después de impuestos”.

Muchas preguntas sobre la desigualdad se reducen a detalles aparentemente técnicos

Esos desacuerdos probablemente suenan bastante técnicos y quisquillosos. Pero marcan una gran diferencia en los números totales. Una vez más, Piketty, Saez y Zucman documentan un gran impulso en la desigualdad de ingresos, mientras que Auten y Splinter muestran un aumento mucho más leve en la participación del top 1 % desde 1979 más o menos.

Dicho esto, es importante recordar que Piketty, Saez y Zucman no son las únicas personas que documentan un aumento importante de la desigualdad. La Oficina de Presupuesto del Congreso, por ejemplo, considera que el top 1 % de los ingresos después de impuestos aumentó de 7.4 % en 1979 a 15.1 % en 2012; disminuyó al 12.4 % en 2013 como resultado de las alzas de impuestos de Obama.

Y los signos de los efectos perniciosos de la desigualdad fuera de los datos brutos de ingresos son claros. Solo observe el relativo estancamiento de la esperanza de vida de los estadounidenses pobres, incluso cuando los estadounidenses ricos viven cada vez más.

Además, los datos de Auten/Splinter no tocan el estancamiento salarial de la clase media, otro tema principal del trabajo de Piketty/Saez/Zucman. El documento de Auten / Splinter podría razonablemente hacerle cuestionar la escala del aumento en la desigualdad, pero el hecho de que haya aumentado es difícil de disputar.

Los datos de Auten / Splinter sugieren que podríamos estar subestimando el desempeño de los ricos en los años 60 y 70, y sobreestimando de qué manera es diferente la desigualdad de ese período, una conclusión compartida por otras investigaciones recientes.

Entre otras cosas, eso sugeriría que las altas tasas impositivas individuales de ese período podrían haber sido menos efectivas para atenuar la desigualdad de lo que comúnmente se piensa. Ciertamente hicieron algo, pero parece que la gente rica de ese período encontró maneras de cobrar el dinero libre de impuestos independientemente, específicamente mediante corporaciones. Lampadia




El verdadero modelo de ‘libre mercado’

Datos demasiado grandes para el formato del archivo