El profesor Bruno Seminario, de la Universidad del Pacífico, ha construido la estadística Macro económica más extensa de la historia peruana. Hoy es posible saber cómo evolucionó nuestro PBI [producto bruto interno] per cápita desde 1700. Según las cifras del Angus Maddison peruano, en los años buenos, nuestro país ha crecido al mismo ritmo de los países que hoy son desarrollados, como Inglaterra. Pero, a diferencia de estos países, el nuestro ha tenido depresiones económicas frecuentes, intensas y prolongadas. Si no hubiéramos tenido esas depresiones, hoy seríamos como Inglaterra.
Nuestras depresiones han sido, efectivamente, fatales. En la crisis de los 30, entre 1928 y 1932, nuestro PBI per cápita cayó en 26%. Entre 1957 y 1959, en 5%. Entre 1967 y 1969, en 5%. Entre
1975 y 1978, en 7%. Entre 1981 y 1983, durante la crisis de la deuda, en 17%. Entre 1987 y 1990, en 28%, más que en la Gran Depresión. Por último, entre 1997 y 1999, el PBI per cápita descendió en 3%.
En estos episodios el factor desencadenante ha sido un choque externo adverso. En todos estos casos se observa una caída de nuestros términos de intercambio. En casi todos estos episodios se registra una salida de capitales.
Estos choques externos adversos, si no encuentran respuestas de política macroeconómica en el Banco Central de Reserva del Perú (BCR) o el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), producen recesiones. Esa es la historia peruana.
A lo largo de la historia, nuestra política macroeconómica ha sido pro-cíclica. Llega una crisis internacional y la respuesta típica, recesiva, ha sido la de subir los impuestos, bajar el gasto público y subir la tasa de interés. La excepción histórica, de política macroeconómica contra cíclica, aunque con algo de retraso, fue la 2008-2009. En ese episodio, el BCR bajó la tasa de interés y el MEF elevó (por lo menos lo intentó) el gasto público y no subió los impuestos.
¿Por qué antes no se aplicaron estas políticas consistentes con las buenas prácticas internacionales? Porque antes el BCR no contaba con reservas internacionales suficientes y el MEF no tenía holgura fiscal. En los últimos 12 años, tanto el BCR como el MEF han acumulado recursos que les permiten actuar en los malos tiempos.
Cuando se tiene un montón de dólares y llega la crisis externa, el BCR puede inundar de dólares el mercado, impedir un alza fuerte del tipo de cambio y proveer de liquidez a los bancos, para que el crédito no se paralice. Además, en plena salida de capitales, puede bajar la tasa de interés, porque puede vender al mismo tiempo dólares. Si el crédito no se contrae, si la tasa de interés baja y si el tipo de cambio no sube mucho, el choque externo queda anulado.
Por el lado fiscal, si se puede elevar el gasto público o bajar los impuestos, se puede compensar la caída de la demanda por nuestras exportaciones. Si el MEF y el BCR hubieran funcionado siempre así, incluso con nuestras carencias de siempre, con instituciones débiles, con un modelo “neoliberal y primario exportador”, con baja calidad educativa, etc., hoy tendríamos un PBI per cápita como el de Inglaterra.
Parece que, según la historia, salvo el BCR y el MEF, todo es ilusión.
(Publicado por El Comercio, 30 de mayo, 2013)