Urpi Torrado
El Comercio, 4 de setiembre del 2025
“Detrás de estas decisiones no solo hay conciencia nutricional, sino también restricciones económicas”.
La manera en que nos alimentamos puede ser un espejo del país y también un termómetro de sus problemas. El World Views Survey de la red WIN, en la que Datum representa al Perú, muestra que el 38% de los peruanos se considera poco saludable, un nivel superior al promedio regional y global. Esta respuesta no es únicamente por su estado físico, sino porque reconocen cambios importantes en su consumo de alimentos, sienten que sus opciones no son las adecuadas o no están a su alcance.
Los datos de consumo revelan una paradoja. Por un lado, los peruanos han reducido su ingesta de productos empaquetados, dulces, sal y comida rápida, cambios que podrían interpretarse como señales de un estilo de vida más saludable. Por ejemplo, un 56% afirma haber disminuido el consumo de alimentos procesados y un 60% dice haber reducido su consumo de golosinas, cifras que superan ampliamente el promedio global. También la mitad reconoce haber limitado la comida rápida y un 32% ha bajado la cantidad de sal en sus comidas.
Sin embargo, esta tendencia no es lineal ni necesariamente positiva. El mismo estudio registra caídas en el consumo de alimentos que deberían formar parte de una dieta balanceada, como carnes (27%) y frutas y verduras (11%). Más aún, un 34% ha reducido la leche y los productos lácteos, y un 38% ha limitado los productos bajos en azúcar o bajos en grasa. Estos datos sugieren que las mejoras en algunos hábitos no siempre están acompañadas de un aumento en otros más saludables, y que detrás de estas decisiones no solo hay conciencia nutricional, sino también restricciones económicas.
Las políticas públicas han tenido un rol en este escenario. Normas como la ley de etiquetado de productos procesados, que alerta sobre el exceso de azúcares, grasas y sodio, han contribuido a generar una mayor conciencia sobre los riesgos asociados a ciertos alimentos. Sin embargo, esa explicación no alcanza para entender la caída en categorías como carnes, lácteos o verduras, que más bien deberían ser promovidas en un esquema de nutrición balanceada.
Una de las explicaciones posibles está en el bolsillo. El aumento en el costo de vida obliga a los hogares a reajustar sus prioridades alimenticias. El estudio muestra que quienes reportan haber tenido que reducir gastos en los últimos meses son los que más declaran haber disminuido su consumo en casi todas las categorías. Así, no siempre se trata de una decisión voluntaria en busca de una mejor salud, sino de un recorte obligado para enfrentar limitaciones financieras.
El caso peruano, además, debe leerse de manera más estructural. En un país que lucha contra la anemia infantil, las variaciones en el consumo no solo reflejan elecciones individuales, sino también fallas en el sistema alimentario. La baja percepción de salud que expresan los peruanos es coherente con un panorama en el que se combina la reducción de productos dañinos con la disminución de alimentos esenciales, afectando tanto la calidad de vida como la productividad futura.
El reto, entonces, es doble. Por un lado, se requiere reforzar las políticas educativas y preventivas que promuevan hábitos saludables y garanticen información clara para el consumidor. Por otro, es indispensable diseñar medidas que mejoren el acceso económico y geográfico a alimentos de calidad, especialmente para las poblaciones más vulnerables. No se trata solo de que los ciudadanos decidan comer mejor, sino de que puedan hacerlo sin que su bolsillo sea el principal obstáculo.
Resulta paradójico que en un país con una de las mayores biodiversidades del planeta, con superalimentos reconocidos internacionalmente y con una gastronomía premiada como patrimonio cultural, la alimentación de muchas familias se esté deteriorando. La manera en que comemos no solo refleja nuestras costumbres, sino también nuestras brechas sociales y económicas. Convertir esa abundancia en verdadera seguridad alimentaria es uno de los grandes retos pendientes.