Urpi Torrado
El Comercio, 27 de noviembre del 2025
“En un país sin partidos sólidos y con identidades ideológicas débiles, es improbable que exista un voto en bloque”.
La encuesta de Datum-El Comercio publicada el domingo revela que la brecha ideológica en el país se mantiene, aunque con matices importantes. Si bien existe un continuo debate público entre izquierda y derecha, la mayoría de peruanos no tiene claridad sobre lo que implica. Un 37% no se ubica en ninguna categoría, lo que confirma que un sector significativo de la ciudadanía se mueve más por percepciones coyunturales que por convicciones ideológicas. Entre quienes sí se definen, la derecha concentra el 27% y se mantiene estable respecto del último año. El centro, en cambio, retrocede tres puntos, los mismos que se suman al segmento que se identifica con la izquierda, que alcanza el 15%. Este leve movimiento debe interpretarse con cautela; podría estar dentro del margen de error o señalar un cambio incipiente. Las siguientes mediciones serán claves para entender si la simpatía por la izquierda crece o si se trata solo de una oscilación pasajera. El centro y el sur del país son las zonas donde se concentra el mayor porcentaje de personas que se definen como de izquierda.
Esta distribución ideológica parece favorable para la derecha, pero esa ventaja se diluye en la práctica. No existe un único liderazgo que concentre ese voto, por lo que termina fragmentándose entre múltiples candidatos. Lo mismo ocurre en el centro y la izquierda. En un país sin partidos sólidos y con identidades ideológicas débiles, es improbable que exista un voto en bloque. La mayoría de ciudadanos se mueve por afinidades emocionales, rechazos personales, experiencias previas o expectativas inmediatas más que por una línea doctrinaria.
En el estudio de Marcas con Propósito de Datum se analiza el propósito personal. Se aprecia un cierto grado de activismo ciudadano, pero no necesariamente político en el sentido tradicional. El compromiso surge alrededor de causas inmediatas, cercanas y poco polarizantes. Esto muestra un vacío de autoubicación política, pero no una ciudadanía indiferente. La mayoría evita definirse ideológicamente, especialmente los más jóvenes y los sectores vulnerables. No es apatía, es desconexión con la política tradicional.
En el mismo estudio se observa otra tendencia relevante: entre el 2021 y el 2025 aumentan las conductas de verificación, es decir, la práctica de revisar información en Internet, seguir personajes en redes, contrastar versiones y buscar evidencias antes de tomar una decisión. Este nuevo comportamiento viene acompañado de un crecimiento en las dinámicas de premios y castigos. En el terreno del consumo, los ciudadanos castigan más severamente la falta de coherencia, el oportunismo o el incumplimiento. Este comportamiento se traslada también a la política. Hoy el elector premia o castiga con su voto.
La mayoría de peruanos ha tenido malas experiencias con autoridades electas, principalmente debido al incumplimiento de promesas y a las constantes denuncias de corrupción. El desencanto se ha convertido en un punto de partida obligado para analizar el comportamiento electoral. Aunque ciertos votantes pueden estar dispuestos a perdonar, la mayoría está buscando nuevos liderazgos, personas que representen coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. En un contexto donde la palabra de los políticos ha perdido valor, la consistencia se convierte en un activo determinante para el voto.
En este escenario, la ideología importa, pero no determina. Lo que finalmente inclina la balanza es la confianza y la coherencia percibida. Con un electorado volátil, crítico y cada vez más dispuesto a verificar antes de decidir, los candidatos que logren conectar emocionalmente, demostrar autenticidad y sostener un mensaje consistente tendrán mayores posibilidades de avanzar. Hoy la confianza se construye a partir de coherencia, transparencia y conexión real con la ciudadanía.






