Urpi Torrado
El Comercio, 23 de octubre del 2025
“No basta con tener presencia, la clave estará en generar contenido auténtico, coherente y cercano”.
A menos de un año de las elecciones, aún no está claro qué papel jugarán las redes sociales en la campaña electoral peruana. Aunque hoy el volumen de conversación digital correlaciona con la intención de voto, todavía es temprano para asumir que esa relación se mantendrá durante el proceso. En las elecciones del 2021, incluso en pleno confinamiento, la incidencia de las redes en la decisión del voto fue limitada. Las plataformas digitales no tuvieron el peso determinante que sí se observó en otros países, como Estados Unidos en el 2016 o Brasil en el 2018, donde la conversación digital marcó el pulso político.
Cinco años después, el escenario ha cambiado. Facebook sigue siendo la red de mayor penetración en el Perú, pero el crecimiento de TikTok ha sido importante, el 64% de peruanos lo tiene. Instagram también ha ganado terreno y es utilizado por casi la mitad de la población. Estas plataformas, inicialmente asociadas al entretenimiento, se han convertido en espacios de información, opinión y construcción de imagen. Y aunque su uso atraviesa todos los grupos etarios, los jóvenes lideran la participación y podrían definir buena parte de la conversación política.
El comportamiento informativo de los peruanos también ha cambiado. El 61% señala que se informa principalmente a través de medios tradicionales como televisión, radio o prensa escrita, pero un 51% lo hace mediante redes sociales. Este cruce refleja un cambio generacional y cultural en la forma de acceder a la información. Sin embargo, plantea un riesgo; muchos ciudadanos no saben cómo validar si una noticia es verdadera o falsa. Algunos consultan medios tradicionales para confirmar lo que ven en redes, pero otros simplemente reproducen o comparten contenidos sin verificar su origen.
Para los candidatos, las redes sociales serán un escenario inevitable. No basta con tener presencia, la clave estará en generar contenido auténtico, coherente y cercano. El elector detecta con rapidez lo forzado o artificial, y cuando percibe impostura, la conexión se rompe. No todo lo viral se traduce en influencia, y menos en intención de voto. Cada red tiene su lenguaje, su público y su ritmo; lo que funciona en TikTok puede fracasar en Facebook. La estrategia digital deberá combinar creatividad con credibilidad.
Las métricas abundan, pero ninguna mide conversión, es decir, cuánta de esa interacción se transforma en voto real. A lo mucho, el monitoreo de redes permite detectar tendencias, anticipar crecimientos y captar señales de crecimiento de algún candidato. Más que predecir resultados, el análisis digital puede servir para comprender el tono del debate y la emocionalidad del electorado. En una sociedad tan fragmentada, esa lectura puede ser valiosa para entender qué discursos conectan y cuáles generan rechazo.
Sin embargo, no se debe sobreestimar el poder de las redes. Si bien plataformas como Facebook e Instagram están incluidas en los planes de datos de los operadores, otras – como TikTok o Youtube– consumen megas y su acceso puede estar restringido por limitaciones económicas. A ello se suma la brecha digital que persiste entre zonas urbanas y rurales, donde el acceso a Internet sigue siendo desigual. Pensar que las redes reflejan la totalidad del electorado sería un error.
De cara al 2026, la campaña se librará en múltiples frentes: en la calle, en los medios y, cada vez más, en el mundo digital. Las redes sociales amplifican mensajes, construyen relatos y pueden inclinar percepciones, pero no sustituyen el trabajo territorial ni la conexión emocional del candidato con la gente. En un país donde la confianza en la política es baja y la desinformación circula sin freno, el verdadero desafío será usar las plataformas para informar y conectar, no solo para entretener o polarizar. Las redes serán un campo de batalla, pero también una oportunidad para acercar la política a los ciudadanos, si se usan con responsabilidad, estrategia y autenticidad.