Urpi Torrado
El Comercio, 6 de noviembre del 2025
“El 51% de los peruanos decide su voto después de ver entrevistas y debates”.
Las encuestas reflejan el sentir del momento y, durante los procesos electorales, funcionan como un termómetro que mide hacia dónde se inclinan las preferencias ciudadanas. Las elecciones son organismos vivos, en constante movimiento, sensibles a los gestos de los candidatos, a las denuncias, a los debates y a la coyuntura. No son estáticas, y por eso la necesidad de medir periódicamente. Solo con información continua se puede entender la evolución del voto y permitir que los equipos de campaña ajusten sus estrategias, identifiquen aciertos y corrijan errores.
Sin embargo, persiste la idea, tan repetida como equivocada, de que el peruano “decide en la cola”. Pero el proceso de decisión del voto es mucho más complejo. Según la encuesta de Datum-El Comercio publicada en mayo, el 51% de los peruanos decide su voto después de ver entrevistas y debates. Es decir, la exposición mediática, el desempeño frente a la cámara y la claridad de los mensajes influyen de manera decisiva.
Los candidatos deben aprovechar cada espacio de visibilidad. En esta elección podrían participar hasta 39 postulantes, lo que dificultará los formatos que incluyan a todos juntos. En el 2021, con 20 partidos en contienda, el Jurado Nacional de Elecciones organizó tres debates para poder incluir a todos, lo que fragmentó la discusión y dificultó que el elector comparara de manera efectiva las propuestas. Aun así, las entrevistas, los debates y las apariciones en medios son herramientas valiosas, amplían el alcance del mensaje y, en muchos casos, logran viralizarse en redes sociales, multiplicando su impacto.
Por otro lado, existe un 15% de votantes que decide en la última semana. Con un escenario tan fragmentado, esos votos pueden ser determinantes. Por eso, medir y entender sus tendencias resulta clave para anticipar escenarios. Lamentablemente, esa es la semana en la que está prohibida la publicación de encuestas. Esta restricción priva al elector de información actualizada y deja espacio para la especulación y las encuestas falsas que circulan por redes sociales. Si el Congreso aprueba finalmente la ley que reduce la veda informativa a tres días, los ciudadanos tendrían una mejor lectura de las verdaderas preferencias en la recta final.
Ahora bien, sí hay un 13% que afirma decidir su voto en la cola. Pero incluso este grupo llega al centro de votación con un conjunto limitado de opciones; no elige entre 39 candidatos, sino entre dos o tres. La decisión final es, más que un impulso de último minuto, el resultado de un proceso de descarte y reflexión que se ha ido formando en semanas previas. El elector llega dubitativo, sí, pero con una idea clara de sus preferencias.
La evidencia empírica respalda esta afirmación. Históricamente, las encuestas privadas levantadas el día anterior a la elección han mostrado resultados muy cercanos a los oficiales. El movimiento del voto en las últimas 24 horas, cuando lo hay, suele mantener la misma tendencia observada en los días previos. Lo que cambia no es la dirección del voto, sino su intensidad. Esto demuestra que el votante peruano no decide de manera improvisada ni exclusivamente en la cola, sino que llega a ese punto final con un recorrido previo, influido por información, emociones y contexto.
El mito de la cola, entonces, no resiste la evidencia. Más que una descripción real del comportamiento electoral, suele ser un recurso usado por quienes no se sienten favorecidos por los resultados o buscan desacreditar los datos cuando no coinciden con sus expectativas. Sirve para justificar la falta de estrategia o para explicar los malos números, pero no para entender cómo votan los peruanos. Los votantes quieren escuchar propuestas, contrastar ideas y sentir que su voto tiene sentido. Creer que todo se define en la cola es minimizar su capacidad de reflexión.






