Uri Landman
Para Lampadia
Era diciembre del año 2007, cuando Alberto Fujimori pronunciaba la ya célebre frase ¡“soy inocente”! dentro del juicio conocido como “La Cantuta y Barrios Altos”, en donde fue condenado a 25 años de prisión por el asesinato de los estudiantes de “La Cantuta” y los residentes de “Barrios Altos”, un total de 25 personas; además del secuestro del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer.
En la sentencia, se determina que Fujimori fue autor mediato de homicidio calificado en los casos antes mencionados, sin embargo, esto nunca pudo ser comprobado. Más aún, de investigaciones posteriores, se determinó que fue Martín Rivas, el jefe del Grupo Colina, quién tomó la decisión “en el acto”, de asesinar a los estudiantes de “La Cantuta” sin haber recibido órdenes de sus superiores.
Pero la teoría fiscal, que fue recogida por los jueces, argumentó que al ser Fujimori el Presidente del país y por ende jefe de las fuerzas armadas, era él quien daba las órdenes, diseñaba la estrategia y finalmente el responsable directo de las muertes de “La Cantuta” y “Barrios Altos”.
En este artículo, no voy a defender la inocencia de Fujimori, en este caso o en los tantos otros que tuvo que afrontar por temas de corrupción; pero como parte de mi pequeña investigación, me sorprendió la manera cómo llegaron a las conclusiones, dejando de lado los hechos reales, para basarse en conjeturas y sobre todo en temas ideológicos.
Es difícil entender cómo un juez caviar como San Martín, con una marcada tendencia ideológica puede haber sido imparcial en un caso como este. Sobre todo, luego que se conociera que el juez San Martín había consultado con juristas españoles sobre la sentencia a Alberto Fujimori cuando el juicio se encontraba en su etapa inicial y donde supuestamente el juez recién estaba analizando los hechos y tomando una postura sobre los mismos. Aquí se ve claramente que el juez San Martín ya había decidido sobre la culpabilidad de Fujimori muchos meses antes que termine el juicio y sea sentenciado.
Otro punto que llamó mi atención de la extensa sentencia de 763 páginas (reconozco que leí solo la mitad) es que en la Cuarta Parte, en lo que es “la Decisión”, se condena a Fujimori como autor mediato de homicidio calificado, lesiones graves y de secuestro agravado, lo cual está tipificado dentro del código penal. Pero, en un agregado para mi inexplicable, se mete de contrabando la frase: “Los mencionados delitos de homicidio calificado y lesiones graves constituyen crímenes contra la humanidad según el derecho internacional penal”.
Es precisamente de esta última frase, que se valen todos los grupos caviares supuestamente defensores de los derechos humanos, para decir que a Fujimori lo condenaron por delitos de lesa humanidad. Hagamos unas precisiones.
Para los que hemos leído un poco de historia y sin ser abogados sabemos que el homicidio y el secuestro – por más graves que sean – no constituyen un delito contra la humanidad. No quiero que se piense que estoy relativizando la gravedad de estos delitos. Al contrario, ambos son tan graves que nuestro código penal les da la máxima pena. Inclusive en algunos países se castiga el homicidio con pena de muerte.
Pero un delito de lesa humanidad es mucho más grave que eso. Lamentablemente ejemplos hay muchos en la historia. El primero que se me viene a la mente es “El Holocausto” durante la Segunda Guerra Mundial, en donde los nazis, dirigidos por Hitler, condujeron una política de estado para exterminar a los judíos, la llamada “Solución Final”, en donde asesinaron a seis millones de hombres, mujeres y niños, solamente por el hecho de ser judíos. Otro crimen de lesa humanidad que se me viene a la mente, es la matanza en el año de 1995, de 8,000 musulmanes bosnios cuando las fuerzas serbias al mando del general serbiobosnio Ratko Mladic atacaron Srebrenica. Por supuesto, tengo muy presente los crímenes de lesa humanidad de Sendero Luminoso y del MRTA, quienes asesinaron miles de personas durante la época del terrorismo.
Ahora que el Tribunal Constitucional ha declarado procedente el Habeas Corpus a favor de Fujimori y por lo tanto restituido el indulto que le otorgó el presidente Pedro Pablo Kuczynski, esta frase metida de contrabando en la sentencia, toma un rol protagónico. El aspecto a tomar en cuenta, es que cuando Fujimori supuestamente cometió los crímenes por los que fue condenado, éstos no estaban definidos como “lesa humanidad” en nuestro ordenamiento jurídico, como reconoce a regañadientes el juez César San Martín. Según declaró: “Es cierto, no fue extraditado por delitos de lesa humanidad, pero vamos a aclarar. No podía serlo, ser procesado por delitos de lesa humanidad, porque la ley interna peruana no comprende esas figuras. Nuestra legislatura hace años está en omisión a un deber internacional”. Queda claro entonces que por más que no les guste a los grupos de derechos humanos, Fujimori no fue sentenciado por delitos de lesa humanidad.
Llegamos entonces al presente. El ex presidente Fujimori, debería recuperar su libertad en los próximos días. Para mi es incomprensible por qué una decisión de liberar a una persona de algo tan grave como la cárcel, puede tomar semanas en ejecutarse. En Estados Unidos, cuando un juez ordena la libertad de un sentenciado, esta se tiene que cumplir en el acto y no luego de días o semanas.
Por supuesto, escucharemos los reclamos de los “defensores de los derechos humanos” quienes no dicen nada cuando un terrorista condenado a 12 años de prisión recibe un indulto humanitario por sufrir de “diabetes” y termina trabajando como editor de la ONG “IDL”. También escucharemos los desvaríos mentales del primer ministro Torres cuando compara a Alberto Fujimori con Hitler, sin embargo, ello no nos debería sorprender.
Fujimori derrotó militarmente a los terroristas de Sendero Luminoso y del MRTA en los años noventa, sin embargo, los gobiernos posteriores y la sociedad en su conjunto, no hizo nada para evitar que reescribieran la historia y que hoy en día los filoterroristas sean profesores, congresistas y ministros de estado, mientras que los héroes de las fuerzas armadas, la policía y sociedad civil sufran persecuciones judiciales o terminen presos.
Como bien decía el asesino comunista Iósif Stalin: “Para ganar la guerra, no basta vencer en el frente, sino que es necesario revolucionar la retaguardia del enemigo”.
Nosotros ganamos la guerra, pero perdimos la retaguardia. Lampadia