Uri Landman
Para Lampadia
El fin de semana pasado se realizó la segunda vuelta electoral en Chile, donde el candidato del Partido Republicano, Antonio Kast, obtuvo una aplastante victoria, sacando una ventaja de casi 20 puntos a la candidata comunista Jara.
Esta no es solamente una victoria para Chile, sino para toda Suramérica, ya que el péndulo viene favoreciendo a los candidatos de derecha en el continente, que traen un plan económico y de seguridad capaz de sacar a sus respectivos países de la parálisis creada por los gobiernos populistas de izquierda de la última década.
Tal y como lo anunció durante su campaña, una de sus primeras acciones al llegar al poder será la deportación de más de 340,000 inmigrantes ilegales que viven en Chile y que serían responsables del aumento de la criminalidad en el vecino país.
Esta medida que algunos tildan de xenófoba, busca expulsar miles de criminales, en su mayoría venezolanos, que azotan a la sociedad chilena.
La victoria de Kast, una buena noticia para los chilenos, no lo sería tanto para los peruanos. El motivo se debe a que estos inmigrantes ilegales serían expulsados a la frontera Perú – Chile y buscarían ingresar a nuestro país. Este flujo descontrolado de persones incrementaría la cantidad de ciudadanos venezolanos que ya viven en Perú y que algunos estudios estima en un millón y medio de personas.
No estoy en contra de la migración legal y regulada, sin embargo, ningún país puede permitir que ingresen miles de inmigrantes ilegales sin saber quiénes son, qué hacen y de dónde vienen.
El país más poderoso del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, llegó a ser una super potencia gracias a los inmigrantes que conforman la diversidad del país. Con el pasar de los años, esta inmigración descontrolada por la frontera sur se ha convertido en un serio problema para la seguridad y estabilidad de ese país.
Mis propios abuelos fueron inmigrantes que llegaron al Perú escapando de las persecuciones en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Ellos llegaron al Perú para trabajar de manera honesta y respetando las leyes del país que los acogía de buena manera.
Pero ningún país puede abrir sus fronteras de manera indiscriminada como lo hizo el gobierno de PPK. Durante su presidencia se aceptó el ingreso de cientos de miles de venezolanos sin ningún tipo de control o filtro. Esto trajo consigo que miles de delincuentes ingresaran al país para hacer de las suyas. El Tren de Aragua y las demás bandas de criminales venezolanos, hoy en día son las causantes de la mayoría de casos de extorsiones y sicariato.
En el caso de Chile, Kast les ha dado un ultimátum: que se retiren de manera voluntaria con todos sus bienes o serán expulsados una vez que él llegue al poder. En nuestro país, se ha discutido el tema en múltiples ocasiones, pero hasta el momento no se han implementado políticas efectivas para expulsar a los inmigrantes ilegales. En el colmo del populismo he escuchado a un candidato presidencial ofrecer la nacionalización de los miles de inmigrantes ilegales, como si de un premio se tratara.
No se puede criminalizar a todos los inmigrantes ilegales, la gran mayoría de ellos son personas de bien que han escapado de la dictadura de Maduro en busca de una mejor vida para ellos y sus familias.
Pero lo que sí se puede hacer es exigir que todos ellos estén debidamente registrados en el sistema de Migraciones y los que tengan antecedentes penales o sean atrapados en flagrancia, sean expulsados de manera inmediata.
La promesa de expulsar a los inmigrantes ilegales de Chile, es solamente una de las tantas que realizó Kast durante su campaña. Por el bien de nuestro vecino, esperamos que el nuevo presidente pueda cumplir con la mayoría de ellas y demostrar que los gobiernos de derecha son la única alternativa para sacar a la gente de la pobreza, traer seguridad al país y garantizar la libertad.
Nos toca a los peruanos seguir los buenos ejemplos de otros países de Suramérica y elegir un presidente honesto, con un plan de gobierno que realmente solucione los problemas del país. No nos dejemos engañar por los cantos de sirena de los comunistas, que nos prometen quitarle a los que más tienen para dárselo a los pobres, ya que al final lo único que se crea son más pobres.
El terrorista y presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo dijo muy claramente “cuando los pobres dejan de serlo, se vuelven de derecha”, algo que por supuesto no les conviene a los políticos izquierdistas. Lampadia






