Por: Sergio Muñoz Riveros
La Tercera de Chile, 18 de mayo del 2022
La sociedad chilena se ha ido recuperando de los traumas provocados por la irrupción de la barbarie en octubre de 2019. Aunque no son pocas las preocupaciones sobre el futuro, en particular la desazón causada por la inseguridad, la delincuencia y el terrorismo en el sur, en los últimos dos meses ha crecido una poderosa corriente ciudadana que expresa su determinación de rechazar el chantaje de la violencia y defender la convivencia democrática.
Fracasó el intento de someter a la sociedad por el miedo, y eso se ha expresado en la decisión de mucha gente de no agachar la cabeza ante los profetas de la refundación de Chile, que han cabalgado, precisamente, sobre ese miedo. Así se explica la extendida oposición al proyecto populista que elaboró la Convención y respalda el gobierno. Es revelador que en estos días se escuchen diversas especulaciones sobre lo que implicaría el triunfo del Rechazo, y lo que correspondería hacer después.
Algunos sostienen que la eventual victoria del Rechazo dejaría a Chile “en un limbo”, dado que la Constitución vigente estaría deslegitimada. Otros afirman que ésta murió en el plebiscito de entrada, en mayo de 2020. Suena como si el país estuviera en tierra de nadie, y sucede que no lo está. Vivimos dentro de un orden constitucional que protege las libertades y sostiene las instituciones. ¿O alguien afirma que fue ilegítima la reciente elección de Presidente de la República, senadores y diputados, cuya autoridad emana, precisamente, de la Constitución que nos rige?
El artículo 142 de la Constitución no deja dudas: “Si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución”. Eso, por lo tanto, no está en discusión. ¿Significa que dicho texto se vuelve inmodificable? En ningún caso. ¡Nunca lo ha sido! Desde 1990, todos los gobiernos promovieron reformas que fueron aprobadas por amplia mayoría en el Congreso. Seguir hablando, entonces, de “la Constitución pinochetista” es una historia de brujas, que desprecia la transición democrática e intenta borrar la estabilidad institucional inaugurada con Aylwin, base del progreso nacional en todos los terrenos.
Durante varios años, el PC, el Frente Amplio y sus aliados circunstanciales buscaron descalificar los inmensos avances del país, y agitaron la idea de elegir una asamblea constituyente para materializar “el otro modelo”. Pues bien, ya tuvieron su asamblea. En alianza con los grupos del octubrismo, controlaron absolutamente la Convención, y nos dejaron clarísimo lo que quieren. Nos ilustraron acerca de lo que Chile tiene que evitar a toda costa.
Es hora de dejar atrás la corrosiva noción de que el país es un laboratorio. Hay que hacer retroceder la incertidumbre y afianzar la estabilidad democrática. Los cambios constitucionales que puedan venir exigirán que el Congreso, finalmente, cumpla con su deber.