Por Sebastiao Mendonça Ferreira
(Perú 21, 27 de Abril de 2015)
El año 2003, en el primer gobierno de Lula da Silva, el Partido dos Trabalhadores (PT) montó un sistema de compra de apoyo de congresistas de la oposición vía pagos mensuales. El escándalo, del orden de US$35 millones, ha llevado a la cárcel al presidente del PT, José Genoíno, y al potencial sucesor de Lula, José Dirceu, y al tesorero del Partido dos Trabalhadores, Delúbio Soares, involucrando al publicista de Lula, Duda Mendonça, obligando la renuncia de decenas de altos ejecutivos del PT y de importantes instituciones públicas.
Mientras el ‘Mensalão’ era denunciado, el PT ya estaba desarrollando un esquema mucho más grande, conocido como ‘Petrolão’. Esta vez la corrupción estaría ligada a los contratos de la empresa estatal Petrobras.
Según reportes de la Policía Federal, el PT institucionalizó comisiones en los contratos de la empresa: 2% para ellos y 1% para los partidos aliados. Parte de los sobornos iba al financiamiento partidario y parte iba a los bolsillos de los dirigentes y de sus parientes.
Este último esquema, todavía en investigación, ha involucrado a las más grandes empresas contratistas de Brasil, algunas de ellas operando en Perú, lo que ha llevado a la cárcel a decenas de sus ejecutivos y al nuevo tesorero del PT, João Vaccari Neto, y generado en la población, especialmente en la clase media, un sentimiento de rechazo al Partido dos Trabalhadores.
La corrupción es parte del sistema político brasileño, pero la escalada de los robos y sobornos (cientos de millones de dólares) y su institucionalización en Petrobras son criaturas del PT.
El utilitarismo del Partido dos Trabalhadores hacia las instituciones de la democracia y los requerimientos de coalición para la permanencia en el poder los ha llevado a hacer de la corrupción un componente central de su método político.
Pero el escándalo y las probables sanciones financieras al PT ponen en riesgo su modus operandi y la viabilidad misma del partido.