“Lo que sobre todo hay que evitar son los déspotas de bolsillo”. De manera tan rotunda hablaba Karl Popper, quien hizo de la libertad el motivo central de su pensamiento. Como el destacado filósofo falleció hace veinte años, no queremos pasar por alto esta fecha sin recordar una vez más su personalidad. Porque la filosofía popperiana enseñó a todos, no solamente a los intelectuales, que el hombre puede convertirse en el auténtico defensor de su individualidad. Como bien decía el Nobel Octavio Paz, Popper pensaba que “cuando la unidad se transforma en uniformidad, la sociedad se petrifica”.
Las palabras que siguen pertenecen a Mario Vargas Llosa, en el libro “Encuentro con Karl Popper”, una obra que ayuda a entender la cultura de la libertad, sobre quien sigue siendo figura clave de la filosofía del siglo XX. Pues bien, dice Vargas Llosa: “Lo que ha ocurrido, sobre todo en los últimos años, es decir, el desplome no solo de los regímenes totalitarios, sino el desplome de la utopía socialista, de la mitología revolucionaria y el extraordinario renacimiento de los valores democráticos y la cultura de la libertad en el mundo, y no solo en la Europa del Este y en la Unión Soviética, también en la región del mundo de la que yo vengo, en nuestra América Latina, ha dado a las tesis, las teorías políticas y sociales de Karl Popper sobre la libertad –también de otros pensadores, por supuesto– una extraordinaria legitimación; y ha desmentido y negado a quienes en los años cincuenta, en los años sesenta, incluso en los años setenta, ejercían la función de los “maîtres à pensée” en el campo ideológico y en el campo político”.
Nacido en Viena en 1902, Karl Popper se interesó, siendo estudiante de física, en la ciencia empírica. Lo que buscaba era saber si contenía conocimientos ciertos, y así las cuestiones epistemológicas concitaron su interés. Viena bullía con las doctrinas de los positivistas, pero se insurgió contra ellas.
Cuando se gestaba el nazismo, Popper decidió marcharse a Londres, y, tras una breve estancia, se instaló en la Universidad de Canterbury, de Nueva Zelanda, donde permaneció entre 1937 y 1945. Fue allí donde escribió “La sociedad abierta y sus enemigos”, una de sus obras fundamentales. Este es un libro donde la razón reemplaza a la irracionalidad y el individuo pasa a convertirse en protagonista de la historia, en tanto la libertad comienza a sustituir a la esclavitud. Es, por cierto, una de las obras de filosofía política esenciales de nuestro tiempo.
Enseñó en la “London School of Economics”, desde 1946 hasta 1969. Cuatro años antes, la Reina le había armado caballero. Luego, Sir Karl Popper continuó escribiendo y, entre otras obras esenciales, debemos mencionar “La miseria del historicismo”, “La responsabilidad de vivir”, “En busca de un mundo mejor”. En sus páginas hallamos la necesidad de la libre discusión, el choque de las culturas, la democracia como marco que permite la organización de los ciudadanos y la apuesta permanente a una sociedad abierta.
Con la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la diversificación de los intereses filosóficos, Karl Popper se convirtió en un clásico contemporáneo, en un faro de los que aman la libertad. Su lucidez ha sido esencial para limpiar el polvo de las mentes y barrer los gemidos sobre el fin de la utopía.