Dr. Rolando Arellano C. ARELLANO Consultoría para crecer. CENTRUM Católica.
Pronto tendremos una avalancha de encuestas cuyos datos, como los datos del termómetro no deben solo leerse, sino interpretarse.
Primeramente debería verse si el termómetro es correcto, como descartar el dato de 38% de preferencia por un candidato, si es de una encuestadora desconocida mientras la mayoría le asigna entre 7 y 10%. Y se debe ver si los encuestados representan a la población total o tienen limitaciones por no ir a ciertas de zonas o sólo incluir a los internautas. Los datos varían si la temperatura se toma en la boca o en la axila, o en el potito, como en los bebés.
Luego ver si las preguntas orientan o no a las respuestas. Es distinto preguntar “¿le gustaría que el gobierno baje los precios de los alimentos? sin poner el contrapeso de….. o prefiere que éstos se fijen por acuerdo entre vendedores y compradores?”. Y también ver si hay series como ¿apoya usted a los gobernantes corruptos? y después ¿apoya usted la vacancia del presidente?. Al poner el termómetro debe bajarse el nivel anterior.
Y hay que ver bien el contexto. Porque si a un grupo de 10 amigos donde uno ha sufrido un robo se le pregunta ¿ha sufrido usted un robo? la respuesta sería 10%. Pero sería 100% si se preguntara ¿usted o alguno de sus conocidos han sufrido un robo? No es lo mismo Celsius que Farenheit.
¿No se debe entonces creer en las encuestas? Al contrario, ellas son muy útiles pues la alternativa es la intuición, que lleva a más error. Pero un analista capaz, y bien intencionado, tomará en cuenta las distorsiones para dar una visión más certera de cómo piensa la población. Es decir, usará las encuestas como los médicos usan los termómetros, como información valiosa solo si tiene el buen juicio del analista.