El régimen bolivariano se debate entre la farándula y el dramatismo heroico. Algunas de sus actuaciones causan hilaridad; otras, tristeza. Los desplantes espectaculares y la correspondiente retórica explicativa parecen salir del reparto de una ópera bufa. Por ese motivo, la convulsionada actualidad venezolana suele traer a la mente lo que se decía del decadente Imperio Austro-Húngaro: ‘La situación es grave, pero no es seria.’
El presidente Nicolás Maduro ha anunciado la creación de un vice-ministerio, al cual se le confiaría la trascendental misión de lograr la suprema felicidad del pueblo venezolano. Semejante iniciativa burocrática tiene su origen en una traducción inadecuada de ‘the greatest happiness for the greatest number’, (la mayor felicidad para el mayor número de personas), el criterio sugerido por Bentham para evaluar las políticas públicas, doctrina que se conoce como utilitarismo. Jeremy Bentham, (1748-1832), fue un filósofo británico de ideas avanzadas, que tuvo gran influencia sobre las reformas administrativas del siglo XIX. Su concepción política equivale a la antítesis de la de los ideólogos del Socialismo del Siglo XXI.
Las declaraciones gubernamentales acerca del caos cambiario ofrecen un ejemplo adicional de incoherencia. Mientras un funcionario declara que el mercado paralelo de divisas es una ficción, otro funcionario se compromete a pulverizarlo. Venezuela administra un sistema de control de cambios. El poder de compra de la moneda nacional está en caída libre como consecuencia de un manejo económico torpe. El mercado cambiario paralelo refleja la pérdida de confianza en la política gubernamental. El precio en bolívares de un dólar en el mercado paralelo es cerca de diez veces mayor al que establece la tasa de cambio oficial.
La inflación es un problema que ha escapado al control de las autoridades. En un mundo en el cual la tendencia de los índices de precios es a la baja, Venezuela registra un ritmo de inflación anual de 54%. La cifra correspondiente al índice de precios de los alimentos es 70%. Es difícil que esta situación se pueda modificar mientras persista la práctica de financiar un gasto público desbordado con emisión monetaria.
El gobierno ha declarado que el sector privado y la oposición son los causantes de la inflación. Como respuesta a una supuesta guerra económica, Maduro pretende controlar los precios por medio de la fuerza pública. Una cadena de electrodomésticos ha sido intervenida manu militari. En forma aparatosa, sus existencias han sido ofrecidas en venta con grandes descuentos. Los administradores de la empresa han sido privados de libertad.
Una interpretación benévola de este episodio sería que se trata de una maniobra ocasional para contrarrestar el malestar de la opinión pública por motivo del desabastecimiento, la carestía y las frecuentes fallas del sistema de electricidad. Pero si Maduro utiliza las facultades que le concede la ley habilitante para arruinar a las empresas e imponer un sistema económico de tipo soviético, se estaría haciendo realidad el deseo de Hugo Chávez de llevar a Venezuela hacia el mismo mar de felicidad en el cual navega Cuba.
Publicado en La República de Colombia, 21 de noviembre del 2013