Simon Kuznets fue un gigante de la economía del siglo XX. Ruso, emigrado a los Estados Unidos, ganador del Premio Nobel, inventó el PBI que es la estadística que mide la producción de un país. Antes, se decía que la economía iba bien o mal según ciertos eventos aislados, como las cosechas. El invento del PBI revolucionó nuestra capacidad para conocer un país; fue como pasar de las fotos de un viajero a una foto satélite que capta al país entero.
Pero hoy nos interesa especialmente un segundo invento del ruso, porque es allí donde hoy el Perú se enfrenta con él. Se trata de una teoría acerca de la distribución de ingresos conocida como “la curva Kuznets,” según la cual la desigualdad inevitablemente aumenta cuando un país inicia su desarrollo, proceso que se reversa solamente cuando se alcanza un alto nivel de ingresos. La trayectoria de la desigualdad, entonces, dibuja una curva, primero de aumento y luego de reducción. La explicación era que el desarrollo económico consiste en la creación de fábricas y la urbanización, proceso necesariamente desigual, donde primero se benefician capitalistas y algunos obreros, mientras que la mayoría de los campesinos siguen condenados a la pobreza es espera de la creación de nuevos empleos industriales. La ley de Kuznets ha sido una firme creencia de economistas desde hace medio siglo, sirviendo incluso de justificación para ignorar el mal de la extrema desigualdad.
No obstante, en el Perú, al que le falta mucho para ser país desarrollado, la desigualdad se viene reduciendo. Las evidencias más saltantes, referidas a la evolución de los ingresos familiares entre 2007 y 2013, son las siguientes:
1. El ingreso del diez por ciento más rico de las familias peruanas se elevó en 6 por ciento; el del diez por ciento más pobre en 53 por ciento.
2. Huancavelica, la región más pobre del país en 2007, fue la que tuvo el aumento más grande – 80 por ciento en seis años, cuatro veces más que el promedio nacional de 22 por ciento.
3. En términos regionales, los extremos de riqueza son Lima, de un lado, y la población rural de la Sierra de otro. En Lima, el ingreso familiar aumentó 13 por ciento; en la Sierra rural 53 por ciento.
4. El ingreso de las cuatro regiones más pobres en 2007 (Cajamarca, Huancavelica, Ayacucho, Apurimac) aumentó 54 por ciento, el de las cuatro más ricas (Moquegua, Tumbes, Arequipa, Tacna) 19 por ciento.
5. A la población rural en general le fue mucho mejor que a la urbana: el ingreso rural aumentó 47 por ciento; el urbano sólo 16 por ciento.
Lo más alentador es que el retroceso en la desigualdad no es tanto por los programas sociales sino por su propia productividad. Sólo un quinto del aumento en el ingreso rural se debe a mayores transferencias; cuatro quintos de la mejora reflejan una mayor capacidad productiva. El “empleo adecuado,” por ejemplo, se elevó 138 por ciento en la Sierra rural, 112 por ciento en la agricultura, y sólo 13 por ciento en Lima. ¿Kuznets se equivocó? ¿O es que el Perú está encontrando un camino propio para el desarrollo?