Ricardo León Dueñas
Expreso, 24 de julio del 2025
Nunca nos cansaremos de señalar cómo la argolla progre-caviar sigue controlando el sistema de justicia en nuestra frágil democracia. Si bien es difícil determinar con precisión cuándo fue que esta gente tomó el control y por asalto el Ministerio Público e indirectamente el Poder Judicial, se puede colegir que esta cooptación se hizo más que fuerte y evidente durante el tan corto como nefasto gobierno de Martín Vizcarra (2018-2020). Ya antes, con Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) y Ollanta Humala (2011-2016), e inclusive Alejandro Toledo (2001-2006), se habían gestado las condiciones político-normativas para la consolidación de esta desgracia que el país viene sufriendo.
No hay que ser un genio, ni siquiera un observador promedio, para darse cuenta de que a los que integran esta cofradía o a los que gozan de sus favores NO les pasa nada, muy por el contrario, siempre salen bien parados y regresan triunfantes cuando han sido defenestrados de sus puestos de poder. Muy por el contrario, quienes se atreven a enfrentarlos son expulsados, desterrados, si no vejados por una gran prensa cómplice que algún día tendrá que rendir cuentas por este comportamiento servil y antidemocrático.
Son tan poderosos que incluso pueden darse el lujo de controlar tanto al Tribunal Constitucional como a la Junta Nacional de Justicia cuando estas entidades tienen mayorías simpatizantes de esta tendencia. Pero basta que cambie esta conformación (con magistrados ajenos a esta argolla) para que dichas instituciones pierdan influencia y el poder coercitivo que tienen, e inclusive sus integrantes terminen siendo víctimas de los medios afines a la referida cofradía.
Por ejemplo, hoy tenemos a la actual JNJ convertida en ente débil, fantasmal, y además con su presidente acosado sin ningún fundamento legal por esa prensa; con una fiscal de la Nación que se burla de magistrados que no pueden hacer cumplir una resolución que debía reponer a otra fiscal de la Nación a quien la anterior JNJ había sacado arbitrariamente. Una vigilia con unas velitas bastó para incumplir un mandato de un ente constitucionalmente autónomo… y NO pasó, ni pasa NADA; fuera de la campaña más que evidente contra el TC, también atacado por esos mismos medios al no ser funcional a sus propósitos e intereses.
Fiscales politizados e ineficientes, jueces igual de medrosos y mediocres, convertidos muchas veces en mesas de partes de esas fiscalías, cuando les son convenientes a sus intereses. Lo cierto y real es que hoy vivimos una dictadura judicial —la peor de todas las dictaduras— apoyada por medios de prensa que tienen una evidente “hemiplejia moral”, término acuñado por el filósofo y escritor francés Jean-François Revel para referirse a la ética que caracteriza al progresismo y la izquierda mundial.
Si a eso se le añade la acción de unas muy poderosas ONG y sus activistas y operadores mediáticos, quienes han sido perversamente efectivos, pues tenemos un país donde se cumple el indeseable refrán: para mis amigos, todo; para mis enemigos… ni la ley.