Por: Rafael Venegas
Gestión, 8 de julio de 2021
Sea cual fuere el resultado que defina el cuestionado JNE, estas serán las características del gobierno del Bicentenario.
El resultado de la primera vuelta fue atomizado por la ridícula cantidad de participantes y también por la pobreza de las alternativas. Los finalistas consiguieron apenas 20% entre ambos, siendo lo normal que superen el 50%. La dupla Cerrón-castillo (comunismo) sólo logró el 10.5% y Keiko (fujimorismo) menos del 10%. ¡Esto significa que ninguno tiene la debida representa ti vid ad para gobernar!
El 80% del electorado se vio obligado a optar por uno de los dos para la segunda vuelta, lo que generó una perfecta polarización entre el bando del comunismo y el del statu quo. ¡Infame diguna visión entre peruanos!
Al polo comunista, aparte del resto de izquierdistas, se les unió la población vulnerable golpeada por la pandemia y la crisis económica, cosa que fue explotada por la izquierda, al igual que el odio de clases. También se sumaron los tibios y acomodados caviares y los recalcitrantes antifujimoristas, cuyo odio exacerbado los hizo preferir al comunismo.
El otro polo incluyó a los fujimoristas, los demócratas de derecha y de centro y los anticomunistas.
El resultado fue un muy irregular y ajustado balotaje. Una final de fotografía que aún no se define debido al alto número de impugnaciones y observaciones.
El proceso ha estado plagado de descaradas irregularidades que son harto conocidas. A esto se suma la muy cuestionada gestión de los tres organismos del sistema electoral, que no han sido ni transparentes, ni imparciales.
En un país que respeta el estado de derecho y cuyas autoridades tienen los pantalones bien puestos, esta cantidad de irregularidades sería suficiente para declarar nulo el proceso. Esto ya se ha hecho otras veces y en varios países. Sin embargo, en nuestro caso es impensable, ya que aparentemente todo está muy bien planeado y en manos de una autoridad parcializada y dictatorial.
Más del 50% de la población frustrada por estas desvergonzadas irregularidades, hizo dos justas solicitudes a las autoridades:
-Entregar los padrones electorales para que sean contrastados.
-Legitimar el proceso mediante una auditoría internacional.
Sin embargo y sin ninexplicación, la autoridad electoral y el encargado de la presidencia, decidieron no conceder ninguna de las dos. De esta manera confirmaron su parcialidad y su total falta de respeto a más del 50% de la población. Además, han faltado a la transparencia y al artículo 176 de la Constitución que les demanda asegurar que “los escrutinios sean reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector”.
¡Esto significa que quien sea proclamado presidente, tampoco tendrá la legitimidad requerida para gobernar!
Por lo tanto, si no se declara nulo el proceso, el nuevo presidente no tendrá ni la representatividad ni la legitimidad necesarias, y por lo tanto la gobernabilidad del país será imposible.
¡Pobre Perú, buen regalo de Bicentenario!