Entrevista a Phillip Evans, Asesor senior de The Boston Consulting Group
Por Gonzalo Carranza
El Comercio, 07 de mayo de 2016
En el punto de encuentro entre las nuevas tecnologías y la estrategia empresarial se halla Philip Evans. El asesor senior de The Boston Consulting Group conversó con El Comercio sobre cómo las empresas de países emergentes pueden aprovechar los avances globales.
¿Cuáles son las principales tendencias en la relación entre las empresas y la tecnología a escala mundial?
Existen cuatro tendencias centrales. Primero se encuentra el Internet de las cosas, que implica que muchas de las cosas que están en el mundo se autodescriben, dado que ahora tienen sensores incorporados. Esto cambia la manera en que las empresas recolectan datos y pueden interactuar con sus usuarios o clientes. La segunda –y más comentada– es la gestión de grandes bases de datos o big data. En tercer lugar –y creo que es la menos comprendida– está la inteligencia artificial, donde ha habido grandes descubrimientos en los últimos años y que hace posible encontrar patrones en esta big data. La cuarta son los dispositivos móviles, que son fuentes de datos, pero también brindan información sobre el mundo.
¿Cómo se materializa el Internet de las cosas en el mundo corporativo?
Esta es la aplicación más potente. Las áreas que más se benefician son en la manufactura y la logística. De esta manera son las empresas y no los consumidores los que están recibiendo los mayores beneficios de esta tendencia tecnológica.
En el caso de maquinaria industrial, una parte de los cotos es el mantenimiento de las máquinas. Poder saber con anticipación que una máquina está por fallar y poder prevenirlo tiene consecuencias económicas muy importantes. Por ejemplo, General Electric está poniendo sensores en los motores de los jets, que reportan cualquier falla mientras estos estén en el aire. Así, pueden captarlo antes de que el percance se vuelva serio.
Lo mismo sucede en logística. Cuando los paquetes pueden ser monitoreados con perfecta precisión, disminuye el riesgo y permite llevar estos procesos de manera más eficiente.
La segunda tendencia es big data. Mi sensación es que en países en desarrollo, su uso es aún muy limitado. Como diría Shakespeare: “Mucho ruido y pocas nueces”.
Lo que suele suceder es que las empresas no son lo suficientemente grandes como para crear el volumen de datos que se necesita para generar valor. Cuando necesitas más jugadores para recolectar los datos o distintos tipos de tecnología, el proceso se ve interrumpido.
Lo que sucede también en países en desarrollo es que se tiene otro tipo de fuentes de información. Por ejemplo, en África, las principales fuentes de información son las redes sociales y los celulares, dado que permiten saber cómo se desplaza y comunica la gente, lo cual pone a la compañía de teléfonos en la posición de saber –por ejemplo– más del riesgo crediticio de la persona que una entidad bancaria.
En este marco, ¿cómo la gestión de big data se mueve en el entorno regulatorio actual de la privacidad de datos?
Lo que se tienen que preguntar las empresas es si la información que tienen les da una ventaja mayor frente a su competencia al tener una mayor base de datos de sus consumidores. En esta línea, la empresa será más cuidadosa de que esta información no se filtre. Lo que las empresas se deben preguntar es si tienen ventaja en este ámbito frente a su competencia y no querrán renunciar a esa exclusividad.
Usted dice que la inteligencia artificial “ilumina la data”.
La gente piensa que la inteligencia artificial es una máquina con un cerebro humano, y esto no es verdad. Lo que hace esta tecnología es aplicar análisis estadístico complejo a grandes bases de datos para resolver problemas específicos que no podrían resolver de otra manera.
Lo que hace posible estos hallazgos es, por un lado, la disponibilidad de los datos, y por otro, el ganador siempre es el dueño de estos, no la persona que hace el mejor análisis. Los datos se están volviendo el activo más importante que una empresa puede tener.
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