Desde hace ya un buen tiempo venimos escuchando voces de que el Perú será victima de la “enfermedad Holandesa”. Que estamos perdiendo la oportunidad de “desarrollarnos” y que lo único logrado en estos últimos 20 años ha sido crecimiento sin desarrollo. Que nos hemos convertido en una economía primaria exportadora.
Y un sinnúmero de razones que no tienen otro propósito que la de generar angustia.
¿Debemos angustiarnos? ¿Cuál es la verdad?
“La narrativa de angustia” que traen todas estas “supuestas” malas noticias, no tiene otro propósito que el lograr la duda sobre el modelo económico.
Algunos creerán que exagero. Pero los que tienen memoria de la nefasta época en que gobernaron los geronto-socialistas, podrán hacer memoria.
¿No se nos pregonaba que el Perú tenía que industrializarse, pues solo producía minerales, algodón, azúcar y harina de pescado? ¡¡Lean los editoriales de la década de los sesenta y setenta!!
Es decir, después de 50 años regresan con la misma cantaleta.
Que somos un país productor de materia prima. Pero si “ellos”, los geronto-socialistas, fueron los que manejaron el país por 30 años.
El doble de tiempo de lo que han gobernado los tres últimos presidentes democráticos.
Tal vez un logro grotesco, que hoy pasa desapercibido de este período de “industrialización desarrollista hacia adentro”, es que el Perú se convirtió en una ensambladora de pollos con insumos importados. Deformación que hasta hoy nos acompaña en nuestra dependencia alimentaria. Entre otras perlas, pensemos: Polución Centromin. Y podríamos seguir.
A la narrativa de angustia, de que necesitamos dejar de ser “primario exportador”, para sobrevivir en este mundo, cabe una sola respuesta: “Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado”.