Por Patricia Teullet
Perú 21, 20 de diciembre de 2021
Alicia tiene 8 años, vive en casa y ‘va’ a un colegio estatal. Todo el año escolar he visto el esfuerzo heroico de una profesora dedicada a enseñar a un grupo de niños inquietos, vía zoom, religión, matemáticas (hasta geometría) y comprensión lectora y escritura.
Confieso que me impresionaba el nivel de los temas, a mi entender, muy complejos para niños de 8 años y, más aún, vía remota. Pero Alicia, además de acceso a internet y una computadora, tiene la suerte de que su mamá puede estar a su lado al menos tres horas al día, impidiendo que se distraiga y guiándola para que pueda seguir instrucciones. Debo decir que Alicia tiene una linda caligrafía y se sabe las tablas de multiplicar, mejor que yo.
Pero ya ‘estamos’ en época de exámenes y lo que percibía como éxito en el tiempo de aprendizaje se ve muy distinto: los problemas que deben ser resueltos mediante operaciones matemáticas, requieren antes de una interpretación lógica que los niños no pueden realizar. Los padres ya no acompañan al niño en esta etapa y la distracción es inevitable y los resultados, lo demostrarán, aunque, según se dice, “nadie reprobará”.
Una familia humilde con 3 hijos trajo a vivir con ellos a dos sobrinas para que pudieran ‘estudiar’, porque en su pueblo no hay Internet. ¿Habrá servido esa solidaridad y sacrificio?
Estoy convencida de la importancia de la tecnología para el aprendizaje: desde juegos para los pequeños hasta inmensas posibilidades de investigación. Pero eso requiere material, organización y una preparación que nuestro sistema educativo (público o privado) no tiene.
Nada de híbridos en educación para niños pequeños; los padres ya estarán trabajando y, sin abandonar las herramientas de cómputo, urge regresar a lo presencial. Y eso requiere que los niños menores sean vacunados. ¿Habrá en enero vacunas para ellos? La alternativa es de riesgo, tanto en salud como en educación.