Por: Patricia Teullet
Perú21, 28 de octubre de 2019
“Estamos relativamente mejor que el resto”, “seguimos creciendo”. Son comentarios que se esgrimen para no levantar olas, pero con los que no deberíamos conformarnos: no estamos creciendo lo suficiente como para generar empleos ni ingresos necesarios. Lo inaceptable es que, a pesar de las dificultades de la región, nosotros tenemos proyectos listos para ejecución y que además tienen inversionistas y financiamiento.
Pero no se hacen. En algunos casos, por trabas burocráticas que retardan y desaniman la inversión. En otros, el impedimento lo originan las autoridades regionales. Caso emblemático el de Majes Siguas, proyecto de irrigación en Arequipa paralizado por el gobernador: minería no, ¿agricultura tampoco?
El 50% de lo recaudado por Impuesto a la Renta va directo a los gobiernos subnacionales para que se haga infraestructura y se brinden servicios públicos de calidad. Se suponía que era mejor proveer estos servicios desde instancias más cercanas a la población. No se hace: fallamos en proveer salud, educación y seguridad. Niños con anemia e infecciones respiratorias que no tienen dónde atenderse; hospitales y postas desabastecidas; alumnos que no entienden lo que leen; una reconstrucción del norte que nunca se hizo.
El Perú no es un país pobre, sino con muchos pobres desatendidos teniendo el dinero para hacerlo. Eso es imperdonable. Y lo que es peor: no nos atrevemos a arreglarlo. Para aquellos a los que debía ayudar, la descentralización se convirtió en maldición.