(El Comercio, 03 de setiembre de 2015)
Los políticos que se acaban de volver “estatistas” para ganarse alguito han dejado que se les vea el calzón del oportunismo.
Hay temas que sirven para dejar a nuestra clase política en total evidencia. Con los fustanes al aire, dirían algunos. La posible explotación del lote 192 por Petro-Perú es uno de ellos, pues, en lugar de generar respuestas predecibles, esas que esperaríamos de nuestros líderes políticos de acuerdo con la ideología que defienden o la idea de Estado que proponen, de pronto desatan una ola de declaraciones insólitas, incomprensibles.
Para empezar, hablemos de la postura del gobierno. Por un lado, el presidente Ollanta Humala manda al Congreso a su primer ministro y a la ministra de Energía y Minas a explicar por qué no pueden cambiarse las condiciones para que sea Petro-Perú la que se encargue del pozo. Más tarde, en esas cosas que solo pasan en este gobierno, la postura planteada por los ministros prospera con los votos de casi toda la oposición y la bancada oficialista vota en contra de la decisión del gobierno que los llevó al Congreso. Hasta ahí, nada nuevo bajo el sol. Está claro que Ollanta Humala está cada vez más solo. Lo que resulta básicamente insólito es que al día siguiente, en entrevista con Augusto Álvarez Rodrich, el presidente le echa la culpa al Congreso de no haber permitido que Petro-Perú se hiciera del lote 192. Es decir, una vez que sus ministros consiguieron su objetivo (impopular, complicado) y se desató la furia loretana, el presidente no se atrevió a asumir la responsabilidad de este resultado y ninguneó los votos de quienes le dieron su apoyo.
Keiko Fujimori no se quedó atrás y también dejó en posición adelantada a su bancada. Después de que se desataran en Iquitos los ataques contra sus locales de campaña, la señora pidió el ingreso de la empresa del Estado al negocio. O sea, la hija del presidente que lo privatizó todo, la candidata que ha hecho de la famosa reforma del Estado de los 90 una bandera electoral se asustó y renegó de todo lo que piensa. Pedro Pablo Kuczynski y Alejandro Toledo esperaron unos días más para sumarse a la comparsa. El ‘Gringo’, que quiere volarse nueve ministerios, de pronto se volvió un fanático de la intervención del Estado, y el ‘Cholo’, autor de “Las mil y una versiones sobre Ecoteva”, la verdad que da un poco lo mismo lo que diga porque ya perdió toda capacidad de sorprendernos. Curiosamente, hay que decirlo, en este escenario los únicos que han mostrado cierta coherencia han sido la izquierda, que siempre fue pro Petro-Perú y se ha mantenido en esa línea, y el Apra, que hasta ahora sigue firme con una posición que resulta bastante impopular.
Los que ya se acomodaron deben estar respirando aliviados, pensando que están de lado de “lo que le gusta a la gente”, pero una vez más nuestra clase política se equivoca: los cambios de postura abruptos, cuando la calle se pone dura, no son siempre celebrados. La ciudadanía agradece el voto que le da la victoria en una lucha social y lo toma pero, generalmente, termina despreciando a esos que se lo otorgaron sacrificando sus principios y renegando de aquello en todo lo que creen.
Si Petro-Perú debe o no administrar el lote 192, es una discusión larga y compleja que no resolveremos en esta columna. Pero lo que resulta casi seguro es que los políticos que se acaban de volver “estatistas” por un día (PPK, Toledo, Keiko) para ganarse alguito en las encuestas han dejado que se les vea el fustán, o mejor dicho el calzón, del oportunismo.