Paola Del Carpio Ponce
El Comercio, 7 de setiembre del 2024
“El Perú se encuentra en un contexto retador pero lleno de oportunidades”.
Tras un mal 2023, la economía peruana muestra señales de recuperación para este año. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) estima que el crecimiento del PBI y la inversión privada alcanzarán el 3,2% y 2,5%, respectivamente. El crecimiento de la inversión se explica, sobre todo, por una mayor ejecución de proyectos de infraestructura y minería. Sin embargo, esta expectativa de crecimiento para la inversión privada resulta magra tras varios períodos de caídas. Es crítico trabajar tanto en las condiciones que impulsan o alejan la inversión privada, así como en los canales de transmisión para maximizar su capacidad de generar bienestar a los hogares peruanos.
La confianza empresarial es fundamental para la inversión privada y su importancia ha ganado terreno en los últimos años, los cuales se han caracterizado por mayor inestabilidad política y un deterioro de la gestión pública. De acuerdo con el Consejo Fiscal, los choques en expectativas representan alrededor del 65% de la variabilidad de la inversión privada. Si bien es cierto que la confianza empresarial ha venido mejorando en los últimos meses, esta mejora es leve y susceptible a las señales que da el Estado sobre su manejo económico, especialmente estando próximos a una nueva campaña electoral. Aunque este gobierno es más vocal sobre su valoración de la inversión privada y eso es positivo, las señales en la práctica terminan siendo mixtas. Vemos vaivenes como lo ocurrido con Petro-Perú en los últimos días, así como una debilidad para detener iniciativas desde el Congreso que presionan aún más el gasto o que no sientan posturas firmes contra algunas economías ilegales que impactan directamente sobre negocios grandes y pequeños.
Por su parte, el principal canal de transmisión de la inversión privada al bienestar de los peruanos es la creación de empleos de calidad. Se estima que un incremento de 1% en la inversión privada se relaciona con un aumento de 0,7% en la PEA ocupada, de 0,4% en los ingresos y una caída de 0,7% en el subempleo. La relación es menos clara con la tasa de informalidad, y esto tiene que ver en buena medida con la fuerte concentración del tejido empresarial en empresas muy pequeñas y de baja productividad. Un análisis de Macroconsult muestra que es justamente en las microempresas, que concentran gran parte de la fuerza laboral, donde la informalidad se ha mantenido estancada en los últimos 15 años.
El estudio muestra también que parte del problema de la capacidad de las microempresas para ser formales son los aumentos que se han ido dando en el salario mínimo. La tendencia de los salarios ofrecidos por las microempresas informales ha sido creciente en los últimos 15 años, siguiendo el ciclo de la economía, pero estos aumentos han venido siendo “alcanzados” por los aumentos regulatorios, haciendo el cumplimiento más retador. Esta no es, sin duda, la única dificultad que enfrentan para formalizarse y crecer –hay muchísimo más por hacer–, pero sí resulta contradictorio que justo en este momento se quiera poner en agenda un nuevo aumento del salario mínimo sin mayores señales de mejoras en la productividad. Aun con buenas intenciones, termina condenando a muchos a mantenerse alejados de la formalidad, en particular a los más jóvenes.
El Perú se encuentra en un contexto retador pero lleno de potencialidades. En un contexto de mayor pobreza urbana, donde el acceso a empleos de calidad es clave para su combate, el impulso de la inversión privada debe ser una prioridad, con tasas elevadas y que puedan sostenerse en el tiempo. Son muchos los proyectos prometedor es en cartera, pero nuestros problemas estructurales y los vaivenes políticos pueden jugarnos una mala pasada.