Sin sentido de propósito no hay camino
Oscar Silva Valladares
08/08/2021
Para Lampadia
La elección presidencial de Pedro Castillo y el inicio de su gobierno hace dos semanas ha desatado una contienda que definirá al Perú como nación en las próximas décadas. Esta disputa tiene importancia existencial ya que enfrenta dos visiones radicalmente diferentes del Perú, cada una apoyada por la mitad del electorado durante una elección rodeada de serias dudas sobre su legitimidad.
Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, la política tiene mucho de la guerra y de su arte. La actual contienda por el poder en el Perú, si bien aun no es una guerra declarada, puede convertirse en una confrontación social abierta con consecuencias funestas. Admitir esta posibilidad no significa tener una percepción audaz e irresponsable de la realidad y mucho menos un deseo de empeorar la endeble arquitectura social del Perú.
Siendo como es la condición humana, la ciencia de la guerra ha sido estudiada desde antaño. El Arte de la Guerra de Sun-Tzu es un ejemplo perdurable de la filosofía sobre la guerra que recurrentemente recibe atención no solo en las academias militares sino inclusive en el mundo de los negocios. Por su versatilidad y atemporalidad, merece ser citado en el contexto de la lucha política actual en el Perú.
Sun-Tzu inicia su breve tratado enumerando cinco factores fundamentales que determinan el arte de la guerra: influencia moral, clima, terreno, mando y disciplina. En el ámbito político peruano, estos factores adquieren una tonalidad muy peculiar.
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La influencia moral tiene varios emblemas no necesariamente congruentes e incluyen, por el lado del gobierno de Castillo, la lucha por un país socialista con una nueva estructura constitucional y, por parte de la oposición, la defensa de la democracia, la libertad económica y la transparencia sobre un resultado electoral cuestionado por muchos.
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El clima actual es el momento inicial de un gobierno precario con alianzas endebles que intenta consolidarse con un andamiaje político radical frente a una oposición difuminada.
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El terreno es fundamentalmente el Perú, con su vasta complejidad histórica, social y geográfica sintetizada en un conflicto concentrado por el momento en la lucha de poder entre el ejecutivo y el legislativo, pero con peligrosas extensiones internacionales que incluyen a China, Venezuela y Cuba por un lado frente a una posible resistencia liderada por Estados Unidos.
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Por parte del ejecutivo, el mando está en manos de un pequeño grupo radical con convicciones marxistas- leninistas clásicas, mientras que la oposición no tiene unicidad y se manifiesta difusamente a través del liderazgo de diversas fuerzas políticas.
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La disciplina es propiamente la estructura y logística de las fuerzas políticas que lideran el enfrentamiento, con un poder ejecutivo organizándose rápidamente frente a una oposición aun confusa y débil.
Quien primero ocupa el campo de batalla espera cómodamente a su enemigo. Es tentador concordar con este enunciado dada la mayor capacidad de ejecución del gobierno por los medios que tiene a su alcance. Pero si bien el poder ejecutivo es poderoso, el congreso tiene la fuerza formal que le otorga su capacidad fiscalizadora y legislativa otorgada por la constitución.
Es un principio básico de Sun-Tzu que toda guerra se basa en el engaño, pero en el caso peruano esta tesis está restringida por la base ideológica marxista-leninista del gobierno de Perú Libre que condiciona y define su acción. El determinismo político del gobierno es un arma de doble
filo que si bien le da propósito y energía también transparenta sus métodos y por ello puede permitir una defensa eficaz ante sus propósitos. La claridad de los objetivos políticos del grupo en el poder debería permitir a la oposición definir claramente su estrategia.
La importancia de la velocidad sorprendente y el oportunismo como métodos de lucha han sido reconocidos por el gobierno en sus primeros días en el poder, especialmente a través de los cambios en la jerarquía militar, el nombramiento de un gabinete revelador de un intento de agudizar la confrontación política y en los empeños iniciales de crear un sistema de control interno alternativo a la policía nacional a través de rondas campesinas. La “divina rapidez” apreciada por los antiguos estrategas chinos parece ser entendida por la jerarquía que gobierna al Perú.
Por parte de la oposición, no se percibe una estrategia perspicaz más allá de enarbolar rutinariamente los mecanismos constitucionales respecto al balance de poderes. En términos militares, en la oposición predomina una visión de guerra defensiva en la que solo se reacciona frente a las maniobras y acciones del adversario, lo cual confirma la observación de que la defensa pura solo tiene sentido cuando la fuerza es inadecuada. Nada es más difícil que el arte de la maniobra, dice Sun-Tzu, y esto se comprueba con una oposición enredada en sus tácticas respecto a dónde, cuándo y cómo enfrentar a las acciones del ejecutivo, incluyendo qué hacer frente al nombramiento de un gabinete mayoritariamente politizado y radical.
La victoria es el objetivo principal de la guerra, pero el significado de la victoria política es diferente para ambos bandos.
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Para Castillo y sus acólitos, la victoria significa la consolidación permanente en el poder que permita llevar a cabo sus supuestos objetivos de igualdad social.
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Para la oposición, la visión de la victoria es difusa y fluctúa entre un deseo de amenguar la labor del gobierno – y así facilitar una transición política ordenada al término de su mandato – y la vacancia presidencial que permita nuevas elecciones generales en el corto plazo.
Como dice Sun-Tzu, el que está confundido en sus propósitos no puede responder al rival.
Es de suprema importancia en la guerra atacar la estrategia del enemigo, y el paso inmediato es destruir las alianzas que soportan el poder ejecutivo como recomienda Sun-Tzu. Dividir al contrincante cuando está unido parece ser una de las pocas tácticas que la oposición está utilizando con mayor efectividad al haber puesto al descubierto las contradicciones entre el partido político gobernante, sus aliados y simpatizantes, especialmente respecto a nombramientos ministeriales controvertidos. Pero si no se puede cortar planes de raíz o interrumpir alianzas, el filósofo chino recomienda afilar las armas para ganar la victoria, lo cual solo puede significar intentar la vacancia presidencial.
Será victorioso aquel cuyas filas estén unidas en propósito. Este diagnóstico debería ser escuchado por la oposición democrática que aun no parece haber comprendido quién es el enemigo y cuál es su objetivo. Tampoco es claro qué es lo que se intenta defender: la democracia, el modelo económico o ambos. En todo caso, se debe evitar la lucha por falsos ídolos como lo es por ejemplo la imagen externa del Perú. Sun-Tzu decía que ningún mal es mayor que las órdenes militares del soberano, precisamente por su lejanía del terreno de lucha y falta de conocimientos de la realidad local, observación adecuada frente a aquellos que buscan el liderazgo de la oposición en organizaciones o foros internacionales o en personajes de prestigio más interesados en preservar su fama. Quien está ansioso por defender su reputación no presta atención a nada más, dice sabiamente Sun-Tzu.
Lampadia