Por: Ántero Flores Aráoz
Expreso, 13 de marzo de 2020
Expreso, 13 de marzo de 2020
Acabo de ver información del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en un diario local, en el sentido que, dentro de los veinte distritos más pobres del Perú, dieciséis de ellos están concentrados en Cajamarca.
Terrorífica información que obligó a pensar los motivos de la situación descrita, cuando hay riqueza minera inconmensurable y algunas zonas de tal departamento, en que se advierte la elevación del nivel de vida de su población.
Recordando lo acontecido en Cajamarca los últimos lustros, nos viene a la memoria el discurso invariable de los ya famosos hacedores de pobreza, Goyo y el cura que llegó a congresista, contra la actividad minera, lo que obligó a varios proyectos importantísimos en inversión y en generación de empleo, dar marcha atrás y suspender sus actividades, sean de exploración o explotación, al no existir las condiciones sociales requeridas.
Los pretextos, no motivaciones, para atender a una actividad tan beneficiosa para el país, es que afectaba los recursos hídricos de la región y que era incompatible con la actividad agropecuaria de Cajamarca. La verdad es otra, lo que se quería es que no hubiera progreso, para que con la pobreza siguiera el caldo de cultivo necesario para la protesta irracional que dé réditos políticos a los abanderados y promotores del desastre.
Penosamente nuestros pobladores de Cajamarca no vieron más allá de su pequeño entorno, o no quisieron verlo, como la realidad que en muchísimos países se había logrado coexistencia exitosa entre minería y la agricultura con la ganadería y, sin olvidar que un tratamiento adecuado del agua da para todas las actividades señaladas, además del uso doméstico. Cierto el refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Como resultado de la oposición a la minería en Cajamarca y llamarla peyorativamente “actividad extractivista”, la inversión minera destinada para tal departamento, migró a otros países, entre ellos el vecino Ecuador, que hoy en la frontera con Cajamarca, puede mostrar pujanza, desarrollo y elevación del nivel de vida de su población.
La pregunta que viene como anillo al dedo es quién perdió con la situación descrita, y la respuesta no es otra que toda la población cajamarquina. Pero hay otra pregunta por hacer: ¿tienen derecho los antisociales a impedir la mejoría del estándar de vida en Cajamarca? La respuesta es simple, no tienen ningún derecho. Pero tampoco tienen derecho a ser ellos pobres, pues con su pobreza obligarán al Estado a ocuparse de ellos, dejando de atender otras obligaciones, y ello solo por la obstinación de no querer ver que el Perú es país minero, y que la minería que hoy no se extrae, quizás en el futuro ya no sea necesaria por el avance tecnológico.
No olvidemos que con la minería se genera trabajo directo e indirecto, parte del Impuesto a la Renta queda en la región como canon para solventar obras y educación, adicional a la regalías, pero también a la posibilidad cierta del sistema de “obras por impuestos”.