Miguel Palomino
La República, 29 de noviembre del 2025
El crecimiento de la inversión trae consigo el crecimiento del empleo y las remuneraciones, con lo cual es el mejor modo de reducir la pobreza. ¿Lo haremos esta vez?
«El objetivo debería ser recuperar rápidamente los niveles de pobreza y clase media de antes de la pandemia, y cerrar el siguiente gobierno, en 2031, con niveles mejores que los del 2019»
En esta columna siempre hablamos de lo crucial que es la inversión privada para la creación de empleos de calidad, para el aumento de los ingresos de los trabajadores y, como resultado, para la disminución de la pobreza. Generalmente, al hacerlo, solemos citar cifras de hace más de una década, porque desde entonces no hemos vuelto a tener un periodo de crecimiento sostenido de la inversión (más allá del rebote tras la pandemia, pero eso es otra cosa).
Afortunadamente, ahora tenemos un ejemplo reciente para ver la estrecha relación entre la inversión privada y el empleo de calidad. Esta inversión, por motivos que explicaremos, probablemente cerrará el año con un crecimiento mayor al 10%, ritmo que mantiene a la fecha sin indicios de un enfriamiento en el futuro cercano. Siempre hemos dicho que un crecimiento de doble dígito de la inversión privada es lo que necesitamos para que la economía crezca a por lo menos 5% e impulse una reducción sostenida y rápida de la pobreza, como ocurrió en los primeros 15 años de este siglo.
¿Qué está sucediendo entonces con el empleo y con los ingresos de los trabajadores? Pues están creciendo a un ritmo que no se veía hace 12 años (excepto por la recuperación post pandemia). Entonces ¿es de esperar que la pobreza disminuya fuertemente este año? La cifra definitiva no la conoceremos hasta mayo o junio del próximo año, pero estoy dispuesto a apostar que así será.
¿Cómo así ha sucedido esto? ¿Es que el gobierno de Dina Boluarte hizo crecer al Perú a tasa elevadas? ¿Habremos juzgado mal a la expresidente? ¿No serían tan malos quizás nuestros congresistas? Nada de eso, por supuesto. El Perú esta creciendo a pesar del gobierno de Dina Boluarte y de nuestro irresponsable y autocomplaciente Congreso.
Lo que ha venido ocurriendo es algo sorprendente que nada tiene que ver con el gobierno o el Congreso: los precios de los metales, que explican casi dos terceras partes de las exportaciones peruanas, han alcanzado niveles nunca antes vistos. Por si esto fuera poco, nuestras principales importaciones (comenzando por el petróleo) han venido cayendo de precio. Es decir, el mundo nos esta pagando más que nunca por nuestros productos y cobrándonos barato por lo que nos vende. En otras palabras, lo que en economía se denomina “los términos de intercambio” con el resto del mundo se encuentran en el nivel más alto jamás registrado. Esto explica en buena parte por qué ha venido cayendo el tipo de cambio, por ejemplo.
El Perú se encuentra en un periodo extraordinariamente favorable, y por eso la economía crecería a 3.3% este año, pese a que no estamos haciendo nada para aprovechar plenamente estas condiciones. Si lo hiciéramos, como debería hacerlo cualquier gobierno o Congreso, creceríamos tranquilamente entre 6% y 7%, tal como ocurrió durante el último boom de precios de los minerales entre 2012 y 2014. Ojalá nos dure la suerte, pero estos periodos suelen ser cíclicos y para eso debemos estar preparados.
¿Cómo estar mejor preparados? Debemos entender que el aumento en la inversión privada resulta de una notable reducción de los riesgos para invertir, en particular, el asociado al cambio constitucional. La señora Boluarte puede haber sido muy mala como presidente, pero era mucho mejor que Pedro Castillo por este simple hecho. En estos momentos, de tomarse las acciones correctas y de perfilarse un gobierno decente el 2026, habría un boom de inversiones mineras. No es que se espere ninguna maravilla, bastaría con una razonable certeza de que los contratos se respetarían, que las expropiaciones no se discutirían y que el Estado no estaría del lado de la minería ilegal.
En todo caso, la inversión privada está creciendo vigorosamente y el empleo adecuado y los ingresos de los trabadores también. Veamos algunas cifras de Lima Metropolitana, por ser más completas, más recientes y mostrar mejor las variaciones reales. Desde abril del 2021, el empleo en la capital crece de manera continua, es decir 54 meses consecutivos. Claro que eso al principio se explicaba por la recuperación tras la pandemia. Sin embargo, la cantidad de empleos recuperó el nivel de enero del 2020 (el máximo nivel de empleo y de ingreso por trabajo antes de la pandemia) en mayo del 2022, y desde ahí viene creciendo sostenidamente por 41 meses. Desde el periodo entre marzo del 2009 y mayo del 2015 que no veíamos tan largo periodo de crecimiento continuo del empleo. A octubre, el nivel de empleo Lima Metropolitana es casi 14% superior al récord de inicios del 2020 y la masa salarial (es decir, la suma de todas las remuneraciones de los trabajadores) es 16% mayor. Nótese que el nivel de empleo hoy es mayor al que existiría si este hubiera crecido al mismo ritmo que la población económicamente activa desde antes de la pandemia.
Estas son las cifras del empleo total, pero más impactantes son las cifras de empleo formal, que reflejan mejor el efecto de la inversión en crear empleos de calidad. A setiembre, el empleo formal en el Perú viene creciendo a tasa de alrededor de 5% anual todos los meses desde hace un año. El ingreso real de los trabadores formales en el Perú está creciendo a cerca de 2.5% anual hace 6 trimestres. Asimismo, las cifras de la calidad de empleo son aún mejores. En Lima Metropolitana, el empleo adecuado creció 13% en octubre y el ingreso real de los trabajadores aumentó 10%.
¿Qué significa esto en términos de reducción de la pobreza? Como mencioné, no lo sabremos hasta mayo del próximo año, pero todo nos indica que va a haber una reducción significativa de la pobreza, probablemente se reduzca en 3 puntos porcentuales o más. Con la caída de 1.4 puntos en 2024, estaríamos acumulando una reducción de la pobreza de 5 puntos en los últimos dos años. Esto sería una notable mejora frente al estancamiento de la pobreza que tuvimos desde el 2017, cuando empezó el ruido político sin sentido alguno en el Perú.
Lo que todos los peruanos debemos comprender es que el elevado crecimiento de la inversión privada durante uno o dos años será bueno, pero un periodo corto de buena suerte no nos pone en camino del desarrollo. Nunca reemplazará a veinte años de elevado crecimiento de la inversión privada basado en aprovechar nuestras capacidades y oportunidades plenamente que es lo que realmente nos enrumba al desarrollo.
Con algo de esfuerzo y una pizca de suerte, este debería ser el inicio de un nuevo círculo virtuoso para la economía del Perú. El objetivo debería ser recuperar rápidamente los niveles de pobreza y clase media de antes de la pandemia, y cerrar el siguiente gobierno, en 2031, con niveles mejores que los del 2019. El tiempo perdido, en el fondo, nunca se recupera, pero lograr la reducción de la pobreza es una deuda que tenemos con los peruanos menos afortunados. Finalmente, tenemos el contexto, la inercia y la visión para lograr algo mucho mejor.






