Por: Michelle Barclay, Socia de CMSGrau
El Comercio, 22 de agosto de 2018
El Comercio, 22 de agosto de 2018
En un Ted Talk de solo 10 minutos, Takashi Mitachi, asesor de The Boston Consulting Group, nos explica las lecciones aprendidas en Japón como consecuencia de los desastres naturales ocurridos en este país desde 1924.
Mitachi señala que en su país las poblaciones pueden vivir en lugares que pueden ser riesgosos en casos de desastres naturales porque han logrado institucionalizar mecanismos para prevenir o reducir sus consecuencias.
Entre las acciones que se han desarrollado en Japón están los sistemas de alerta previos al desastre, la determinación de un grupo líder en las poblaciones vulnerables y la educación de la población para que logre seguir su instinto personal y actúe rápidamente.
El viernes pasado se publicó el Decreto Supremo 081-2018-PCM en el marco del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres. Este decreto supremo declara en estado de emergencia distritos de algunas provincias de los departamentos de Apurímac, Ayacucho, Arequipa, Huancavelica, Huánuco, Puno y Lima por el plazo de 30 días para la ejecución de medidas inmediatas y necesarias destinadas a las zonas afectadas por las heladas y nevadas.
La simple publicación de esta norma nos recuerda lo lejos que estamos de Japón en estimación de riesgos y prevención de desastres naturales. Hace ya varias semanas la Defensoría del Pueblo alertó que había cerca de 500.000 personas afectadas por las heladas y cada año se presenta una alta tasa de mortalidad en niños y adultos por neumonía.
La pregunta que nos hacemos todos es: ¿por qué no estamos en capacidad de adelantarnos a situaciones que se repiten todos los años como el friaje?
El Estado cuenta actualmente con normas, lineamientos y planes. Esto no basta. Para prevenir los desastres naturales necesitamos que se cause un efecto en la realidad, ya que está en juego la vida y la salud de nuestra población.
Uno de los grandes problemas es que en el Perú no contamos con una “cultura de prevención” de desastres. Además de implementar un presupuesto anual para financiar la prevención de desastres, se requiere contar con personas capacitadas y que puedan educar a la población. Esta no es una opción, sino un deber del Estado. Siendo así, tiene que ser un asunto prioritario en la agenda de los tres niveles de gobierno: nacional, regional y municipal.
Como en Japón, comencemos con un primer paso que es instaurar centros de aprendizaje permanentes en las poblaciones vulnerables para prevenir no solo riesgos de friaje, sino otros desastres naturales.
Enseñemos a los niños y adultos, paso a paso, a activar estructuradamente su instinto de supervivencia para que sepan cómo reaccionar adecuadamente ante desastres previsibles e imprevisibles. No olvidemos la frase “prevenir es vivir” ni nos quedemos, un año más, con planes de escritorio.