Por: Max Schwarz, Profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales y Económicas
Universidad de Lima
Para Lampadia
Al 2019, la brecha de infraestructura que se requiere en el Perú para alcanzar una mínima competitividad aceptable es cercana a los $160K MM lo cual incluye la necesidad de modernizar y abrir nuevos puertos, aeropuertos, redes ferroviarias, carreteras, centros logísticos, energía eléctrica, agua, saneamiento básico, transporte, sistemas de refrigeración, servicios industriales, servicios médicos, telecomunicaciones, sistemas de información e infraestructura para la seguridad que son urgentes para reducir los enormes costos logísticos que nos restan productividad y rentabilidad generando una enorme pérdida de competitividad cuya factura pagamos diariamente todos los peruanos.
En el contexto debemos poner en el centro del análisis que nuestra situación de gestión es aún más dramática y vergonzosa requiriendo modificaciones urgentes que atender. De cada 1 dólar destinado a infraestructura 0.38 se gastan en administrarlo (gasto corriente) en el mejor de los casos y el restante 0.62 tiene una tasa de valor ganado en obra de apenas el 33% con lo cual en realidad de acuerdo a las propias cifras oficiales la inversión por dólar de infraestructura apenas alcanza a menos de 0.21 centavos a los cuales hay que sumar una tasa de filtración cercana al 22% con lo cual la cifra de inversión real es de solo 16 centavos efectivos por cada dólar. Si a eso sumamos corrupción en la obra pública, la inversión en infraestructura prácticamente desaparece o es insignificantes y no nos permitirá salir de este entrampamiento en plazos razonables.
La razón de esto es una combinación perversa entre estudios de demanda y cálculos de necesidad mal conceptuados, una burocracia ineficiente e indolente, proyectos mal diseñados con ingeniería insuficiente, falta de control de calidad de las ejecuciones y ausencia de garantías constructivas de largo plazo con implicaciones donde nadie se hace responsable por la obra terminada.
Para colmo nos hemos comprado el cuento del “Expediente Técnico” en reemplazo de no hacer verdadera Ingeniería de Detalle como requisito mínimo para construir sobre una base bien conceptuada que casi nunca ocurre por la ausencia de control por el amplio ambiente generalizado de corrupción local, regional y nacional perversamente articulada. El resultado es una obra de infraestructura que cuesta varios ordenes de magnitud superiores respecto a sus pares internacionales, dura la mitad o un tercio del tiempo de la vida útil proyectada y por supuesto no tiene garantía real con lo cual el ciclo del retraso se incrementa condenándonos a una inevitable pérdida de competitividad estructural por diseño.
Por si esto fuera poco estacionalmente nos enfrentamos al embate de la naturaleza cuyos ciclos y zonas de afectación son ya conocidos, sin embargo, nuestra planificación es tan mala que seguimos construyendo en lugares vulnerables como causes de quebradas y similares donde parecemos no aprender de la experiencia del pasado. Para ensombrecer el panorama se estima que las pérdidas de infraestructura por fenómenos naturales incluyendo el Niño y los recientes eventos climáticos que ha generado desastres son del orden de $3.8K MM que se acumulan cada año distanciándonos más de llegar a corregir la enorme brecha de infraestructura que requerimos superar para ser competitivos.
Es hora de cambiar esto. Se requiere decisión política y fundamento técnico para reformar la manera como se hacen las inversiones en el Perú y cerrar la brecha de infraestructura que padecemos. Es necesario y urgente hacer un shock de infraestructura para lograr alcanzar una competitividad mínima aceptable acorde con el crecimiento peruano para este siglo XXI. Lampadia