María Corina Machado, Ex diputada venezolana
El Comercio, 07 de febrero de 2016
Hace tres días, en la población de Cantaura, en el oriente de Venezuela, conocí a una joven madre. Al verme, me abrazó con fuerza y transmitió su angustia porque no consigue el tratamiento urgente para el cáncer de su niño de nueve años. “He pensado vender mi nevera para pagarlo, ¡pero es que no hay!”. El día anterior, a pocos kilómetros de allí, en San José de Guanipa, en medio de la desesperación de la gente en cola para comprar arroz, una madre con su bebe de 48 días fue arrollada. El niño se le cayó de los brazos y sufrió fuertes traumatismos.
Esta tragedia se acelera en toda Venezuela: una crisis humanitaria que cobra vidas cada día que pasa. El sistema de salud público colapsó: la Federación de Farmaceutas alerta que la escasez de medicinas supera el 80%. Los inventarios de alimentos bajan a niveles sin precedentes. La criminalidad azota hasta a los cuerpos de seguridad: el viernes una banda criminal atacó y robó las armas del destacamento de la Guardia de Honor Presidencial en San Mateo, estado Aragua.
Esta debacle ocurre luego de que Venezuela ha vivido la mayor bonanza petrolera de su historia. Pero, al contrario de otros países, no hay ahorros ni inversión, sino una nación endeudada con un déficit monumental y la amenaza de no poder honrar sus deudas.
Nicolás Maduro ni quiere ni puede enfrentar esta situación. Su régimen lo integran mafias que se han enriquecido con los más insólitos y peligrosos negocios criminales, que se robaron hasta el dinero de la comida y las medicinas. Por eso, el 6 de diciembre, superando las trampas de un sistema electoral perverso, emitimos un mandato inequívoco: cambio político urgente y profundo.
Hoy, ante la crisis humanitaria que padecemos, Maduro amenaza con profundizar el control de la economía, con reprimir y desconocer al Parlamento. Ha demostrado que no está dispuesto a entablar diálogo alguno. Por ello, hasta muchos de sus seguidores hoy claman por su salida.
Para evitar una tragedia en Venezuela, es impostergable avanzar en la transición a la democracia. El cambio político tiene que acelerarse para ir al paso de la creciente urgencia social. Hay que entender y atender de inmediato la ebullición social que se gesta en el país, porque la gente pasa hambre y muere de mengua, mientras aparecen nuevos casos de bochornosa corrupción.
La Constitución venezolana contempla diversos mecanismos para la sustitución anticipada del régimen actual: referendo revocatorio, enmienda constitucional para recortar el período presidencial, Asamblea Nacional Constituyente y renuncia del presidente. Los tres primeros implican lapsos que impiden que un nuevo gobierno se establezca antes de un año: una eternidad para la madre que no consigue leche, en ningún lugar, a ningún precio y para la que ve a su hijo morir por falta de medicinas.
Así como Maduro tuvo que aceptar “voluntariamente” los resultados de las elecciones legislativas del 6 de diciembre, deberá entender que su renuncia es el mecanismo más expedito y menos traumático para evitar una tragedia mayor e iniciar la reconstrucción de Venezuela. Por su bien, el de los venezolanos y el de América Latina. Lampadia