Madeleine Osterling
Expreso, 30 de agosto de 2017
Dicen que los triunfadores deben su éxito al hambre, a la necesidad de hacerla sí o sí, pero para ello es necesario tener mucha ambición (bien orientada), absoluta perseverancia y ganas de abrirse camino a punta de esfuerzo, trabajo y convicción.
Hace 50 años PPK tenía un apetito voraz, que lo llevó a vincularse en las altas esferas políticas norteamericanas e iniciar el desafiante camino que le permitiría lograr la trayectoria internacional que hoy lo distingue, además de haber tenido el privilegio de ser ministro de Estado en dos distintos gobiernos. A nadie sorprende que haya querido coronar su vida con la presidencia de la República, pero desafortunadamente el “hambre”, ese motor indiscutible del éxito, languidece con la edad. Hubiera estado muy cómodo de haber sido Rey, en una monarquía parlamentaria como la española: un hombre venerable y respetado, que ostenta la calidad de jefe del Estado sin las responsabilidades de la ejecución.
Pero estamos en el Perú y la presidencia le servirá de poco si no deja un legado que lo trascienda. Su gran “lujo” es no tener que cuidarse de quedar bien, ni necesidad de ser políticamente correcto o de hilar fino para no generar enemigos que luego le pasen la factura en una futura carrera política, porque esta presidencia definitivamente es su último cargo público. ¡Mayor independencia no puede tener! Por ello me resulta incomprensible que no escuche con mayor apertura y no tome decisiones con más firmeza. Nadie le pide que sea un caudillo, simplemente que asuma el liderazgo indiscutible del país. Tiene que hacer las cosas diferentes. ¿No entiendo por qué no sé atreve ¿A qué le teme Como sostiene el reconocido comunicador político Ralph Murphine: “No se gobierna con carisma, se gobierna escuchando y resolviendo”.
Muchos, incluso los que no votaron por él, albergaban la confianza que, gracias a su vasta experiencia, iba a ser consciente de su debilidad en el Congreso y de los límites de su poder. Pensaron que tendría la capacidad de articular equipos, más allá de su círculo cercano y que además de valorar la lealtad y confianza, le sería igualmente importante contar con personas que llenaran sus vacíos, especialmente su falta de destreza política.
Hoy el Gobierno está desgastado y ha perdido capacidad de convocatoria, más aún si consideramos que el puesto público es absorbente y requiere de una gran habilidad para enfocarse en tareas inmediatas y, en este caso específico, asumir los pasivos generados en el primer año de gobierno. ¡Ojalá den un positivo viraje!