Luisa Corradini, Diario “La Nación” de Argentina, GDA
El Comercio, 20 de julio de 2016
En Francia hay días así. Días en los que uno cree volverse loco. Días en los que se tiene la certeza de estar en el paraíso, aunque cuatro pasos más allá haya pasado el infierno.
Venir a Niza después del último 14 de julio es algo así. Como sumergirse en la sensación esquizofrénica de estar en dos mundos opuestos. De un lado el bien y del otro el mal. La vida y la muerte.
A las 11 de la mañana, cuando todavía su célebre Paseo de los Ingleses seguía cerrado a la circulación luego del sangriento atentado, la Bahía de los Ángeles, uno de los golfos más bellos del mundo, había recuperado su apariencia de tarjeta postal.
Indiferentes a la locura de los hombres, la brisa del mar acariciaba la piel y el agua cristalina del Mediterráneo se deslizaba con imperceptibles ondulaciones por el cuerpo de turistas y locales. En ese estado de beatitud, ellos también parecían ajenos al drama que acababa de producirse a diez metros de allí.
Solo bastaron 45 segundos el jueves pasado a Mohamed Lahouaiej Bouhlel para recorrer con su camión los dos kilómetros más mortíferos de la historia de la capital de la Costa Azul; 45 segundos para matar a casi un centenar de personas.
“Si nos dejamos llevar por la tristeza, el Estado Islámico habrá ganado”, afirma Marthe Gianotti, dueña de la librería Massena, a dos pasos de ahí. Poco antes, la organización radical islamista había reivindicado el ataque que causó 84 muertos y 202 heridos.
Franceses y nizardos parecen haber aceptado la realidad: “Habrá que vivir con la espada de Damocles del terrorismo sobre la cabeza, como dijo el premier Manuel Valls, aunque esta sea la única verdad que nos dijo en su vida”, afirma Renaud Peltier, un empleado municipal que hace años vota por la extrema derecha del Frente Nacional (FN). Como el 37,3% de los electores de la ciudad.
También es cierto que el departamento de Alpes Marítimos, donde se encuentra Niza, es uno de los más expuestos a la radicalización en Francia. “En febrero, el consejo departamental anunció haber tratado más de 120 casos de menores en peligro de radicalización”, señala la prefectura.
La argumentación del FN es que “hay que cerrar las fronteras”. Y Niza le cree. Esta ciudad parece haber olvidado sus genes, resultado de la confluencia de todos los pueblos.
Curiosa actitud para un pueblo –el francés– que vive aferrado a su historia. “A sus valores”, como dicen, sin que muchos sepan muy bien a qué se refieren. Poco a poco, todo se ha vuelto motivo de asechanza: la inmigración, el diálogo social, la reforma de la educación, la construcción europea.
Resultado: cuando la mayoría de los países de Europa consiguió reabsorber sensiblemente el desempleo provocado por la crisis del 2008, Francia tiene casi tres millones de desempleados, más del 10% de la población. Sin levantar un dedo acusador, los meses de parálisis social, huelgas y violentas manifestaciones que acaban de azotar el país son producto de esa incapacidad de diálogo social.
Según un reciente informe de la OCDE, Francia tiene un nivel de vida envidiable: “La desigualdad social no es excesiva y el país salió de la crisis financiera sin sufrir demasiado”.
Pero no son solo los franceses quienes aman a su país. Su gastronomía, su moda, sus paisajes y esa joya urbana que se llama París gozan de una admiración internacional que convirtió a Francia en el primer destino turístico del mundo.
Entonces, ¿por qué todo parece ir mal en la tierra de Voltaire? Precisamente por eso. Parece que la sociedad francesa habría llegado a la era de la autonomía, según el filósofo Marcel Gauchet.
“Cuando históricamente la religión, la tradición, el Estado y el grupo social jugaron un papel fundamental de referente exterior, poco a poco el individuo fue liberándose de esas influencias, al punto de que ahora no se le puede imponer ninguna decisión”, precisa.
Todas esas cavilaciones no sirven, sin embargo, para consolar a los deudos de los muertos que provocó un monstruo al volante de su camión. Ni para convencer a los electores de que la extrema derecha solo conseguirá empeorar las cosas.
Por el momento, para Niza solo cuenta lo que resumió muy bien el diario “Nice-Matin”, a guisa de epitafio: “Nunca, la más bella ensenada del mundo habrá merecido tanto su nombre: 84 ángeles en una bahía ensangrentada partieron al paraíso víctimas del terrorismo. Asesinadas por un solo espíritu demoníaco, ese que los investigadores identificaron como Mohamed Lahouaiej Bouhlel”.
Glosado
Lampadia