Hay analistas y periodistas que han dedicado años de estudio al tema de Medio Oriente, en particular el conflicto entre israelíes y árabes palestinos, que dentro de las subjetividades propias de las ideologías, identidades, experiencias y visiones de mundo propias de cada uno argumentan con solvencia en base a información de hechos reales sobre el tema. En el Perú columnistas como Ariel Segal, Farid Kahhat, Francisco Tudela, Juan Velit, Aldo Mariátegui, Hugo Guerra, entre otros, cada cual desde su perspectiva -aunadas a las que expresan tanto el Embajador de Israel y el de la Autoridad Palestina como voceros oficiales de sus naciones-, cubren un amplio espectro de posiciones sobre los hechos del Medio Oriente que permiten a los lectores interesados tener a su alcance miradas que clarifican la complejidad del tema. (Si fuera sencillo estaría resuelto hace décadas y no sería motivo de polémica).
Hay periodistas y comentaristas correctos que parten del reconocimiento de su ignorancia en el tema y que preguntan a sus interlocutores más ilustrados sobre los aspectos críticos del tema en debate (lo cual tiene sentido porque uno no puede saber de todo). Pero también hay muchos periodistas, columnistas y comentaristas que en lugar de reconocer que están pobremente informados, toman posición en base a slogans, imágenes o titulares de algunos medios, sin un mínimo trabajo de investigación y sin partir del principio esencial en todo conflicto humano de que toda moneda tiene dos lados, y que hay que conocer ambos antes de tomar posición. Más lamentable aún resulta cuando la crítica a Israel se transforma en expresiones de hostilidad hacia los judíos.
A veces escucho o leo a comentaristas o periodistas decir cosas muy extrañas sobre el Medio Oriente que quizá se entiendan mejor si las represento con una analogía sobre algo más cercano al Perú. Supongamos que alguien dice que el Perú nació por la partición que hizo la ONU del territorio que originalmente era de Chile, y obtuvo su independencia luchando contra los ingleses y franceses en 1821, en una época en la que gobernaban los incas, y que en la guerra con Ecuador en 1865 y con Brasil de 1879 perdieron los territorios en el norte y oriente peruano que han definido nuestras fronteras actuales. Sonaría extraño ¿verdad?
Hay diferencia entre interpretar los hechos históricos de un modo convergente o divergente respecto a nuestra propia opinión, de desconocer o inventar hechos inexistentes para tomar una posición y en el caso de los medios, liderar con ella la opinión de los demás.
A mí personalmente estas cosas me sirven de espejo para dos asuntos cruciales para el Perú: 1) hacerme una idea de cuál es el verdadero valor de las opiniones de tantos periodistas, analistas y comentaristas en el tratamiento de otros asuntos, que no tienen que ver con el Medio Oriente; 2) reiterar la apreciación sobre cuán frágil y dogmática ha sido la educación de las últimas dos generaciones de peruanos, en quienes no se ha logrado cultivar el espíritu de la investigación y comprensión de las diversas aristas de un problema antes de tomar posición, con estilos pedagógicos autoritarios propios de una cultura educativa dogmática y represiva que no cultiva la autonomía y el pensamiento original.
Visto así, este debate público sobre Palestina no alude a lo que pasa en el Medio Oriente. Alude a lo que pasa en el Perú.