León Trahtemberg
Correo, 22 de diciembre de 2017
Cuando en radio o TV se establece la fecha de medición del rating que determinará la inversión publicitaria de los anunciantes, los medios se esfuerzan por poner en vitrina a sus mejores conductores e invitados más atractivos para el público. Se preparan para hacer el mejor show para obtener el puntaje más alto posible, que no siempre refleja la verdadera sintonía del programa.
Las “clases modelo” que exigen los evaluadores de maestros o las “pruebas censales” (ECE) de los alumnos cumplen el mismo ritual del show para el cual hay que entrenarse, para exhibir logros que abonarán en el prestigio del colegio y la continuidad de los profesores y directores en el trabajo.
Esta manera de valorar las evaluaciones tiene poco que ver con la verdadera capacidad o calidad del alumno o del profesor, cuyos principales factores no son medibles en una fecha determinada con instrumentos estandarizados. Un puntaje o puesto en un ranking comparativo no expresa la complejidad del trabajo de los alumnos o profesores, que reducen a los alumnos a sinónimos de notas. “Tienes 13” es lo mismo que decir: “Eres un 13”. Los alumnos se vuelven sinónimos de los números, que no explican nada sobre sus capacidades o aprendizajes. Solo establece una valoración comparativa entre pares, que introduce tensión y relaciones de poder entre ellos, pero aporta poco al cultivo de sus capacidades e intereses.
Pensar científicamente o hacer transferencias de un concepto, de un contexto a otro, no puede evaluarse usando pruebas estandarizadas con respuestas prefabricadas para marcar o completar unívocamente.