León Trahtemberg
Correo, 07 de octubre de 2016
En el WEF 2016 realizado en Davos se discutió sobre el futuro del empleo actual y el empleo del futuro cuyos elementos centrales vale la pena considerar porque cada vez hay más desempleo pese a haber plazas vacantes que no se cubren, elevación de productividad con salarios estancados, y recuperación económica sin ascenso social y laboral.
Hay mucha insatisfacción porque los empleados actuales no tienen las habilidades esperadas para cumplir los trabajos demandados, mientras que más de un tercio de las habilidades que se van a requerir en el futuro no están consideradas en ningún programa de formación profesional.
Dos tercios de los empleos perdidos se encontrarán en las actividades administrativas y funciones de oficina que serán reemplazados por máquinas. La movilidad laboral no se hará de un empleo a otro, sino con desplazamientos hacia los empleos en las empresas en las que se encuentra la gente más talentosa.
Todos los empleos tendrán un componente digital, sin que eso requiera que dominen las ciencias de la computación. En las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería, biotecnología -con integración interdisciplinaria- es donde se crearán los nuevos empleos que competirán por captar a los talentos más creativos e innovadores como computación, arquitectura, ingeniería y diversas especializaciones estratégicas.
Con todo esto a la vista, los políticos y decisores debieran preguntarse, ¿qué debe cambiarse en nuestra educación básica y superior para darle posibilidades de una buena inserción laboral a nuestros egresados? Los enfoques vigentes no son la respuesta.