Por: Leandro Mariátegui, Decano de la Facultad de Ingeniería de la UTP
Gestión, 2 de octubre de 2018
La industria nacional, que representa el 13% del PBI del país, el 18% de los ingresos tributarios y genera 1.5 millones de empleos formales, ha tenido una fuerte caída en los últimos años (en 2007, por ejemplo, representaba el 16% del PBI). Las tasas de crecimiento han sido negativas desde 2014, pese a que muestra una ligera recuperación el primer semestre de 2018.
Dentro de las categorías que más han caído en lo que va del año están los productos para la refinación del petróleo (-8.4%), las bebidas (-2.5%), la fabricación de maquinaria y equipo (-2.4%) y los textiles (-1.8%).
En cuanto a exportaciones, el sector textil, que tuvo una fuerte caída en los últimos años, ha mostrado crecimiento en 2017 (6%) y el primer semestre de 2018 (14.4%). Ello, principalmente, debido a la recuperación de la economía norteamericana y las políticas de su actual administración frente a las importaciones chinas.
Pese a esto, las cifras acumuladas de 2012 a 2017 muestran una caída del 36.3%, mientras que el mercado interno sigue disminuyendo por el ingreso de productos importados de bajo costo, el ingreso de productos subvaluados y el contrabando para el sector informal.
De esta manera, la competitividad del Perú está en profunda caída, pasando del puesto 61 a nivel mundial al puesto 72, según World Economic Forum. Esto se evidencia en la pérdida de empleos formales: solo en 2017 se perdieron 127,000, mientras que el sector informal generó 441,000 nuevos empleos. Además, ese mismo año se registraron 700,000 desempleados.
La informalidad, que representa alrededor del 70% de la economía, es un problema multidimensional. Para combatirlo también necesitamos acciones en varias dimensiones que requieren la participación del Gobierno, de la empresa privada y del sector educativo. El argumento de los informales es que la formalidad es costosa y requiere de mucho tiempo del gestor del negocio.
Por este motivo, necesitamos medidas que contribuyan más a fomentar la formalidad y recuperar la competitividad. Requerimos mayor flexibilidad laboral, tributación más sencilla y competitiva, capacitar y formar a los pequeños empresarios, acceso al financiamiento con tasas de mercado simples y atractivas, regulación simple, especialmente en gobiernos locales, orientar al contribuyente y sensibilizar a la población en la necesidad de formalizar la economía. La creación de zonas económicas especiales para nuevas inversiones, siguiendo el modelo colombiano, también contribuye a la creación de empleo formal.
Asimismo, debemos incentivar a los empresarios a invertir en innovación tecnológica y automatización que nos permita ser competitivos en el mercado interno, así como en el externo. Un ejemplo a seguir es el del sector agroexportador, donde sus regímenes especiales en materia laboral y tributaria permiten tener contratos flexibles y a menor costo con una tasa especial de impuesto a la renta, así como la orientación a la excelencia de los empresarios del sector. Todo esto ha permitido un crecimiento acumulado de 2012 a 2016 de más del 80%, cuando lograron posicionar los productos peruanos en el mundo. El éxito de la agroindustria debe extrapolarse a las demás empresas exportadoras, dando especial énfasis en las más intensivas para generar empleo directo o indirecto.
Pero para que esto sea posible, es necesario también formar buenos profesionales con las competencias que requiere la industria nacional, que sean gestores de la transformación digital, siempre con una sólida formación en valores.