Laís Grey, Analista de Macroconsult
Gestión, 24 de agosto de 2016
La semana pasada, durante su presentación en el Congreso, el premier Fernando Zavala precisó algunas metas del Gobierno para el bicentenario. En materia social, la meta anunciada más importante fue la reducción de la pobreza a 15% (7 puntos porcentuales (pp) menos que el último dato disponible (año 2015)). De acuerdo a lo expuesto, esta reducción se sostiene a partir de una segunda meta, la cual consiste en reducir la pobreza urbana a 9% (6 pp menos), sugiriendo así una meta implícita de 34% para la pobreza rural (11 pp menos). Además, mencionó que se erradicará la pobreza extrema (actualmente ubicada en 4%), lo que implica que de los 7 pp en los cuales se reducirá la pobreza total, 3 pp corresponderán a pobreza no extrema y 4 pp a pobreza extrema. Por último, indicó que se sostendrán estos resultados, reduciendo al mínimo el riesgo de retorno a la pobreza.
A primera vista, las metas planteadas parecen poco ambiciosas porque implicarían una reducción promedio anual de apenas 1.4 pp en el caso de pobreza, 1.1 pp en el caso de la pobreza urbana y 2.2 pp en el de la rural y 0.8 pp en el caso de pobreza extrema, ritmos que podrían ser incluso menores cuando consideremos los valores alcanzados al 2016. Además, en la medida que estos avances son similares a los alcanzados por el Gobierno anterior (hasta el 2015): 6 pp en pobreza total, 3 pp en pobreza urbana y 11 pp en pobreza rural; se podría pensar que se trata de metas bastante cómodas que no implican mayores retos. Sin embargo, en la medida que la reducción de la pobreza se ha desacelerado en los últimos años (es decir, la reducción es cada vez menor), alcanzar estas metas podría requerir esfuerzos no menores.
Tres aspectos se deben tomar en cuenta. Primero, el crecimiento económico se ha enfriado: mientras que en la década anterior llegamos a experimentar tasas de crecimiento de hasta 9% promedio anual que permitieron una reducción sustancial de la pobreza; durante el último Gobierno la tasa de crecimiento promedio anual fue de 4%, llegado a ser de 3% en el 2015. Si bien el actual Gobierno se ha propuesto reactivar la economía y lograr un crecimiento sostenido de 5% anual; dado el contexto actual, no se espera que el crecimiento supere el 4% en los próximos cinco años. Segundo, la elasticidad crecimiento–pobreza se ha reducido. Mientras que en el periodo 2006-2011 por cada punto porcentual que crecía la economía, la pobreza se reducía en 0.7 puntos porcentuales; en el periodo 2011- 2015 esta elasticidad pasó a ser 0.4.
Esto implica que incluso si la economía se reactivara y regresáramos a tasas de crecimiento por encima del 5% promedio anual, cada vez será más difícil reducir un punto de pobreza adicional. Esto se explica porque conforme alcanzamos niveles más bajos de pobreza, nos vamos acercando cada vez más al núcleo duro de la misma (los más pobres entre los pobres) donde los efectos del crecimiento son limitados. Tercero, la reducción de la pobreza urbana se ha estancado. Mientras que en el periodo 2006-2011 la pobreza urbana se redujo en 19 pp, en el periodo 2011- 2015 apenas se logró una reducción de 3 pp.
En vista de lo anterior, las metas planteadas parecen ser bastante realistas, incluso, sensatas, y lograrlas requerirá de esfuerzos importantes. Estos esfuerzos deberán estar orientados a mejorar la focalización y articulación de las políticas públicas de lucha contra la pobreza (tanto por la menor disposición de recursos como por la naturaleza del problema); así como a diseñar e implementar estrategias para reducir la pobreza urbana. Además, para sostener los resultados alcanzados, se deberán generar las condiciones necesarias para que ninguna persona que salió de la pobreza retorne a ella, lo cual implica generar mercados laborales más dinámicos y enfrentar aspectos críticos del mercado laboral, como la informalidad y la productividad.
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