Juan Carlos Tafur, Periodista
El Comercio, 10 de octubre de 2017
Si alguna derecha no ha gobernado en las últimas décadas en el Perú es la liberal, aquella que apuesta por la instauración plena de una economía de mercado, la consolidación de las instituciones democráticas y el fortalecimiento de un Estado moderno.
Ni Toledo, ni García, ni Humala y tampoco Pedro Pablo Kuczynski enganchan con esa tradición ideológica. A las grandes reformas estructurales que se hicieron en la primera mitad de los 90 (porque tampoco Fujimori puede catalogarse ni por asomo como un derechista liberal), apenas le sobrevinieron unas cuantas.
Hay dos derechas claramente diferenciadas en el país. Una es la referida derecha liberal, y otra, muy distinta y distante, la derecha conservadora, que es mercantilista en lo económico (el sistema que nos ha gobernado casi desde nuestros orígenes republicanos), autoritaria en lo político (aun cuando discurra dentro de los cauces democráticos, es creyente en la mano dura y el funcionamiento legal represivo) y ultra en materia de derechos civiles (véase su postura sobre la equidad de género, la unión civil o la despenalización relativa del aborto).
Hace 30 años, cuando el gran enemigo político e ideológico a derrotar era la izquierda marxista, cabía que se produjeran extrañas alianzas entre liberales y conservadores. Así, se ha visto un sinfín de partidos de derecha en los que han convivido. Revísese la historia de Acción Popular o del PPC y se verá ello con mucha claridad. Hoy, esa conjunción carece de sentido histórico y si se sigue dando es más por inercia y molicie política que por razones estratégicas.
Luego de su aparición política a través del Movimiento Libertad buena parte de la derecha liberal afincó en el fujimorismo, sin importar los remiendos autoritarios de los 90, engolosinada con la destrucción del viejo Estado populista de los 80 y la derrota del terrorismo senderista. Luego, de la implosión fujimorista del 2000 vino una natural retracción, pero cuando todo parecía propicio para volver a recuperar las banderas protagónicas, hoy se ha visto desbordada por la incursión exitosa de la derecha conservadora.
Sin conformar partido propio, esta derecha ultramontana se ha infiltrado en agrupaciones como el Apra, el PPC y, sobre todo, en el fujimorismo, que de liberal populista ha devenido en un grupo conservador.
Ya discurre enorme fuego cruzado entre ambas derechas, pero las dos siguen creyendo, equivocadas, que su principal enemigo reposa en una izquierda marxista casi inexistente o en sus rezagos centroizquierdistas, sin percatarse de que el desenlace cruento debe ser entre ambas.
Resulta una polémica exageración decir que la izquierda ha gobernado estos tiempos. Ha sido, propiamente hablando, un mix de derechas, pero con predominio conservador.
Fuera de Toledo, que sí hizo algunas reformas importantes entroncadas con un ideario liberal (los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la eliminación de la cédula viva), los otros gobiernos de la transición han sido derechistas del statu quo, proempresa antes que promercado, más cercanos a la derecha conservadora que a la liberal, la misma que mantiene su opción como no jugada.
La del estribo: llama la atención el soslayo con que el periodismo gastronómico mira el queso. Donde uno vaya encontrará el orgulloso y diferenciado queso de la zona. Pero se escribe de papa, pisco, chocolate, café u otros y se olvida un producto que identifica mejor que ninguno otro nuestra riqueza histórica y nuestra inmensa variedad regional.