Por: Juan Carlos Odar, Editor de Economía y Negocios de El Comercio
El Comercio, 16 de julio de 2018
El Comercio, 16 de julio de 2018
Al primer semestre, la economía peruana muestra un notable repunte y la tasa anualizada de crecimiento ya parece haber llegado a 3,5%.
Este resultado está basado sobre todo en el impulso del sector público y de las exportaciones, aunque ya empieza a verse una mejora de la inversión privada, liderada por el sector minero. Además, la masa salarial ha crecido en promedio a una tasa anual de 9,5% en el período marzo-mayo (y ha alcanzado una tasa de dos dígitos en mayo), lo que –junto con la recuperación del crédito- configura un escenario positivo para el consumo privado en la segunda mitad del año, con una recuperación que ya está en marcha.
Además, el déficit fiscal se ha reducido de manera inesperada (y está en 2,2% del PBI, su menor nivel en 29 meses), lo que genera un mayor margen para la expansión del gasto público y lograr así, de manera relativamente rápida, un mayor dinamismo de la producción.
Pero, por la guerra comercial que parece haberse iniciado entre EE.UU. y China (destacando el ‘parece’, pues no necesariamente sería de la magnitud y alcances que el mercado teme), los riesgos desde el flanco externo han subido y eso ya, por ejemplo, se traduce en un menor precio del cobre y en una mayor volatilidad cambiaria.
Todo lo anterior es meramente coyuntural. ¿Qué hay de lo estructural?
Esta pregunta cobra más vigencia incluso en un entorno como el peruano, en el cual las instituciones -desde las políticas hasta las deportivas- terminan asociadas a las personas que, por definición, están en ellas temporalmente.
Parece que desde hace algún tiempo hemos perdido de vista lo estructural, a pesar de que todavía no se han respondido preguntas fundamentales. ¿Qué podemos hacer para ser menos vulnerables a los choques externos? ¿Cómo podemos ser más productivos y competitivos? ¿Cómo podemos dar el salto definitivo al desarrollo?
Las respuestas pasan por abordar las reformas que quedaron pendientes, incluso cuando las condiciones para implementarlas eran más favorables.
Lamentablemente, el día a día nos distrae y nos estamos acostumbrando a no pensar en el largo plazo. Y mientras ello sea así, las reformas necesarias para lograr reducir vulnerabilidades, aumentar la productividad y dar el salto hacia el desarrollo, ni siquiera estarán en agenda.
Pensando en términos futbolísticos: lo táctico viene primando sobre lo estratégico, pero el partido se va a la prórroga y corremos el riesgo de llegar exhaustos a ella. Los rivales siempre nos van a marcar, pero dejemos de jugar al pelotazo y pensemos mejor nuestra próxima jugada.