Juan Carlos Mathews
Expreso, 24 de setiembre del 2025
La experiencia económica del Perú entre 1990 y 2025 demuestra que el país puede crecer incluso en contextos adversos. Sin embargo, crecer por debajo del 4 % anual no es suficiente para cerrar las grandes brechas en infraestructura, salud, educación y empleo formal. Dos aprendizajes clave emergen: el modelo de economía social de mercado funciona cuando se combina con estabilidad y apertura, pero sus logros son frágiles sin institucionalidad, diversificación e inversión sostenida.
El crecimiento económico ha sido impulsado por cinco motores principales: inversión pública, inversión privada, exportaciones, turismo y consumo interno.
Inversión pública: Representa cerca del 20 % de la inversión total y es crucial para cerrar brechas sociales y productivas. Sin embargo, enfrenta serios problemas de ejecución: entre el 25 % y el 30 % del presupuesto anual no se ejecuta. Esto limita su impacto transformador en infraestructura, salud o conectividad digital. La clave está en mejorar la calidad del gasto, profesionalizar la gestión pública y replicar modelos exitosos como los acuerdos de gobierno a gobierno.
Inversión privada: Constituye el 80 % de la inversión total y es el principal motor de crecimiento. Sectores como minería, agroindustria, energía y construcción han liderado el dinamismo económico. Para atraer más capital, el país necesita un entorno predecible, seguridad jurídica, simplificación administrativa y diálogo con las comunidades. Además, existe un gran potencial en sectores como servicios digitales, economía circular e industria forestal. Proyectos logísticos como el puerto de Chancay pueden reforzar esta diversificación si se articulan con infraestructura interna y políticas de largo plazo.
Exportaciones: Han sido el motor más dinámico. En 2024, alcanzaron un récord de más de 76 mil millones de dólares. Aunque dominadas por minerales, las exportaciones no tradicionales —especialmente la agroindustria— han crecido con fuerza. Perú es hoy líder mundial en arándanos, paltas y espárragos. Sin embargo, el reto es diversificar y añadir valor: impulsar manufactura, biotecnología y servicios, con enfoque en sostenibilidad, calidad y trazabilidad. Además, se requiere infraestructura eficiente y capital humano calificado para sostener la competitividad global.
Turismo: Uno de los sectores más golpeados por la pandemia, su recuperación ha sido lenta. El turismo interno se recuperó en 2024, y el internacional lo hará recién en 2025. El Perú tiene ventajas como Machu Picchu y su gastronomía, pero necesita mejor infraestructura, conectividad y una estrategia de promoción internacional coherente. El turismo, además, tiene alto impacto social en zonas rurales y comunidades. Lamentablemente, la crisis no resuelta de Machu Picchu complica el panorama.
Consumo interno: Es el motor más grande, representando cerca del 62 % del PBI. Aunque se reactivó tras la pandemia gracias a estímulos fiscales, su sostenibilidad depende del empleo formal. Con más del 70 % de informalidad laboral, el consumo es vulnerable. Para consolidarlo se necesita formalización, acceso al crédito y estabilidad macroeconómica.
Finalmente, la confianza empresarial articula todos estos motores. A pesar de la inestabilidad política, las expectativas empresariales muestran una leve recuperación, lo que mantiene al Perú con proyecciones de crecimiento superiores al promedio regional. Para lograr un crecimiento sostenido, es necesario combinar inversión, institucionalidad y una visión de desarrollo inclusivo.