Concretar el sueño de transformarnos en un país del primer mundo es una meta difícil pero no imposible. Supone retos muy audaces y un prerrequisito clave: contar con un Estado de primer nivel que impulse y facilite el proceso.
Esto no solo debe ser una preocupación de los funcionarios de turno o de los gobernantes en cada uno de los niveles de nuestra compleja estructura del Estado, sino lo debe ser también de cada ciudadano y de los grupos que los representan. No solo debe ser una preocupación sino un trabajo conjunto, dejando de lado esas visiones parciales y ese lamento permanente de falta de recursos y de personas. Un buen gerente o un buen directivo público hace transformaciones con los recursos que cuenta y utiliza las herramientas que necesita para sostenerlo en el tiempo.
No tengo la menor duda de que los peruanos podemos andar este camino, ya lo estamos haciendo en diversos campos, pero requiere una voluntad política unificada de hacerlo (sector público y sector privado). Lo que nos falta es generar los mejores incentivos para desencadenar avances más rápidos en este proceso.
Uno de estos incentivos es la promoción de la meritocracia en el Estado a través de un nuevo y moderno servicio civil. Si vemos la lista de temas que según la CADE necesitamos mejorar para ser un país del primer mundo (descentralización, seguridad ciudadana, educación, administración de justicia, infraestructura, diversificación productiva y facilitación de inversiones) todos ello necesita como soporte clave un servicio civil profesionalizado y meritocrático. No hay desarrollo económico posible con un Estado débil, sin una capa de funcionarios de primer nivel y servidores públicos debidamente capacitados para afrontar los retos del Perú de los próximos años.
Es cierto que el servicio civil ha atravesado por diferentes problemas, como consecuencia, en primer lugar, de haber sido olvidado al no ser considerado como una prioridad para el desarrollo del país. Pero estamos en capacidad de revertir la situación, hay una mayor conciencia ciudadana de la importancia de contar con buenos funcionarios públicos, adecuadamente remunerados y competitivos frente al sector privado, y que tengan como principal mira, la mejora de los servicios que brinda a la ciudadanía.
Como país tenemos que actuar con inteligencia, y apostar en los aspectos claves, o ¿quién duda que para luchar contra la corrupción se requiere contar con funcionarios, directivos y servidores públicos diligentes y con altos estándares éticos? ¿Quién duda que ellos puedan ofrecer un mejor servicio a los ciudadanos? El trabajo que se está realizando en las ugeles de Lima, por ejemplo, producto de una visión conjunta del Ministerio de Educación y Servir, nos va enseñando que la articulación, la capacitación en competencias y la apuesta por el desarrollo de las personas son el camino. Algunas otras experiencias también nos muestran esto, por ejemplo, el trabajo en salud del Gobierno Regional de San Martín o el desarrollo del INPE, entre otros.
Para el bien del país, el proceso de mejora del servicio civil ya comenzó. La primera etapa es difícil y demora un tanto, porque significa hacer una mirada interna que pasa por el sinceramiento de las entidades, ver las mejoras institucionales que tienen que realizar y afrontar las nuevas reglas de la meritocracia. Fundamentalmente es no olvidarnos de lo principal: las personas. Para la gran mayoría de servidores públicos y para Servir, el horizonte de vivir un país y un Estado del primer mundo y de primer nivel, es mucho más que estimulante.