Jorge Yzusqui
Perú21, 28 de noviembre del 2025
«El curso de Educación cívica fue eliminado y se diluyó en competencias transversales que casi nunca se trabajaron bien».
Vivimos una crisis profunda, no solo política o económica, sino de ciudadanía. La debilidad institucional, la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia y la cultura de “sacar ventaja” o justificar actos corruptos no son hechos aislados, sino síntomas de algo más hondo: no hemos formado ciudadanos con sentido de bien común ni con la ética necesaria para sostener una democracia saludable.
El curso de Educación cívica fue eliminado y se diluyó en competencias transversales que casi nunca se trabajaron bien. No tenemos intencionalidad pedagógica para formar en valores y, además, la cultura social y familiar se ha debilitado. Esto nos ha llevado a una fractura de nuestra ética ciudadana. La evidencia internacional es clara: los países con instituciones sólidas formaron su ciudadanía desde la escuela, una condición que garantiza gobernabilidad, seguridad y cohesión social.
¿Qué hacer? Debemos restaurar el curso de Educación cívica, pero con un enfoque moderno. Esto es necesario, pero no suficiente. La ciudadanía se vive en la cultura escolar. Asimismo, debemos impulsar proyectos reales de participación estudiantil, fomentar rutinas de responsabilidad y de resolución pacífica de conflictos, promover servicio comunitario o voluntariado estructurado y, sobre todo, asegurar una gestión escolar transparente que modele institucionalidad. La escuela debe ser el primer lugar donde un niño experimenta cómo funciona bien una institución.
Sin ciudadanos íntegros, críticos y comprometidos, ninguna reforma educativa o económica funcionará. Podemos mejorar la infraestructura o tecnología, pero si no formamos ciudadanos que defiendan la democracia y el bien común, seguiremos atrapados en un ciclo de crisis y desconfianza. Solo nos falta decisión política y claridad pedagógica.






