Javier Escobal (Grade) insiste en que no hay que tocar Juntos porque marcha bien y tiene efectos positivos. Tiene, es cierto, algunos efectos positivos, pero no los que tienen que ver con sus objetivos, que son reducir la desnutrición y el abandono escolar para cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Escobal argumenta que el trabajo de Alan Sánchez y Miguel Jaramillo (goo.gl/BaOmHR ) concluye que Juntos sí ha reducido la incidencia de desnutrición crónica extrema en los niños menores de 5 años. Como me he vuelto escéptico respecto de algunas afirmaciones de Escobal, acudí al estudio citado y descubrí lo que sospechaba: Sánchez y Jaramillo más bien no encuentran una reducción de la desnutrición estadísticamente significativa. Tampoco la observan, en un primer análisis, en la desnutrición extrema, pero luego de aplicar una metodología llamada de doble diferencia, sí la encuentran, aunque en las conclusiones (p.23) ponen en duda este resultado, debido a problemas en la metodología.
Es el propio Escobal quien revela, en su estudio (goo.gl/O9eeqs ), “no encontramos impactos positivos significativos en muchas otras áreas de los niños, como efectos nutricionales a largo plazo o mejoras en su desempeño cognitivo” (p. 13). Y “no se observan mejoras en el tiempo dedicado a la escuela, el estudio o el juego” (p.8). Es decir, Juntos no está sirviendo para que los niños estén preparados para salir de la pobreza cuando sean grandes.
En cambio, el mismo estudio encuentra que las transferencias de Juntos a las madres habrían facilitado la generación de ingresos adicionales gracias a los emprendimientos que se han podido financiar con esas transferencias. Lo que prueba lo que veníamos sosteniendo: que muchas familias campesinas quisieran usar el dinero de Juntos para instalar tecnologías de riego por aspersión y otras, y si no lo hacen de manera más clara es por temor a ser retirados del programa si se ve que han salido de la pobreza o porque no tienen la asesoría y la propuesta del programa para hacerlo. Por eso hemos sugerido que el gestor local de Juntos acuda al campo acompañado por un yachachiq que informe acerca de la posibilidad de usar parte de la asignación para instalar algunas tecnologías, y les enseñe a hacerlo a quienes lo quisieran. La aceptación sería, probablemente, masiva, y tendríamos miles de familias campesinas saliendo rápidamente de la pobreza, una revolución como la que no se ha dado nunca antes.
La mejor manera de cumplir el objetivo de Juntos, de “romper la transmisión intergeneracional de la pobreza”, es precisamente mediante un programa de generación de ingresos. Si la familia da un salto en su productividad agropecuaria y en la cantidad y calidad de los alimentos que produce, elimina de manera automática la desnutrición de los niños, y las tecnologías estabuladas liberan tiempo para que acudan a la escuela. Es que la gente quiere producir sus ingresos por sí misma, no que se los regalen.
Publicado en El Comercio, 21 de febrero de 2014.