Jaime de Althaus
El Comercio, 26 de julio del 2025
El crecimiento del Estado es inversamente proporcional al crecimiento de la economía. Crece a costa de ella. Aplasta a la sociedad y asfixia o reprime a los emprendimientos. Ocurre sea por ideología (socialismo, con intervencionismo y estatismo) o por natural inercia burocrática y clientelismo político: se demanda y ofrece cada vez más gasto. Hasta que explota en hiperinflación o en sobreendeudamiento. Entonces viene el ajuste.
Recordemos los 80 en el Perú. Ahora estamos volviendo a perder el control. Bolivia está a punto de estallar. Venezuela ya estalló y está en escombros. En Ecuador, un país estancado hace años con un déficit heredado de Correa que cubre con endeudamiento creciente, el presidente Noboa acaba de decretar la reducción de 20 a 14 ministerios, de 9 a 3 secretarías, y el cese de 5.000 funcionarios públicos, buscando inversión privada y eficiencia de los servicios públicos. Argentina es el modelo: ha hecho un ajuste de 15 puntos del PBI, cesado a cerca de 50 mil empleados públicos, fusionado ministerios, cerrado o privatizado instituciones, generado superávit fiscal y desregulado la economía profundamente para convertir a Argentina en el país más libre del mundo. Ahora la inflación ha caído, la economía crece a 7,7%y la pobreza ha bajado de 56% a 31%. Va a ser la estrella del mundo en pocos años.
En el Perú, en cambio, el gasto en planilla del Estado se incrementó en 34% en los últimos cuatro años según el Consejo Privado de Competitividad, y los servicios públicos más bien se deterioraron. En educación ese gasto aumentó 47%, pero la meritocracia se redujo y los rendimientos escolares también. Escandaloso. Lo increíble es que mientras el salario promedio en el sector público se elevó en casi 10% en este período, en el sector privado formal, que paga los impuestos, disminuyó 0,5%. Es decir, que el sector público está explotando al sector privado. Y el ingreso promedio del sector público es 7% mayor que el privado.
El sector privado mantiene al público, pero este se paga mejor a sí mismo. Y lo extorsiona con regulaciones y persecuciones, mientras los servicios son un desastre. Lo mejor sería que los servicios públicos sean brindados por empresas privadas en competencia y pagados por los usuarios. Los de menos recursos recibirían un bono para pagarlos.
También puede ser vía seguros. Eso ya comenzó. Hace unos días Pacífico y Yape lanzaron el “Seguro Social Yape”: pagando 9 soles al mes se tendrá un seguro para teleconsultas médicas ilimitadas y S/500 en caso de hospitalización. En los hospitales de la Solidaridad se consigue atención inmediata mucho más eficiente que en los del Ministerio de Salud, a cambio de un pago muy módico.
Capas complejas o enfermedades que requieren medicamentos y atenciones más caras podrían ser financiadas directamente por donaciones del sector privado. Así desarrollamos un espíritu de solidaridad social auténtico, no forzado o impuesto por el Estado. El agua potable es pagada directamente por los usuarios: debería ser administrada por empresas privadas contratadas por ellos. Y así sucesivamente.
Así tendríamos buenos servicios sociales. Y eliminando regulaciones, las empresas florecerían, habría empleo formal y la pobreza desaparecería. Otro país.