Por: Jaime de Althaus
El Comercio, 12 de febrero del 2022
“Lo que se mantiene sin cambio alguno es el asalto general a ministerios, organismos reguladores y empresas públicas, reemplazando a funcionarios idóneos por partidarios incompetentes”.
El cambio de imagen y de discurso del nuevo Gabinete, incluyendo al presidente sin sombrero, sin duda tiene el objetivo de contener el creciente consenso por la salida de este Gobierno. Pero aquí lo que cuenta son los hechos.
La puesta en escena fue estudiada. La visión de todos los ministros sentados en una mesa de trabajo buscó dar la impresión de un equipo coherente que realmente está en control para desvirtuar las denuncias acerca de un grupo de asesores en la sombra que domina las decisiones presidenciales. Hablaron todos los ministros, con intervenciones cortas y coherentes entre ellas, en torno a tres o cuatro objetivos concretos.
El presidente del Consejo de Ministros sorprendió con un discurso conciliador que, además, expresó explícitamente la adhesión del Gobierno a la economía social de mercado, más aun, al libre mercado. El ministro de Desarrollo Agrario propuso incentivos tributarios a las agroexportadoras que integren la producción de los pequeños agricultores a la exportación; el de Educación anunció la construcción de tres colegios de alto rendimiento por asociaciones público-privadas; y el de Economía, la observación de la ley de devolución del Fonavi, que entrañaba un gasto de S/42 mil millones.
Súbitamente, el Gobierno se había vuelto serio, centrado y bien orientado en sus políticas generales. Ello, sin embargo, no era coherente con la mayor participación de Cerrón en las decisiones de nombramiento de ministros a costa del único que estaba haciendo las cosas relativamente bien en un tema tan delicado como la pandemia. ¿Cómo conciliar la economía de libre mercado con la “economía de mercados”, con amplia participación empresarial del Estado, que postula el plan de Perú Libre?
Hasta que empezaron a aparecer los anuncios extraños. El ministro de Defensa confirmó la entrega de un helicóptero a cada gobernador regional, cuando, que se sepa, apenas hay 24 helicópteros operativos. Un clientelismo regional quizá para buscar apoyo para las elecciones regionales y locales. Más sospechoso aún fue el masivo encargo a las Fuerzas Armadas para construir 700 puentes y caminos o carreteras en las zonas alejadas en todo el país. La participación de los batallones de ingeniería del Ejército se justificaría en el Vraem, donde empresas privadas quizá no ingresarían, pero hacerlo a nivel nacional no solo rompe el carácter subsidiario del Estado, y a costos seguramente mayores, sino que podría ser una forma de comprar la adhesión del Ejército a los planes políticos del Gobierno. La satisfacción del ministro del Interior con la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad de Lima y el Callao venía a redondear la figura.
Al mismo tiempo, Cerrón captura el Ministerio de Salud, un sector clave en el control social de la población para cualquier agente castrista. Y lo que se mantiene sin cambio alguno es el asalto general a ministerios, organismos reguladores y empresas públicas, reemplazando a funcionarios idóneos por partidarios incompetentes o neosenderistas o representantes de intereses informales o hasta delincuenciales. El ministro de Transportes es el arquetipo de esta categoría.
Ahora se suman también no solo el ministro de Salud, un sanador con problemas judiciales, sino el de Energía y Minas, quien, según la contraloría, ni siquiera cumplía con los requisitos establecidos para asumir la Dirección Regional de Energía y Minas en Junín. Esto, mientras el bloqueo del corredor minero llega a su día 18 sin que haya decisión alguna para restaurar el orden público. Las Bambas tiene que anunciar en la bolsa de Hong Kong que a partir del 20 de febrero paraliza nuevamente la producción, agravando la imagen de un país ingobernable.
Mientras tanto, en lugar de sumar esfuerzos con los ‘caviares’ desencantados, parte de la oposición de derecha los rechaza al mismo tiempo que los ‘caviares’ la acusan de vacadora o golpista. Los chilenos antes que Piérola. La polarización fujimorismo-antifujimorismo adquiere nuevos ropajes y anula cualquier capacidad de acción política unitaria para recuperar la viabilidad del país.