Jaime de Althaus
El Comercio, 6 de diciembre del 2025
“En el Perú, la timidez y mojigatería ideológica es tal que ningún candidato presidencial de la derecha está hablando ni siquiera de modernizar o dinamizar el mercado laboral”.
Genera envidia el proceso argentino. Con el mayor respaldo que tendrá a partir del 10 de diciembre en el Congreso, Milei está buscando los acuerdos que le permitan aprobar las reformas estructurales que necesita para facilitar el crecimiento acelerado. La primera de ellas es la reforma laboral, para pasar luego a la reforma tributaria, reducir impuestos y terminar de abrir la economía. Por supuesto, genera resistencia. Ya el kirchnerismo y los sindicatos peronistas están esgrimiendo el mismo discurso que se usa acá: que lo que busca el gobierno con esa reforma es eliminar los derechos laborales en favor de los empresarios.
La respuesta de Milei y de los voceros gubernamentales es lógica y de sentido común: al contrario, se trata de dar derechos laborales al 44% de los trabajadores que está en la informalidad y que no tienen derecho alguno. La reforma es a futuro, para los nuevos, para los que se incorporen. No es obligatoria, aunque sí optativa, para quienes ya están en el régimen vigente.
La reforma propone básicamente reducir los costos de contratación y despido y los costos no salariales del trabajo, modalidades contractuales más flexibles y eliminar la obligatoriedad de la cuota sindical que deben pagar todos los trabajadores, estén sindicalizados o no.
Lo interesante es que la propuesta de reforma tiene la aprobación de la opinión pública. Según el Monitor de Opinión Pública de noviembre del 2025 de la consultora Zentrix, el 55 % de los encuestados está de acuerdo con modificar las leyes laborales en esa línea, mientras que casi el 68 % apoya que la cuota sindical sea voluntaria.
Es la fuerza de lo que Milei llama la batalla cultural. El presidente argentino explica las ventajas de la reforma sin hipocresías ni remilgos ideológicos, y lo hace con gran convicción. Ha logrado vencer a la narrativa facilista y clasista de que el capital explota al trabajador y que unos se enriquecen a costa de otros. Es al revés. Si las leyes laborales son simples y flexibles, habrá más demanda y más contratación de trabajadores, más empleo, y por lo tanto salarios más altos. Tan sencillo como eso.
La reforma laboral favorece a los trabajadores. No solo a ellos, también a las propias centrales sindicales, porque al haber más empleo crece la base laboral sindicalizable. Crece entonces en esa medida el poder sindical. Pero las oligarquías laborales que viven de sus privilegios y sinecuras actuales no quieren romper el statu quo. Prefieren mantenerlo contra los intereses de fondo de los trabajadores.
En el Perú, la timidez y mojigatería ideológica es tal que ningún candidato presidencial de la derecha está hablando ni siquiera de modernizar o dinamizar el mercado laboral. Nadie defiende los intereses del 73% de peruanos que sobrevive en la informalidad ni de los propios trabajadores formales que incrementarían sus ingresos si se flexibilizara y simplificara la legislación. Nadie entiende que explicando bien ganarían las elecciones.






